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Jueves 28 de diciembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 29 dic 2023


Capítulo 303


Bajo el paraguas


“Llueve un poco. ¿Me tendré que llevar paraguas, o será el paraguas de otra persona? Yo me lo llevo.”



    Por la mañana no llueve casi nada, pero yo me he traído el paraguas de todas formas. Por suerte, nadie me pregunta.

    Por la tarde llueve un poco más, pero yo no tenía previsto salir.

    —Izan —dice Frank, acercándose a mí con un paraguas en la mano.

    —Quieres que salga a dar un paseo con esto, ¿verdad?

    Alex y Lydia, que están jugando a la consola, pausan para ver qué estamos diciendo.

    —Ya no te cortas, ¿eh? —dice Alex, mirando a Frank.

    —No, porque falta poco —contesta Frank, y luego me mira a mí de nuevo—. Escucha… No tengo ni idea de lo que pasará, pero esta predicción es un poco especial. Tienes que hacerme caso y seguir confiando en mí, aunque pasen cosas extrañas.

    Yo miro a Frank, primero con dudas. Muchas dudas… Pero quiero hacerle caso, así que agarro el paraguas y asiento.

    —¡Abrígate bien! —dice Lydia, imitando el tono de una madre.

    —Oye, Izan —dice Alex—. No puedes salir todavía, porque tengo que contarte cómo Lydia y yo hemos empezado a salir juntos.

    —¿Qué? —decimos Lydia y yo a la vez.

    —No se lo puedes ocultar más al pobre Izan. No hagas como él, que espera siempre a los siguientes calendarios para ver cómo se mueve… —Alex se junta mucho más a Lydia y le pasa el brazo por la cintura—. Él lo aceptará.

    —Todavía no quería, Alex… —dice Lydia—. ¿Qué tiene de malo esperar al calendario de enero? ¡Es mi decisión!

    —¿Qué…? —digo, todavía procesando, a mi ritmo.

    —¿Tú aceptas nuestra relación? —pregunta Alex.

    —Seguro que sí, ¿verdad? —dice Lydia.

    ¿Me están tomando el pelo? Me parece muy difícil de creer. ¿Habrá empezado ya la predicción de hoy? ¿Qué clase de brujería esconde el paraguas que me ha dado Frank?

    Además, yo pensaba que Lydia volvería con Estrella, y que Alex no era capaz de mantener una relación estable con nadie. Pero, qué sé yo… Si me piden que lo acepte, pues lo acepto, ¿no?

    —Izan, te están tomando el pelo —dice Frank.

    —¿Qué? —pregunto.

    —¿Qué dices, Francisquito? —pregunta Lydia.

    —Si quieres nos besamos con pasión aquí mismo y lo compruebas —dice Alex.

    —Vale, no. No te pases —dice Lydia.

    —Mierda, casi lo consigo… —dice Alex.

    —¿Eh…? —de verdad, soy muy lento.

    —Es el día de los inocentes, Izan —dice Frank—. Mucho tardaba Alex en hacerte alguna broma tontísima. Mucho tardaba…

    —¡Corta rollos! —grita Alex.

    —Tú podrías haber avisado —dice Lydia, pegando un manotazo al bromista—. Podíamos haber preparado una mucho mejor.

    —Se me ha ocurrido sobre la marcha.

    —Izan, te tienes que ir —dice Frank—. Perdón que me ponga tan serio, pero, como te he dicho, la predicción de hoy es especial.

    —Ah… Sí. Sí, voy.

    Uno metiéndome prisa, los otros dos me hacen bromas rarísimas… Y yo no contesto a nada porque proceso a un ritmo lentísimo. Doy pena.

    Salgo de casa y me doy un paseo con el paraguas. Imagino que ya vendrá alguien a hacer que se cumpla la predicción.

    De hecho, según se mire, ya se ha cumplido, ¿no? Estoy aquí, paseando bajo el paraguas.

    Aunque… No tiene demasiado sentido. Creo que no lo habría apuntado por algo así, ¿verdad? Si pongo esa frase, yo entiendo que pasa algo bajo el paraguas, o que me mantengo mucho rato escondido bajo el paraguas, o algo así.

    Camino un rato hasta un parque que me gusta. Por lo menos, ya que no sé a dónde voy, que sean sitios en los que me siento cómodo.

    Según cómo se mire, este paseo desprende encanto y misterio. Supongo que, bajo el paraguas de Frank, no siento que esto sea una amenaza.

    Mientras camino, veo a dos personas en la punta opuesta del parque. Llaman mi atención, ya que los dos están con un paraguas, pero uno de ellos lleva un chubasquero.

    Según me acerco, veo que una de esas dos personas es Abril.

    Hace mucho tiempo que no la veo, y me muero de pena cuando lo hago…

    Lo que pasó el mes pasado no tiene ninguna clase de sentido, y menos para ella, que no sabe nada de todo esto.  

    No sé con quién está. No es Enzo, porque es alguien de una altura mucho más parecida a la de Abril. No veo bien de quién se trata. Lleva la capucha del chubasquero puesta.

    Me acerco poco a poco, y Abril me ve. Al hacerlo, la otra persona se tapa un poco más la cara con la capucha y sale corriendo. Lo raro es que se ha llevado el paraguas, pese a tener chubasquero, y pese a que Abril no tiene nada.

