Capítulo 219
Adiós
“Hoy no creo que funcione. Menos mal que Gris se encargará de todo.
No podría contar con nadie más de mi familia para esto, la verdad.”
Siento rencor. Obviamente, la persona a la que más odio ahora mismo es la bruja asquerosa que ha provocado esto. No existe nadie más culpable que ella. Pero siento rencor también por mi familia. Por todas las veces que han intentado escaquearse a la hora de ver a mi tío, por lo poco que han podido entender cómo se sentía, por lo ausentes que han estado siempre, tanto para él como para mí. Los odio. Me he ganado el derecho de no hablar con ellos para esto. De que se enteren tiempo después, por lo que sea, y se arrepientan de no haber estado en el tanatorio y en el funeral. Que les den a todos.
Al mediodía, el tanatorio ya está listo.
Estaremos ahí desde las doce y media del mediodía hasta pasadas las ocho de la noche más o menos.
Los únicos que estamos todo el tiempo somos Gris y yo. A lo largo de las diferentes horas pasan muchas personas de la residencia, incluso algunos que yo pensaba que se llevaban mal con mi tío, pero que ahora parecen muy afectados; también llega algún supuesto familiar lejano que me identifica como su sobrino nieto tercero o algo así; Lydia y Anna también han venido y me han estado apoyando un buen rato; para mi sorpresa, otro que se ha pasado por aquí es Gabriel.
—¿Cómo va? —le pregunto.
—La señora Ángela me avisó. No sabía si venir, pero siempre he respetado mucho a tu tío.
—Ya… Gracias por venir.
Le quería preguntar si ya está en proceso de tratamiento psicológico o algo así, pero, honestamente, no tengo fuerzas para eso.
Mientras hablo con él, vienen Aaron, Pol y Gemma. En cuanto aparecen, Gabriel se retira todo lo que puede.
Los tres estos han venido porque están preocupados por el tema del alquiler. En cuanto les hago saber que su casero seré yo, Aaron empieza a hacerme la pelota. La verdad es que me dan muy igual estos tres ahora mismo. No quiero entrar en su juego, así que me los quito de encima lo más rápido que puedo.
Los siguientes en venir son Dana, Estrella y Ángel. Para bien o para mal, Estrella y Lydia no se han llegado a cruzar. Dana dice que ha podido avisar a Frank y que se lamenta mucho por no poder estar a mi lado en momentos como este.
Después de ellos, llegan Hugo y Oliver.
Mucha gente viene más por mí que por mi tío. Me da pena por él, pero me hace darme cuenta de que estoy mucho más acompañado de lo que pensaba.
Luego vienen Serena, su novio, Iris, Eric… Y Abril. Mucha gente, muchas implicaciones… Y no sé cómo reaccionar.
Abril solo me abraza, pero no decimos gran cosa. Eric me propone invitarme al Diamond Glass para ponernos al día cuando yo quiera. Le pregunto si los domingos está abierto, sabiendo que sí, porque lo pone en el calendario, así que decidimos quedar ese día. Bueno, no lo decido yo… Lo decide el calendario. ¿Para qué llevarle la contraria a estas alturas?
A eso de las siete de la tarde, recibo una de las llamadas más estúpidas del día. Es de mi padre.
—¡Izan! ¡Me acabo de enterar! ¿Qué ha pasado?
—¿Cómo te has enterado? —pregunto.
—¡Pues por ti no, chato! Tu hermano nos ha recordado que hoy era el cumpleaños de mi hermano, y hemos llamado, pero no contestaba. Hemos llamado a la residencia y ahí nos lo han dicho. ¿Cómo es que no nos has llamado ni nada?
—¿Te has enterado porque le has llamado por su cumpleaños? ¿Si no fuera hoy su cumpleaños no te enterarías? No, peor… ¿Mi hermano es el que te ha tenido que decir que era su cumpleaños, y has decidido llamar ya de tarde?
—¿Qué te pasa? ¡No me había enterado antes porque no me has llamado tú!
Cuelgo. No quiero escuchar a esta persona. No quiero escuchar a nadie de mi familia. Si tengo a gente de mi familia, son personas que han estado aquí, no ellos.
