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Jueves 6 de abril de 2023

  • Joel Soler
  • 6 abr 2023
  • 13 Min. de lectura

Actualizado: 11 oct 2023


Capítulo 37

Me encuentro con Flora en las escaleras

“Me da mucha lástima esta chica. Pero la predicción es extraña… ¿No debería priorizar mi encuentro con Lydia?”



Por lo visto mi empresa, por normas de la oficina central en Madrid, sigue el calendario de festivos general de España, donde la fiesta se hace el jueves y el viernes. Aunque muchos sitios tendrán fiesta el lunes, yo no, pero a cambio hoy será festivo para mí.

Como Lydia sí que trabaja, paso la mañana sin mucho que hacer. Tengo la intención de avanzar algo de faena del trabajo, porque Ignacio lleva mal que la producción se pare por culpa de los festivos y seguro que el lunes nos inunda de faena. Por desgracia no puedo hacer gran cosa. No me concentro. Quiero hablar con Lydia y ver si lo podemos arreglar todo.

Detecto que estar encerrado me está sentando mal, así que salgo a dar una vuelta. En la terraza del bar más cercano a mi edificio me encuentro con mi profesor Rafael tomando un café y un bocadillo.

—¿Disfrutando? —le digo.

—No te creas. Solo vengo aquí porque está al lado de casa. Los bocadillos buenos de verdad están en el de la plaza. Y los cafés… Bueno, no sabría decirte, pero el de aquí no.

—Tiene que darse un paseo hasta la plaza para disfrutar de verdad, entonces. Tiene tiempo libre, y caminar es salud.

—No sé, jovencito. Se está poniendo fatal esa zona. Me gusta lo tranquila que es esta calle.

—Profesor, no maree la perdiz… —le digo poniendo un tono y vocabulario muy similares a cuando él nos pedía que no pusiéramos excusas por no entregar la tarea. Él se ríe en silencio.

—Vale, tú ganas, Robles. Tomaré más seguido el desayuno en la plaza.

—Así me gusta. Progresa adecuadamente.

Los dos nos reímos y, tras una charla trivial, me despido y sigo paseando.

Vuelvo a casa, me hago la comida y espero con paciencia a la hora en la que Lydia tiene que venir.

No puedo estar nada tranquilo en mi casa, porque los LuLu ya han empezado su espectáculo de discusiones, gritos y reproches. A cada frase que escucho, más imbéciles me parecen los dos. Salgo para encontrarme con Lydia en el portal y así no escuchar a esta gente, pero nada más pisar el rellano, me encuentro sentada en las escaleras a Flora. Ninguna sorpresa al respecto, tanto por la predicción, como por imaginarme el motivo.

—¿Qué haces en el tercero? —le pregunto.

—No quiero seguir escuchando a mis padres. Son espantosos para mis oídos. He subido aquí porque tú y el señor que vive ahí —señala la puerta del profesor Rafael— sois muy tranquilos, y ahora quiero estar sola o como mucho ver a gente tranquila.

—Pero… ¿Tus padres saben que sales de casa mientras discuten?

—Esos qué van a saber. Ahora solo están preocupados por gritarse y no quererse. Les da igual todo. Y si se dan cuenta pues que me busquen. Seguro que me buscan por abajo y en la calle, y no me buscan aquí.

Mientras Flora se queja, escucho a alguien subir las escaleras a toda velocidad. Los dos nos asustamos, hasta que veo de quién se trata.

—Anda, si estás en las escaleras. ¿Si llego a tocar al timbre qué? ¿Me quedo abajo? —dice Lydia frenando en seco al vernos.

—Creo que hubiese escuchado el timbre desde aquí. Si las paredes son de papel en este edificio…

—¿Son muy finas las paredes? —pregunta Flora—. Entonces a mis padres los tienes que escuchar todos los días.

—Así es… —digo dejando caer mis brazos en señal de agotamiento al pensar en eso.

—Hola, yo me llamo Lydia. Soy amiga de tu vecino. ¿Cómo te llamas?

—Hola —Flora se levanta, se pone recta y extiende la mano de manera muy formal—. Yo me llamo Flora, mucho gusto.