    Ahora, Abril está caminando bajo la lluvia y sin paraguas. Yo corro a por ella para cubrirla.

    —Hola —digo—. Pensaba que te habías ido.

    —Sí… Lo hice —contesta ella—. He tenido que volver.

    —¿Por qué lo has hecho? —pregunto—. ¿Ya estás mejor?

    —Por qué lo he hecho…

    Abril mira hacia la persona que ha salido corriendo con chubasquero y paraguas.

    —¿Es por esa persona? —pregunto.

    Abril sacude la cabeza.

    —No importa. ¿Qué tal tú? ¿Te has metido en más líos con la mafia?

    —Bueno… Algo he tenido, sí. Pero quiero que sepas que no te tienes que preocupar, porque Salvador Santalla, el viejo que provocó todo aquello, ya está muerto. Lo vi con mis propios ojos.

    —Tu vida es trepidante, ¿verdad?

    Abril se comporta de una forma extraña. Aunque, pensándolo bien, lo extraño sería que se comportara de forma normal, después de todo lo que pasó. Ella sabe que yo tengo cosas extrañas con un calendario que han interesado incluso a la mafia, y su vida estuvo en peligro por culpa de todo eso. Vio morir a varias personas, y vio cómo disparaban a su amigo Enzo. Para terminar de complicarlo todo, yo le conté más cosas de mi calendario y de las predicciones en el peor momento posible. Quiera o no, tendría que sentirme responsable de esto. No puedo dejar a Abril en la estacada.

    —Puedo contarte lo del calendario, o puedo no hacerlo. Puedo contarte todo lo que tú quieras, o puedo pasar más tiempo contigo —digo—, pero no te voy a dejar así. Me siento responsable de todo lo que te ha pasado.

    —Responsable… —dice Abril, en voz baja y muy despacio—. No creo que sea tu culpa. Creo que estamos dentro de una obra de teatro sin sentido. Creo que todo el mundo se ha vuelto loco… —mira de nuevo en dirección a la persona del chubasquero.

    —¿Quién era esa persona? —pregunto—. Y, ¿por qué te ha dejado sin paraguas?

    —Me ha dejado sin paraguas para que yo pueda refugiarme debajo del tuyo.

    —¿Qué…? ¿Quién es?

    —Me ha pedido que no te lo diga. Me ha pedido muchas cosas, en realidad…

    —Espera, espera. ¿Qué está pasando aquí? ¿Te están manipulando?

    Abril me mira con una sonrisa triste.

    —¿Qué importa? Todo este teatro espantoso termina cuando se acabe febrero, ¿no?

    —Sí… Eso dicen. Pero, escucha…

    —Da igual. Sufriremos enero y febrero. Recogeremos los pedazos rotos en marzo, y, por fin… Volverá el mes de abril, y así, durante unas pocas semanas… Podré ser feliz otra vez.

    Siento que no puedo decirle nada a eso. Quiero decirle que tiene el potencial para ser feliz muchísimo más tiempo, y no solo un mes, pero… ¿Quién soy yo para decirle algo así?

    —Abril, escucha —insisto—. Todavía no sé qué quieren de mí, pero, si me puedes ayudar a saber quiénes son…

    ¿Será el ex de Nora? ¿Será la otra persona?

    —Ya te he dicho que no puedo.

    —¿Puede ser un ex de Nora?

    Abril ríe un poco de forma irónica.

    —Pues vete a saber. La gente está cada vez más loca.

    Abril conoce a esa persona… La conoce desde antes, y se ha sentido traicionada o sorprendida por esa persona. Eso es lo que creo. Aunque hay muchas cosas que no me cuadran con su reacción… ¿Y si estoy pasando algo por alto?

    —Escucha… Ese grupo es peligroso, y es responsable de…

    No puedo seguir la frase.

    Ahí, bajo el paraguas, irrumpiendo mis desesperadas explicaciones… Abril me calla con un beso en la boca.

    No sé si es porque he reaccionado lento, o porque, en el fondo, no me quiero apartar, pero no hago ningún esfuerzo por cortarlo. Al contrario. Creo que estoy correspondiendo el beso. No lo sé.

    Cuando nos apartamos, Abril me mira con los ojos tristes, y yo no respiro bien.

    —Es… Yo… Es que… —digo, sin llegar a ninguna parte.

    —¿Me puedes acompañar a casa? —dice.

    —Ah… Claro…

    No comentamos nada. No decimos nada. Solo caminamos juntos bajo el paraguas.

    Y, en todo el camino… Solo pienso en Anna, y en que me merezco estar solo.

    No puedo seguir haciendo daño a las personas y confundiendo a quien sienta algo por mí.

    No sé por qué Abril ha hecho esto, ni sé si ha sido de su parte, o de parte de la persona del chubasquero… Pero sí sé lo que yo he hecho, y, más o menos, sé lo que he sentido.

    Se acabó. Me tengo que quedar solo. Esto ya lo dije en una predicción de noviembre, pensando que sería sobre Anna y Abril, aunque al final fue por otra cosa. Pero, si aquella predicción hubiese sido para hoy, habría sido cumplida también: estoy harto de hacer daño.






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