Capítulo 187
Hablo de todo con Gemma
“Lydia insiste en que le pida explicaciones sobre lo que pasó entre nosotros también. Me da todo el miedo hacer eso…”
No hay ningún indicio que confirme que hoy hablaré con Gemma. Estoy decidido a no salir de casa, por lo que empiezo a tener algo de miedo de que la predicción no se cumpla. Si se acaba el día y no pasa nada, ¿se acabó el calendario? ¿Solo me tenía que quedar quieto y las cosas no pasarían? Sería interesante y tal vez liberador, aunque quedaría fatal delante de Aaron.
Por la mañana no pasa nada. Yo estoy tentado a salir de casa, aunque no sé ni para qué. Creo que, si te dicen que no lo hagas, tienes más ganas de hacerlo. Algo de eso. Pero no, no hago nada.
Alrededor de las seis de la tarde llaman a la puerta. Me asomo por la mirilla (para comprobar que no es Lucas) y veo a Gemma. El poder de este calendario es increíble, ya que no hace falta que mueva ni un dedo. Todo lo que pone, pasa. Llevo medio año con esto y todavía me sorprende…
—¿Puedo? —dice. Tiene más ojeras que nunca. Se nota que ha dormido poco y que no tiene fuerzas.
Yo hago que pase y le ofrezco algo de beber. Ya no me quedan cervezas, porque me dan algo de miedo desde que pasó lo de la última vez, así que solo le puedo ofrecer algún refresco de cola de marca blanca, o agua con hielo.
—¿Qué querías? —digo, sirviendo el agua y sentándome a su lado.
—¿Te sentiste mal el día que estuviste en mi casa? La última vez.
—Mal… ¿En qué sentido?
O sea, no sé si me pregunta si estaba muy borracho y drogado, al punto de caerme al agua, o si me pregunta si es ella la que me hizo sentir mal.
—¿Me porté mal contigo?
—Bueno… No me acuerdo muy bien. Pero… ¿Tú qué recuerdas?
—No gran cosa —dice, y se pone la mano en la cara, apretando con fuerza entre los ojos.
—Yo me acuerdo de que no quería, Gemma. No sé si fui claro o si me resistí, pero sí que me acuerdo que te dije que no quería. Te lo dije varias veces. De eso es de lo único que me acuerdo.
Gemma no contesta. Tampoco me mira.
—Joder… —hunde la cabeza en sus manos—. Tú… ¿Crees que soy una mierda de persona?
—Oye, Gemma… No termino de entender por qué has subido aquí a decirme eso.
—Hoy he hablado con Gabriel —dice—. Él quería tener una charla conmigo antes de irse. Yo no estaba segura, pero me ha convencido. Y he salido de ahí pensando que yo también soy una mierda. Que tanto él como yo lo somos. Entonces me acordé de que te obligué a acostarte conmigo cuando estabas borracho, y que iba a ignorar el tema. Si te digo la verdad, me daba igual si querías o no.
—¿Te daba igual? Entonces tendré que darte la razón en lo que has dicho sobre ti.
—Y estoy de acuerdo. Soy asquerosa. Llevo toda la mañana pensando si de verdad te hice daño o si hice algo tan malo. ¿Intentaste apartarme? ¿Te forcé? Como tú no tienes tanta fuerza, a lo mejor…
Ahora me llama flojucho. No tiene bien medido el tema de disculparse y eso.
—No me acuerdo bien de si me resistí mucho, pero hiciste algo que estaba mal de verdad. Te dije que no porque quería estar con otra persona, y también porque estaba muy mareado y con ganas de vomitar, y no quería potarte encima. Estaba muy incómodo. No sé qué pasó después y si fui convincente o no, pero sí que me acuerdo de eso.
—¿Sabes lo que recuerdo yo? —dice—. Que me dijiste que no, y que a mí me dio igual. Que incluso me entró una mezcla entre cabreo y morbo. Que un hombre adulto me diga que no… Por un lado, me hace querer ir a más, y por el otro me enfada, porque pienso que no tenéis derecho a quejaros de nada. No con una persona de mi edad.
