Capítulo 2
Me resfrío
“Pues muy bien. Tengo un calendario que me avisa con antelación de las desgracias…
Y encima me pongo malo.”
Asisto al trabajo puntual, pero sospechando de cada posible síntoma en mi cuerpo. Al mínimo mareo, estornudo o cualquier tontería, me hace pensar que la predicción ya se ha cumplido.
—Izan, ¿todo bien? —me pregunta Eric.
—No te acerques mucho a mí —le digo—, creo que estoy malo…
Eric da unos pasos hacia atrás.
—Ponte una mascarilla, ¿no?
—No tengo ninguna aquí.
—¿No me dijiste hace poco que siempre llevabas dos o tres?
—Sí… —contesto, rebuscando igualmente entre mis pertenencias por si todavía me quedaban—. Pero eso lo hacía por si me olvidaba alguna, tener siempre disponible como mínimo una para el tren. Para que el revisor no me diga nada…
Eric se aprieta fuerte con el dedo entre las cejas. Lo hace cada vez que quiere hacer una pausa para pensar bien su respuesta.
—Y como ya no es obligatoria la mascarilla en los trenes, ¿ya no llevas?
—Eso parece…
—¿Y si tienes que ir a la farmacia?
—No se me ocurrió. Eric, no me mires así, por favor, que bastante tengo con lo que tengo.
—Si estás malo, dile a Ignacio que igual tienes que ir a casa, y seguro que lo entenderá.
Eric y yo nos miramos, y empezamos a reír. Ignacio sería capaz de hacerme trabajar el doble si se enterase, solo para disfrutar del sufrimiento ajeno. Aunque es posible que no quiera tenerme cerca si me pongo a estornudar y a contagiar a toda la oficina.
Al salir del trabajo, me sigo encontrando mal, pero todavía no puedo saber si es autosugestionado o no. Lo que me parece peor es que, si esto del calendario resulta ser algún tipo de broma, y al final termino resfriado… ¿Querría decir que alguien ha hecho que me ponga malo? ¿Tiene algún sentido eso? ¿No sería como envenenarme? Creo que sí. Porque de ser así, esa persona pensará que nunca la voy a descubrir, sabiendo que eso es denunciable. Aunque a lo mejor no tendría como demostrarlo y la policía se reiría de mí. No lo sé, la verdad.
Llego a casa, consolándome con el hecho de que los jueves es el día semanal de un reality show que no me pierdo jamás.
Mientras comento el reality con Lydia, mi mejor amiga, reflexiono sobre la siguiente predicción.
—Contratan a Lydia… ¿Por qué pondría algo así en el calendario? Si no la contratan, se acabó la broma. Si la contratan… O es verdad, o ella es parte de todo esto.
No quiero sospechar de Lydia. Ella es mi mejor amiga, y una de las personas en las que más confío y con las que mejor me puedo comunicar y ser yo mismo. Por el momento, no tengo previsto hacer nada hasta ver qué pasa mañana con esto. Pero respecto a la predicción del día 2, sí, se está cumpliendo. Me he resfriado. Al menos eso dice el presidente de la comunidad, mi vecino del primero primera, el doctor Gabriel. Hay que admitir que nos aprovechamos más de la cuenta de su buena voluntad, haciendo toda clase de consultas en sus momentos de descanso. Pero nunca nos ha puesto mala cara sobre eso. Los que más utilizan ese truco son los vecinos del segundo primera, el matrimonio de ancianos. La realidad es que todos lo hacemos, no voy a mentir.
—Un resfriado —digo mirando a los ojos a Gabriel—. Con esas palabras, ¿no? No algo que se le parezca. Un resfriado.
—Sí, Izan —me dice con una sonrisa compasiva—. ¿Necesitarás algo más?
—Tengo que ir a algún sitio para conseguir el justificante o… ¿Lo que sea? Para el trabajo.
—Tranquilo, yo te haré uno mañana. Tú no te muevas de casa. Mañana a primera hora te dejaré en la puerta los medicamentos, y tú solo te tienes que preocupar de hacer reposo.
—¿Vas a ir a comprar por la mañana lo que necesito? ¡Ni de broma! —le digo—. Ya iré yo, no te preocupes por eso.
En ese momento me pongo a toser de una forma poco digna. Parece que intento dar pena, pero no ha sido así. La tos se ha impuesto a mi voluntad.
—Izan, calma. Te curarás más fácil si lo hacemos como yo digo. No te preocupes, que no me cuesta nada. La farmacia está ahí al lado y yo me llevo bien con todos los que trabajan ahí. Por mí, encantado.
—Muchas gracias, presidente —digo, acompañado de otra tos más leve. Sigue sin ser para dar pena, pero lo parece.
Mientras subo las escaleras hacia el tercero, me pregunto si el presidente Gabriel es parte de la broma del calendario. Vamos, me acaba de confirmar lo del resfriado. Yo lo sé por él, así que es lícito sospechar, creo. Pero me ha tratado tan bien que me siento como una persona horrible por pensar mal de alguien así. Además, incluso aunque sospechase de él de verdad, no podría decirle nada. Me sentiría igual de estúpido que ayer cuando me enfrenté a esos niños. Esos niños me dan miedo. Hoy he tenido que dar un rodeo para no pasar por el mismo parque que ayer…
Llego hasta mi puerta. Justo antes de entrar, sale del ascensor mi vecino del tercero primera. Es el señor Rafael que, además de ser mi vecino de enfrente, fue también mi profesor durante cuatro años de secundaria.
—Izan, tienes muy mala cara.
—No se acerque, señor Rafael. El presidente me acaba de decir que estoy resfriado. ¡Protéjase de mis virus!
El señor Rafael me dedica una sonrisa simpática, y me hace el gesto del saludo militar para indicar que obedecerá mis instrucciones sin rechistar.
—¡Reposa bien! —me grita justo antes de cerrar la puerta.
Vuelvo a mi casa. De verdad estoy resfriado. El calendario ha acertado por segunda vez consecutiva.
Miro a la televisión. El reality ya se está terminando.
Encima me he perdido la mejor parte, la de la expulsión. Luego puedo buscar la escena por internet, pero ya no será lo mismo, porque veo quién es el expulsado. Mira, el único que falta. Buscaré el vídeo de todas formas para ver la cara que pone cuando lo expulsan.
Miro una vez más el calendario y lo guardo en un cajón.
—No entiendo nada…
Me tienes atento a este proyectazo, animooooo