Capítulo 92 Paso el día escondido fuera de casa
“Es lamentable, pero es el primer paso lógico en mi nueva vida de mierda…”
Cuando vuelvo a casa, después de una primera mitad de día en piloto automático, lo primero que hago es entrar rápido y ver si Espino sigue bien. No paro de pensar que con Nora delante y Lucía debajo, mi gato está en peligro. Creo que compraré un pestillo nuevo o algo para que sea más difícil colarse en mi casa.
Una vez veo que todo está en orden, decido salir a dar una vuelta. Sospecho que Nora querrá hablar conmigo en cuanto tenga un rato libre. Eso sí, no me atrevo a dejar solo a Espino, así que me lo llevo conmigo en el trasportín. Es muy tranquilo, espero que no le importe.
No quiero estar en casa. Quiero que Nora se marche. No me extrañaría que el calendario de junio esté repleto de días en los que me sigo escondiendo fuera de casa.
No quiero hablar con ella. No estoy seguro ahí.
Me siento en el banco de un parque solitario y bastante alejado de mi casa. Solo me queda esperar.
—Espino… ¿Quieres saber a quién tenemos de vecina? ¿Sí? —miro a Espino. Me mira como diciendo “qué coño hago aquí, a ver” —. Vale… Te contaré mi historia con nuestra nueva vecina. Espero que no me juzgues, ¿vale?
Conocí a Nora a finales de 2013. Yo estaba en un restaurante o no sé qué era, un local o algo, pero celebrando el cumpleaños de un amigo de Alex. En otras palabras, de alguien que, en realidad, no era mi amigo.
Estaba harto del ambiente y salí fuera a tomar el aire. No quería fingir amistad con esas personas. En aquella época no estaba muy bien, aunque fuese por cosas que hoy me parecen menores, como una pelea con un amigo o con la familia, en su día me parecían todo un mundo. Lo que menos quería, pues, era relacionarme con gente que no me importaba.
Me senté en la acera y me quedé un rato con la cabeza en blanco. Entonces se me acercó Nora. Lo primero que pensé fue que era muy guapa. Una piel muy blanca y fina, melena lisa y plateada, flequillo que tapaba su frente y casi sus ojos… Lucía casi igual que ahora, pero antes se podía ver una gota de inocencia en su expresión. No sé si porque aún no la perdió del todo, o porque antes lo sabía fingir mejor.
Me dijo que sabía lo que hacía ahí, y que ella estaba haciendo lo mismo con un grupo de amigos que también fue a ese lugar. No recuerdo la conversación, pero yo aluciné. Su voz me generaba adicción. Tan fina, tan triste, tan rota, pero tan agradable… Era como beber un refresco sin gas en verano, que entran tan bien y son fáciles de beber, más que los que tienen gas. El gas lo dosificas. Su voz… Notaba como mi garganta resonaba con la suya, como una caricia.
Antes de despedirnos, nos dimos el contacto.
Conversaciones nocturnas de horas y horas. Recuerdo que, con el tiempo, preferí hablar con ella antes que dormir.
En aquella época, yo era alguien mucho más oscuro y egoísta. Nora me hizo entender que expresarme tal y como soy no es algo malo. No paraba de impulsar mi lado feo, pero lo hacía acompañado de muchas cosas que sonaban bonitas. Yo la creía. Me volví tan dependiente…
Quedamos un par de veces como amigos y, a la tercera, la besé. Cuando lo hice, noté como si su corazón atrapase al mío.
Lo que pasó después, a lo largo de los dos años de relación… No lo recuerdo bien.
Nora me empezó a aislar. Perdí la confianza de mucha gente, porque yo consideraba que, “sin motivo”, todos odiaban a Nora, y yo tenía que protegerla. Esa fue una etapa en la que perdí buena parte de mi contacto con Lydia. Ellas dos se odiaban, y yo tendría que haber visto muy claro que Nora disfrutaba haciendo daño a mi amiga… Pero yo siempre, siempre defendía a Nora.
