top of page

Domingo 26 de noviembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 29 nov 2023


Capítulo 271

“No puedo...”



Después de trabajar y comer, recibo un mensaje de Víctor Abad. Dice que acompañe a uno de sus hombres hasta el lugar del encuentro, y que espera que traiga conmigo las respuestas.

—Izan —dice Frank—. No me gusta nada. No quiero que vayas.

—Eres tú el que no puede ir. Si no voy yo, también vamos a tener un problema, ¿no?

—No puedo aguantar más. Me has pedido que lo hagamos a tu manera, pero no puedo… Joder, no puedo. Te podrían matar.

—Podrían matar a tus padres o al novio de Dana si no voy. Podrían hacer lo que quieran si no voy. Por ahora tengo que colaborar, hasta que sepamos cómo usar el calendario a nuestro favor. Dame algo más de tiempo… Conseguiré que Víctor espere un poco y, en diciembre, miraremos cuál es la mejor forma de quitarnos de encima a Salvador Santalla.

—Escucha, Izan… No podemos saber si Víctor y Salvador están enfrentados de verdad, o cuánto saben de ti y de lo que estás intentando… No me fío…

—Frank… Todavía estás en contacto con tu topo, ¿verdad?

—Solo me ha dicho que Salvador quiere hacer pronto su movimiento final, y que Víctor quiere conseguir todo lo que es suyo antes de que eso pase. Que así es como lo percibe.

—No quiero saber nada de topos.

—Lo siento… Es que no quiero que vayas.

—Sabes que volveré. El calendario me dice que todo estará bien. Fíjate en las predicciones de la semana que viene… No se ven consecuencias irreversibles. Se habla de Abril, de Saúl, de alguien que miente… Y también de buenos amigos. No son las predicciones de alguien a quien han matado o a quien han destruido la vida, ¿verdad?

Frank niega con la cabeza, pero su mirada me sigue suplicando que me quede. No puedo hacerlo.

Además, me estoy agobiando, porque el hombre de Víctor Abad me está esperando abajo, y no creo que sea buena idea tardar tanto.

Al bajar, veo que el hombre es uno al que no conozco. No es el Manuel del otro día, ni tampoco me suena de los perfiles. Es uno muy borde que ni me habla ni nada.

Me lleva en coche hasta un descampado muy lejano.

Aparcamos y veo que, a lo lejos, está Víctor Abad con varios hombres. También veo a… Joder, veo a varias personas de rodillas y con las manos atadas a la espalda.

Dos de ellas tienen la cara descubierta, y las otras dos tienen la cara tapada. Los de la cara descubierta están amordazados.

—Por fin —dice Víctor—. Acércate, Izan. A ver si resolvemos esto.

—Hola… ¿Qué pasa?

Puedo ver que, de los dos hombres que están atados con la cara descubierta, uno es Manuel, el que me vino a buscar el otro día. Al otro no lo conozco.

Y las dos personas con la cara tapada… Uno es un hombre y la otra es una mujer. La forma de vestir de la chica me es familiar… Y eso no me gusta nada.

—Disculpa —dice Víctor—. Quería guardarlos como sorpresa, pero te morirás de ganas de ver qué se esconde debajo de estos saquitos, ¿verdad?

Víctor destapa la cara del hombre. No recuerdo bien su rostro, pero sí que me suena mucho… Estoy seguro de que es Martí, el novio de Dana.

—Tienes que saber que, si no te portas bien, le joderás la vida a Dana —dice Víctor—. Yo creo que no quieres eso. Ya ha sufrido bastante, ¿verdad? Estaba muy unida a Rojo.

—Pero, ¿para qué haces esto…? —digo.

—Espera, que ahora viene lo bueno —dice Víctor.

Destapa la cara de la mujer.

Al ver quién es, noto que se me detiene el corazón.

—Sorpresa —dice Víctor—. Saluda a tu amiga.

No…

No, no, no, no…

Es Abril.

Abril está de rodillas, amordazada y con las manos atadas a la espalda.

Tienen a Abril de rehén…

—Vale, la situación es la siguiente. A mi derecha, los dos rehenes. Martí y Abril. A mi izquierda, los dos posibles topos: sospechoso A y sospechoso B. Los he traído porque…

Víctor se interrumpe a sí mismo y mira al horizonte. Ha visto algo que le ha molestado mucho. Yo me giro para ver qué es. Ha aparcado cerca de nosotros un coche que antes no estaba. De él salen algunos hombres más, y… Salvador Santalla con Lucas Abad.

No entiendo nada, pero, cada segundo que pasa, noto que esto puede acabar mal de verdad.

Miro a Abril. Me está mirando. Quiere una explicación y está muerta de miedo. Tiene lágrimas en los ojos.

No sé por qué la han traído a ella, pero ver a Abril así… No puedo. No puede ser que ella esté aquí por todo esto. Por mi culpa. No lo acepto. Abril no tendría que haber pasado por nada de esto. Abril tiene que ser feliz.

Salvador y Lucas se acercan. Al verlos bien, puedo notar que Lucas también está atado y amordazado. ¿Qué pasa aquí?

