top of page

Viernes 29 de septiembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 30 sept 2023


Capítulo 213

Me quiero ir

“Ya hace días que me quiero ir de aquí.

Da bastante miedo que la cosa se pueda poner todavía peor…”



La mañana ha sido tranquila, pero, por la tarde, llaman a mi puerta. No quiero que llamen a mi puerta porque, sabiendo cuál es la predicción de hoy… Lo único que puedo hacer es morirme de angustia.

Me asomo por la mirilla y confirmo una cara que no quiero ver pase lo que pase: Lucía.

Abro la puerta poco a poco.

—¿Puedo ayudar en algo…? —digo.

Ella está con los brazos cruzados, sonriendo. Pero es una sonrisa de hija de puta. De estar burlándose de mí por dentro con toda su crueldad. Así lo veo yo.

—Salvador Santalla me ha pedido que te entregue un mensaje.

No contesto. Este es el tipo de cosas por las que estoy harto de estar aquí y de verme envuelto en todo esto. No soporto que existan ni Salvador Santalla ni Olivia Sallares, ni Lucas, ni Lucía, ni toda esta gente mala y asquerosa. Estoy harto.

—No contestas, ¿no? Vale. Tu mejor amiga es Lydia, ¿verdad? —al escuchar eso, mi respiración se detiene de manera abrupta. Mi rostro también me delata—. Vale, no hace falta que digas nada más. El señor Santalla dice que, si no haces lo que te digo de ahora en adelante, matará a Lydia. Dice que no te puede hacer nada a ti, pero que con ella tiene un asunto pendiente, y que lo que le pase dependerá de ti y solo de ti.

—¿Qué estás diciendo…? —digo, casi en piloto automático. Siento que mi cabeza se ha apagado y que no estoy entendiendo bien lo que me dice.

—No sé qué tendrá con tu amiga Lydia ni me importa, pero, para mí, esto es una oportunidad de oro —se frota las manos—. Tú entiendes que ahora te puedo pedir lo que yo quiera, ¿verdad? Porque tú sabes quién es Salvador Santalla. Lo sabes muy bien, ¿verdad?

—Sí, lo sé muy bien…

¿Salvador está en contra de Lydia por lo del secuestro de Flora? Aunque, si es así, no se lo ha dicho a los LuLu… ¿Por qué? ¿Están jugando conmigo?

—Vamos a hacerlo rápido, ¿te parece? —dice, intensificando su sonrisa de maldita psicópata—. Solo te pediré una cosa, y me vas a tener que obedecer.

—Dime…

—Tu gato. Tu puto gato. A la calle. Deshazte de tu gato.

—¿Qué?

—El gato. Ya me has oído. No te hagas el tonto, que sabes que no soporto a ese gato.

—N… No. No me pidas eso…

—¿Qué has dicho? ¿No has entendido nada de lo que te he contado?

—No me pidas que me deshaga de Espino…

—Escucha, vecino… He sido buena contigo. El señor Santalla me ha dado la oportunidad de que te convierta en mi esclavo, ¿sabes? Y yo soy lo suficientemente buena como para pedirte una sola cosa. Una y nada más. Deshazte de tu puto gato. Me da igual lo que hagas con él. Suéltalo, mátalo, cómetelo, dáselo a alguien que no viva en este edificio. Lo que quieras. Pero el gato se va ahora del edificio. No te hagas la víctima, que con que se lo entregues a un familiar o a un amigo ya nos pondríamos de acuerdo.

—¡No!

—¿Prefieres que maten a tu amiga Lydia? ¿De verdad?

—¡Déjame en paz! ¡Deja a mi gato en paz! ¿Qué te ha hecho?

—Tienes hasta mañana a la misma hora. Tendrás que decidir si quieres que tu gato se largue del edificio, o si quieres que Lydia le diga adiós a su vida. Móntatelo como quieras, pero creo que vale más la vida de tu amiga que la de tu gato, digo yo. Encima no hace falta ni que te lo cargues. Joder, estoy siendo bastante buena contigo teniendo en cuenta todo… Es que ya me jodería.

