Capítulo 142 El doctor se comporta raro
“Miedo me da. Un hombre estable y simpático…
¿Cómo será que se comporte raro de repente? Me veo dando vueltas
por los rellanos hasta encontrármelo y salir de dudas cuanto antes.”
El encuentro ocurre por la mañana. Me encuentro con el presidente Gabriel mientras vuelve de hacer unas compras. Yo estoy ahí porque llevo un rato dando vueltas por el edificio para tener este encuentro, la verdad. Agradezco que nadie me haya visto hacer el tonto de esta forma.
Siempre que le saludo, él me contesta de forma efusiva, si no es que me saluda él primero. O, si está más cansado, me saluda con una sonrisa cómplice, como diciendo “vaya día cansado, ¿verdad? Tú me entiendes seguro, porque se te ve cansado todo el tiempo.”
Pues bien. He saludado, y la respuesta que me encuentro es nula. No me contesta. No me ha dicho nada. Ni me ha mirado. Entiendo que ha podido ser un despiste, y que, si le digo que no me ha saludado, me pedirá perdón.
—Perdona, Gabriel —le digo, con la voz más simpática que se me ocurre—. Te he dicho hola.
Él me mira con una expresión perdida. Como si no supiera quién soy ni quién es nadie. Ni siquiera se reconocerá en el espejo como siga poniendo esa cara.
—¿Todo bien? —pregunto. Anda que la pregunta también… ¿No veo que no está nada bien?
—Oye, Izan… —dice por fin—. Nora al final no era tu amiga, ¿verdad?
—No, no lo era.
¿A qué vendrá esto ahora?
—Ah… Y yo le di las llaves de tu casa aquel día…
—Sí. Eso fue peligroso.
—Sí, lo fue… Soy horrible… ¿Verdad?
—¿Eh? —aquí me bloqueo. ¿Cómo se lidia con esta situación?
—Sería mejor que me encierre en casa y no vuelva a molestar a nadie —dice.
—Espera, presi… ¿Qué dices? ¿No te estás pasando como siete países?
—Izan, no pienses bien de mí si no me conoces. Aquí donde me ves, soy un pirado peligroso.
—¿Qué…?
—Da igual… Hoy no me encuentro bien. Mejor me tumbo en mi cama y espero a que se me pase…
—Doctor, ¿necesitas alguna ayuda?
—No, no quiero ayuda.
—¡Pero Gabriel! Si yo fuera el que se encuentra así, tú me ayudarías.
—Bueno, porque soy doctor, ¿no? Pero tú no me puedes ayudar.
—También es verdad —me dejan mal hasta las personas que están totalmente fuera de sí. Ese es mi nivel.
—Perdón por lo de las llaves a Nora, Izan… No volverá a pasar, te lo prometo.
—Es un alivio. Asegúrate de que nunca se las das a Lucía, sobre todo.
—Sí, eso ya lo supongo…
—Menos mal. Oye, doctor… ¿Lo quieres hablar?
—No, no quiero.
Mientras dice eso, escuchamos unos pasos subir las escaleras. Se trata de Gemma, la compañera de Aaron y Pol. Creo que Gabriel y Gemma tenían una historia rara por ahí, pero no tengo ni idea.
Al darse cuenta de que es ella la que sube, Gabriel se da media vuelta y entra en su casa sin decirme adiós. Pero ha estado lento, y Gemma lo ha visto.
—Vaya tela… —dice mientras abre la puerta de su casa.
—Oye, Gemma —le digo—. ¿Tú sabes lo que le pasa al presidente? Se encontraba fatal, como drogado o perdido… Y muy depresivo.
—¿Yo? Yo no le pillo el punto a ese hombre. No tengo ni idea.
No me atrevo a preguntarle por la historia rara que hay entre ellos, la verdad. Tampoco tenemos tanta confianza. No tenemos nada de confianza, de hecho.
Antes de entrar en su casa, se detiene un momento como si se hubiese acordado de algo.
—Oye. El otro día Pol pasó por tu casa y me dijo que hasta le diste un abrazo. Y también te llevas bien con Aaron, ¿no?
—Bueno, sí… Me caen bien.
—Pero a mí no me conoces casi nada.
—Cierto es —y como te empiece a conocer más, Flora pensará que quiero seguir engrosando mi lista de pretendientas, y me matará. Y no me dará caramelos.
—Mañana nos vamos de fiesta los tres. ¿Vienes?
—¿Eh?
—Que te invito a venir de fiesta con nosotros. Hay una zona con muchos buenos locales para tomar algo, jugar al billar, bailar… Cosas así. Iremos más tranquilos, así que nos puedes seguir el ritmo. ¿No te apetece ni un poco?
—Bueno… ¿Me lo puedo pensar?
—Claro, como quieras.
Sin decir nada más, entra en su casa y cierra la puerta, sin decir adiós ni nada. Ya van dos que me hacen eso. Y nada, ahí está la invitación que precede una resaca monstruosa, según el calendario. Me da miedo, pero parece que no podré decir que no. Y no solo porque la predicción me lo confirma… Es que creo que sería incapaz de decirle que no a esos tres en muchas cosas. Son demasiado persistentes, y saben cómo tentar a la gente, incluso aunque el plan no me encaje para nada. Pero tampoco me quiero volver un viejo a mis treinta y pocos, así que… Tendré que salir de tanto en tanto, ¿no? O como se suele decir: una vez al año no hace daño.
Me da vergüenza escucharme pensar. Mejor me vuelvo a casa y juego un rato.

Comments