Lunes 1 de mayo de 2023
- Joel Soler
- 1 may 2023
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 13 nov 2023
Capítulo 62
Festivo de chismes con Lydia
“Como no. Día del trabajador, a cotillear todo el día en casa sobre el calendario.”
Creo que me conseguí dormir alrededor de la cuatro de la madrugada. Lydia ya está aquí poco después de las seis. No he dormido una mierda.
—No perdamos más tiempo. Despierta, va. Día uno, día dos. ¡Va, va!
—Calma, por favor. Decir que he dormido más de dos horas es ser optimista…
—¡Eso es porque te has puesto a pensar en las predicciones del mes sin mí! No es excusa. Enséñame la droga, Izan, no puedo esperar más.
Suspiro y le hago una señal para que se siente en el sofá.
Me siento con ella, calendario en mano.
—Vamos allá… Día uno: festivo de chismes con Lydia.
Al igual que ya hicimos el mes pasado, nos miramos, asentimos y seguimos.
—Día dos… —para este tardo un poco más de la cuenta en articular las palabras—. Lydia me descubre.
—¿Qué? Izan, ya empezamos con las cosas raras. ¿Qué has hecho ya?
—No lo sé. Lo descubrirás mañana, ¿no?
—¡Pero dímelo ya!
—¡Pero es que no sé qué he hecho!
—Te estoy vigilando, Izan Robles… —apunta con el índice y el corazón a sus ojos y luego apunta hacia los míos—. Mañana sabré qué cosas oscuras me ocultas…
—En breves sabremos la respuesta y si estoy acabado o no. ¡Sigo! Día tres: conozco a Dana.
—A ver… ¿Quién es esa ahora? ¿De dónde sale tanta gente en tu vida con lo tímido que eres?
—Me da un poco de miedo ese encuentro. Dana es la abogada de Frank, la que sabía mi nombre y no sabemos por qué.
—Otra predicción rara, entonces… Es tu pan de cada día. Me parece super random que ahora conozcas a esta persona.
—Sí, opino lo mismo. Por lo menos espero enterarme de por qué me conoce… Igual sale algo revelador de ahí.
—A ver si es verdad.
—Redoble de tambores para la siguiente… Día cuatro: final épica del reality.
—Imposible… ¿Eso quiere decir que por fin no te lo vas a perder?
—Tú lo has dicho, amiga mía…
—Alabado sea el calendario… ¡Por fin podremos verlo como es debido! ¡Y encima, la final! ¡Y épica!
Celebramos un poco como si fuésemos dos personas ebrias y disfuncionales, y seguimos con las predicciones.
—Día cinco: conozco a Espino y ya lo amo.
—¿A quién dices que amarás?
—Bueno, tiene pinta de…
—¡Oye! Ahora que pienso. ¿Cómo fue con Abril el otro día?
—¿Podemos ir en orden? Que encima me acabo de despertar.
—Perdón. Continúa.
—Día seis: Frank se deja la mano en un puñetazo.
—¡Coño! ¿No es un poco bestia esa predicción?
—Eso pensé yo. Lo acaban de sacar de la cárcel y ya la va a liar… ¿Y el puñetazo será contra Lucas?
—Ojalá —dice Lydia, mirando con desprecio al suelo, es decir, hacia la casa de Lucas.
—Bueno, ahora no quiero que te rías de mí. Día siete… Pone en mayúsculas y con exclamaciones, super desesperado, que me quiero declarar.
—Izan, por favor… —no se ríe de mí, su cara es acusadora y severa—. ¿Día siete y todavía no te declaras? Y encima se te ve muy, pero que muy desesperado.
—Ah, vale. No te burlarás, solo me destrozarás el alma. Cada vez estoy más seguro de que te llevarías demasiado bien con Flora.
—A ver si vuelvo a coincidir con ella. ¡Mira a ver si hay alguna predicción que de pie a eso!
—No veo ninguna que me haga pensar eso. Lo siento.
—Tú y tu calendario sois gente sin corazón…
—Lo siento por eso. Día ocho: se habla de despidos en la oficina.
—¡Qué miedo! No ganas para disgustos con ese trabajo, ¿no?
—Por lo menos no son predicciones que indiquen que Hugo me pegará. Ya tuve bastante el mes pasado con eso… Sigo. Nueve: día en el veterinario.
—¿Veterinario?
—Eso te quería decir antes. Lo de Espino debe de ser una mascota, ¿no?
—¡¿Qué?! ¡Me encanta! ¿Un perro o un gato? ¿O un ornitorrinco? Si es un ornitorrinco, le ponemos un sombrero y lo ponemos a luchar contra el mal.
—Por ahora, ni idea. Un ornitorrinco no creo, si te soy sincero…
—Te han tenido que disparar alguna vez con un aburridinator… Pues nada, perro o gato. A ti te queda bien también una tortuga. Y un pez que tenga los ojos y la boca muy abiertos siempre, así —se recrea imitando la cara del pez que me quedaría bien.