—¿Cómo no me avisas, Víctor? —dice Salvador—. Te has montado aquí un espectáculo, ¿y no me dices nada? ¡Si has traído a Izan Robles y todo!

—Hola, Salvador… ¿Qué haces aquí con mi hermano?

—¿Lucas? Ah, ¿no lo sabías? Pensaba que habías investigado con las herramientas que te di para detectar topos. El topo es uno de esos dos que tienes ahí, o Lucas. No puede ser que no lo hayas visto bien. Son los únicos que han usado la vía cifrada. ¿Cómo se te pasa Lucas, si has tenido que ver que los otros dos también la han usado?

—No lo sé… Me deben de haber informado mal —dice Víctor.

—Vale —dice Salvador—. Lucas, anda, camina al lado de los otros dos topos y ponte en la misma posición que ellos.

Lucas obedece y mira con desesperación a su hermano, que se ve incómodo por la situación.

—La familia Abad huele peor que nunca, Víctor… —dice Salvador.

—Oye. No puedes hablarme así, Salvador.

—Retiraré mis palabras si veo que tú y tu hermano estáis limpios. Ahora, venga, ¿qué tenemos que hacer? Sigue con el show, va.

—Todavía falta un invitado —dice Víctor—. Está tardando, pero mi hombre me ha dicho que ya casi están aquí.

—Genial. Bueno, mientras tanto… —Salvador me mira—. ¿Qué tal? ¿Cómo va, Izan?

No contesto. Salvador empieza a pelar una naranja. Una de sus naranjas asquerosas que me dan arcadas.

—Son las mejores de la ciudad —dice Salvador—. ¿Te gustó la que te di?

—No mucho —digo.

—Vaya paladar más atrofiado. Dar perlas a los cerdos, dicen… —Salvador mastica un gajo de la forma más asquerosa—. Yo creo que son las mejores de la ciudad. Las cultiva un buen amigo. No encontrarás otras así.

—Disfrútalas… —digo. Creo que no puedo esconder mi odio hacia este hombre, por peligroso que sea.

—Izan, cuidado —dice Salvador—. No te creas tan intocable. No creas que tú y tus amigos estáis a salvo solo porque siguen saliendo en el calendario. Ya sé quién sigue vivo y quién no en las siguientes predicciones, pero también sé cómo hacer el mayor daño posible, ¿sabes? Puedo matar a cada uno de tus amigos después de su última predicción, o puedo matar a algunos de sus familiares, como pasará con los padres de Frank si se porta mal. ¿Lo entiendes? No te pongas tan chulo. ¿Sabes que tu gato no sale en ninguna predicción más? —Salvador ríe, y yo he estado muy cerca de lanzarme a matarlo aquí mismo con mis propias manos—. Lo de usar a tu gato ni se me había ocurrido. ¡Lucía me dio la idea! Está tan mal de la cabeza esa mujer… Bueno, eso es algo que ya sabíamos, cuando escogió casarse con este despojo de aquí —dice, pegando una patada a la espalda de Lucas.

—Salvador —digo—. ¿Qué hace Abril aquí? Si has leído el calendario, sabes que mañana tiene una predicción. Y no me extrañaría que salga en más predicciones de otros calendarios. ¿Para qué la traes?

Abril me mira muy confusa. Ahora me arrepiento más que nunca de no haberle contado lo del calendario. Si lo supiera, al menos entendería de qué estoy hablando. Ahora tiene que ser todo tan surrealista para ella…

—¿Es esperanza eso que veo? —dice Salvador—. Te recuerdo que podemos hacer que las predicciones se sigan cumpliendo mientras Abril está bajo nuestro control, y prometerle una bala en el cráneo después de su última aparición en tu calendario mágico. Además, en ningún sitio dice nada de que sus brazos y piernas sigan enteros después de hoy. Piensa un poco, Izan…

—¿De qué hablas, Salvador? —dice Víctor.

—Ah, es verdad… Que tú sabes muy poco de la brujería de mi señora. No me he podido resistir al tener a Izan ahí delante, mirándome con esas ganas de asesinarme…

Víctor está fingiendo que no sabe nada del calendario. Eso confirma que era verdad que quería ir contra Salvador. La presencia del viejo de mierda aquí está siendo peligrosa y molesta también para Víctor.

—Dime —dice Salvador, mirando a Víctor—. Has traído a Abril para amenazar a Izan, ¿no?

—Sí, en parte. Pero también para amenazar al otro invitado.

Salvador mira hacia los coches. El invitado que falta acaba de llegar.

Es Enzo, que corre hacia nosotros con desesperación.

—¡Víctor! Dígame qué pasa aquí. ¿Qué hacen Abril y Lucas ahí? ¿Eh? ¡¿Qué hacen?!

—Bueno, habrá que adaptarse… —dice Víctor—. Izan y Enzo, os he traído por un motivo. Aunque vuestros conocimientos y relación con nosotros son muy diferentes, hay una cosa en común entre vosotros: sabéis demasiado, podéis hacer demasiado daño, y resulta que nosotros no podemos haceros daño. Qué injusto, ¿no?

—Abril no tiene nada que ver con eso. Suéltela —dice Enzo—. Suelte a Abril y a Lucas.

