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Jueves 22 de febrero de 2024

Joel Soler

Actualizado: 23 feb 2024


Capítulo 359


Encuentro rarísimo en el hospital


“Me toca deambular por hospitales hasta que me encuentre con alguien.

Ya veremos qué entiendo yo por rarísimo.”


 

    Llevo ya unas horas caminando por los pasillos del hospital que mejor conozco. Tengo a Lydia, Alex, Frank y Gris paseando por otros hospitales también, por si ven a alguien que encaje con la predicción, para llamarme y que así me lo encuentre allí también.

    Saúl ha dicho que este es el tercer intento ya, y que en los dos anteriores le hemos dicho qué tipo de personas hemos encontrado, pero no había nada interesante, así que él nos está guiando (con las pocas fuerzas que tiene) para que no repitamos zonas, o para que probemos cosas diferentes.

    Después de unas horas, recibo una llamada de Gris.

    —Izan, estoy en el hospital abandonado.

    —¿En el qué? ¿Tú no estabas en el de urgencias?

    —He preferido cambiar de estrategia. He recordado que había un hospital abandonado en las afueras, y me he puesto a buscar. Creo que he encontrado a alguien que encaja con la predicción.

    —¿En serio? Voy ya mismo. Retenlo ahí.

    Gris también avisa a los demás, pero para que dejen de buscar, ya que, según Gris, el encuentro no será significativo para ellos. Aun así, Frank era el que estaba más cerca, y decide venir para ver quién es y para acompañarme luego a casa.

    Llego al hospital abandonado. Una zona que da bastante miedo (y que entiendo por qué Frank prefiere acompañarme si voy a estar por aquí).

    —Dice que están arriba —dice Frank.

    —Hala, a subir escaleras… —digo.

    Según entramos, vemos que hay varias personas con mantas, cajas y demás materiales viviendo por allí. Supongo que era de esperar, ya que el edificio no está del todo mal, y es bastante amplio, con un buen techo y un suelo decente. ¿Vamos a ver a alguien que no tiene hogar?

    Al llegar arriba, Gris nos estaba esperando. Señala a otra persona que está ahí sentada, y que, por los objetos que hay a su alrededor, es de suponer que duerme aquí, o que tiene intención de hacerlo.

    Al principio no lo reconozco.

    —¿Quién es? —pregunto a Gris, susurrando.

    —Es Gabriel —dice.

    —¿Quién?

    —Gabriel. El doctor. El expresidente del edificio donde vivías antes.

    —¿Qué…?

    Lo vuelvo a mirar con atención.

    Es un hombre delgado, con la mirada perdida, una barba… Abundante, y sin arreglar… Madre mía. ¿Qué ha pasado aquí?

    Me agacho y me acerco a él.

    —¿Doctor…?

    Él levanta poco a poco la cabeza.

    —Anda, Izan… El amigo de tu tío lleva un rato mirándome con lástima. Llévatelo…

    —¿Qué ha pasado…?

    Gabriel se fue del edificio. No podía soportar más que lo acusaran de pedofilia, pero era real que tenía un problema mental que lo hacía alguien peligroso. No sé qué se hizo de él, pero me prometió que terminaría buscando ayuda psiquiátrica, a poder ser, encerrado y controlado. Creo que esto es todo lo contrario a esa promesa.

    —¿Qué te parece este hospital? —dice—. Está en bastante buen estado, ¿no?

    —¿Qué…? Ah, bueno, sí… Para estar abandonado desde que tengo memoria…

    —Sí. No siempre estuvo tan bien. Hubo un proyecto para remodelarlo y usarlo. Fue cuando la pandemia. No lo sabrías porque los medios locales no se hicieron mucho eco.

    Ahora me está contando su vida. Parece que le cuesta hablar, así que no quiero interrumpirlo.

    —El proyecto comenzó, y sirvió para alojar a algunas personas con el virus. Hubo varias salas como esta donde se alojaron los de mayor carga vírica. Por eso verás muchas salas con buen aislamiento, y con buena estructura para intervenir. Algunos se quejaron de que era una salvajada traer a los pacientes hasta aquí… Pero es que esta ciudad no estaba bien equipada para la pandemia. Sí, ahora tenemos un total de cuatro centros médicos, pero uno todavía no estaba activo en plena pandemia.

