top of page

Jueves 19 de octubre de 2023

  • Joel Soler
  • 19 oct 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 20 oct 2023


Capítulo 233

Saúl me ayuda

“Como no me ayude con todo el lío y la culpabilidad que tengo encima,

no sé para qué me tiene que ayudar nadie a nada.”



Resulta que, a primera hora de la tarde, Saúl viene y me dice que si quiero ir hoy al gimnasio.

—Ni muerto —contesto, con ninguna clase de sutileza.

—Hala. Esperaba una respuesta más diplomática.

No puedo dar mejores respuestas ahora mismo. Lo que estoy pensando es que pisar ese gimnasio equivale a hacer mucho daño a todo el mundo, y que no sé para qué hice la clase de ayer si se supone que mañana voy a trabajar. Encima no sé todavía de dónde sale eso, si nadie me ha llamado para contratarme ni yo he ido a ningún sitio ni nada.

—¿Es porque tienes agujetas mortales como yo? Dicen que hay que ir adaptando al cuerpo y que se quitan con más ejercicio. Eso se dice. No sé, por probar…

—No es por eso —me intento cambiar de postura y vocifero un quejido lamentable—. Bueno, no es sólo por eso.

—¿Es por…? Bueno, ya sabes. Vi que Abril te dio… Bueno, me pareció que te dio un besito. ¿Lo vi bien? No te quise preguntar por si te sentaba mal la pregunta.

Menudo cotilla el Saúl. ¿Se lo digo? ¿Cuál es mi grado de confianza con este sujeto? Y lo que es peor, ¿cómo voy a tener fuerzas para pensar en ello?

—Mira, sí —digo al final—. Hay mucha historia entre Abril y yo.

—¿En serio? ¿Con Abril?

—Sí… Casi salimos juntos.

—Ah… Hostia. No lo sabía…

Por algún motivo, lo veo incómodo con esto. ¿Le gusta Abril o qué? ¿O es algo que sabe porque conoce cosas del calendario y me las está ocultando? Qué rabia… Ojalá le pudiera preguntar eso de golpe y me diese una respuesta sincera. Pero no. Hay que seguir jugando a este puto juego porque… Pues no sé. No sé por qué.

Sin embargo, pese a que no estoy muy convencido de estas conversaciones misteriosas… Al mismo tiempo, como que me dejo llevar con facilidad. O sea, me siento cómodo con él. No termino de entenderlo, pero sale natural.

Por poco no le cuento toda mi vida amorosa. Me he contenido, porque tengo que ir con cautela, pero Saúl ha escuchado algunas de mis divagaciones y frases inconcretas sobre mis problemas. Frases como “nos gustábamos, pero pasaron mil cosas…” o “me sentí fatal por ir a su clase, no sé por qué lo hice”, pero sin esforzarme en darle demasiado contexto. Él intenta descifrar con las piezas que le doy, hasta que tengo que frenar la conversación.

—Perdona —digo—. Prefiero no hablar de Abril. Ayer ya tuve bastante con el tema.

—Lo entiendo. No te preocupes. Podemos hablar de otra cosa. De hecho, te quería comentar algo.

—Te escucho.

—Buscabas trabajo, ¿no?

—Bueno, sí… Más o menos.

—Creo que te puedo encontrar uno temporal. Como puente antes de que encuentres algo de lo tuyo.

—¿En serio? ¿Cómo es eso?

Sé qué trabajo es porque lo pone en el calendario. Me sorprende que sea Saúl el que lo trae bajo el brazo.

—Soy amigo de la encargada de una de las cafeterías del mercado. Me enteré de que necesitaban cubrir un puesto de fin de semana y hablé con ella.

—Ah, vaya… ¿Y cómo se te ocurrió hacer eso si casi no hemos hablado del tema del trabajo?

—¿Cómo que por qué? Me comentaste una vez que ahora podías venir al gimnasio porque estás en paro, y a mí me interesa que tengas trabajo.

—¿Por qué?

—Piensa un poco, Izan.

Saúl me mira con cara de “si lo piensas dos segundos te llegará la respuesta a ti solito…”

Y, sí, me llega.

—Ah, bueno, claro. Eres mi casero.

—Tú lo has dicho. Me interesa que pagues. Soy flexible, pero hay un límite.