—Abril es nuestro seguro para que los dos colaboréis —dice Víctor.

—Y no podemos soltar a Lucas —dice Salvador—. Él bien podría ser el topo. Izan, Enzo… ¿Me podéis confirmar si Lucas Abad ha estado filtrando información?

—Lucas es inocente. No le hagan nada.

—Claro… Tú qué vas a decir —dice Salvador, y, entonces, agarra del pelo a Abril—. ¿Seguro que quieres ser tan poco colaborativo?

Enzo y yo gritamos al mismo tiempo, y Salvador nos mira con una sonrisa asquerosa. Quiero matarlo. Quiero que muera aquí mismo.

—Suelta a Abril —digo—. No es una buena rehén, porque yo ya sé que no le pasará nada. Preferís que colabore por las buenas, ¿verdad?

Salvador me mira con atención. Creo que algo le ha chirriado.

—Víctor…—dice Salvador—. ¿Tú has hablado con Izan sobre algo relacionado con un calendario?

Mierda. No puedo pensar con claridad. ¿Por qué le pregunta eso? ¿Es por algo que yo he dicho?

—No sé de qué me hablas —dice Víctor—. Sé que tú e Izan estáis hablando de un calendario, pero todavía no os sigo. Como será algo de la señora Sallares, he preferido no meterme.

—Izan Robles… —dice Salvador—. Te estás dirigiendo tanto a Víctor como a mí, cuando sabes que el único que sabe lo del calendario soy yo. Peor aún… Cuando me miras a mí, puedo ver que me quieres matar. Cuando miras a Víctor… Puedo ver que quieres que te comprenda y simpatice contigo. ¿Por qué?

—¿Qué…? —es todo lo que puedo decir.

—Víctor —dice Salvador, girándose hacia él—. ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué has traído a Izan sin consultarlo conmigo?

—Ya sabes que llevo un tiempo vigilando a Izan Robles, Salvador. Está muy conectado a muchas personas, y creo que puede ofrecernos información que Frank y Dana sabrán esconder…

—Sí, ya sé que los amenazas y tal, pero siempre me extrañó que estuvieses tan interesado en Izan. Como si supieras por qué Izan es interesante de verdad…

Esto lo confirma. Víctor me amenazó por motivos relacionados con el calendario, pero Salvador no sabía nada de esto. Si hay una única forma de escapar de esta situación, es explotar la enemistad entre los dos y utilizar a Víctor para matar a Salvador. Pero no sé cómo hacerlo… No sé si los hombres que están vigilando son más leales a Víctor, a Salvador, o mitad y mitad. No soy bueno para estas cosas ni puedo pensar rápido. ¿Qué hago…?

—Oye, Izan —dice Salvador—. Dime la verdad. ¿Cuánto sabes sobre la familia Abad y su afán por traicionarme?

—¡Oye! —grita Víctor—. ¿Qué te pasa?

Mierda…

Salvador sospecha que Víctor lo quiere traicionar, y yo puedo confirmar eso. También cree que yo sé si Lucas es el topo o no. La realidad es que no tengo ni idea de quién es el topo, aunque no creo que sea Lucas, porque Frank sí sabe la identidad y confía en él, pero, hasta donde sé, se sigue llevando fatal con Lucas. No entiendo nada…

—No tengo ni idea. ¿Crees que tengo interés en la familia del psicópata de Lucas? —digo—. Creo que sabes lo que pienso de ellos.

—Sí… Sé lo que piensas de ellos, pero la vida avanza muy rápido, ¿verdad? Pueden pasar muchas cosas en pocos días…

—¡Salvador! —grito—. Deja de cambiarme de tema. Abril y Martí se vienen conmigo. Tienes que cumplir alguna condición, ¿no? Porque, si no, no colaboraré… —me duele el estómago al decir estas cosas.

—A lo mejor sí que colaboras —dice Salvador—. Ya tengo preparada la lista de en qué orden pueden morir tus amigos o tu gato y qué hacerle a cada uno. Si no colaboras con eso, yo ya no sé...

—¡Sepan que yo avisaré a la policía! —grita Enzo.

Salvador y Víctor lo miran. Están muy serios.

—¿Qué dices? —pregunta Salvador—. Tú sabes lo que te puede pasar, y también a tu familia.

—¡No me importa! ¡Abril y Lucas son mi familia! Me da igual si me meten en la cárcel o si le pasa algo a los demás miembros de mi familia biológica. Saben que puedo hacerlo, Víctor, señor Santalla. Ustedes saben de lo que soy capaz.

—Pero, Enzo… ¿No estás enterado? —dice Salvador—. Nosotros ya colaboramos con la policía. ¿Para qué la vas a avisar?

—¿Disculpe…? —dice Enzo. Parece que está mucho menos metido en esto de lo que pensaba.

—Enzo, a ver… —dice Víctor, recorriendo sus propias mejillas hacia abajo con el pulgar y el corazón—. Nosotros somos una mafia local, pero con conexiones muy grandes por todo el país. La policía nos da ciertas libertades si no sobrepasamos un mínimo exigido por ellos, y si damos de tanto en tanto información que se traduce en… Ya sabes. Pescar peces gordos.