Para principios de 2016, empecé a darme cuenta de lo que me estaba pasando.
Me quedé solo. Tenía a Nora y a nadie más. La gente se intentaba comunicar conmigo, me daban consejos, pero yo los mandaba a la mierda a todos.
Ahí es cuando llegó a su punto más alto uno de los dos lados que más odio… Porque ya no solo ignoraba a la gente, o me molestaba. Empecé a disfrutar el hecho de que sufrieran por mi culpa. Me burlaba de Lydia, traicionaba a mis seres queridos con facilidad, una y otra vez, en pequeñas cosas, para que no se diesen por vencidos… Varios de mis amigos de antes ya no existen en mi vida porque nunca me perdonaron aquello, o porque se dieron cuenta de que no tenía salvación.
Hubo un día en que Lydia me atrapó y me dio un discurso sobre todo lo bueno que tengo de verdad y cómo todo eso estaba desapareciendo por culpa de Nora. Aunque yo no la creí, sí que me caló la parte en la que alguien podía ver cosas buenas en mí.
Pero yo seguía igual: Nora, Nora y Nora. Solo importaba Nora.
Cuando le expliqué mi conversación con Lydia, ella me dijo que por supuesto que tengo todas esas cosas buenas, pero que no importaba. Que no tenía que impedirme ser yo en toda mi complejidad. Todos somos las cosas buenas, las malas, y muchas otras cosas que no son ni buenas ni malas. Podía tener todas esas cosas buenas y, al mismo tiempo, disfrutar del dolor de los demás. No era incompatible, decía. Pues claro que lo era… Pero Nora lo decía de tal forma que yo me lo creía. Decía que así estaría más cerca de ser yo en mi totalidad. Solo ella podía quererme con lo bueno y lo malo a la vez. Mis amigos me quieren solo por lo bueno y dejan de quererme por lo malo. Nora me quiere por las dos cosas. Ese era el mensaje.
Viéndolo con perspectiva, es normal que Lydia nunca me contase nada de su relación con Estrella, que ocurrió por esas fechas. Aunque me fui reconciliando con ella varias veces y pudimos mantener más o menos la amistad, ya no confiaba tanto en mí.
Lydia, como némesis natural de Nora, fue clave para abrirme los ojos. Reunió a mis otros dos mejores amigos: Alex y Frank. Les habló del tema y los tres me hicieron lo que llamaron una intervención.
Convencían a una parte de mí, pero yo siempre seguía priorizando a Nora. Recuerdo que casi les golpeo a los tres (sí, incluso a Frank), pero ellos siguieron a mi lado todo el tiempo. Les debo todo por eso.
Nora se lo tomó como algo personal y, sin que yo supiera nada, comenzó a actuar. Empezaron a ocurrir cosas extrañas alrededor de mis tres amigos. Amenazas por internet, una piedra por la calle... A Alex incluso le rompieron la bicicleta.
Ella me negó que fuese la autora de todo aquello, pero un día, mientras me acariciaba las mejillas y me decía cosas bonitas, admitió que me protegería de esos tres venenos que decían ser mis amigos.
No puedo creerme cuál fue mi primer impulso cuando me dijo eso. Cuando llamó así a mis amigos y cuando entendí que sí era ella quien les hacía la vida imposible. Mi primer impulso fue decirle: gracias.
Sí. Mi impulso fue darle las gracias. Le di las putas gracias por protegerme y por hacerles daño. Pero lo hice porque de verdad me sentí agradecido.
Ahí es cuando tuve el destello. Me aparté de golpe. No podía ser.
Me acuerdo de que me retiré a pensar, como hoy. A estar solo en un banco. Tardé horas, o más de un día, no me acuerdo bien. Repasé toda mi historia. Lloré durante horas.
Decidí cortar con ella. Lydia me animó a hacerlo, claro. Y cuando lo hice… Nora me dijo que ella y yo siempre estaríamos juntos, porque nadie más podría entendernos de verdad.
