Capítulo 268
Saúl y Anna me animan
“Es una combinación extraña.”
No ocurre ninguna cosa reseñable en el trabajo. Nadie pregunta nada por la plantita que quemé. A nadie le importó que la planta desapareciera. ¿Qué era esa planta? No sé si peco de egocéntrico o de paranoico, pero… ¿La pusieron ahí por mí?
La mañana ha sido dedicada a trabajar muy duro en la campaña de Pablo. La hemos terminado con éxito. Mañana conoceremos los resultados, aunque, gracias a mi amigo el calendario, ya sé que será un éxito.
Todo bien en el aspecto laboral, pero… Noto que la semana está pasando muy rápido y que no estoy centrándome en cumplir con el encargo de Víctor Abad. Creo que lo más sensato es pedirle que espere a que me entreguen el calendario de diciembre y… ¿Comentarlo con Víctor Abad? Bueno, no, no… Suena muy mal. ¿Cómo voy a compartir un calendario con el jefe mafioso? Claro que, por otro lado… A lo mejor la gracia es que no tengo opción.
Por la tarde, como no quiero tener que comentar estas líneas de pensamiento con Frank, me voy al parque del mercado a dar una vuelta.
Me siento en un banco y cierro los ojos. Es jueves… Ya mismo llegamos al domingo. Un domingo que me da muy mala espina…
No sé cuánto tardo en darme cuenta, pero hay alguien sentado a mi lado.
—¡Ah! —pego un bote.
Es Anna. Se está riendo de mí. Le ha hecho mucha gracia mi reacción.
—¿Estabas meditando? —dice.
Lleva el pañuelo de cuadros rojos y verdes.
—Me has asustado…
—Perdón, no me he podido resistir.
—Estaba pensando en mis cosas, sí… Pero, oye, Anna… ¿Cómo estás tú?
—¿Y esa pregunta? Yo me he acercado para ver qué tal estabas tú.
—Porque quiero saber cómo te va. No puedo mantener el contacto contigo, me es imposible… Lo siento mucho…
—Izan, deja de preocuparte por eso. Tienes dos trabajos, tienes el calendario, tienes muchas cosas que no entiendes. ¡No te voy a exigir que me hagas caso a mí también!
—Gracias…
—Eso sí, tengo que decirte que me molesta un poquito que no compartas conmigo algunas de las predicciones. Me mantengo al margen, pero, a ver, es que también sé lo del calendario. ¿No quieres comentar conmigo ninguna?
—Siento que este mes es más difícil que nunca… Estoy metiéndome en temas que creo que son demasiado peligrosos…
Anna me mira con lástima. Deja caer su cabeza en mi hombro y nos quedamos así, callados, juntos, mirando a la gente pasar.
—Anna. Cuando esto termine y no existan todos los peligros que hay ahora… ¿Me contarás todo sobre ti? Tu vida, las cosas que te importan, tus problemas… Todo.
Se separa de hombro y me mira. Está sonriendo. Está ilusionada. Creo que le ha gustado. Menos mal, porque lo he dicho sin pensar…
Antes de que pueda contestar, alguien se acerca a nosotros por detrás.
—¿Estáis de cita?
Nos giramos a la vez. Es Iris. Nos sonríe con su expresión calmada, pero no sé si se está burlando por habernos “pillado”. En realidad, no tengo ni idea de lo que opina el grupo sobre mi situación con Anna y Abril, y cómo se ve desde fuera por parte de los menos confidentes.
Por lo visto, Iris está ahí porque ha quedado con Eric. No sé si tengo fuerzas para saludar a más personas ahora, pero me ha recordado que tengo que hablar con él dentro de poco, quedar en el Diamond y cosas así. De hecho, me gustaría contarle lo de Ignacio siendo el fotocopiador.
Al pensar en Ignacio usando la impresora, me ha dado un escalofrío al imaginarme el aparato ardiendo. Madre mía, no entiendo mis pensamientos catastróficos.
Cuando Iris se va, Anna y yo nos quedamos en silencio.
—Anna, lo siento mucho —digo—. Cuando pueda, te contaré más cosas, ¿vale?
—No te preocupes… No me hagas tanto caso.
Sin decir nada más, me abraza. Nos quedamos mucho rato abrazados. Sienta bien.
Cuando nos separamos, me dice que se tiene que ir. Me da otro abrazo, ahora con más energía, y se va corriendo.