—Ya… Pues no sé qué decir a eso. Tiene pinta de que hay como seis o siete cosas mal en ese pensamiento, ¿no?
—Pues sí, porque soy una mierda.
—Oye, Gemma, me tienes un poco confuso ahora mismo. ¿De dónde sale todo esto? ¿Hay un trasfondo detrás de toda esa mierda?
—¿De qué?
—Del odio hacia el hombre adulto, y de tu forma de que te dé igual lo que quiera. Es que, cuando lo has dicho, he pensado en lo mal que te llevas con Gabriel y en todas las veces que has dejado caer que hay mucha historia oscura detrás, y… ¿Por qué no me lo cuentas? A ver si así te entiendo mejor, porque ahora lo que veo es a una persona que justifica el abuso, y, la verdad… No me gusta nada eso, por muy joven que seas, pero ya no eres menor tampoco.
—Quieres que te cuente lo que me pasa con Gabriel, ¿no? —yo asiento—. Mira… Casi siempre evito contar este tema, pero hoy creo que es de los mejores días para explicarlo.
Me incorporo. Se me seca un poco la garganta, porque me da muy mala espina este tema.
—Esto pasó cuando llegué al edificio hace cuatro años. Yo tenía unos diecisiete. Cuando conocí a Gabriel, fue muy simpático conmigo, y a mí me parecía guapete. Me gustan mayores y, por algún motivo que no sé explicar, me gustan con bata. Pero, aunque no lo parezca, yo no quería nada con él. O sea, a veces sí, a veces fantaseaba un poco, pero era un rollo platónico, ¿sabes? Yo quería tontear con él para que me diese material para mis fantasías. No me juzgues.
—Estoy curado de espanto —mejor ni pregunto a qué puede venir lo de la bata y los señores mayores.
—A veces tonteaba un poco con él, a veces me hacía la que estaba mala para ir a su casa y que me tratase. No sé, me hacía sentir bien. Y… Bueno, ya te imaginarás. Él se pensó que yo quería llegar hasta el final. Y mira, te diré la verdad, no me hubiese molestado hacerlo, pero, si lo hacía… Si me acostaba con él, hubiese querido que fuera de otra manera.
—¿A qué te refieres?
—Lo que me gustaba de él era su amabilidad. Lo atento que es, ¿sabes? Es muy dulce y muy atento. A ver, es que yo no estaba segura de lo que quería. Era una niñata, ya te imaginas. Pero, cuando se pensó que quería llegar más lejos. Cuando se puso cachondo, vaya… Cambió por completo. ¿No podía ser la buena persona que era siempre? Pues no. Era un hijo de puta, Izan. Violento, desesperado, enfocado en una sola cosa: quitarme las bragas. Le daba igual todo lo demás.
—¡¿Qué?! ¿En serio?
—Sí. En cuanto vio que no hacía lo que él quería a la primera, se le empezó a ir la cabeza. Me dio miedo, Izan. Y te lo dice alguien que vive con Aaron y ha visto de todo.
—Pero… ¿Te pudiste escapar a tiempo?
—Según lo que tú creas que es “a tiempo”. No llegó a quitarme las bragas, si es lo que te preguntas. Pero sí que me tocó por todas partes y me hizo pasar el peor rato de toda mi vida.
—Hostia puta… ¿Denunciaste lo que te hizo?
—Aaron y Pol me sugirieron hacerlo, pero Gabriel vino a hablar con los tres. No sabemos ni cómo lo hizo, pero nos convenció para que no hiciéramos nada y que nos olvidásemos de todo. Además, no había pruebas físicas, porque no me hizo ninguna marca ni nada. Pasé un tiempo preguntándome qué hacer, luego vino la pandemia… En fin, lo que hice fue intentar olvidarme. Pero ya lo has visto, ¿no? Me has visto cómo le hablo. Has visto que no he superado nada de lo que pasó hace cuatro años.