—O sea, que somos héroes —dice Salvador—. Gracias a nosotros, los buenos terminan con las mafias más peligrosas. De nada, gente corriente.

La cara de Enzo es tan transparente… Está desolado. Sabe que dicen la verdad.

—Víctor —dice Salvador—. Ofrece tu mejor ultimátum a Izan y a Enzo, anda.

—Claro —dice Víctor—. A ver, vamos a hacer esto rápido. Vosotros tenéis mucha información o sabéis cómo encontrarla. Información que nos puede servir para atrapar al topo y para saber si tenemos más enemigos internos. Queremos esa información, y la queremos ahora. Como tal vez sepáis, dentro de poco nos retiraremos y no molestaremos más. Os conviene colaborar con nosotros.

—¡Yo no tengo nada! —digo.

—Yo no sé nada útil que no sepan ya ustedes —dice Enzo—. ¡Suéltenlos!

—Izan… —dice Víctor—. Si no me quieres decir nada, es porque quieres proteger a Frank o a Dana. Pero creo que te conviene sacrificar antes a ellos dos, que a mucha otra gente de tu alrededor, como te ha dicho Salvador. ¿Lo entiendes? Y tú, Enzo… Es raro que sigas tan a la defensiva. ¿Es porque Lucas es el topo? Si no lo fuera, ya estarías colaborando para aligerar la situación cuanto antes.

¿Es Lucas el topo, entonces? Yo no puedo aportar nada… Yo solo puedo decir que Frank y Dana tienen perfiles de muchas personas que trabajan para Salvador y Víctor. Claro, también puedo confirmar que Frank conoce al topo. Eso es todo. Si lo hago, tanto el topo como Frank, y puede que Dana, podrían morir. Pero, si no digo nada, Abril y mucha otra gente podría morir también. Y quién sabe si Dana y Frank, igualmente… Así que… ¿Tendría que colaborar?

—Izan, creo que tú no quieres que el novio de Dana muera, ¿verdad? —dice Víctor—. Por ahora, será el primero en morir. Me dejaré a Abril para el final. Pero necesito que sepáis que voy en serio.

—¡Yo no sé nada! —grito, pero no sé si es lo que debería decir. ¿Qué hago? No me veo capaz de delatar a Frank. ¡No puedo! Pero… ¿Dejaré que maten a Martí y a Abril por culpa de eso?

—No lo haga, Víctor, por favor… —dice Enzo.

—Diez segundos para el novio de Dana —dice Víctor, y apunta con su pistola a la nuca de Martí—. Después de eso, vendrá Abril. Empiezo a contar.

Esto va en serio… Pero no sé qué hacer. Mi cabeza me pide que no delate a Frank, pase lo que pase. Que piense en cualquier otra cosa.

—Diez.

—¡Por favor, espera! —grito.

—Nueve. O me dices el nombre del topo, o me dices cómo encontrarlo. No me dices que espere. Ocho.

—Espera… —mierda—. El nombre del topo…

—Siete. ¿Lo sabes?

Si digo que no lo sé, los matará a los dos. Si digo lo que sé, matará a Dana y a Frank. En cualquiera de los dos casos, el resto de mis amigos seguirá estando en peligro, pero lo estará todavía más si digo que no lo sé. En ese caso, la mejor opción es delatar a Frank y a Dana. Pero no puedo… Una parte de mí dice que no delate a Frank, y la otra dice que no diga que no lo sé. ¿Qué hago…?

—Seis.

¡No puedo dejar que Frank muera por mi culpa! No puedo. Tiene que haber otra forma.

—Cinco.

Si digo que sé quién es el topo, y consigo que crean que Frank no tiene casi nada que ver con esa información… Podría ser la mejor forma de hacerlo, ¿no?

—Cuatro.

Pero… ¿Yo puedo hacer eso? No lo sé… Yo no sé si me creerán o si lo voy a estropear más. No lo sé…

—Tres. Estás muy callado, Izan. Yo que tú diría algo. No soy de los que dudan al apretar el gatillo. Dos.

O vendo a Frank, o me invento la identidad del topo. Tengo prohibido decir que no sé nada, eso lo puedo entender.

—Uno.

Mierda… ¡Mierda!

—¡Vale! —grito—. Sé quién es el topo. Deja de contar. Te lo digo.

Víctor sonríe y levanta la pistola.

—Buen chico.

Ahora… ¿Qué hago? No sé qué excusa poner. No sé cómo justificar que yo sé lo del topo y Frank no. Y, peor todavía… ¿A quién acuso? No puedo acusar al azar…

Claro que, por otro lado, no quiero que maten al verdadero topo. Es alguien que trabajaba en contra de Víctor y Salvador. Es de los buenos. No tengo que intentar adivinar quién es el topo para delatarlo, no… Lo que tengo que hacer es decir la opción más creíble. Solo tengo que pensar en eso, independientemente de si es el topo o no.

—Te escucho. No te quedes callado. ¿O solo me has dicho eso para ganar tiempo? —dice Víctor, y vuelve a apuntar a la cabeza de Martí.

—Sí, eh… —digo, pero sé que no puedo ganar más tiempo.

