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Jueves 3 de agosto de 2023

Joel Soler

Actualizado: 4 ago 2023


Capítulo 156 Alex se instala

“Ahora no podré dormirme ni quedarme empanado con libertad. Ahora me tocará estar activo. Es lo que me hace falta, y más ahora que no tengo que trabajar ni nada.”

Alex, que se llama Alejandro, pero consiguió que nunca lo llamase así ni el profesor más serio, es la persona que hoy se instalará en mi casa. Mi mejor amigo. Pocas veces está presente en el país, y pocas veces contesta a los mensajes, pero, cuando está, es alguien muy dedicado que demuestra que le importo, y suele esforzarse en ayudar y en levantar los ánimos a su manera. Se le da bien.

Ahora pasará unas semanas en mi casa. Me pagará, así que no me puedo quejar. Y me invitará a cosas. Ahora que me he quedado sin trabajo, pienso ahorrar hasta el último euro para retrasar un posible futuro aciago en mi tormentosa vida.

Alex llega por la tarde. Mucho más moreno que como lo recordaba. Me abraza y luego entra las maletas como bailando. Es el tipo de persona que se hubiese sumado al baile de culos de Lisboa con mis padres.

—Izan, vengo de un lugar mágico. San Pedro, en Cayo Ambergris.

—¿El qué?

—¡A mí no me preguntes nada con esa espalda encorvada! —me grita.

Yo me enderezo de golpe, y él continúa.

—¡La isla bonita, Izan! De Belice.

—No sé de qué me hablas, sinceramente.

—Te falta tantísimo recorrido por el mundo… Si supieras lo pequeña que es la cajita que tú conoces…

—Lo siento por eso —añado.

—Está en Centroamérica, en la frontera con México. Vaya isla… Dicen que Madonna se inspiró en ese lugar para hacer la canción de la isla bonita. A lo mejor es mentira, pero madre mía, qué paraíso…

—Me alegro por ti. Recomiéndaselo a mis padres o a mi hermano, que seguro que querrán conocerlo.

—¿Qué pasa con esa cara, Izan? ¿Muchas cosas feas en tu vida?

—Bueno, sí, alguna cosa…

Ni te lo imaginas. Cuando te cuente lo del calendario vas a flipar.

—Vale, pues mañana me lo contarás todo.

—¿Mañana?

¿Qué pasa? ¿Sabe que es mañana cuando le cuento lo del calendario o qué? Yo ya estoy asustado con todo el mundo, de verdad.

—Sí, porque hoy es para eliminar las malas vibras. Quiero que me ayudes a instalarme, que hablemos de rutinas diarias, repartición de tareas y cosas así, que sé que te gustan. Y luego me cuentas cosas bonitas. Hoy quiero positividad, y mañana soy todo tuyo para entrar en tus mundos de problemas que necesitan ser gestionados con ayuda de un gran amigo.

—Hoy positivos… ¿No?

—Sí, eso. Venga, baila conmigo. ¡Canta conmigo, Izan!

—¿Bailar qué? ¿Cantar qué?

Last night I dreamt of San Pedro… Venga Izan, baila. Déjate llevar.

—Es que no me sé la canción…

Alex se me acerca y me hace moverme un poco, de una forma relajada, pero animada.

—¡Da igual eso! Tú déjate llevar. Como si te lo inventas. O si no, mueve un poco más las caderas. Solo quiero que sonrías.

No me gusta nada hacer ese tipo de cosas, pero cuando lo dice él, no sé, crea una especie de ambiente que… Le acabo haciendo caso de muy buena gana.

—¡Así! ¡Eso! Sonríe para mí, Izan. This is where I long to be, la isla bonita

—Me da un poco de vergüenza…

And when the samba played… ¡A ti siempre te da vergüenza! No tengas vergüenza conmigo.

—Ya, ya. Siempre dices lo mismo. No lo puedo controlar.

Ring through my ears and sting my eyes… Your Spanish lullaby.

Alex me tiene bailando un rato. Si esto lo hubiese intentado cualquier otra persona (en especial mis padres), me hubiese quedado igual o incluso peor. De mala hostia y eso. Pero con Alex es al revés. Ha conseguido que entre en su mundo, y ahora bailo, sonrío y le sigo el juego, como él quiere.


Entre bailes, canciones y anécdotas de viajes, deshacemos la maleta de mi nuevo compañero de piso entre los dos y acordamos la repartición de tareas y el tema del dinero. Aunque parece que sea alguien despreocupado y que evita hablar de temas burocráticos, lo cierto es que es bastante diligente en estas cosas.