—¿Quieres que siga?
—Te lo imploro.
—Día diez —hago una pausa dramática y cierro los ojos. Me cuesta decir esta—. Visito al tío Mateo…
—¡Izan, cabrón! ¡Me habías asustado con esa pausa y esa cara!
—¡Pero si es que no podía expresarme de otra manera! Visitar a ese señor es de lo peor que me podría pasar. ¿Y por qué lo visito? Ni yo quiero verle, ni él quiere verme.
—Ya me contarás. ¡Mucho ánimo, valiente!
—Día once… Me declaro.
—¡Por fin! Bueno, has tenido que esperar mucho, pero llegó el momento.
—Día doce: Victoria me besa.
—¿Qué? Espera, ¿qué? O sea, te declaras a Abril un día, y al día siguiente te estás besando con otra, ¿no? Izan, eres una sucia rata de alcantarilla…
—¡Pero a mí qué me cuentas! Yo no entiendo nada. Victoria es mi casi jefa en la oficina, y no es que me haga mucho caso nunca. A veces, incluso creo que me desprecia, pasa que lo hace con más cariño y criterio que el otro jefe que tengo, y por eso me parece el mal menor.
—¿Y sólo por eso ya quieres que te bese? ¿Porque te desprecia lo justo? Tienes unos gustos raros, raros…
—Quiero recordar que yo no escribo estas predicciones. O sea, tienen mi letra y actúan como si fueran escritas por mí, ¡pero yo no recuerdo haberlas escrito en ningún momento!
—Va, dime otra, que contenta me tienes.
—Día trece: encuentro indeseado en el mercado.
—Oh, no. Entonces, igual yo también lo veo. ¿Quién puede ser?
—No lo sé, pero no quiero que rompan el templo que supone los sábados en el mercado.
—Sea quien sea, yo te ayudo a expulsar a patadas a esa persona —Lydia me da la mano.
—Muchas gracias —yo aprieto con fuerza y la miro con firmeza—. ¿Sigo?
—Sigue.
—Día catorce: Liam se sigue abriendo.
—La gente te quiere, Izan. La gente te adora.
—Bueno, bueno… Día quince: llamo a una ambulancia.
Lydia me hace una señal con las manos para que vaya más despacio.
—¡Yo no puedo con tantos saltos en el tono de las predicciones, te lo juro!
—¡Yo tampoco! —grito, más frustrado que ella todavía—. Me da muchísima ansiedad leer este tipo de cosas. Encima no sé quién necesitará esa ambulancia. Me da taquicardias pensar en esto.
—Tú apréndete bien el número.
—Sí… Bueno, sigo. Día dieciséis: Elías se rebela.
—Cosas del trabajo, ¿no?
Asiento.
—Día diecisiete: Frank está en peligro.
—Qué mal ha sonado esa… No me ha gustado nada.
—No. Y menos, sabiendo que ha tenido contacto con gente bastante peligrosa. Creo que es el tipo de cosas que nos quedan grandes, otra vez…
—Sí. Bueno, ya veremos de qué se trata.
—Sí… Vale, ahora el dieciocho: Oliver me ayuda.
—¿Oliver? ¿Sois tan amigos?
—No sé. Lo que ves en el mercado es lo que hay. Por eso me sorprende que una predicción de un jueves se base en que Oliver me ayuda.
—Ya veremos qué ha pasado. Igual vuestra relación cambia, o el tema tiene que ver con él.
—Puede ser… Va, diecinueve: tengo un mensaje extraño.
—El pan de cada día, ¿verdad?
—Así es. Pero me preocupa que el calendario haga énfasis en esta. En el mensaje de Eric e Iris, por ejemplo, el calendario no dijo nada. Este sí. A ver si para entonces entendemos mejor qué criterios se usan…
—Tenemos faena con eso, sí.
—Día veinte: bebo achicoria con Anna y Oliver.
—¿Eso qué es? ¿Lo has buscado?
—Sí. Por lo visto, es una planta, y la gente la usa para beber un café que no es un café, o algo así. Como el café, pero sin las mierdas del café. Esa fue mi percepción.
—Achicoria. Vale, pues bien por ti.
—Veintiuno: VDLS explota.
—Me gusta como suena esa…
—A mí no tanto. Esos seis cada vez me dan más miedo…
—¡Pero te pueden llevar a respuestas!
—Ya. Ya te contaré —hago una pausa para asegurarme de que no contesta nada más—. Veintidós: Eric está irreconocible.
—A ver qué le pasa a Eric… Si es que el amor cambia a cualquiera.
—Yo también he pensado que iría por ahí la cosa. Ya veremos. Vale, atiende a esta, porque… Bueno, no te podrás quedar quieta. Veintitrés: cita con respuesta.
—¿Qué? Espera, espera… ¿Entiendo lo mismo que entiendes tú? ¿Estamos en la misma página?