También recibo un mensaje de apoyo de Alex y, contra todo pronóstico, y no tengo ni idea de cómo se ha enterado, recibo un mensaje de apoyo de parte de Liam. Hace muchísimo que no hablo con él, y pensaba que no teníamos ningún amigo en común. ¿Cómo se ha enterado de lo de mi tío? ¿Se lo habrá dicho alguno de los presentes sabiendo que me haría ilusión un mensaje de él? ¿Pero quién tenía contacto con Liam? Ahora no puedo pensarlo mucho… Pero ya me enteraré.
Ya son casi las ocho. Cuando faltan veinte minutos para cerrar las puertas, recibimos una de las visitas más inesperadas. Solo quedamos Rafael, Hugo, Oliver y yo.
—¡No! ¿Qué haces aquí? —pregunta Oliver.
Es Nora. Mi primer impulso ha sido pensar en expulsarla a gritos. Pero está triste. No está sonriendo ni parece que venga a burlarse de mí. Parece que de verdad le doy pena.
—¿Por qué has venido? —pregunto.
Hugo, Oliver y Gris la miran con desprecio, tristeza o incomodidad. Nadie quiere que Nora esté aquí. Ella se da cuenta de eso.
—Sabía que no era buena idea —dice—, y llevo todo el día diciéndome que no tenía que venir. Pero, sin darme cuenta, estaba caminando hacia aquí…
—¿Y qué quieres? Espero que no me digas que vienes a animarme. Tú no puedes hacer eso.
—Ya lo sé —dice, con la cabeza agachada—. Solo quería saludarte.
—¿Sabes que tu abuela tiene la culpa de esto? —digo.
—¿Qué…? —dice Oliver.
Mierda. Claro, no he contado con que Oliver está aquí. Nora, Hugo y Gris saben lo del calendario y lo de Olivia, pero Oliver no sabe nada de todo esto.
—La señora Sallares vino a la residencia para molestar al tío de Izan —dice Rafael para explicar la situación de manera general a los que no sepan de qué va la cosa, pero sin entrar en explicar lo que de verdad está pasando—. No conozco los detalles, pero Izan pudo saber gracias a su tío que la ansiedad que agravó todo fue por culpa de Olivia Sallares.
—¿Por qué conocéis a mi abuela? —pregunta Oliver—. ¡No hay que conocer a mi abuela! ¡Está mal de la cabeza! ¡No se sabe lo que puede hacer!
Si tú supieras…
Nora está agachando la cabeza. Al alzar la mirada, se dirige a su hermano.
—La abuela está loca y se comunica con mucha gente que no sabemos. Nosotros no podemos cuestionarnos por qué hace lo que hace. ¿O te atreverás a preguntar tú?
Oliver quiere contestar, pero le cuesta. Como si su primera respuesta estuviera prohibida por él mismo.
—No… No me atreveré.
—Exacto. Bastante suerte tienes de que no te esté haciendo nada ahora que quedas cada dos por tres con tu padre.
—Con nuestro padre —replica Oliver.
—Lo que tú digas —dice Nora—. Lo que digo es que tienes que dar gracias por lo entretenida que está. Si molesta a otra gente, no nos molestará a nosotros. Es así de simple.
—No la soporto… —dice Oliver, apretando el puño.
—Lo sé. Yo tampoco… —responde Nora, apretándose un brazo.
—Bueno, nos tenemos que ir ya —dice Hugo—. Oye, Nora… ¿Quieres que te lleve en coche a casa?
Nora mira a Hugo con una mirada mucho menos hostil de lo que esperaba. No sabría interpretar lo que piensa.
—Bueno… Vale —dice por fin.
Nora se acerca a mí para despedirse.
—¿Puedo darte un abrazo? —me pregunta.
No tengo ni idea de qué contestar a eso. Tengo tan poca personalidad que miro a Rafael para que él me diga qué es lo que tengo que hacer. Él está igual de bloqueado que yo. Somos así de inútiles para estas cosas.
Al final me dejo abrazar, pero consigo que el abrazo no dure. No dejarme caer como siempre. Me he dejado porque agradezco el gesto de que haya venido, aunque sepa que no es bienvenida y seguro que me podría cuestionar mucho hasta qué punto ha sido un gesto bonito o un gesto más bien egoísta… Pero saber que ha venido sin mostrar su sonrisa burlona ni una sola vez me ha reconfortado un poco.
Ya es la hora de cerrar. Quedamos solo Rafael y yo. Miramos a mi tío por última vez.
Adiós, tío Mateo.
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