Dice que la cena la hará él. Que me enseñará lo que ha aprendido de sus viajes por el centro y el sur de América.

Todo lo que hablamos son cosas positivas, y, cuando yo sin querer lo derivo por un lado más pesimista, consigue redirigirme y que lo guarde para otro momento. Tengo que admitir que no se lo pongo fácil.

—Oye, Izan, una cosa —dice, pegando un salto hacia mi lado en el sofá y apoyándose en mi hombro—. ¿Conoces a alguna chica soltera que no tenga mucho tabú con el sexo y que no le interese demasiado el compromiso?

—Pues… No sabría qué decirte. Creo que ahora Lydia está libre, pero no estoy seguro, porque hemos perdido el contacto.

—Lydia… Sí, alguna cuenta pendiente tengo con ella. Empezamos a tontear una vez, pero luego empezó a salir con una chica, y ya no supe nada más.

Debe ser Estrella. Alex suele estar muy desactualizado de todo.

—Que sepas que te voy a ayudar a reconciliarte con Lydia, que te quede claro. Pero hoy no hablaremos de eso. A ver, dime alguna más. Quiero opciones.

—Hay una vecina en el piso de abajo que seguro que está dispuesta. También hay dos chicos que están igual de dispuestos, por si quieres experimentar o lo que sea.

—¿Aquí en este edificio? —Alex se frota las manos—. Información de calidad. Te tomo la palabra.

—Y, bueno, Abril creo que también está soltera, y…

—¿Abril? Espera, de qué me suena Abril. ¿No es la chica que te gustaba? ¿No es con la que fuiste al teatro a ver la obra de mi hermana?

—Sí. Es ella…

—Ah. ¿Ya no te gusta?

—Bueno… Sí, sí que me gusta.

—Pues qué bien. ¿Y por qué la mencionas?

—¿Por qué la menciono? ¿Qué pregunta es esa? La menciono porque es una chica sin ningún compromiso.

—No. A ver, Izan, no. No sabes nada de la vida. Yo te voy a contar la vida porque tú no te la sabes. Está genial que no quieras ser posesivo. Estamos de acuerdo, Abril es una chica libre. Tú lo único que tienes que hacer es no interponerte en nada que ella quiera hacer o con quien lo quiera hacer. Estamos de acuerdo en eso, ¿no?

—Claro, si es lo que estoy diciendo.

—Pero una cosa es no interponerte, y otra cosa hacerte el mártir empujándola a los brazos de tu amigo. ¡Encima de tu amigo! Que si fuera un desconocido… Pero no. Tú lo que quieres es sufrir. O sea, de lo que me quejo, Izan, mi chepudo amigo, es de que solo has mencionado a Abril para autoengañarte y para hacerte daño. Para nada más que eso.

—¿Y si Abril quisiera algo contigo?

—Pues yo como amigo lo comentaría contigo, claro. Y tú, como persona sana que supongo que eres, no te interpondrías si de verdad hay amor entre ella y yo. ¿Pero qué interés tengo yo en hacerte sufrir por un puto polvo? ¡Ponte en mi lugar! ¿Tú lo harías si fueras yo?

—Yo qué sé… Me he perdido.

—No lo hagas, Izan. Lo mejor que puedes hacer con Abril, además de aclarar las cosas si todavía está todo en el aire, es dejar que ella tome sus decisiones, sí, pero mientras esas decisiones no interfieran en tu entorno, ¿para qué te lo pones difícil? Tío, es sufrir por sufrir. No me seas mártir, hombre. Hay cosas que puedes hacer y cosas que no.

—¡Vale, vale! Lo he pillado.

—Bueno, bueno… —me mira muy de cerca—. No te veo con cara de pillarlo. En el fondo te encanta ser un mártir. Una chica me dijo una vez que eso les pasa a los eneatipo cuatro.

—¿Y eso qué es ahora?

—No tengo ni idea, pero si lo quieres buscar, a lo mejor eres eso.

—Tú siempre sabes de todo y de nada a la vez.

—La esencia de la vida, Izan… La esencia de la vida. Hay demasiadas cosas en este mundo como para profundizar en todas. Si te centras tanto en una, te pierdes otras mil.

—Es una forma de ver el mundo, sin duda…

—Una forma maravillosa. Te la recomiendo. No te estreses tanto, va. ¿Te preparo un cóctel?

—Sí, por favor…


El cóctel está buenísimo, y el resto de la charla consigue ser tan amena y optimista como él quería. Terminamos el día sin hablar de nada serio. Mañana hablaremos del calendario y, la verdad, estoy deseando saber qué dirá Alex al respecto.









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