—Oye… Es difícil de digerir. Gabriel siempre ha sido tan… Bueno, ya sabes. Cómo se comporta con los demás y eso.
—¿Nunca has notado nada oscuro en él?
—Bueno. Ahora que lo dices, alguna vez lo he visto comportándose de una forma opuesta a la que suele tener. Una vez me lo encontré en las últimas, hablando rarísimo. Aunque me hablaba solo para disculparse por una cosa mala que hizo con mis llaves. Y otra vez lo vi hablar así con Nora, cuando ella lo acusó de pedófilo…
—Ah, Nora… —dice Gemma—. Cuando me acosté con ella, le conté toda la historia con Gabriel. Supongo que fue por influencia mía que le dijo eso.
—Pensaba que Nora solo se había acostado con Aaron.
—Qué va. Se acostó con los tres. A ella le daba igual todo. Se comportaba como si ese fuera su último día y lo tuviera que disfrutar al máximo. A mí no me pareció mal para una vez, pero no me transmitió buenas energías, lo siento.
—¿Lo sientes por qué? A mí sí que me transmite malas energías, que yo la conozco.
—Claro… Perdón por sacar el tema.
—Entonces —digo, retomando—. ¿La conclusión es que Gabriel es un pedófilo? Tú tenías diecisiete y él tendría… ¿Cuántos?
—En esas fechas, treinta y seis.
—¡Joder! Es verdad, es demasiado.
—Entonces piensas que tiene sentido, ¿no? Quiero decir… Que no estoy loca, vaya —dice con una vulnerabilidad que no había visto en ella hasta ahora—. Si él era tan mayor, a la primera que yo dije que no… Él tenía que haber parado, ¿verdad? Aunque yo le calentase primero…
—Déjate de si le calentaste y de si tienes la culpa. Con esas edades, la responsabilidad era del todo suya. Hay muchas cosas que están mal ahí. En primer lugar, tenía que haber parado de raíz el juego que teníais, y tenía que hacerlo él. Pero si aún así quería seguir adelante, sigue sin tener sentido cómo se comportó y hasta dónde quiso llegar. Que no, que no. ¿Cómo sería culpa tuya? Es más, ahora sí que no entiendo por qué has dicho antes que, después de hablar con él, has concluido que eres igual de mierda que él. ¿A qué ha venido eso?
Gemma tarda en contestar. Está temblando. No sé si abrazarla, darle unas palmadas, quedarme quieto… Bueno, ante la duda, hago eso último. Quedarme quieto.
—Hoy he hablado con él para que me contase su versión de ese día. Tanto él como yo queríamos tener esa conversación, aunque yo siempre lo evitaba. Como quiere irse del edificio, era ahora o nunca… Pero, al final, la conversación ha terminado siendo que yo me tenía que autoanalizar. Que yo tenía que admitir si también era una mierda y si había hecho cosas parecidas. Que ya no soy menor y dejo de tener excusa. Mira… Al principio, pensaba que solo era un capullo que estaba a la defensiva y que me estaba manipulando. Y, en parte, todavía lo pienso. Pero… Es que tiene parte de razón.
—¿Por qué lo dices?
—¿Cómo que por qué lo digo? ¡Lo que te hice a ti, por ejemplo! Me justifico yo sola con lo que puedo y no puedo hacer, me da igual todo el puto mundo, obligo a los demás a hacer cosas, y lo hago movida por la rabia o por el morbo. ¿Ves por dónde voy?
—Vale, vale. Ya te entiendo mejor. Mira, Gemma… Viendo lo que me hiciste y por qué lo hiciste, sé que no tendría ni que perdonarte. Sé también que tengo todo el derecho del mundo a, como mínimo, insultarte y decirte que cambies eso. A lo mejor no quise pensar mucho en ello porque ninguno de los dos recuerda bien lo que pasó, pero no se trata solo de eso. Se trata de por qué lo haces. De lo que tienes dentro. Es horrible y lo tienes que cambiar.
