Capítulo 272
Abril se quiere ir…
“Esta predicción es muy fácil de comprender ahora…”
Son las tres de la madrugada. En unas horas trabajo. Abril no ha hablado en todo este tiempo.
Dos policías nos hacen preguntas, pero Abril no puede hablar.
Ya avisé a Enzo y a Abril de cuál sería mi versión, por si querían decir lo mismo, pero ninguno me contestó.
Mi versión consiste en decir que lo único que sé es que Víctor Abad nos usó de rehenes porque conocíamos a Lucas, pero que, al final, ajustaron cuentas entre ellos. Entre Víctor y un señor mayor del que no sé el nombre. No se me ocurre nada mejor. Implicar a los muertos, contar medias verdades y hacerme el ignorante…
Salgo a dar una vuelta por la planta baja del hospital para estirar las piernas y sacar un café de la máquina.
Me quedo de pie tomándome el café, y veo que Abril me ha seguido.
—¿Cómo estás? —pregunto, sin esperar respuesta.
—El mes de la suerte todavía está tan lejos… —dice.
Ha hablado. Es la primera vez que habla en muchísimas horas.
—El mes de abril… —digo.
—Mi vida es horrible cuando no estamos en abril. Es cada vez peor…
Y yo tengo parte de la culpa.
Abril llora y entierra la cara en mi pecho. Mantiene los brazos agachados e intenta llorar de manera silenciosa.
Yo la abrazo, pero ella no me corresponde.
—Abril. Lo siento mucho.
Abril niega con la cabeza, pero no contesta. Tampoco le veo la cara.
—Escucha, Abril… Tengo que contarte de qué hablaban. Has escuchado cosas raras sobre mí, sobre calendarios y predicciones… Y no te lo voy a ocultar más.
—Eso es lo que no me podías contar, ¿verdad? Cosas que no son fáciles de entender… Mafias… Por eso todo ese secretismo, ¿no?
—Algo así. Es incluso más extraño y complejo que eso…
—Gracias por decidirte a contármelo por fin. Pero… No sé si quiero escuchar nada más. No de ti, no me malinterpretes… Yo… No quiero escuchar nada. No quiero involucrarme con nada ni con nadie. Quiero desaparecer. Quiero reiniciarme y empezar de cero.
—Te quieres ir, ¿verdad? —digo.
—Sí. Me quiero ir.
Dice que no lo quiere escuchar, pero creo que esta es una oportunidad perfecta.
Decido mostrarle el calendario que llevo doblado en el bolsillo.
—Aquí lo pone. La fecha de hoy. Abril se quiere ir…
Abril mira con atención el calendario. Por fin se lo he enseñado. Ahora, cómo reaccione… Es algo que no podré controlar. Pero estoy preparado para lo que sea.
—¿Sabes? —dice—. Te podría hacer muchísimas preguntas, pero… No puedo. Es que no puedo. Siento que me he vuelto loca del todo.
—Perdón… Necesitaba enseñarte, aunque sea por encima, de qué va la cosa.
—No me lo has querido contar hasta ahora cuando te lo he pedido muchísimas veces, y me lo cuentas ahora, cuando te he pedido que no lo hagas… ¿Por qué?
—¿Qué…?
Mierda. Dicho así… Mierda.
—Sé que no lo haces con maldad. Eres cruel sin querer, y eso es lo que más me duele. Pero da igual, porque me quiero ir. He visto morir a esas personas, y Enzo se estaba desangrando hasta hace unas horas… No puedo.
—Lo siento muchísimo…
—Tranquilo.
Me da un abrazo. Es un abrazo de despedida. ¿A qué se refiere con que se quiere ir? ¿A dónde se va?
—Abril, ¿a qué te refieres con…?
No me escucha. Ya se ha ido. O se ha ido sabiendo que no me quería escuchar, o yo he ido tan lento que se pensaba que ya no hablaría más.
¿Qué puedo hacer por ella?
Pocos minutos después de ver cómo Abril se marcha, vuelvo a la habitación con Enzo. Se me hace extraño estar a solas con él, pero siento que, en parte, su situación también es mi culpa.
La última vez que lo he visto estaba despierto, pero callado. Mirando al techo, sin pensar.
Ahora, en cambio, me está mirando a mí. Me mira fijamente sin decir nada. Da muchísimo miedo.
—¿Qué pasa…? —pregunto—. ¿Estás bien?
—Usted ha matado a Lucas…
—Enzo, por favor. Tú has visto lo que ha pasado. Han sido Víctor y Salvador, y tú has podido… Ya sabes, a uno de ellos.
—Fueron Víctor, el viejo Santalla y usted. No me olvidaré.
—Deja de decir eso, por favor… Si no hubiese dicho nada, a lo mejor era Abril la que moría.
—Pudo elegir a uno de los otros dos topos.
—No, no pude. ¿No escuchaste a Salvador? El topo era Manuel, pero él ya sabía todo lo que pasaría. Salvador quería ver muertos a Víctor y a Lucas, y lo preparó así porque… Yo qué sé por qué. Por sadismo, por diversión, no lo sé. Él ya sabía que Lucas moriría, dijera lo que dijera. También que Víctor moriría, tanto si intervenías tú, como si no.
—Lo sé. ¿Se cree que no lo sé? ¿Piensa que no me doy cuenta de las cosas cuando las tengo delante? Pero usted no sabía que Salvador lo tenía todo preparado. Usted nombró a Lucas sin saber eso. A usted le vino bien que Lucas se muriera.
—Me siento bastante culpable como para que sigas por ahí, Enzo… Pero, siendo justos, Lucas era un cabrón, y siempre voy a preferir decir el nombre de alguien que fue tan malo conmigo o con su mujer y su hija, antes que el nombre de alguien que intenta desmantelar una mafia.
—Usted no es nadie para juzgar eso, Izan Robles… No se intente justificar… Usted se creyó en la potestad de elegir quién merece una bala y quién no.
—Y tú mataste a alguien con tus propias manos.
—Yo no intento justificarme. Usted sí. Usted intenta quedar como alguien bueno que hizo las cosas por razones justificadas. Pero la realidad es que usted escogió de forma egoísta y arbitraría quién merecía morir y quién no, sin tener derecho. Deje de autoengañarse y sea consciente de eso, amigo.
No puedo soportar que Enzo se atreva a juzgarme de esa forma… Pero, en parte… Puede que tenga algo de razón.
Sin decir nada más, y ya que he comprobado que Enzo se encuentra mejor físicamente, decido irme a casa a dormir. Son las cuatro ya.
Frank está durmiendo en el sofá. Eso es porque ha intentado quedarse despierto para esperarme, pero es tan tarde que no ha podido aguantar más. Lo tapo con una manta y me voy a dormir.
Solo habré conseguido dormir una hora, y de forma interrumpida.
Me despierto y voy en piloto automático al trabajo. Cumplo con las tareas del día y, por suerte, nadie me habla.
Al volver a casa, Frank me pregunta por lo que ha pasado.
Aprovecho y se lo cuento a la vez a Lydia y a Alex por videollamada.
Les cuento cada detalle que puedo y, al terminar, les pido que no me hagan muchas preguntas. Que lo hablen entre ellos si quieren, pero que yo no he dormido nada, y tengo muchísimo sueño acumulado.
Me voy a dormir, aunque no son ni las seis de la tarde.
Me duermo, me despierto, me vuelvo a dormir y me vuelvo a despertar.
A veces son las pesadillas las que me despiertan. Abril llorando, Lucas llorando, el cadáver de toda esa gente, la sangre… Y la sonrisa de Salvador.

Comments