—Un nombre, ya. No voy a contar ni un segundo más. El nombre del topo es lo siguiente que dirás.

No hay vuelta atrás.

—Muy lento —dice Víctor, y le quita el seguro a la pistola para disparar.

—¡Lucas! —grito—. El topo es Lucas.

Lo he dicho.

No me lo puedo creer. Acabo de… No, no me lo puedo creer.

Enzo y Lucas me están mirando con los ojos muy abiertos. No se creen que haya dicho eso. Lucas está amordazado, así que no se puede defender. Y Enzo me está mirando de una forma que… Me da muchísimo miedo.

—¿Estás seguro? —dice Víctor.

Enzo está aquí y está muy asustado. Si ese es el caso, sospecharán que es porque Lucas es el topo. Además, sé que Salvador le pidió a Flora que investigase a su padre. No sé si Lucas es el topo o no, pero sé que Salvador sospecha muchísimo de él. Creo que tiene motivos para pensar que es el topo, sean erróneos o no, y, como también sospecha de la traición de Víctor, para él será muy creíble que le confirmen lo que ya sospechaba: que la familia Abad está repleta de traidores. Lucas es la opción más razonable…

—Izan, atiende —dice Víctor—. Te estoy preguntando si estás seguro de eso que dices.

Yo asiento.

—Muy bien, muy bien… —dice Salvador, aplaudiendo lentamente y mirando a Víctor con una sonrisa triunfal—. Ahora ya sabes lo que toca, ¿verdad?

—Espera —dice Víctor, y me mira—. Izan. Dime por qué sabes que Lucas es el topo. ¿Es porque colabora con Frank o con Dana?

Llegó el momento… Si la cago aquí, Frank estará en peligro.

—No. Eso es lo que Lucas intentó. Creo que sabéis que, en las últimas semanas, ha habido varias peleas entre Lucas y nosotros. Eso es porque se intentó poner en contacto con nosotros varias veces para filtrar información. Quería usar cosas que nosotros podíamos ofrecerle. Le salió mal y Frank lo mandó a la mierda. Desde entonces, Lucas se ha comportado de forma vengativa y acosadora conmigo y con Frank.

Joder… Lo siento mucho, Lucas. Te odio, pero de verdad que no hago esto por venganza… No me queda otra, te lo prometo…

Lucas me está mirando. Pensaba que era odio lo que expresaba su mirada, pero… Creo que está llorando. Lucas llora porque sabe que no podrá salvarse de esto. Porque sabe que morirá por mi culpa.

—Ya lo has oído —dice Salvador—. A mí me parece convincente.

—Espera —dice Víctor—. Ahora tenemos que contrastarlo con las fechas de las llamadas a la línea cifrada, ¿no?… Tenemos que ver si la versión de Izan cuadra.

—Este no eres tú, Víctor. Tú no dudas en apretar el gatillo, siempre lo dices. ¿Vas a proteger al topo por ser tu hermano? Eso no te pega…

—Lo que digo es que no me fío de la versión de ese tío —dice Víctor, señalándome de una forma bastante despectiva.

—Mata a Lucas —dice Salvador—. Hace tiempo que Lucas no nos sirve. Ahora que tiene una hija y una vida, está deseando quitarnos del medio. Te ha traicionado incluso a ti. Hace poco vinieron a mi casa, él y Lucía. Me contó cada cosa sobre ti, Víctor…

—Izan —dice Víctor—. Tienes que asegurarme que es Lucas. Asegúrame que no has mentido. No te atreverías a mentirme, ¿verdad?

No puedo más. No estoy hecho para esto.

—Con la información que yo tengo —digo—, solo puede ser Lucas. Si dejó de ser el topo o no después de eso, ya no lo sé —es lo máximo que puedo ofrecer para que no estén tan seguros, pero que me dejen en paz al mismo tiempo.

—Ya lo has oído, Víctor… —dice Salvador, con un tono burlón—. El bueno de Izan no te mentiría. Sabe que se te puede ir mucho la cabeza.

Víctor mira a Lucas. Él está negando con la cabeza con desesperación. Le está intentando decir a su hermano mayor que él no es el topo.

—Víctor. Señor Santalla. Si le pasa algo a Lucas, no quieren saber lo que les puedo hacer a ustedes —dice Enzo.

—Cállate, Enzo —dice Salvador—. Al final ha tenido que ser Izan el que colabore. Tú no puedes pedirnos nada, cobarde.

—Salvador, una pregunta —digo—. Lucas… ¿No sale en las predicciones de los siguientes meses?

Salvador me mira y se ríe. No me gusta cómo se ríe.

—Una pregunta inteligente. Ya me he encargado de que mi señora lo confirme. Lucas, ni tampoco los LuLu, como tú los llamas, vuelven a salir en ninguno de los calendarios restantes. Por el contrario, ¿sabes lo que sí que sale? Una predicción donde Flora está triste, y tú te sientes mal por ella. ¿No te da que pensar? Por eso sé que no mientes, Izan… Todo lo que has dicho encaja con las predicciones.