—¡No! No, no, ¡no!

En este punto creo que no controlo muy bien lo que hago ni cómo me expreso. Solo tengo una cosa en mente: negar lo que está pasando. Negarme a aceptar que le tenga que pasar algo a Espino o que me tenga que separar de él. No entiendo bien lo que implica ni si servirá de algo, pero solo puedo decir que no. Solo puedo gritar, casi patalear. Dejarme la garganta por el camino si es necesario. No quiero que pase nada de lo que esta persona enferma está diciendo. No puedo. Podría pensar en personas que se puedan quedar con él, pero no tengo garantías de que esté bien cuidado, y me tendría que separar de él. No puedo.

Mis gritos se escuchan por todo el edificio, o eso creo. Poco después de empezar a gritar como un desesperado, escucho unos pasos que corren escaleras arriba. Es Flora.

—¡Mamá! ¿Qué pasa? —Flora me ve. Está asustada—. ¿Izan? ¿Pero qué es esto?

—Mi gato… Mi gato… —digo. Estoy llorando como un niño pequeño. No me importa lo que piensen de mí. No quiero que le pase nada a mi gato.

—Flora, métete en casa —dice Lucía.

—¿Qué estás haciendo? ¿Le has hecho tú eso a Izan? ¿Qué haces?

—Cosas que no te importan. Tu amiguito está montando un drama. Y tú, métete en casa ahora mismo.

Espino se acerca a la puerta, y me entra un ataque de pánico al pensar que Lucía lo matará ahí mismo delante de mis ojos. Me arrastro hasta abrazarlo con todas mis fuerzas.

—No le hagas daño… Por favor…

—¿Qué…? —dice Flora, y mira a su madre—. ¿Has amenazado a Izan con lo de su gato? ¿Estás loca?

—Si él quiere, no le pasará nada. No me dejes de loca, Flora. ¡Y tú —dice, mirándome—, aleja ese gato de aquí! ¡Me pongo mala!

—Mi Espino… —digo, moqueando, llorando, sin estabilidad en la voz. Dando pena y asco. Pero es lo único que puedo hacer. Están amenazando al ser más puro y bonito que existe, y mi cabeza no es capaz de entender que eso sea realidad. Me quieren separar de él o le quieren hacer daño.

—Vale —dice Lucía—. Ya hablaremos.

Lucía agarra a Flora de la mano y empieza a irse. Yo entiendo que, si esto termina así, no podré dormir tranquilo. La próxima vez vendrá con Lucas, o con Salvador, o con Olivia, o con unos matones. No lo sé.

—¡Espera! —grito, desesperado, sin contener ni un poco mi voz.

Lucía se detiene en seco y me mira con cara de asco.

—¿Has recapacitado ya?

—Espera… Si te vas, no sabré cuándo le harás daño a mi gato… Dime cómo podemos solucionar esto… Por favor…

—No te pienso dar otra solución. El gato a la puta calle, o Salvador Santalla sabrá que no me has hecho ni caso. La solución es que te busques la vida para que tu gato aterrice en el lugar que menos rabia te dé. Pero se larga de este edificio mañana mismo.

No tengo nada para negociar con ella. No se me ocurre.

—Ya sabes lo que hay. Tú sabrás lo que tienes que hacer—dice Lucía, y vuelve a sujetar a Flora de la mano. Ella se suelta, y Lucía la mira con asco. Después de mantenerle la mirada unos segundos, se va. Flora corre hacia mí.

—¡Izan! ¡Socio! —Flora me abraza. Yo sigo abrazando a Espino y llorando.

—Mi gato…

—Yo no permitiré que mi madre le haga nada a tu gato ni que te tengas que separar de él. ¿Qué se ha creído? ¡Está fatal de la cabeza! ¡Estás fatal, mamá! ¡Das puto miedo!

—Me quiero ir… Me quiero ir de este edificio…

—No, Izan…

—Me quiero ir… Me quiero ir… No quiero seguir aquí… Me quiero ir…







25 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page