Yo me quiero quedar sentado un rato más, aunque no tardo en dejar de estar solo, porque se acerca a mí la otra mitad de la predicción.
—Perdón, no quería interrumpir el abrazo —dice Saúl.
—¿Estabas espiándome?
—Os he visto por casualidad. Me ha parecido que era un abrazo de esos que esconden tristeza. ¿Estás bien? ¿Te abrazo yo también?
—No. Estoy servido, gracias.
Saúl se ríe.
—Va, anímate, que ya llegamos al primer final de mes en el que percibirás tus dos sueldos y los alquileres. Esto tiene que animar a cualquiera.
—Hostia, es verdad —sí, eso es bueno, pero ahora mismo está por debajo de ser secundario. Antes, podría quitarme de encima algunas dudas—. Oye, Saúl, una pregunta… ¿Por qué te peleabas con Enzo el otro día? En la puerta del gimnasio…
—Vaya, no soy el único que espía aquí, ¿no?
—También fue casualidad —aunque no lo fue.
—Lo de Enzo… Mira, Enzo lleva desde que se enfadó contigo bastante pesado con el tema. No para de lanzarme pullas para que deje de ser tu amigo, y, al final, me cansé.
—¿En serio? ¿Todavía sigue con eso? Me da mucho miedo esa persona…
—No te preocupes —dice Saúl, levantando la cabeza—. Ya le he dejado claro que tendrá problemas conmigo si sigue por ese camino.
—Ah, pero… ¿Tú puedes amenazar a Enzo?
—¿Qué? —Saúl de repente se desinfla y deja de sacar pecho—. Bueno… No, no puedo. Pero lo hice. Ya ves.
Me río. Me cuesta mucho pillarle el punto a Saúl, pero tengo que reconocer que me siento bien con él.
—Oye, Izan —dice, con el tono de cambio de tema—, ¿tienes la tarde libre? ¿Te apetece que juguemos a algo?
—Ah… Oye, pues no me vendría nada mal. ¿Vienes a mi casa? Bueno, es tu casa, en realidad…
—Sí, va. Si no le importa a Frank, claro.
—Qué va —bueno, lo llamaré por si acaso—. Vamos.
Así es como Anna y Saúl, cada uno a su manera, han conseguido animarme y distraerme. Eso sí, a partir de mañana… Más me vale ponerme las pilas con esto de Víctor Abad. Se me acaba el tiempo, y la predicción del domingo me sigue dando muchísimo miedo…

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Capítulo 268
Saúl y Anna me animan
“No existe forma de animarme después de lo que hice ayer…”
Me lo han comunicado esta mañana. Me han despedido. No hay forma de que me salve después de ser el único responsable de quemar toda la oficina y parte del edificio…
Podría preguntarle a Dana si hay alguna posibilidad de salvarme de esto, apelando al mal estado de los aparatos y demás, pero… No me veo con fuerza. Solo tengo que aceptar lo que ha pasado. No creo que me pueda recuperar de esto…
¿Puede existir alguien más estúpido que yo…? Es increíble.
Mientras deambulo por la calle, me encuentro con Saúl. Como siempre, “casualmente”.
—¿Estás bien? Tienes peor cara que yo con insomnio —dice.
—No hay suficientes días en el calendario para contártelo todo… —digo, y creo que me ha traicionado el subconsciente al usar la palabra calendario… Aunque creo que una persona normal la podría utilizar aquí, ¿no? Bueno, en realidad, me da igual.
Saúl me acompaña en mi paseo de muerto viviente. Parece que está empeñado en animarme de alguna forma. Suerte con eso…
—Oye, Saúl… —pregunto—. ¿Qué pasó el otro día con Enzo?
—¿Con Enzo? Ah, la pelea… Nada, no tiene importancia. Tuve un pequeño arranque por culpa de mi medicación. Enzo me presionaba mucho con cosas de las máquinas del gimnasio y demás, y me harté de él. Fue mi culpa.
—Ah, bueno… ¿Está todo bien ya?
—Sí, sí. Oye, Izan, de verdad… Me da miedo cómo hablas. ¿No quieres contarme lo que te ha pasado? Si quieres, no lo hagas, pero ya sabes… Me gusta ayudar, incluso aunque no quieras darme los detalles del tema.
Sin darme cuenta, llegamos hasta el mercado. De lejos, veo a Iris, y ella me ve a mí, así que se acerca a saludar.