¡No! Este monstruo no sabe nada de cómo funciona el calendario. Eso no es prueba de nada. Se ha condicionado al tener el conocimiento del futuro… Eso lo único que querrá decir es que sí, pueden matar a Lucas, y por eso me siento culpable. ¡No tiene nada que ver con si es el topo de verdad o no! Mierda… No puedo. Quiero evitar que maten a Lucas, porque él es… Porque Lucas es…

Me siento como la peor persona del mundo. Me digo que no quiero que maten a Lucas, pero… Una parte muy fuerte de mí… Me dice que todo será mucho mejor si Lucas muere. No me lo puedo creer. No me puedo creer que me haya convertido en esto. Que piense estas cosas incluso cuando tengo a Lucas delante, llorando…

—¿Te gustan las cuentas atrás? —pregunta Salvador a Víctor, y hace una señal con la mano—. Sí, ¿verdad?

Todos los hombres que están aquí, tanto los que han venido con Salvador, como los que habían venido con Víctor, ahora apuntan con una pistola a Víctor Abad. Éste mira a su alrededor, y luego mira a Salvador.

—¿Qué haces?

—Podría matar yo mismo a Lucas —dice Salvador—, pero quiero que lo hagas tú. Quiero que me muestres lealtad. ¿Tu familia biológica, o nuestra familia?

—No es por eso, Salvador… —dice Víctor.

—¡Diez! —empieza Salvador—. Nueve, ocho… Sienta bien, ¿no?

—¡Quiero que lo investiguemos bien! —grita Víctor—. Aunque nuestro negocio sea más importante, no voy a matar a mi hermano con ese margen de error. ¡Entiéndelo!

—Siete, seis… Matas tú a Lucas, o, al llegar a cero, mis hombres y yo os matamos a ti y a Lucas a la vez. Tú decides. Cinco…

—¿Me matarás, Salvador? ¿Dónde queda la lealtad a nuestra familia?

—¿Ahora lo llamas familia? —dice Salvador—. Yo soy el que lo llama familia. Tú lo llamas negocio. No me está gustando en lo que te has convertido, Víctor…

No me lo puedo creer. No puedo creer que yo sea participe de un drama entre mafiosos que ni me va ni me viene. Con Abril en peligro y con la muerte de Lucas en mi conciencia… No me puedo creer que me esté pasando esto. No puedo.

—Cuatro…

Víctor mira a Lucas y le apunta a la cabeza.

Ahora sí que lo veo claro. Lucas está llorando y suplicando. Se arrastra hacia los pies de Víctor.

—Tres…

—¡No lo haga, Víctor! —grita Enzo, corriendo hacia él.

Víctor apunta a la pierna de Enzo y dispara.

Enzo grita de dolor en el suelo.

—Sabes que no te puedes acercar, Enzo. Conoces las normas —dice Víctor.

—No lo haga… —insiste Enzo, retorciéndose de dolor.

—Dos…—continúa Salvador.

Víctor vuelve a apuntar a Lucas.

—Lo siento mucho…

—Uno… —Salvador dice ese último número con una sonrisa placentera…

Víctor cierra los ojos. Lucas también.

Víctor Abad dispara a la cabeza a su hermano.

Lucas cae al suelo. Su cráneo está agujereado, y las lágrimas se han quedado en sus ojos.

No hay ninguna duda… Víctor acaba de matar a su hermano menor por mi culpa.

Salvador libera a Abril y a Martí, y los empuja hacia mí.

Enzo rompe a llorar y se arrastra hacia el cadáver de Lucas. Está gritando. Aunque odio a Enzo, y también odiaba a Lucas… Me está dando muchísima pena verlos así.

Cuando Abril y Martí llegan hasta donde estoy yo, me parece notar un olor horrible.

—Era su hermano… —dice Enzo, mirando a Víctor desde el suelo.

—Ya has visto lo que ha pasado. No me ha quedado otra, Enzo. Si Lucas era el topo… ¿Qué podía hacer?

—¡Era su hermano…! —con ese último grito, Enzo saca fuerzas y se abalanza contra Víctor. No se puede poner de pie, pero ha conseguido que Víctor caiga al suelo con él—. ¡Era su hermano! ¡Era su hermano!

Enzo está golpeando en la cara a Víctor Abad. Son golpes demasiado fuertes… Nadie puede sobrevivir a eso. ¿Por qué nadie detiene a Enzo? Nadie está disparando…

Salvador está sonriendo con un sadismo espantoso en la mirada…

Enzo sigue pegando a Víctor. También lo agarra de la cara y aplasta su cráneo contra el suelo varias veces.

No consigo procesar lo que estoy viendo. ¿Qué pasa aquí…?

Enzo termina de golpear a Víctor y rompe a llorar encima de su cuerpo.

Salvador se acerca y le toma el pulso al mayor de los Abad.

—Qué bestia, Enzo… Lo has matado.

No… No me lo puedo creer.

¿Víctor Abad acaba de morir? ¿Qué está pasando? ¿Cuándo se terminará esto?

En lo único que pienso ahora es en llevarme a Abril y a Martí lejos de aquí, pero estoy paralizado, y tampoco sé cómo podríamos volver, si nos han llevado en coche…

—Salvador Santalla… —dice Enzo—. Usted es el peor monstruo de todos…

—Guau. Viniendo de la familia que vienes… Tiene mérito que digas eso.