Lo peor es que, mientras cortaba con ella, yo lloraba y le pedía perdón, desesperado. Ella solo me miraba con una sonrisa compasiva. Su mirada me decía “pobrecito Izan… Sufres porque no entiendes que seguiremos juntos y que todo estará bien, pero te tienes que dar cuenta tú solito…”
Y ahí es donde nació la otra faceta que más odio. La de la dependencia hacia Nora. Pero no la que había antes, cuando éramos pareja. Esa es comprensible. No… La dependencia de una Nora que yo ya sabía que no era buena persona y que me hacía daño a mí y a mis amigos. Es muy diferente. Ya no tenía excusa. Ya no vale lo del pobrecito Izan engañado.
Cortamos en 2016, por verano. Entre ese verano y finales de 2019… ¿Cuántas veces hemos quedado? ¿Cuántas veces nos hemos comportado como si fuéramos pareja? Y en todos los sentidos…
¿Veinte veces? ¿Treinta? Y todas ellas diciendo que serían la última. Pero nunca era la última. Y lo peor no es eso… Lo peor es que hacía cosas horribles por el camino. Mentía a Lydia, me mentía a mí mismo, me justificaba… ¡Y a veces la seguía defendiendo! ¡Sabiendo cómo era! Lydia ya me miraba con pena, pensando que no tendría ninguna solución.
Recé para que ocurriese un milagro que me alejase de Nora.
Pero cuidado con lo que deseas, Espino… Porque ocurrió algo, sí, pero fue horrible y devastador. Ocurrió una pandemia mundial, ni más ni menos. Lo único que consiguió separarme del todo de Nora fue una pandemia que afectó al mundo entero. Así que no se lo digas a nadie, Espino, pero esa pandemia tan mala que ocurrió antes de tu nacimiento y que afectó a tanta gente, fue mi culpa. Como alguien se entere, me linchan, y a ver quién te cuida.
Gracias al confinamiento, Nora y yo nos dejamos de ver. Sus intentos de mantener el contacto conmigo por internet perdían todo el efecto si no existía la posibilidad de vernos. Eso me ayudó a pensar, a reiniciarme, a cambiar… Conseguí desintoxicarme de ella, pese a que, en ocasiones, el síndrome de abstinencia era fuerte. Al final, la conseguí bloquear de todas partes.
Mi único hilo de contacto con ella era que su hermano Oliver empezaba a venir con nosotros al mercado, porque a mí me conocía, y era amigo de Anna y de Iris. Con la excusa de que conocía a tres personas del grupo, empezó a venir más. Eso me dio miedo un tiempo, pero viendo lo peleado que está con su hermana, y que me felicitó por librarme de ella… Conseguí verlo con buenos ojos, sentirme tranquilo, y terminar por considerar los sábados de mercado como mi templo de todas las semanas desde hace dos años…
Pero se ha roto. Se acabó.
—Ya he terminado, Espino. Vamos, que seguro que quieres volver.
Me levanto y me llevo conmigo el trasportín de Espino, que, al contrario que yo, debe de estar deseando volver a casa.
Antes de levantarlo del banco, veo que debajo del trasportín hay un papel. Un papel muy reconocible y que debí imaginar que llegaría a mí más pronto que tarde.
—El calendario de junio… —miro para todos los lados—. Hijo de puta…
Claro. No me tiene que extrañar. Llevo horas aquí, sin mirar a ningún lado. Cualquiera que sepa que estoy aquí, puede acercarse por detrás y poner ahí el calendario con la confianza de que no le veré. Este mes ni lo he intentado, lo de interceptar a la persona que me trae los calendarios. El mes que viene lo intentaré, o eso creo.
Miro por encima el calendario de junio.
Paso la mirada por cada uno de los treinta días.
Se confirman mis temores.
Nora aparece en demasiadas predicciones.
Nora ha infectado el calendario de junio.
Nora ha infectado mi vida.
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Otro mes que se termina, otro mes que empieza y espero con ansias, se cumplió lo que mas me temía y Nora entra en la ecuación haciendo todo mas interesante por las interacciones que pueden suceder...