—¡Pero bueno! ¡Que niña tan educada! —exclama Lydia con un tono casi fanático.

—Oye, Flora, conmigo no has sido tan educada —le digo—. A mí solo me dices que me saldrá chepa o te burlas de mí por ir al baño.

—Lo del baño fue una licencia, mi buen vecino —me contesta haciéndose la interesante—, pero lo de la chepa fue necesario para tu futuro.

—Esta niña es invencible —digo, y me siento en las escaleras para recuperarme de sus golpes verbales.

Lydia se está riendo a carcajadas, y poco a poco contagia a Flora, que también ríe, aunque mucho más tímida.


Después de una breve charla, nos despedimos de Flora y nos metemos en casa.

—Qué, Izan… ¿Frank te obligó a llamar?

—Te diría que sí si te hubiese llamado yo, pero me quitó el móvil y llamó él.

—Frank siempre nos protege. Mañana por la tarde he quedado con él, pero hasta esa hora estoy libre. Creo que te tocaba ir de tiendas, ¿no?

—Sí, eso parece.

—Te puedo acompañar si quieres.

—Por mí, vale. Todavía no sé por qué voy a ir de tiendas de todas formas.

—Yo creo que sí —dice Lydia tapando su sonrisa con la mano—. ¿No sabes que mañana es el cumpleaños de Abril?

El corazón y el cerebro se detienen al escuchar eso. Es como si todo fuese muy rápido y muy lento a la vez. No puedo pensar con claridad.

—¿En qué día dices que cae el cumpleaños de Abril?

—Mira que eres lento… ¡Mañana, Izan! Siete de abril, cumpleaños de Abril. ¿Entiendes? Te vas de tiendas porque le vas a comprar un regalo a Abril.

—Pero… ¡Espera! Yo, mañana, yo no… ¿Qué? —a ver, me intento centrar—. ¿Yo mañana veré a Abril o no?

—¿A mí que me cuentas? —dice mientras se ríe y me pega un casi puñetazo en el estómago por algún motivo—. Aunque ahora que lo pienso, me parece que no. Anna me dijo que, como Abril celebraba con su familia o con otros amigos el cumpleaños mañana, que con los del mercado lo haría el sábado. No es lista ni nada Abril, se lo dijo solo a Anna porque es la que seguro que organizaría cosas y prepararía comida.

—¿El sábado celebramos el cumpleaños de Abril? —reviso la hoja del calendario, aunque recuerdo a la perfección cada predicción—. ¿El día en que pone que tengo una cita? ¡Yo no entiendo nada!

—Sí. Parece que vas a necesitar mi asistencia, mi perdido y ansioso amigo. Por eso mañana estaré contigo, y el sábado te ayudaré en lo que haga falta para que la cita, en efecto, sea con Abril. Tal vez después de la celebración.

—Pero Lydia, se supone que estamos enfadados el uno con el otro, ¿no?

—Sí, pero también queremos no estarlo, ¿verdad?

—Sí…

—Pues por lo pronto déjame hacer eso por ti. Además… He reflexionado mucho estos días —Lydia hace una pausa mirando al suelo—. Entiendo muy bien que lo que tengo que hacer es explicarte bien qué pasa con Estrella antes de pedirte nada. Pero primero necesito saber una cosa… ¿Le contaste algo a Estrella sobre el calendario? Dijiste que lo harías el martes. Antes de ayer. ¿Lo hiciste?

—Quiero saber yo algo. Si al final se lo hubiese dicho, ¿volveremos a estar en malos términos?

Ella se piensa un poco la respuesta.

—Me hará daño. Me dará miedo. Pero no me enfadaré contigo. Con lo que sabes, es normal que sigas haciendo lo que necesitas. Será culpa mía, por no haber sido capaz de explicar nada en su momento. Pero Izan, cuando me pedías explicaciones… Yo te las quería dar. Mi cabeza me decía todo el rato que hable, que te lo cuente todo. Pero algo me bloqueaba. No podía contar nada. Lo siento mucho… Es mi culpa.

—Bueno. Entonces… —saco el móvil para enseñarle mis conversaciones con Frank y Estrella—. Aquí la prueba de que rechacé quedar con Estrella para quedar con Frank. El motivo principal fue darme una semana más de tiempo para pensar. No quería tomar una decisión así sin escuchar tu versión primero.