—Déjame adivinar. Estás pensando que, si me declaré el once, por qué la respuesta llega tan tarde.
—¡Exacto! Si es que no se puede pensar otra cosa. ¿Cómo es que no te respondió? Yo pensaba que tú te declarabas y la respuesta te llegaba antes de acabar la frase, porque te corresponde seguro, vamos. ¿Y no te responde hasta finales de mes? ¿Y encima no sabemos la respuesta? ¡Izan, ya la vas a cagar!
—Eso sí que son ánimos…
—Dime otra. ¡Dime otra, porque si no a saber lo que digo!
—Veinticuatro: cervezas con Elías.
—El Elías este tiene dos predicciones y Flora no tiene ninguna. Qué mal te montas el mes.
—Veinticinco: Anna viene a casa.
—¿Anna viene a casa? Este mes veo que aumentarás mucho tu amistad con Anna y con Oliver, ¿no? Tomas chikoritas con ellos, uno te ayuda, la otra viene a casa…
—Achicoria. Y sí, es raro. Me caen bien, pero no teníamos tanta relación. Tampoco es que me parezca mal. Bueno, la siguiente. Veintiséis: día de cine.
—Muy chulo. Hace mucho que no voy al cine. Si no vas con nadie interesante, vamos tú y yo, a ver qué dan. Aunque seguro que vas con Abril ya como parejita.
—No sé…
—¿Y ese pesimismo?
—Por la del veintinueve. No me ha gustado nada. La del veintisiete es que Serena tiene problemas, y la del veintiocho una reunión de vecinos complicada.
—Ninguna suena a novedad, aunque espero que lo de Serena no sea grave. Pero… ¡¿Qué pasa el veintinueve?!
—Día veintinueve… Se me rompe el corazón.
—Pero… ¿Qué?
—¿Sabes lo peor de estos calendarios? Que me rompen la esperanza. Cuando una persona empieza una relación, uno de los motores que tiene es la ilusión, el no saber qué pasará, y el conseguir con tus acciones que las cosas salgan lo mejor posible, ¿verdad?
—Sí…
—Pero si tengo un calendario que dice que me declaro, que no me podrá dar respuesta en el momento, y que poco después de la respuesta, se me romperá el corazón… ¿Qué esperanza puedo tener?
—¡Izan! Ya sabes que estas predicciones son muy ambiguas. ¡Igual se te rompe por otra cosa! ¿Quieres que haga algo para rompértelo y que así no sea Abril la que lo haga?
—No creo que funcione… Pero, en cualquier caso, es una predicción de final de mes, así que tenemos tiempo para digerirla.
—Tienes razón… Va, ¿y cómo acaba el mes?
—Día treinta: no podría tener peor vecina…
—¿Peor vecina? ¿Qué vecinas tienes tú?
—Estoy seguro de que no es ni Flora ni la señora Ángela. Es imposible que diga que nadie es peor que una niña que me cae tan bien y es mi socia, o que una señora entrañable que nunca hace daño a nadie. En todo caso, o se refiere a la madre de Flora, o a Gemma, del trío de liberales sexuales del primero.
—Claro, esas dos dan el perfil.
—O tal vez viene una vecina nueva… —miro en dirección a la puerta, en frente, hacia la que fue la casa del señor Rafael.
—Sí, eso sí. Me da muchísima curiosidad esta, oye…
—A mí no. Mi edificio era tranquilo y seguro. Vecinos que no me molestaban, el profesor Rafael… Pero ahora tengo a los LuLu destrozándome la salud mental, y encima vendrá una vecina que no podría ser peor. Ya no podré estar tranquilo ni en mi casa.
—Es verdad, estas cosas te afectan mucho a ti…
—Y muy mal tiene que darse la cosa, porque como la última predicción esté relacionada, yo no sé qué tal me irá junio. Día treinta y uno: paso el día escondido fuera de casa.
—¿Escondido fuera de casa? Qué mal… O sea, que no podrás refugiarte ni en tu propia casa.
—Exacto. Así lo he interpretado yo también.
—Qué mal…
—¿Qué opinas del mes que me espera?
—Bueno, hay cosas complicadas… Creo que el anterior fue más duro, por lo de la muerte… Pero es verdad que algunas cosas hacen que me preocupe por ti. ¡Estaré a tu lado!
—¿Aunque mañana descubras algo raro que no te guste?
—¡Eso depende de ti! Pero sí, seguiré a tu lado de todas formas.
El resto de la mañana lo pasamos comentando más a fondo las predicciones que más llaman nuestra atención. También le cuento las últimas novedades con Abril y VDLS.
Estamos a mediodía y ya me he saturado de mi propia vida, así que, cuando Lydia se vuelve para su casa, yo desconecto de todo jugando a videojuegos.
Tengo que estar despejado y preparado para afrontar este mes de mayo.

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