Capítulo 72
Me declaro
“Pero porque el calendario lo dice, porque yo no sé si tengo el valor.
A ver si puedo recuperar la energía del otro día cuando casi me declaro.”
No hay mercado ni he quedado con ella. ¿Cuándo me declaro? ¿Le mando una nota de voz?
La respuesta no se ha hecho esperar más tiempo de la cuenta. Al llegar a mi edificio, Abril está esperando en el portal.
—Perdón. No es la primera vez que hago esto, ¿verdad?
—No lo es.
—¿Soy una acosadora?
—Conmigo, te lo puedes permitir —he dicho eso intentando sonar bien, pero ahora me da vértigo y vergüenza a niveles incontrolables. Quiero rebobinar esa frase, por favor—. Y… ¿Qué te trae por aquí?
—Solo quiero pasar un rato contigo. Me han dado dos semanas de vacaciones, y mañana estaré fuera de la ciudad durante unos días o más de una semana.
—¿Mañana te vas? ¿No te veré el sábado en el mercado?
—Este sábado no me verás, y el que viene casi seguro que tampoco. Espero que el de después sí, pero no prometo nada.
—El mercado no será lo mismo si tú no estás…
—Qué mono eres, Izan —me da un abrazo.
—Oye, ¿y te han dado las vacaciones sin problema? Es una fecha un poco rara, ¿no?
—Bueno… Como suelo trabajar en las épocas en que otros se toman las vacaciones, me dan algo más de versatilidad. Además, creo que el jefe está un poco obsesionado conmigo.
—Ah, ya… —ese jefe está en mi lista negra—. Entonces te irás con tu madre y tu hermana, ¿no?
—Sí. Me instalaré unos días en casa de mi hermana —al decir eso, se deja caer sobre mis brazos y hace como que llora—. Socorro… Cada año me torturan con lo mismo…
Yo solo la abrazo. Prefiero no dar consejos inoportunos de alguien que no conoce bien los detalles de su familia.
Subimos a mi casa y pasamos una tarde tranquila. Estamos jugando con Espino. Abril se ríe mucho con él.
Durante todo el día he tenido miedo de declararme. No me veía con fuerzas. Sin embargo, verla tan feliz y relajada ahora, jugando con mi gato… Ese simple detalle ha devuelto la energía del pensamiento del domingo pasado.
Me quiero declarar. Hoy nada me lo impide.
—Abril… —he dado un primer paso y el vértigo ha vuelto por todo lo alto. Pero tengo que seguir. Me quiero declarar—. Quiero preguntarte una cosa.
—¡Izan! Te has puesto muy serio de repente.
—Sí, perdón. A ver… Tú…
Puedo. Puedo decírselo. Puedo hacerlo. Hoy sí. El olor me está parando los pies. Pero me da igual. Me quiero declarar. ¡Me quiero declarar!
—Abril, tú… ¿Tú qué sientes por mí?
He dicho eso con los ojos medio cerrados y no he podido ver su cara de primeras. No me contesta. Al mirarla, puedo ver la expresión que me imaginaba. Está con los ojos muy abiertos, la boca cerrada y el cuerpo paralizado.
—Oye… —dice por fin, acompañado de una risa nerviosa—. ¿Qué preguntas me estás haciendo? Eso ha sido muy repentino…
—No ha sido repentino. Llevo mucho tiempo queriendo saberlo.
—¡Izan! Para, no me lo digas tan así, que se me acelera el pulso, por favor. Vale. A ver. Te refieres a… ¿Si te veo como más que un amigo?
—Me refiero —ahora sí que lo diré, mirándola a los ojos, sin mostrar más inseguridad— a si sientes lo mismo que yo. A que estoy enamorado de ti.
Ella se tapa la cara y me da la espalda. Está nerviosa. Yo, en cambio, estoy sorprendentemente tranquilo.
—Izan… ¿Por qué me dices esto cuando me voy a ir?
—Lo tenía que haber dicho mucho antes, ya lo sé. Pero creo que, si te vas o no, no cambia nada. Tú eres tú, estés donde estés. Nos veamos o no. Lo que siento no va a cambiar, aunque pase semanas sin verte, o incluso aunque no podamos hablar. Por eso necesito saber si tú sientes lo mismo.
—¡Izan! No sé de dónde has sacado ese torrente de seguridad, ¡pero si sigues así me va a dar un infarto!
Me quedo callado. Espero la respuesta en silencio.
Ella se toma su rato para responder, hasta que por fin…
—¿Puedo pedirte un favor?
Sé lo que me dirá. Lo pone en el calendario.
—¿Puedo darte una respuesta después de pensarlo unos días fuera? Te contestaré cuando vuelva. ¿Eso te parece bien? No quiero contestar algo en lo que no estén de acuerdo mi cabeza y mi corazón, ¿entiendes?
—Lo entiendo. No te preocupes. Como te ibas, ya contaba con esta posibilidad. Esperaré sin ningún problema.
Mi seguridad empieza a disiparse poco a poco cuando pienso que, según como se mire, he elegido uno de los peores días del mundo para declararme. Justo antes de que se marche a una experiencia que detesta. El mes de abril es el de la suerte… Tenía que haber sido ahí. Lydia ya me lo dijo. Soy idiota, pero es que no quería perder lo que teníamos…
Tengo miedo de que ya se haya perdido por culpa de lo de hoy. Pero me la tenía que jugar, ¿verdad?
El olor me sigue torturando. Antes he podido ignorarlo, pero ahora me está haciendo daño de verdad. Estoy harto.
Lo peor ya no es solo que el olor aparezca siempre para destrozarme por dentro. Lo peor es que, a veces, aparece junto con cosas que tienen todavía menos explicación. Su relación con la canción de Can’t Fight the Moonlight, el gesto hacia la izquierda que hice la semana pasada, cuando ni siquiera Abril estaba ahí… Y hoy, por algún motivo, no paro de mirarme a la mano. Me falta algo. Mi cuerpo cree que debería estar sosteniendo un objeto. Algo pequeño y ligero… ¿Tal vez metálico? No sé si me lo estoy inventando eso… Pero no paro de mirarme la mano o de mover los dedos buscando algo que debería tener sujeto. Algo que debería estar ahí, pero no está. No entiendo nada.
—Te avisaré cuando vuelva, ¿vale? —Abril ya se está despidiendo de mí—. No sé si podré hablar mucho en esa casa, pero si puedo, de tanto en tanto te escribiré algo. Tú cuídate y pásatelo bien en el mercado, aunque yo no esté. ¡Prométemelo!
—Sí… Espero noticias tuyas —le digo—. Y, por favor… Procura estar lo mejor posible. No sé si será algo muy complicado o no, pero quiero que estés bien.
—Muchas gracias… —me da un último abrazo y luego me sujeta la mano—. Nos vemos pronto—. Su mano se desliza poco a poco para separarse de la mía en el último momento. Cuando los dedos se separan del todo, se da la vuelta y se va sin decir nada más.
Me he declarado. El martes que viene no, el siguiente, tendré la respuesta. Yo no sé si he hecho bien o mal, pero me he declarado. Ahora solo me tumbaré y esperaré a que pase el tiempo.
Me miro la mano una última vez. No entiendo nada, pero me hace daño.

Comments