    —¿Qué nos quieres contar? —pregunta Frank—. ¿Tú no estabas en un psiquiátrico?

    —Mi abuelo trabajaba aquí… —sigue Gabriel—. Yo quise ser médico por él. Fue un drama para la familia cuando cerraron este sitio…

    —Oye, doctor… —digo—. ¿Esto va a alguna parte? ¿Me lo estás contando a mí, o estás hablando solo? Porque quiero preguntarte qué pasó con lo de ir a un…

    —¡Izan! ¡Nadie me cree! ¡Este hospital sí se empezó a restaurar! ¡Las elecciones municipales de mayo! ¡Las ganó otro partido!

    —Ah… ¿Sí?

    —Y ese partido empezó a reformar este lugar a partir de septiembre… ¡Y en enero se habló de contratarme aquí! ¡No me lo estoy inventando!

    —¿Estás seguro de que no te estafaron? —pregunta Frank.

    —Espera, no… —digo—. Gabriel, tú… ¿Estás hablando de recuerdos de otra vida? ¿De una parecida a esta?

    Gabriel me mira, con los ojos muy abiertos, desesperado.

    —¡Izan! ¡Tú lo entiendes! ¡A ti te ha pasado! Lo sabía. Sabía que tú me escucharías…

    Me levanto y me giro hacia Frank y Gris.

    —El maestro Nero y Estrella dicen que, conforme nos acercamos al veintinueve de febrero, y siendo la tercera versión del mundo ya, los recuerdos reprimidos de las personas cada vez se desbordarán más y más. Sin que nadie tenga que intervenir. La carga de Voyat que hay en el mundo ahora mismo hace que esto ocurra.

    Con Frank ya hemos hablado del tema, pero con Gris todavía no habíamos comentado nada. Sin embargo, no parece sorprendido.

    —Recuerda que yo soy un Izan —dice—. Tengo sensibilidad a los recuerdos anteriores. No como tú, que tienes el contrato con los Voyat, pero sí tengo una sensibilidad similar a la que tienen Anna o Nora.

    —¿En serio? —digo—. ¿Y qué has recordado?

    —Una vida vacía —dice—. La vida de alguien que no ha hecho nada por proteger este mundo que nació por mi viaje del tiempo, y por lo que le hice a Rojo…

    —No te digas eso, Izan del futuro —dice Frank—. Estás cansado. Es normal.

    —Es increíble… —dice Gabriel—. Todos vosotros sabéis mucho del tema… Aquí todos me llaman loco… ¡Pero es algo real! ¡Vosotros recordáis el mundo tal y como era antes!

    —Tenemos que evitar el reinicio… —dice Gris—. En un cuarto mundo, el efecto será incluso peor. La gente no podrá recuperarse de esto.

    Al final, Gabriel nos explica más cosas sobre por qué está aquí. Por lo visto, se siente muy bien en este lugar, soñando con la vida que hubiese tenido en la anterior realidad, y por la que su abuelo hubiese estado orgulloso. También elige la planta de arriba del todo para quedarse a dormir, porque las otras personas que duermen por aquí, lo hacen en la planta baja, para no tener que subir y bajar escaleras y quedar más cerca del aire libre. Él en cambio está aquí, solo, sin molestar a nadie.

    Nos ha hecho un tour por las instalaciones y todo.

    —Cuando me sienta desprotegido, puedo usar esas salas de aislamiento —dice—. Algunas se pueden sellar solo desde dentro, y el cristal por el que se puede mirar es a prueba de balas. A ver quién me molesta.

    —Oye, doctor… —digo—. Creo que tendrías que ir a un psiquiatra. ¿Y cómo es que no tienes casa…?

    —Dejé mi trabajo, y no pude pagar el sitio en el que me alojé. Y… Perdí una bolsa con un pastón. Quería tener el dinero en físico, y bueno…

    —Madre mía…

    No creo que tenga fuerzas ahora para encargarme de este sujeto. No tendría ni que preocuparme por alguien que es tan peligroso, pero… No puedo evitar sentirme un poco responsable por parte de su situación. Sigo pensando que tendría que estar alejado de las demás personas, pero… No aquí. No en la calle. Supongo que será otra más de las tareas que me quedan para después de febrero. Tendré muchísima faena…

    Informamos al resto del equipo CDLS sobre el encuentro. Y ya solo quedan siete predicciones por delante…






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