Ella me mira, aguantando las ganas de llorar, aceptando cada cosa que digo.
—Pero creo que eres así por culpa de lo que te hizo alguien que no es igual que tú. Alguien que hizo algo muchísimo peor que tú. Esa rabia que tienes dentro sale de ahí, ¿no? Es que, piénsalo. Por un lado, no haces lo mismo que él, porque tú no estás usando ninguna posición de poder ni atacando a personas inocentes. Joder, yo pareceré un novato de la vida, pero tengo mis historias y tengo más de treinta años, así que tampoco me veo con fuerzas de victimizarme más de lo necesario. Y, por otro lado… Si él no hubiese hecho eso, tú no tendrías ese odio. Por esas dos cosas es que no te puedes poner a la misma altura que él. ¡De ninguna manera!
Creo que empiezo a alterarme más de la cuenta.
—¿Estás bien? —dice, poniendo su mano en mi pecho. Yo la aparto un poco.
—Sí. Es que es un tema muy… No sé. Me he mareado. Son muchas cosas.
No es nada fácil procesar esto. Por un lado, estoy animando a la hija de puta que abusó de mí y me drogó. No debería darle ni agua, y me siento tontísimo por ser tan bueno con ella solo porque ha conseguido darme pena. Por otro lado, me da muchísima lástima pensar en Gabriel, en todas las cosas buenas que ha hecho siempre, y saber que en realidad es así…
Todavía tengo que hablar con él pasado mañana, tal y como indica el calendario. Pero tengo que vigilar, ya que a lo mejor intenta mentirme o tergiversar mucho la historia. No creo que sea Gemma la que miente. Aunque tampoco la conozco demasiado, creo que sí que es verdad que lleva cuatro años tocada con esto. Es demasiado tiempo. Incluso si fuera mentira, algo habría pasado para que esté así. Por lo tanto, solo espero que Gabriel no sea más miserable de lo que ahora creo que es, y me cuente una versión lo más cercana a la verdad posible, incluso aunque adorne algunas cosas a su favor.
—A veces tengo pensamientos intrusivos —dice—. Creo que soy mala persona por todas las cosas malas que he dicho de él. Suelto las cosas por encima y nunca profundizo. Nadie puede entenderme porque nunca lo explico bien. Solo siembro dudas. No creo ni que sea justo que lo llame pedófilo para relacionarlo con lo de Flora… Lo que pasó conmigo es muy diferente a hacerle algo a una niña de diez años, ¿no?
—Mejor no pienses en eso. Con lo que te hizo, tienes derecho a quejarte y a indicar el tipo de persona que es. Si le haría algo a Flora o no, es verdad que no lo sabemos, pero como mínimo hay material para no descartarlo. Yo, por ejemplo, no me siento nada tranquilo. No conocemos a ese hombre, y no sabemos si es incluso peor de lo que tú piensas.
—Estaré mal de la cabeza, pero yo creo que no le haría nunca daño a Flora. Y mira que me duele admitirlo, porque lo odio. Pero también creo que yo lo llevé a su límite. Yo no creo que sea peor que eso.
—¿Cómo estás tan segura?
—No estoy segura. Es intuición. También lo digo porque creo que solo digo esas cosas delante de los demás para hacer daño. Para vengarme poco a poco, vaya.
—Vete a saber… A mí me gustaría también hablar con él, la verdad. Hoy no, porque me petará la cabeza en pocos minutos, y porque siento auténticas nauseas con todo esto.
—Lo siento. Esto era lo que te quería decir. Y pedirte perdón. Tienes derecho a mandarme a la mierda o a criticarme con quien quieras.