Enzo no puede moverse, en teoría. Pero, aún así, consigue sacar impulso de alguna parte y, con un salto imposible de ver venir, consigue abalanzarse contra las piernas de Salvador y tirarlo al suelo también. Le hará lo mismo.

Enzo empieza a golpear a Salvador con la misma fuerza. Y, de nuevo, nadie hace nada.

Después de algunos golpes, Enzo se detiene.

—¿Por qué no le hago daño…? —pregunta Enzo.

—Si insistes, lo conseguirás —dice Salvador—, pero hoy vas a terminar aquí, ¿vale?

Al decir esas palabras, Enzo recibe un disparo por la espalda.

No lo entiendo. Todas las personas que están trabajando para Salvador, están a los lados o frente a Enzo. No había nadie a su espalda…

El disparo viene de mi zona. ¿Qué ha…?

La persona que ha disparado camina algunos pasos hacia Enzo y Salvador.

—¿Martí…?

El novio de Dana… ¿Es el que ha disparado a Enzo? ¿Qué ha pasado…?

—Jefe Santalla, ¿disparo otra vez? —pregunta Martí. No me lo puedo creer…

—No, hombre, no. A ver si lo vas a matar. Luego su familia nos cruje vivos si nos cargamos al dolor de huevos este —Salvador se levanta y mira de cerca la cara de Enzo—. Oye, bonito, tú sobrevives a ese disparo, ¿verdad? Claro que sí, hombre. Tú estás fuerte.

Martí camina hacia Salvador y se queda a su lado. Yo todavía no puedo creerme lo que acabo de ver…

—¿Sorprendido, Izan? —dice Salvador—. No lo has visto venir, ¿eh?

—¿Martí…? ¿Por qué…? —las palabras no me salen.

—Oye, una cosa… —dice Salvador a Martí—. Mata al topo, ya que estás.

Sin vacilar ni un momento, Martí apunta a la cabeza de Manuel y lo mata de un disparo limpio. Al hacerlo, el tercer sospechoso, del que no sé ni el nombre, se levanta como si nada y se quita las cuerdas y la mordaza.

—Vaya función más buena, ¿verdad? —dice Salvador—. Soy algo así como un director de teatro. Todos los personajes se han comportado como pensaba. Con algunas diferencias puntuales, pero naderías, al final.

—¿El topo era Manuel…?

—Ah, vaya. ¡Si conoces el nombre del topo! —grita Salvador—. Hombre, pues al final me has sorprendido un poco y todo. Pensaba que no sabías nada de nada, y que, por eso, en esta situación, acusarías a Lucas sí o sí —a Salvador le cambia la cara. Ahora está como… Ilusionado—. Ah, mira, os presento. Izan, este es Martí, uno de mis hombres de confianza desde que era jovencito. Te lo prometo, Izan… Este hombre cultiva las mejores naranjas de toda la ciudad.

—¿Qué…? —digo.

Martí… Él trabaja para… No, no puede ser…

—Y ese otro —dice Salvador, mirando al acusado de ser el topo que se ha quitado él solo la mordaza—. Ese es un hombre invisible. No te lo tomes como algo literal, no es que sea invisible de verdad, pero es buenísimo para ocultar cualquier rastro de presencia o identidad. Y es un topo, sí, pero un topo que trabaja para mí. Él es el que me dijo que Víctor Abad estaba conspirando en mi contra. También me ayudó a descubrir que Manuel era el topo. Por lo visto, Manuel no era leal ni a Víctor, ni a mí. Era una especie de policía idealista que intentaba recopilar información por su cuenta, cansado de las negativas de sus jefes. Un héroe, si te digo la verdad. Seguro que ha respirado aliviado cuando ha muerto Lucas. No me subestiméis, anda…

No puedo hablar. Noto que tengo atrapadas las palabras en la garganta.

—Izan, una cosa más… —dice Salvador—. Vamos a dejarlo aquí, ¿vale? No te metas conmigo, y yo no me meto más contigo ni con tus amigos. El calendario solo hará que nos encontremos una vez más y ya está. Vamos a llevarnos bien. Yo no sé qué quiere de ti mi señora, ni entiendo sus líos con los conjuros. Pero, en lo que a mi respecta, ya estaría. Solo te necesitaba para llegar a este día y castigar a los Abad. Así que, Izan, si sabes lo que te conviene, y creo que lo sabes… Júrame que no volveré a saber nada de ti, de Frank o de Dana. No me molestes más, y yo no te molestaré más. ¿Hay trato?

Asiento. Ahora mismo es lo único que puedo aceptar. Es, hasta cierto punto, un pequeño alivio… Porque solo quiero que esto se termine.

—Ah, perdón —dice Salvador—. No he sido del todo honesto… Sí que me meteré con una de tus amigas.

Al decir eso, apunta con la pistola a Abril.

Mi reacción instintiva es ponerme entre ella y la pistola, sin pensar si ya está disparando o no. Salto frente a Abril para hacerle de escudo y cierro los ojos.

Salvador baja la pistola y se ríe a carcajadas.