—Espera, que tengo que saludar a una amiga —le digo, para que deje de hablar un momento.
—No… Mierda, no… —dice Saúl.
—¿Qué…? ¿Qué pasa? —pregunto.
Miro a Saúl y veo que está intentando taparse la cara. Miro a Iris y… Veo que está muy asustada. Le ha cambiado la cara de golpe. Y… Está mirando a Saúl.
No me gusta nada lo que estoy pensando ahora mismo… Pero nada de nada…
Entonces, ocurre lo peor que podría pasar. Y el calendario no me ha avisado de nada de esto ni por asomo.
—No me lo puedo creer…
Es Eric.
—Ah, hola… —digo.
—Paseando con tu amigo, ¿no? —pregunta.
—¿Qué…?
Creo que esto lo confirma. Eric está mirando con odio a Saúl. Este ha dejado de intentar taparse la cara, y ahora está mirando al suelo. Iris está mirando a Saúl, todavía asustada.
—¿Qué tal con tu amigo, Izan? —pregunta Eric.
—Él es… ¿Él es el que acosó a Iris?
—Si, tu amiguito. ¿Lo sabías?
Miro a Saúl. Él evita mirarme a la cara. No me lo puedo creer…
—Eric. No tenía ni idea de que era él. Lo conocí el mes pasado. Es mi casero. Yo no sabía nada de esto.
—¿El mes pasado? —pregunta Eric—. Hostia, Izan… Qué mal. Este es el tío que hace un montón de meses me dijo que era tu amigo. ¿Y lo conociste el mes pasado? ¿De verdad eso es lo que me vas a decir? ¡Y una polla el mes pasado!
Es verdad… El acosador de Iris dijo que era mi amigo. Si es Saúl, lo dijo conociéndome y con todos sus recuerdos. Y ahora está intentando evitar el contacto con Eric e Iris, o sea, que se acuerda de eso…
Eric toma a Iris de la mano y le dice que se van. No me deja decir nada más. No me da tiempo a gritar. No puedo hacer nada. Estoy bloqueado.
Cuando vuelvo en mí, miro a Saúl.
—Izan. Te lo puedo explicar. Te lo puedo explicar todo.
—¿Y cuándo será eso, Saúl…?
—Todavía no. Escucha… Tienes que confiar en mí.
—¿Has acosado a Iris? Y… ¿Me has mentido con lo de tu pérdida de memoria? Responde sí o no a esas dos cosas.
—¡Izan, ahora no! ¡No te puedes enfocar en eso! ¡Primero tienes que resolver tu situación actual!
—¡Son muchas cosas que tengo que resolver! —grito, al punto de sentir que rasgo mi garganta—. ¡Son demasiadas cosas, y no las puedo soportar todas! ¡No puedo ni empezar a abarcar una cosa demasiado grande para mí, que salen siete más al mismo tiempo! ¡No puedo!
La gente me está mirando. No me importa.
Saúl no puede contestarme. Vuelve a agachar la cabeza.
De fondo veo a Anna. Al verme gritar y llorar, corre hacia mí. Lleva un pañuelo verde pastel.
Anna me abraza con fuerza. Lo hace de tal manera que entiendo lo que quiere decir ese abrazo.
“Llora. Llora todo lo que necesites”. Eso es lo que me está diciendo.
No puedo pensar en nada. Lloro y grito. Creo que me he roto.
En algún momento me han acompañado a un banco y nos hemos sentado.
Paso mucho, mucho tiempo llorando. Anna y Saúl se quedan todo ese tiempo a conmigo, en silencio.
No puedo pensar en nada. Mi cabeza alcanzó su límite hace mucho tiempo.
Al empezar la semana ya notaba que no podía más. Que, además de todo lo que llevo tiempo arrastrando, lo de Víctor Abad y Salvador Santalla ya era inabarcable. Después de eso, Lydia se enfada conmigo, quemo mi empresa, me despiden y… Ahora esto, que es demasiado como para aceptarlo.
Por algún motivo, no me atrevo todavía a juzgar a Saúl. Siento que quiero que me explique primero su versión, porque, con todas las cosas que están ocurriendo, seguro que hay un buen motivo, pero… Es que no puedo. No podría escuchar a nadie ahora. No puedo hacer nada.
No hago nada más en todo el día, pero Anna y Saúl se han quedado todo el tiempo a mi lado hasta el final.

Bình luận