—Pues… Una parte de mí está de acuerdo en que debería hacer eso, ya te lo he dicho. Por lo menos tú ya sabes que hiciste algo horrible conmigo. Así que no, no te voy a mandar a la mierda —digo, con una sonrisa tranquila que creo que ha provocado un efecto sedante en lo nerviosa que estaba ella hace un momento—. Los dos estábamos borrachos y todo era un poco desastre. La clave, eso sí, sería que nunca más vuelvas a hacerlo. Ah… Y si por casualidad metiste algo en alguna de mis bebidas, eso tampoco.
—Somos una mierda. Yo y todos mis amigos, me refiero. Somos todos unos mierdas que están totalmente echados a perder. Pero me fastidia tener que hacer daño a gente como tú. Es que… ¿Sabes lo que pasa? Yo no puedo prometer que dejaré de hacer ese tipo de cosas, porque yo, cuando ligo, me muevo siempre por lo mismo que te he dicho antes: morbo y rabia. Si puedo, me voy a ligar a gente que me provoque esas dos cosas al mismo tiempo. Y esa combinación es horrible, porque me hace querer llevar al límite a esa persona, hacerle daño, porque le tengo rabia, y porque me da morbo hacerlo.
—Joder… No sé qué decir a eso. ¿Y yo te daba morbo o rabia?
—Un poquito de morbo sí, desde siempre —dice, con un torpe amago de sonrisa—. Y rabia solo cuando te emborrachas. A los demás les harás gracia, pero a mí me das muchísima rabia cuando estás borracho.
—Oh… Vaya. ¿Sabes? En el fondo, me ha gustado saber que a alguien le provoca algo que no sea risa o pena. Me gusta que alguien sienta que da rabia, porque yo también lo veo así: doy rabia.
—Mucha rabia —dice, riendo un poco, por fin.
—Muchísima rabia.
No sé cómo, pero de alguna forma ha conseguido que los dos terminemos riéndonos de mí. Siento que debería haber sido mucho más duro con ella, y creo que Lydia me meterá la bronca por no haberlo hecho. Pero ahora en lo único que pienso es en que quiero que Gemma sepa que empatizo de verdad con lo que me ha dicho, y que me creo que, por lo menos a mí, nunca más me hará eso.
—Nunca más volveré a hacer nada que no quieras contigo —dice, resonando con lo que estaba pensando—, ni con gente como tú. Gente que no se merezca que le hagan eso. Solo lo seguiré haciendo con los verdaderos capullos, pero intentaré tener más criterio y no pensar que todo el mundo lo es. Perdón, de verdad.
—Pues ha sido una charla productiva, ¿no?
—Y tanto. Eres más despierto de lo que pareces.
—Vale, gracias. Me suelen decir cosas así que son medio cumplido medio ofensa, así que gracias.
Cuando nos damos cuenta, ya es la hora de la reunión de vecinos donde Gabriel hablará de su marcha y donde tenemos que decidir al presidente de la comunidad.
En dicha reunión están todos menos el vecino nuevo.
Gabriel no detalla los motivos por los que se va, y Lucas le dice que no se fía de que ahora se quiera ir, cuando su hija no ha vuelto todavía.
Tampoco se avanza en el tema del presidente de la comunidad. En general, la reunión es lamentable.
Aunque Gabriel estaba decidido a irse mañana mismo, la conclusión a la que se ha llegado es que no se moverá del edificio hasta que Flora aparezca, porque los LuLu no se fían de que se quiera marchar para irse a vivir al sitio donde tiene atrapada a su hija. Gabriel acepta con la cabeza agachada. Ha sido incómodo y desagradable.
Antes de irnos, Lucas lanza otra pregunta interesante.
—¡Oye! ¿Y el nuevo qué pasa? ¿Por qué no ha venido?
—No contesta ni al móvil ni al timbre —dice Gabriel.
—Yo todavía no he visto al nuevo —dice Lucía, que tiene la cara destrozada de tanto llorar.
—Yo lo vi ayer, que volvía de comprar el pan —dice la señora Ángela—. Un chico de unos treinta o un poco menos, así delgadito, rubito, con mascarilla. No me acerqué mucho por si tenía el Covid.
