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Viernes 12 de mayo de 2023

Joel Soler

Actualizado: 13 nov 2023


Capítulo 73

Victoria me besa


“Pero vamos a ver. Ayer me declaré a otra,

¿y hoy Victoria me besa? ¿Qué clase de indecencia es esta?”



No sé qué es más raro: que alguien me bese de la nada, o que sea Victoria, con la que mis interacciones están limitadas a lo estrictamente profesional, y a veces, ni eso. Por más que intento imaginar escenarios, no veo cuál es el que nos lleva a que Victoria me bese.

A lo más coherente a lo que he llegado es a que Victoria me bese en la mejilla por algún motivo inocente o sin importancia para ella. La noticia, pues, no sería el beso como tal, sino que Victoria tenga un gesto cariñoso, el que sea, conmigo.

Lo que sí que tengo que reconocer una cosa, y Lydia me mataría por esto, pero… Victoria está muy buena. Estoy enamorado de otra, pero al mismo tiempo tengo ojos. No significa que vaya a intentar que pase nada, pero si pasa, sé que más de uno y de una se morirían de envidia.

Al llegar al trabajo, veo a Victoria con la misma actitud de siempre. Ni me mira al entrar, está a lo suyo, dando órdenes a quien haga falta, indiferente con quien no le interesa…

Yo me fijo más en ella de lo que lo suelo hacer. Su melena es lo que más llama la atención. La propia melena te dice que no la puedes controlar, es desordenada, pero al mismo tiempo elegante. Lleva gafas, no sé si porque las necesita, o para poder mirarte por encima de ellas cuando haces algo mal. Tiene un lunar al lado de la boca que hace que te fijes más en esa parte de la cara. Y hoy, viendo cuál es la predicción, es inevitable fijarme en eso.

Las primeras horas son normales.

El corazón se me acelera cuando se acerca a mi mesa.

—Oye, Izan, échale un vistazo a este viral y dime si lo puedes aprovechar para la campaña.

Yo estoy paralizado. Se me nota el miedo.

—¿Izan? ¿Estás ahí?

—No. Sí. Puede. Dime, viral, sí.

Ella me mira, incómoda. Le ha faltado poner cara de asco ante una actitud tan lamentable. ¿Por qué iba a besarme? ¿Para ver si así se rompe el hechizo que me hace ser así y me transformo en alguien funcional?

Sobrevivo a esa conversación. Ha sido pura rutina del trabajo.

Llega la hora del descanso y me aparto a la zona trasera de la oficina para estar solo. En realidad, tengo muy malos recuerdos de ese lugar, porque es el mismo sitio donde Hugo me pegó una paliza.

Cuando llego, me encuentro a Victoria sentada, sola, tomando un café.

Al verla, mi impulso es dar media vuelta e irme antes de que me vea. Pero me ve.

—¡Quieto! —me grita.

—¡Perdón! Pensaba que no habría nadie —contesto.

—Ven aquí. Hay sitio para los dos, ¿no?

—Bueno, sí, pero el que viene aquí suele ser para aislarse… No quiero joderte eso. ¡Perdón!

—Izan, ven aquí —me dice de tal forma que hace que mi cuerpo obedezca sin rechistar, como si fuese su mascota mejor adiestrada—. Hacía días que quería preguntarte algo. No quería darle importancia, pero ya que estás aquí, lo voy a hacer.

—Ah… Tú pregunta lo que quieras… —¿me preguntará si me dejo besar en los descansos? ¿Quiere convertirme en su juguete? No sé qué pensar sobre eso…

—¿De qué conoces a Dana?

La pregunta no me la esperaba lo más mínimo. De todos los nombres, ¿por qué vuelve a salir el de Dana? Es uno de los temas que me ponen de peor humor. ¿Qué pasa con Dana ahora?

—¿La abogada que vino el otro día? —digo, sonando inocente—. Es la abogada de un buen amigo mío.

—Pero no parecía que tuvieseis una conversación amigable, ¿no? Además, la perseguiste cuando se intentó marchar, y eso fue muy raro, Izan.

—La perseguí porque dijo cosas que no debía y luego pretendía marcharse como si nada. No nos llevamos muy bien, la verdad… —hago una pausa para reflexionar sobre la situación—. ¿Por qué me preguntas por esa abogada?

—La conozco de vista. Me sorprendió verla ahí. Al parecer, Hugo se la ha agenciado como abogada. Eso me parece bien, así Ignacio tendrá otro problema más.

Me gusta que no tenga ningún reparo en decir que odia a Ignacio y le desea todos los males.