—Gracias… —Lydia suspira de alivio y se desploma en mis brazos—. Te lo contaré mañana en el paseo. Quiero repasar conversaciones y poner en orden pensamientos para poder explicártelo bien. Llevo demasiado tiempo evitando pensar en eso. Además, hoy quiero hacer otra cosa que me parece más urgente, ya que la comenzamos primero…

—Me lo estoy imaginando.

—Así es… ¡Saca el calendario! ¡De todo el mes de abril solo conozco las primeras quince predicciones! Vamos, vamos, ¡vamos!

—Vale… De mañana que no pase, ¿estamos?

—Estamos, estamos —Lydia extiende los brazos hacia el calendario como si quisiera tenerlo en brazos y arroparlo—. ¿Día dieciséis?

—Sí —me pongo cómodo en el sofá sosteniendo el calendario y empiezo a leer—. Día dieciséis: VDLS otra vez.

—¡Es verdad! No me contaste lo que era VDLS.

—Y no será porque no lo intenté —le digo sin poder evitar el tono de reproche.

—Va, Izan… No me martirices más, que está siendo difícil para mí.

—¿Lo de Estrella o lo de no conocer todavía las predicciones del medio mes que faltan?

—¡Todo!

—Vale. VDLS es un grupo de chat al que fui agregado. Había seis personas con nombres de colores…

Le cuento a Lydia todo lo que recuerdo de aquella extraña conversación. Ella me escucha sin dar crédito. Le parece tan surrealista como a mí. Intentamos teorizar qué quieren y por qué hacen lo que hacen, pero no llegamos a ninguna conclusión. Por su reacción, me creo que ella no tenga nada que ver. La persona que conoce lo mío con el calendario y que me recomendó a ese grupo debe de ser otra. Lo tenía claro, pero necesitaba ver su reacción para no tener ninguna duda.

Después de algunos rodeos y ramificaciones en torno a este tema, pasamos por fin a la siguiente predicción.

—Día diecisiete, atención a esto… Hugo rompe una impresora.

—¡Pero bueno! ¿Tan violento es ese señor?

—Ayer casi me pega.

—¡Cálmese, señor, que las impresoras no tienen la culpa!

—Bueno, la siguiente predicción… —levanto la mirada de la hoja y miro a Lydia con los ojos entrecerrados, serio y juzgador—. Lydia se autoinvita.

—Menudo morro tiene tu amiga Lydia —dice Lydia—. Pero bueno, si es maja, tú la dejas pasar y ya está. Seguro que te lo pasas bien con ella.

—Sin duda.

—¡Pues eso! Va, siguiente, siguiente.

Por fin llegamos a la peor de todas. Una predicción que me da mucho miedo y que llevo desde el primer día queriendo comentar con Lydia.

—Día veinte… Me informan de una muerte muy dolorosa.

—¿Qué…?

—Esta es la que lleva toda la semana rompiéndome la cabeza.

Lydia se queda callada y se asoma un poco a la hoja para confirmar que lo que le digo es verdad.

—¿Crees que es la muerte de alguien cercano?

—Creo que sí.

—¡Pero podría ser la de un actor que te guste o alguien que admires desde la lejanía! Alguien que no sea de tu entorno, ¿no?

—No lo creo.

—¿Por qué no lo crees?

—Por la que viene a continuación: paso el día en el tanatorio.

—No… Entonces no es alguien famoso y ajeno, claro…

—Ese es el problema. Es una muerte dolorosa y yo voy a ir al tanatorio. Tengo mucho miedo. No sé quién se morirá de todas las personas que conozco, pero tengo un malestar en el pecho y en la garganta que se ha vuelto permanente.

—Tenemos que darle vueltas a esto… ¿Hay más que sigan con esto de la muerte?

—La siguiente no lo sé. Pone que me reúno con viejos amigos. Y la siguiente después de esa es que Abril me consuela, así que todavía me dura el dolor. Y luego está la del domingo, que dice que me paso el día investigando, pero no sé si es sobre el tema de la muerte, o sobre el calendario, o sobre VDLS… No tengo ni idea.

