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Martes 23 de mayo de 2023

Joel Soler

Actualizado: 13 nov 2023


Capítulo 84

Cita con respuesta

“No estoy nada preparado para esto.

La taquicardia me golpea el pecho desde el primer minuto del día.”



Cuando me reencuentro con Abril, la reacción es un abrazo fuerte y duradero. Los dos queríamos vernos, y eso se nota. Al menos tengo eso.

—¿Cómo has estado todos estos días? Hemos hablado poquísimo… —le digo.

—Perdón por contestar tan poco… —dice, sin dejar de abrazarme—. Mi familia es muy absorbente, y me hacen sentirme culpable por pasar rato a solas con el móvil. Mayo es un mes muy malo, Izan… Es el mes que hace desaparecer el mes de abril, ¿no?

—Tú no has desaparecido —le digo, y le quería decir también que la tenía en el corazón, pero no me he atrevido a completar la frase, por miedo a que se pensara que lo decía para que se riera conmigo.

—¡Dime cómo has estado tú, Izan! —antes de dejarme contestar, me enseña que sigue llevando puesta la muñequera que le compré en Madrid—. No me la he quitado nunca. Bueno, para ducharme, dormir o para lavarla, ya me entiendes. Pero la llevo todos los días conmigo.

Yo me quedo sin palabras. Bastantes problemas tenía para contestar qué tal estoy sin tener que pasar por el tema del calendario, pero ahora ya no me funciona nada el cerebro.

—Qué guay… —digo al final, como un auténtico imbécil que no tiene nada mejor que decir para expresar lo importante que ha sido lo que me ha dicho.

Ella solo sonríe y me hace una señal para que empecemos a caminar.

Damos una vuelta por la calle de las tiendas, tomamos algo en una cafetería a la que nunca habíamos entrado, paseamos por tiendas de deporte y de videojuegos…

Ella intenta hablarme. Intenta sacarme reacciones, pero no estoy a la altura. Mi cabeza no lo está. En lo que está mi cabeza es en lo que pasó antes de ayer con VDLS y Estrella, en lo que pasó ayer con Eric, en el despido de Elías, en Frank y las mafias, en lo que le pasó a Oliver, en lo que pasó con Nora… Y cuando le dedico mis pensamientos a Abril, pienso en la predicción del lunes que viene. En que me romperán el corazón. ¿Quién más lo podría hacer si no eres tú? Eso pienso.

Abril me está mirando. Está triste.

—¿Qué pasa…? —le pregunto, con dificultad para hablar. Llevaba mucho rato sin abrir la boca, ahora me doy cuenta.

—No estás.

—Sí que estoy.

—Izan… Ven. Mira ahí.

Abril me señala un espejo situado en una esquina de la tienda de deportes donde nos encontramos.

En el espejo, se nos ve a los dos juntos, el uno al lado del otro. Como una pareja, me gustaría pensar.

—¿Sabes lo que veo? —me pregunta.

Yo solo la miro, esperando en silencio la respuesta.

—Veo a dos personas que podrían hacer buena pareja. Pero que no están en su mejor momento. No lo están ni de lejos.

Sigo en silencio. No puedo hablar. Me siento inútil.

Ella sigue hablando.

—Te voy a ser sincera del todo. ¿Puedo?

Asiento con la cabeza.

—Hoy quería responderte a lo del otro día. He pensado mucho en esto. Le he dado mil vueltas todos estos días. Lo primero que te quería decir es que yo también siento algo por ti. Eso tenlo muy claro, ¿vale? —hace una pausa para ver si lo he asimilado—. Te veo como algo más que un amigo, y ya había pensado en esto más de una vez. En lo que sentía. Era solo que… Bueno, no lo había procesado lo suficiente. Me dejé atrapar por la amistad. La cosa cambió, claro, cuando te declaraste. Pero, aunque sienta todo eso, también quería decirte que ahora mismo no estoy en un buen momento, Izan… Que no puedo empezar una relación en buenas condiciones. Necesito la paz y la tranquilidad de algo cómodo, de un amigo de confianza… Eso es lo que te quería decir. Pero te he dicho que sería del todo sincera, ¿verdad? —hace otra pausa—. Pues… Aunque te quería decir todo eso, lo que deseaba en el fondo era que me convencieras. Que me hicieras cambiar de idea. Si tú me decías que tendrías la fuerza para pasar este mal momento conmigo, yo podría cambiar de idea… Podría dejarme convencer…

—No me has dado la oportunidad de decirte si estoy dispuesto a eso o no, ni de convencerte, ni de nada —le contesto.