—Ya, ya…

—¿Vamos a la cafetería? —dice con una energía que no le queda bien a su cara ojerosa.

—Vamos a la cafetería… —digo, con energía fingida.

Al llegar al mercado, confirmo que el puesto libre está en la cafetería de Julia. Al final, acabaré sirviendo el pedido de mis amigos del mercado y todo. Seguro que Lydia me machaca todo lo posible para que le traiga pedidos muy específicos o algo así.

El sitio me gusta, pero no me convence cómo trabaja casi nadie de ahí salvo la propia Julia, así que espero no tener problemas con el resto de los empleados.

Saúl se queda charlando con su amiga la encargada, y yo paso al despacho del jefe del local. Bueno, más que un despacho, parece una especie de almacén, y hay una esquina con una mesa. Muy cutre.

El jefe es un hombre muy serio y cansado. Le llaman Tony, pero no sé si querrá que le llame Antonio, Tony, don Antonio…

—Bueno, lo principal es que necesito a alguien para limpieza y para que cubra un poco los diferentes huecos en los días de faena. En especial los viernes y los sábados, y algún domingo si te llamamos.

—¿Qué tipo de trabajo desempeñaría? —digo, intentando sonar profesional ahí en el almacén cochambroso.

—Limpiar las mesas, los lavabos, la cocina, lavar los platos y todo eso. Eso sabes hacerlo, ¿no? —yo asiento—. También, si hay mucha faena, tienes que cubrir huecos. Ayudar con lo que te pidan o los de la cocina, o los que sirven las mesas. Llevar algún pedido, sacar alguna bolsa y cosas así. Y te lo pediremos poco, pero a veces tendrás que preparar algún café o alguna infusión. No tiene mucho misterio. Te enseñarían cuáles tienen un poco más de miga, con la nata y las florituras de colores y tal, pero, por lo demás, es que no tiene ningún misterio.

—No, entiendo.

—¿El qué entiendes?

Joder, me está cayendo muy mal.

—O sea, que todo bien. Que eso lo puedo hacer.

—Hombre, claro. Creo que cualquiera lo puede hacer. Lo que importa no es que lo puedas hacer o no. Lo que importa es que seas serio y responsable.

—Ah, sí… Eso también lo sé hacer —bueno, dependiendo de lo que entienda este señor por serio y responsable.

—No, lo digo porque estoy un poco harto de cómo aquí cada uno hace lo que le da la gana. Que ya sabes, que hay de todo tipo, y de aquí también, pero hay algunos que… ¿Sabes? Vienen de fuera y se creen que mandan, ¿no? Y yo creo que es otra cultura, y que aquí…

—¿El qué? —pregunto, aunque entiendo bastante bien de lo que está hablando, y no me está gustando nada, así que lo he frenado con sutileza.

—Nada. Malas experiencias con anteriores empleadas. Mira, mañana, la chica que se va te puede decir un poco lo que hace. Vienes a las cuatro y media de la tarde y te quedas un poco con las tareas. Si te convence, te pongo unas semanas a prueba, y si nos gustas, pues a currar. ¿Te parece bien?

—Sí, sin ningún problema.

—Muy bien. Oye, Izan, ¿de dónde eres?

—¿Qué? Pues… De aquí. Nací en Barcelona y siempre he sido de aquí.

—Vale. Perfecto, pues. Mañana no me verás, pero pregunta por…

Me ha dicho el nombre, pero no me he enterado. Me ha sonado a “aweolai” o algo así. Seguro que no tiene nada que ver. Diré que soy Izan y que vengo para que me formen o algo así. Y si está Julia, le preguntaré directamente que quién es la que se va.

Acabo de caer en que Julia también es latina. ¿Habrá tenido problemas con el jefe? Es algo que me gustaría saber, pero que a lo mejor no es buena idea preguntar.

Cuando salimos, Saúl me pregunta cómo me ha ido.

Se alegra por mí.

Me ha ayudado a encontrar trabajo y por poco no me ayuda también como consejero del amor. Así que podríamos decir que sí, que Saúl me ha ayudado. Si lo ha hecho de forma desinteresada o lo ha hecho sabiendo que la predicción de hoy se llama así… Eso todavía no lo sabré.







Entradas recientes

Ver todo
Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

 
 
 
Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

 
 
 
Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

 
 
 

Comments


bottom of page