—¡Izan! Me va a explotar la cabeza. No me quiero ni imaginar por lo que estás pasando… —se queda un momento callada, pero con los ojos muy abiertos—. Y yo soy tan idiota que te he dejado solo en un momento así. ¡De verdad! ¿Cómo eres amigo de una niñata tan egoísta y tan mierdas y tan todo?

—El timing ha sido nefasto, no te voy a engañar… Pero no eres nada de eso. Los dos estamos pasando por un momento muy tenso por culpa del calendario o de tus cosas del pasado. Lo iremos encauzando juntos, no te preocupes.

Lydia me mira haciendo pucheros y se abalanza a darme un abrazo.

—¡Aunque a veces eres alguien cínico, desmotivado y repelente, eres el mejor amigo que se puede tener!

—¿Gracias…?

—De nada —me dice sonriendo y separándose del abrazo—. ¡Sigue!

—Sigo, sigo. Día veinticuatro: los del primero son muy raros.

—¿Quién?

—Me imagino que se refiere a los tres alquilados de abajo. Aaron, Gemma y el otro.

—¡Ah! Los jóvenes. No sé si son raros, pero son muy guapos los tres.

—¿Sí? No me he fijado mucho. No tengo ni idea de lo que harán para que la predicción sea eso, pero me da igual —doy unos golpecitos en el calendario para enfocar la atención de Lydia en la siguiente—. Bueno, ahora escucha, porque no tengo ni idea de lo que dirás de la siguiente. Si quieres no decir nada, lo entenderé. A ver… Día veinticinco: Estrella ha desaparecido.

—¿Qué? —Lydia se queda callada, pensativa—. Pues… No tengo ni idea de qué decirte. Estrella es el tipo de persona que se relacionaría con gente que la puede hacer desaparecer, así que tampoco estoy tan sorprendida. De todas formas, si lo pone en tu calendario, lo que debe de pasar no es solo que desaparece, ¿no? Para que tú te enteres, seguro que irás a buscarla primero. Habrás quedado con ella para ese día o algo así.

—Es lo más probable. Quedan tres semanas para eso en todo caso, así que es pronto para saber dónde estaremos en ese momento.

—Pues nada… No tengo mucho más que añadir por hoy sobre ese tema. Luego le doy más vueltas y ya te digo algo. Es raro, eso seguro.

—Sí, es raro. Bueno, ahora la siguiente predicción: acompaño a Abril de compras.

—¡Oye! Por lo menos con ella la cosa seguirá bien.

—Sí, es mi consuelo. Luego, veintisiete: veo una escena lamentable.

—¿De quién? ¡Por qué nunca especifican estas cosas!

—Yo estoy igual. Hay tantos candidatos…

—Si son los de abajo, los de la niña, y le hacen algo a Flora, me lo dices y les parto la cara. ¡Les rompo la casa si hace falta!

—Me aseguraré de que así sea. Va, que quedan solo tres. Una es felicidad en el Diamond Glass. Te lo resumo: gastar cuando cobre. Está claro. La siguiente, el último sábado, pone que paso uno de mis mejores días.

—¡Oh! ¡Qué bonito eso!

—Es, sobre todo, tranquilizador. En este mes tenemos peleas, muertes, desapariciones, violencia… Pero aún con todo eso, termino el mes con días felices. Si no fuera por eso, creo que lo habría afrontado arrastrándome por el suelo.

—Te entiendo. A mí también me alivia eso.

—Y el último día del mes lo que pone es que VDLS se intensifica. Vete a saber… Igual los colores se ponen a amenazarme o me hablan con un vocabulario más intenso o cosas así. No tengo ni idea de por dónde quieren tirar los de esa secta, pero como mínimo este mes tendré que seguir con ellos, tal y como indica el calendario.

—No solo por eso. Tienes que seguir con ellos para ver si te enteras de qué quieren. ¡Son muy raros! Pero muy intrigantes…

—Ya, pero dan un poco de miedo. Esos cabrones van a ser los causantes de nuevas paranoias, ya verás.

—¡Tú me mantienes informada!

