Capítulo 107
Flora se esconde en mi casa
“Sabiendo esto, y como voy a alargar la baja un poco más,
pasaré toda la mañana limpiando la casa para que parezca
que es así de limpia incluso en las visitas inesperadas.”
Ya he decidido que no volveré al trabajo hasta el lunes. Lo único que me ha hecho dudar un poco es Eric, con quien tal vez tenga otra oportunidad para hablar. Pero, al mismo tiempo, me da miedo enfrentarme a él. Lo relaciono con lo que me pasó el lunes, y siento que me volverá a pasar. Ese es mi autodiagnóstico. Creo que tiene sentido.
Paso toda la mañana limpiando, porque asumo que Flora llegará por la tarde y no en horario escolar.
A las cinco y poco de la tarde suena el timbre de arriba. Pensaba que se escondería después de una pelea con su madre, pero no he escuchado nada.
Al abrir la puerta, a quien me encuentro es a Lydia.
—¿Sabes que hoy es el día mundial de la tapa española? En internet pone que es un día para dar a conocer las bondades de la gastronomía española. Algo así ponía.
Ese es su saludo.
—¿Has venido para decirme eso?
—He venido a celebrar el día de la tapa. He traído unas tapas que he pedido que me traigan de vuelta al trabajo. El repartidor ya me estaba esperando en tu portal. Están recién hechas. Bueno, recién hechas no sé, pero sí recién traídas. ¿No te apetece? Sé que comes pronto, así que no es mala hora.
—Tú no has venido solo por esto… Aunque nunca digo que no a la comida gratis.
—¡También estaba preocupada! Como estuviste hace poco en el hospital y…
—¡Ah! Ya sé por qué has venido —le digo con el dedo acusador, y ella sonríe nerviosa, mirando hacia los lados—. Has venido por la predicción de hoy. ¡Es la que te garantiza conocer a Flora!
—¡Vale! ¡Me has descubierto! Pero las otras excusas también son verdad, que conste. Era un poco por todo.
—Y mira que me lo podrías haber dicho directamente…
—Bueno, sí. Pero es que existía una pequeña posibilidad de que me dijeras que no, porque no te pareciese adecuado en el contexto en que sus padres se acaban de separar o alguna tontería así.
—Hombre, tanto como tontería… Dudo mucho que sea el mejor momento para conocerla. Estará triste y se refugiará aquí porque confía en mí, no en una desconocida.
—¡Ya he pensado en ello! Lo que haré, gran vecino confiable Izan, es darle más confianza que la que tú le das. Le demostraré lo fantástica que soy. Y si por un casual no es tan lista como me has dicho y resulta que se sigue sintiendo incómoda conmigo, entonces me iré lo más rápido que pueda. ¿Te parece bien? ¿Tenemos un trato?
—Bueno… Pero que esa última parte sea verdad, por favor.
Esperamos comiendo las tapas que ha traído. Patatas bravas, tortilla de patatas, croquetas de jamón y unas rebanadas de pan con creo que es aguacate, gambas y una salsa que no sé qué es. Mayonesa con cosas, supongo. No me puedo quejar de esta parte de su plan, la verdad. Después de esto no creo que necesite cenar. Entre esto y el bocadillo de ayer, me estoy ahorrando un dinero quieras o no.
Pasado un rato, empezamos a escuchar los gritos de Lucía contra su hija. Aunque los LuLu han cortado, no hay ninguna garantía de que Lucía se calme, por lo visto.
Intentamos escuchar en silencio para no perdernos nada. Lucía le está reprochando que se nota que su padre se ha ido y que ahora Flora se cree que puede ser impertinente con su madre. Es cierto que Flora le tenía mucho más miedo a su padre, así que a lo mejor ahora contesta un poco más ante una bronca injusta.
—¡Pues vete! ¡Vete con tu padre! ¡Ah, no te atreves, ¿verdad?!
Eso le está diciendo.
Ahora Flora está chillando. Creo que de dolor. Está pidiéndole a su madre que pare. Lucía debe de estar haciéndole daño. No puedo aguantarlo más, y por lo que veo, Lydia tampoco.
—¡Eso! ¡Por aquí no vuelvas! —grita Lucía.
Se escucha un portazo.
Lydia y yo salimos al rellano para dejar la puerta abierta y facilitar a Flora su maniobra de escondite.