—Me ha gustado muchísimo esa reacción, Izan Robles. Muchísimo. No me refiero a Abril, hombre. Abril me da igual. No… Yo me refiero a Lydia. La secuestradora de niñas. Ella morirá en febrero, hagas lo que hagas.

—¡¿Por qué?! —grito.

—Por lo que le hizo a Flora. ¿Te parece poco?

—¡Pero si acabas de hacer que maten al padre de Flora, y has hecho que disparen al hermano de Lucía! ¡A ti te da igual esa familia!

—Anda, Izan… No me esperaba que fueras tan ingenuo. A veces me sorprendes, y, a veces, me das pena. Mira… No es por el honor de la familia Abad, te lo aseguro. Flora es una niña con un potencial tremendo, y no quiero que Lydia la corrompa. Lydia no puede seguir revoloteando alrededor de Flora. Tengo planes increíbles para ella, ¿vale? Y ahora que no tiene a su padre… A lo mejor estará más abierta a una nueva figura paterna.

—Eres…

No me atrevo a insultarlo, pero quiero hacerlo. Pero siento que, si lo hago, no se irá sin dispararme a mí o a Abril. Y yo lo que quiero es que esto termine.

—Bueno, Martí. Nos vamos —dice Salvador—. ¿Te puedes creer que a Izan no le gustan tus naranjas?

—Jefe Santalla. ¿Qué hacemos con Dana?

—Ah, es verdad. Me había olvidado de la tapadera. Pues… —Salvador se gira hacia mí—. Izan, te encargas tú, ¿vale, chato? Dile que Martí trabajaba para mí o que ha muerto. Lo que te sea más fácil. Si le dices que ha muerto, échale la culpa a Enzo o a Víctor, lo que prefieras. Mejor a Víctor, que los muertos ya no pueden defenderse. O a Lucas, si te es más fácil. Me da igual.

—¿Ya no nos servirá de nada tenerla vigilada? —pregunta Martí.

—No. Mi señora mató hace un par de meses a Rojo, y ya has visto cómo se quedó la pobre. Si ahora te pierde a ti, es que no se moverá de su casa ni con toda la fuerza de voluntad del mundo. Además, Izan ya nos ha prometido que ni ella ni Frank nos molestarán más. Le conviene cumplir esa promesa.

—De acuerdo —Martí se gira hacia mí—. Si al final optas por decirle que trabajo para Salvador, dile que no tengo nada en contra de ella. Que es una buena persona.

—Hijo de puta… —digo.

—Jefe Santalla, ¿qué pasa con los cadáveres?

—A la policía le dará igual. O, podemos dejar aquí a Enzo y que sospechen de él. Luego su papi lo salvará tirando billetes a la cara a los polis, así que no hay ningún problema. ¡Ah! —Salvador se gira hacia mí—. Uf, cuantas cosas a tener en cuenta… Que… Izan, vete ya. Corriendo. Estoy seguro de que Manuel habrá preparado algo para que la policía encuentre su ubicación si le pasa algo, o, a lo mejor, avisó a alguien, o vete a saber… Vamos, que yo no me la jugaría. Y tú no tienes fuerza para ponerte a declarar y a estar con la policía ahora. Vete con tu amiga, va. Suerte, y espero que no nos veamos mucho más.

Salvador, Martí y todos los demás se van. Nos quedamos solos Abril, Enzo y yo, con los cadáveres de Lucas, Víctor y Manuel. No me puedo creer que esto haya terminado así…

Me acerco a Enzo.

—¿Puedes caminar?

Enzo está llorando en silencio.

—Abril, ¿me ayudas? —digo—. Entre los dos nos podemos llevar a Enzo.

No he mirado a Abril en todo el rato desde que la han liberado. Pero, al verla, me he roto por dentro.

Está temblando de miedo. Nunca la he visto así. Está traumatizada y no puede ni hablar. Solo asiente a lo que le digo, sin dejar de temblar.

Con dificultades, pero, entre Abril y yo, conseguimos llevar a Enzo a peso. Él consigue apoyarse en una pierna, pero está perdiendo bastante sangre y no puede moverse.

Todo el camino hasta el coche que nos han dejado disponible, que asumimos que es el coche de Víctor Abad, lo caminamos callados.

Abril es quien conduce. Llevamos a Enzo al hospital más cercano.

Aviso a Frank para decirle que estoy vivo pero que no sé si volveré a casa hoy.

Decido quedarme con Abril y Enzo en el hospital. Podría irme para evitar el interrogatorio de la policía, pero… No quiero dejar a Abril sola, y sé que ella se quedará con Enzo.

Martí trabajaba para Salvador… ¿Cómo se lo explicaré a Dana?

Las naranjas… Por eso el olor de Dana me daba arcadas y el de Julia no. Julia comía una naranja normal, y Dana, que dijo que siempre comía naranjas… Comía las que cultivaba Martí. El olor de esas naranjas, las mismas que come Salvador… Joder, solo de pensar en ello, vuelvo a sentir arcadas.

Víctor Abad ha muerto. Un policía ha muerto. Y Lucas Abad… Ha muerto por mi culpa.

El padre de Flora ha muerto por mi culpa.

Y Abril… Está traumatizada por mi culpa.







29 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page