Una vez comentadas todas las predicciones con Lydia, empezamos a hablar por encima de algunas de ellas de forma más desordenada para ver si sacamos alguna conclusión nueva. Por ahora no hay nada destacable. Más preguntas que respuestas.

—Oye, Lydia… ¿No te parece rara la predicción de hoy?

—Pero si es de las menos raras. La de los dos sombreros y la copa me parece mucho peor.

—No me refiero a si suena rara. Me refiero al día que hemos pasado. Creo que lo más destacado es que nos hemos reconciliado o que hemos terminado de comentar todo el calendario, pero en lugar de eso, lo que menciona es que me encuentro con la niña de los de abajo. ¿Eso es lo más llamativo del día? ¿Qué criterio se usa para definir de qué habla y de qué no habla una predicción?

—Es verdad que parece un poco aleatorio…

—Sí. Pero no sé si es aleatorio, o si sigue un criterio. Porque, por ejemplo, de nuestra pelea no habla en ningún momento a lo largo de estos primeros seis días desde que ocurrió hasta que lo arreglamos. ¿Por qué? ¿No es un evento notable? Al no haber ninguna predicción sobre nuestra pelea o reconciliación, es como si hubiese ocurrido de forma ajena a las predicciones.

—Mientras se cumplan las frases que están ahí, pueden pasar muchas otras cosas. Es eso, ¿no?

—Sí, eso parece. Pero me gustaría entender mejor el criterio que se usa. Por qué muchas veces la predicción habla de lo más destacado del día, pero otras veces elige algo secundario eclipsado por un evento mayor. Necesito entender eso…

—Si te digo la verdad, a mi me peta la cabeza con todo esto. Pero mucho, Izan.

—Creo que nos arde el cerebro a los dos. Vamos a tener que tomarlo con más calma.

—Mira, yo hago la foto —antes de terminar la frase ya la está haciendo—, y me lo estudio con calma en casa. Mañana miramos a ver qué más sacamos.

—Y me cuentas lo de Estrella.

—Y te cuento lo de Estrella…

—Es una promesa —le digo, extendiendo la mano.

—Es una promesa… —tarda, pero formalizamos el trato con un apretón.

Tras un rato más de charla confusa, Lydia se va a su casa. Lo primero que estoy haciendo es buscar por internet un regalo para Abril. Sabiendo lo que pone en la predicción de mañana, entiendo que buscaré por las tiendas, pero no me cuesta nada buscar también por internet.

He encontrado un regalo que me parece perfecto, pero es posible que ya lo tenga. Es una muñequera con el escudo de los Crimsons, nuestro equipo favorito de baloncesto de la Jester. Ella está loca por ese equipo, y me trae muy buenos recuerdos del día en que empezamos a llevarnos mejor.

Por lo visto la tienda oficial del equipo sacó artículos de este estilo hace diez días, y yo no me había enterado. Si Abril lo supiera me lo habría dicho, ¿no? Bueno, no tiene porqué…

Lo malo es que la entrega sería el lunes. Necesito tenerlo mañana o pasado.

Llamo a la tienda de los Crimsons a ver si hay alguna forma de comprarlo físicamente. Me contestan y, sí, la hay. El problema es que no es nada sencilla. La sede está en Madrid y encima mañana es festivo. ¿Por qué no me enteré antes? Ya podría haberme avisado el calendario del cumpleaños de Abril, la verdad…

Por pura desesperación, le explico al que ha atendido mi llamada el caso. Debo de haberlo explicado de una forma muy bonita o muy penosa, porque creo que se ha apiadado un poco de mí y me ofrece vendérmela mañana en mano en la estación del AVE de Madrid si me quiero acercar mañana. Aunque la tienda cierre, el vendedor vive al lado de la estación y dice que no le cuesta nada. El único problema es que Madrid está a casi tres horas en tren, y el más barato vale casi cincuenta euros solo la ida. Luego hay mejores ofertas por la noche en el tren de vuelta, pero todo junto se me va a los ochenta prácticamente. Pero ya que el vendedor se ha ofrecido a traérmelo a la estación mañana mismo… ¿No debería aprovechar?

Suena a que estoy un poco mal de la cabeza, pero… ¿Me asomo a Madrid mañana por la tarde?









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