Tal y como sospechábamos, Flora corre directa hacia el rellano del tercero.
Al ver que estoy con otra persona, frena un poco el ritmo y se seca una lágrima. Ha subido llorando, pero ahora intenta hacerse la fuerte.
—Ah, disculpa. Venía a preguntarle algo a Izan. Perdón por molestar —dice, educada.
—Flora, ¿estás bien? —le pregunto.
—¿Tienes algún refresco? ¿Alguno de limón? —me pregunta.
—Pues… No, no suelo tomar refrescos, ni zumos, ni…
—¡Pero yo puedo ir a comprar! —dice Lydia—. Ahora iba a comprar algunas cosas, pero luego quería subir otra vez con mi amigo Izan. ¿Quieres que te compre un refresco?
—Ah. Bueno, ya que te ofreces… Vale, refresco de limón con gas. Me da igual la marca.
—¡Enseguida subo!
Lydia corre escaleras abajo. Esa es su estrategia, dejar que Flora tenga la oportunidad de hablar conmigo a solas primero, y luego llegar haciéndole un favor para romper el hielo. Ha estado rápida, aunque ha sonado un poco desesperada.
Flora se sienta en mi sofá. Está en una posición retraída. No parece ella. Creo que se siente culpable o le da mucha vergüenza venir aquí por lo que ha pasado con su madre.
Intento que me explique, pero no le salen las palabras. Se pone a llorar, enterrando la cara en sus manos. Yo espero a cierta distancia, no sé cómo comportarme en una situación tan complicada.
Solo alcanza a decirme una cosa.
—Si sube mi madre, no le digas que estoy aquí. Aunque no creo ni que me busque. Esa persona quiere que esté muerta.
—¿Crees que tu madre quiere que te mueras? —le pregunto.
—Sí. Quiere que me muera.
—No sé, Flora… Aunque sea tan chunga, no deja de ser tu madre. Es imposible que sea como dices…
—No conoces a mi madre. No conoces a mi familia. Están así de locos. Yo, de verdad, no sé a quién he salido… Ojalá me digan que no me quieren porque soy adoptada. Eso sería un alivio para mí, te lo puedo asegurar.
—Es verdad que no los conozco, pero no digas cosas de las que te puedes arrepentir luego. Tú estás por encima de eso.
—Pues tú vigila bien a tu gato —me dice.
—¿Perdón?
—Alguna vez la he escuchado decir que tu gato tiene los días contados. Es una persona horrible.
—¿Pero qué le pasa con mi gato?
—¡Nada! ¡No le pasa absolutamente nada! ¡Está así de loca!
—Oye, ¿no puedo hacer nada para que deje de pensar eso? Yo no puedo vivir sabiendo que hay una persona que le quiere hacer daño a Espino viviendo debajo de mis putos pies —me doy cuenta de que acabo de decir una mala palabra—. Uy, perdón.
—¿Perdón por qué?
—He dicho una palabra malsonante.
—Madre mía, socio… No podemos ser tan antiguos, ¿no? Cuando no había internet supongo que os sobreprotegían más.
—Ya… Pero hay que intentar poner alguna barrera, aunque sea para detener un huracán con una hoja de papel. No me juzgues.
Lydia llama a la puerta en ese momento. Abrimos y llega con varias latas de refresco de limón.
—¿Sólo has comprado eso? —pregunta Flora.
—Es lo que habías pedido, ¿no? Y los que sobren que se los quede Izan, por las molestias.
—Pero… —Flora la mira a los ojos con atención y sospecha—. Has dicho que ibas a ir a comprar otras cosas, y que lo de las latas te pillaba de paso. ¿Por qué solo traes refrescos para Izan y para mí?
Lydia abre mucho los ojos y hace un movimiento de cabeza hacia atrás.
—Ya te dije que es muy lista… —le digo.
—¡Eres muy observadora tú!
—Bueno, ya —dice Flora—. Pero no sé todavía por qué me has engañado con eso si ni me conoces.
—Bueno, pues… —balbucea Lydia.
—Dile la verdad —le digo—, cualquier intento de mentir será destripado por mi socia sin compasión.