—Pero… ¿De qué la conocías exactamente? —pregunto.

—Dana era… No sé cómo decirlo sin que suene mal… —me mira y creo que recuerda quién soy y la poca importancia que tengo—. Bueno, mira, me da igual cómo suene. Dana era el perrito guardián de un novio que tuve hace un par de años.

—El perrito guardián… Curiosa forma de definirla. Y… ¿Cómo se llamaba tu novio?

—¿Me lo preguntas para ver si lo conoces? —me dice, acercándose a mí más de la cuenta—. ¿O solo porque eres un cotilla?

—Bueno, sí… O sea, por lo primero, en todo caso. Dana me oculta muchas cosas, pero sabe bastante sobre mí. Quiero conocer cosas de ella para estar en igualdad de condiciones… —cada vez se me dan mejor las verdades a medias para evitar decir todo lo relacionado con el calendario—. Además, me dejó caer que conocíamos a más personas en común, además de a mi amigo.

—Quieres ver si es a mi ex al que conoces. Te lo diré. Se llamaba Gerardo, si es que ese era su nombre real. No pudimos estar mucho tiempo juntos…

—Vale… No conozco a ningún Gerardo —bueno, a mi padre, pero dudo mucho que mi padre fuese el novio de Victoria hace dos años, la verdad.

—¿Sabes qué, Izan? Te pareces muchísimo a él.

Se me acaba de helar la sangre.

—Ah… Oye, una pregunta… ¿Qué edad tiene el tal Gerardo?

—Estás preguntón, ¿verdad? Pues… Es algo que nunca me dijo, pero era bastante mayor que yo.

Victoria debe de tener poco más que mi edad, supongo. Así que es alguien de más de cuarenta años, puede que incluso cincuenta. Como mi padre. Se llama igual que mi padre. Y encima se parece a mí. Para rematar, Dana dijo que tenemos un amigo en común, además de Frank. No me jodas. No puede ser. ¿Mi padre y Victoria? ¿Mi padre y Dana? No, imposible. No puede ser. Hay un error en este razonamiento y yo no lo estoy viendo. Estoy tomando drogas y no lo recuerdo. Es más surrealista esto que lo del calendario.

—Reconozco que cuando te miro —continúa Victoria—, he pensado más de una vez que me gusta mucho tu cara, porque me recuerda a la suya. ¿Te parece algo enfermizo?

—¿Qué? No… No entiendo la pregunta…

—Ya te contesto yo. Es enfermizo… —dice, acercándose más todavía—. Oye… Tú no te apartarás si te doy un beso, ¿verdad?

—¿Qué? No me… ¿Qué?

Victoria se acerca todavía más.

—Odio que me rechacen. Saca lo peor de mí. Soy muy mala persona por eso… Pero nadie es perfecto, ¿verdad?

—No… —cada vez está más cerca—. Desde luego, nadie lo es. Yo no lo soy…

—No te apartarás, ¿verdad?

No puedo articular ninguna palabra, pero mi cabeza se mueve sola. Muevo de lado a lado, pero no sé si la negativa es para decirle que no se me acerque más, o para decirle que no me apartaré. Creo que ella interpreta lo segundo.

Victoria me besa. Me da un beso en la boca. Un beso increíble, no me puedo mentir. Hacía mucho tiempo que nadie me besaba. La última vez debió ser con Nora, hace más de tres años.

Cuando el beso termina, Victoria se levanta.

—Ahora guárdate lo siguiente en la cabeza: esto nunca ha pasado, ni tampoco volverá a pasar. Si entiendes lo que digo, asiente con la cabeza.

Asiento con la cabeza.

Victoria se va. Yo me quedo paralizado en el lugar. Al final, no ha sido un beso en la mejilla ni nada de lo que me había imaginado. Ha sido un beso con todas las de la ley. Uno de los mejores que me han dado nunca.

He intentado imaginar muchos escenarios antes de venir aquí, pero nunca pude sospechar, ni en mis pesadillas más bizarras, que el motivo por el que Victoria me besaría era que le recordaba a su ex que, por la información que me ha dado, no es del todo descartable que sea mi puto padre. Y, encima, la pesada de Dana está dentro de toda esta historia también. ¿Cómo puedo pretender que mi cabeza funcione correctamente si tengo que lidiar con estas cosas?

Cuando me vea capaz, comentaré esto con Lydia, y a ver si me ayuda a aclararme. Hoy solo tengo fuerzas para jugar al nuevo Zelda, desconectarme de internet y que nadie me pregunte nada. Mi cabeza no da para más.






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