—No te la he dado, es verdad. Pero porque me he dado cuenta de que no podrías hacer nada ni aunque me lo dijeras. ¿Sabes por qué?

—¿Porque me ves mal?

—Porque tienes mil cosas en la cabeza. Claro, todo se puede superar en equipo y con confianza. Pero el verdadero problema es que… Izan, si tienes mil cosas en la cabeza que te hacen daño… ¿Por qué yo no conozco ninguna de ellas?

Noto una presión en el pecho. Tiene toda la razón. Desde su punto de vista, ver tan claro que tengo muchas cosas encima, y darse cuenta de que no le he querido contar ninguna, aunque he tenido mil oportunidades, me hace quedar como alguien lejano. Alguien que no confía en ella. Puedo excusarme con que los temas son mucho más complicados de lo que podría llegar a asimilar, pero es que no le he contado ni los más sencillos.

—No te conozco, Izan. No puedes pretender que seamos pareja si no sé nada de ti. Si no confías en mí. Y mucho menos si los dos estamos tan mal que lo único que haríamos sería convertir en algo feo el principio de una relación, que se supone que es siempre tan bonito. ¿No te parece?

Intento evitarlo, pero no puedo. De forma disimulada y (pretendo que) estoica, lloro.

Ella me abraza.

—Escucha, Izan… Esa es mi respuesta. Sí, siento algo por ti. Sí, me gustaría probar a salir contigo. Es solo que ahora no. No es nuestro momento. Ni el tuyo, ni el mío. Pero la puerta está abierta, ¿vale? Ahora te necesito de otra forma, y tú a mí también. Nos necesitamos como dos amigos que se seguirán conociendo, si eso es lo que tú quieres.

Yo solo asiento. Estoy temblando. No porque me haya rechazado, más o menos. Tiemblo porque siento que toda la culpa es mía. Porque esto ha pasado porque he sido un estúpido y no me había dado ni cuenta.

Al despedirnos, me da un abrazo muy largo, y un beso en la mejilla muy largo también. Me trata con mucho cariño, pero también con lástima. Sabe cómo estoy, pero también sabe que no puede hacer otra cosa.

Es mi culpa. Esto podía haber sido muy diferente.

Noto el olor, pero hoy no me duele. Ya hacía días que no lo notaba, y casi me olvido de su existencia, pero siempre vuelve. ¿Por qué hoy no me duele? ¿Será porque ya me duele suficiente lo que está pasando, y no cabe más dolor?

Al llegar a casa, miro el móvil, sospechando que Lydia me habrá hecho mil preguntas sobre la cita de hoy. Sin embargo, no me ha hablado. Es tan raro que me he planteado si preguntar directamente en los hospitales, porque no es normal que no me esté atosigando en estos momentos.

Aunque, pensándolo bien… Lydia ha estado muy ausente desde que pasó lo de Nora, hace diez días. Me contesta, sigue siendo ella, hablamos de cosas como de los VDLS, le echa ganas… Pero no me está preguntando por casi ninguna predicción. Muy de tanto en tanto, y no por las más interesantes. Es como si solo se acordase de mí a veces. Pero la predicción de hoy me parecía de las más imprescindibles, ¿y no pregunta?

[Izan. 21:00]

¿Estás bien?

[Lydia. 21:55]

Holaaa

¿Cómo que si estoy bien?🤣

Estoy bien, gracias por preguntar

¿Y tú?

[Izan. 21:58]

Bueno.

No me has preguntado por la predicción de hoy

[Lydia. 22:12]

Hoy qué era

AAAAAA

¿QUÉ TAL?


Es muy raro. Ya no está mirando el calendario, no me pregunta, habla distraída, no vino al mercado el sábado pasado… Le tengo que preguntar si le ha pasado algo. Pero ahora mismo no. Ahora no tengo fuerzas para nada más. Noto que, si se añade una sola pieza de información más en mi cabeza o en mi corazón, estallarán.

Jugar con mi gato y luego jugar a la Switch tumbado hasta caer dormido. Ese será mi plan de esta noche. No voy ni a cenar.

Necesito que el mundo se pause. Pero los calendarios seguirán llegando, y los problemas se seguirán acumulando. Solo me queda esperar a que pase todo, porque afrontarlo… Hacer algo al respecto… Yo no me veo capaz de nada de eso. Solo me veo capaz de cerrar los ojos y esperar. No puedo hacer más.







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