—¡Vale, me rindo! Cuando te he visto subir, he decidido quedarme para conocerte, porque Izan me ha hablado alguna vez de ti y de lo lista y divertida que eres, ¡y quería conocerte! ¡Es tu culpa por ser una niña prodigio!
—Ah… —Flora muestra timidez. Le ha sorprendido la respuesta—. Bueno, siendo así… Puedes pasar —dice como si estuviera en su casa—. Pero hoy no estoy demasiado divertida, he tenido problemas en casa, y quería hablar con mi socio Izan porque es el único del edificio que me entiende.
—Me parece bien —dice Lydia—, Izan es un buen aliado.
—Oye… —dice Flora, mirando a Lydia con atención—. Eres la cuarta chica que revolotea alrededor de Izan. Pero tú eres diferente… ¿Te gustan los chicos o las chicas? ¿O los dos?
—¡Pero bueno! ¿Qué pregunta es esa si nos acabamos de conocer? —dice Lydia haciéndose la ofendida—. Los dos.
—Los dos. Y a Izan le gustan las chicas. Vale, descartamos ese comodín… Pero está claro que esta energía que hay entre vosotros es muy… —se toma unos segundos para reflexionar—. ¡Ah! Espera… ¿Sois amigos unicornio?
—¿Qué? —preguntamos Lydia y yo, cada uno a su ritmo.
—Dos personas sexualmente compatibles por edad y orientación sexual, que tienen muchísima confianza como para pasar mucho tiempo juntos, incluso dormir juntos si se da la situación, pero sin peligro a que los sentimientos o el sexo se interpongan en esa amistad. Un tipo de amistad tan rara como un unicornio. Yo lo llamo así. Amigos unicornio.
—¡Pero bueno! —grita Lydia—. ¡Esta niña es maravillosa!
—Amigos unicornio… Me ha gustado. Sí, parece ser que somos amigos unicornio.
—Vale, mejor. Porque a Izan ya se le estaban acumulando las pretendientas.
—Me llamo Lydia, por cierto.
—Flora —dice mi socia—, pero eso ya lo sabes, porque has venido expresamente para conocerme —se aparta una de sus coletas hacia atrás para enfatizar que domina la situación.
La charla entre los tres se vuelve amena y divertida. Al final, no hablamos de los problemas de Flora, pero creo, en cualquier caso, ella no quería hacerlo. Solo quería esconderse y desintoxicarse antes de volver.
Creo que nos pasamos más de una hora hablando, pero Flora se termina agobiando y dice que tiene que volver a casa cuanto antes.
—Oye, ha sido un placer conocerte —dice Lydia—. Eres tan lista y divertida como me había imaginado.
—Me alegro que no te haya decepcionado —dice Flora, dándose otro golpe a una de sus coletas—. Ahora, con tu permiso, me vuelvo al campo de batalla. Espero que nos veamos de tanto en tanto.
—¡Claro que sí! —grita Lydia.
Flora ya se está marchando, pero antes de irse del todo, se gira una vez más y corre a darle un abrazo a Lydia, y otro a mí.
—Muchas gracias a los dos. Perdón por las molestias.
Se gira y corre hacia su casa.
Lydia aprieta el puño con fuerza.
—Qué rabia que una niña así tenga unos padres tan horribles… Ojalá les pueda partir la cara a los dos.
—Sí, te entiendo… Ojalá la cosa cambie ahora que Lucas no está. Es el que le daba más miedo de los dos.
Hablamos unos minutos más en la puerta y luego nos despedimos.
Antes de que Lydia baje las escaleras, Nora abre su puerta.
—Vaya. Me había parecido escuchar la voz de Lydia —dice Nora.
Lydia la mira, seria. Luego me mira a mí.
—No te dejes engañar por esta. Sabes que es el diablo. Todo lo que te suene bien, será un truco suyo. Acuérdate.
—Qué poca educación… —dice Nora, sonriendo—. Mírame si vas a insultarme, ¿no?
Lydia la mira.
—Si salías solo para mirarme, ya lo has conseguido. Te permitiré mirarme el culo mientras bajo las escaleras, y luego te escondes en las calderas del infierno otra vez y no molestas. Adiós.
Lydia se va. Nora me mira. Yo abro la boca para decir algo, aunque no tengo nada en la cabeza. Al final desisto, suspiro y cierro la puerta. Por hoy he tenido bastante.

Komentarze