—¿Iba con mascarilla? —digo.
—Sí, de las mascarillas de la pandemia —dice Ángela.
—Cuando habló conmigo también iba con mascarilla —dice Gabriel.
No me jodas… ¿Un chico de mi edad con mascarilla? La persona que merodea el edificio con mascarilla es el ex de Nora, el que amenazó a Flora con que desaparecería… ¿Es él? No me jodas… No puede ser que se haya instalado aquí. No, por favor…
Cuando la reunión termina, Aaron se acerca a mí.
—No sé cómo lo has hecho, pero estoy alucinando. ¿Seguro que no estás compinchado con Gemma?
—Para nada, y no le digas nada del calendario, que no quiero que más gente lo sepa.
—Oye, de verdad… Sigo pensando que me estás tomando el pelo, y que soy tan tonto que no veo el truco. Pero mira, te voy a creer un poquito, fíjate.
—Gracias, muy amable —digo, amargando un poco la expresión de mi cara.
—Me has dado buena información, pero no toda, así que solo te daré una de las dos cosas que quieres saber, y la otra me la guardo para que me quieras contar más cosillas de tus mundos locos, ¿vale?
—Bueno, mejor que nada… —digo, ya sin ganas de discutir.
—¿Qué prefieres? ¿Ver el vídeo del héroe que te salvó de morir ahogado? ¿O prefieres que te diga el nombre del pajarito que me pidió que mirase en tu casa?
—¡Joder! ¿Tengo que elegir? ¿No hay manera de que me digas las dos cosas?
—No, bonito. Prefiero que sea una ahora, y la otra me la guardo como arma secreta. Estoy disfrutando un montón con esta mierda, Izan.
—Si Lydia estuviera aquí, te diría que eres una persona pérfida…
—Va, dime.
—¿El nombre del pajarito es un nombre real, o me dirás un sobrenombre raro con el que me quedaré igual?
—Es su nombre real. O, bueno, un nombre de verdad. Que no se llama “@TerraplanistaHiperventilado”, quiero decir.
—Joder… Venga, pues eso. Dime el nombre del cabrón que te ha pedido que subas a mi casa y que sabe que tengo un calendario.
—Vale. ¿Te acuerdas que te dije que una persona me preguntó por ti una vez? ¿Por mensaje privado?
—Sí…
—Pues resulta que he seguido hablando con él. Hace poco empezó a fascinarme todo lo que me decía, como si me conociera muchísimo y me admirase y tal. Yo no suelo ligar por internet, pero oye, una vez al año no hace daño, y la verdad es que me tenía en el bote. Y nada, que ese es el que sabía que tenías ese calendario. ¿Te acuerdas del nombre?
—Sí… Saúl.
—Exacto. Saúl. Menudo personaje el Saúl. Oye, se puso muy contento cuando le dije lo del calendario. Lo siento si hablé más de la cuenta, pero ya sabes, ponte en mi lugar.
—Necesito hablar con él. Pídele que hable conmigo. Necesito que me diga de una vez quién es.
—Vale, yo se lo digo. No te voy a pasar su cuenta porque luego se enfadará conmigo, y no quiero eso. Pero yo le digo que te hable, tú tranquilo.
—Aaron. Te acosaré si hace falta. Necesito hablar con él.
—¡Eh! Nos calmamos un poco, ¿vale? Que todavía tengo el vídeo del héroe y no quiero que se me resbale el dedo y se borre sin querer. No nos alteremos.
Yo agacho la cabeza, y Aaron se va dándome una palmadita en el hombro. Me tengo que serenar. Si sigo hablando así con él, solo voy a espantar sus pocas ganas de ayudarme. Tengo que usar esto a mi favor, pero no sé cómo. Lo comentaré con Lydia y Alex cuando pueda.
Saúl… ¿Quién es el puto Saúl y por qué manda a gente a mi casa para cotillear el calendario?

Kommentare