top of page

Lunes 10 de julio de 2023

Joel Soler

Actualizado: 11 jul 2023


Capítulo 132 Atrapo a Lucía

“Pero qué mal suena esto. Menos mal que la atrapo, pero,

según lo que sea, más me vale atraparla a tiempo.”



Lucía no me perdonará lo del empujón del otro día. La verdad es que estuvo feo, las cosas como son. O sea, en parte se merece que cada persona del planeta la trate mal, al igual que a su marido, pero lo que no quiero tampoco es tener problemas de una forma tan gratuita solo porque no me pude controlar. Habla muy mal de mí eso. No querría volver a hacerlo, y ahora me tocará enfrentarme a las consecuencias.

Paso toda la mañana paranoico con que hará algo, pero, pensándolo bien, creo que no veré nada si no salgo de casa o me asomo por algún lado.

O sea… ¿Vendrá a mi casa mientras no estoy? ¿La atrapo haciendo algo en mi puerta? ¿Debería salir a la calle y mirar hacia su balcón a ver si veo algo? ¿Será algo que ocurrirá en el rellano? A lo mejor es algo soso, como que la atrapo hablando de mí. O a lo mejor es una predicción literal, donde ella escapa y yo la atrapo, en plan policía. No tiene mucho sentido eso. De hecho, espero que no sea eso.

A primera hora de la tarde salgo de casa. Me he llevado a Espino conmigo para no dejarlo solo justo en una predicción como la de hoy. Como tal vez Lucía está esperando a que salga a la calle para hacer algo (es uno de los escenarios que he contemplado), voy a darle ese gusto, pero no me puede ver saliendo con Espino, así que bajo hasta el primero con el ascensor y dejo a Espino con el doctor Gabriel. A él no le hacen falta muchas explicaciones, solo tiene que notar que le necesitas, y él cumple con lo que sea.

Salgo a la calle, por lo tanto, con las manos vacías. Al doblar la esquina, me quedo agazapado en lo que yo considero un ángulo muerto, o eso espero, para poder ver el balcón de Lucía sin que ella me vea a mí.

No he podido ver si ella me ha visto salir o no, ya que no quería mirar a su balcón mientras cruzaba la calle. Sería muy obvio y no le daría confianza.

Lo que sí he hecho es salir dando un portazo. Así sabrá que he salido.

Yo me imagino que, lo que sea que haga, lo hará de forma visible desde aquí, o por lo menos yo me enteraré en algún momento entre ahora y cuando vuelva. Eso es lo que dice la predicción. La atrapo. Puedo confiar en eso, aunque todavía no sé de qué manera ocurrirá.

Después de unos minutos, veo a Lucía asomarse al balcón y mirar para todos lados. Yo me escondo un poco.

De repente saca un palo larguísimo. No sé muy bien lo que es, pero está usando ese palo para hacer algo en mi balcón. La muy desgraciada se ha puesto de espaldas, que parece que se va a caer, y está usando ese palo larguísimo para tocar algo o poner algo en mi balcón. ¿Qué está haciendo? ¿Intenta atacar a mi balcón con un palo? ¿Creerá que Espino está en el balcón y su plan es atizarle con esa jabalina? Pero mírala, si parece que se caerá de espaldas. Espero que la predicción no sea que la atrapo al vuelo cuando se caiga, porque ya sería lo que me faltaba.

No me resisto más y corro hasta el portal. Antes de entrar, llamo su atención.

—¡Vecina! ¿Puedo ayudar en algo? ¿Te está dando problemas mi balcón?

No veo su cara ni su reacción, porque al darse cuenta de que soy yo, se esconde de golpe. Yo subo corriendo hasta mi casa, por las escaleras, por si ella hace algo por el camino.

Llego hasta la puerta y abro para dirigirme directamente al balcón. De primeras no veo nada, pero, rebuscando un poco por el suelo, encuentro una especie de bola de comida, pequeña y con bastante olor. Lo bastante diminuta como para que yo no me hubiese dado cuenta de que estaba ahí si no me daba por limpiar bien el suelo, y lo bastante olorosa como para que un gato tenga interés en acercarse y, tal vez, probar si tiene buen sabor. En otras palabras, Lucía ha usado el palo ese para meter esta pelota de comida en mi casa a través del balcón.

Sin detenerme a pensar qué es, aunque con la intuición de que la muy vomitiva ha intentado envenenar a mi gato, bajo a toda velocidad a su casa y llamo a su timbre como un loco.

—¡Lucía! ¡Abre! —grito.

No contesta. Insisto. No paro de llamar y de gritar. La pareja de ancianos que vive enfrente, Ángela y Santiago, se asoman a ver qué pasa.

—Sé que estás en casa, Lucía. Abre —insisto.

—¿Qué pasa? —pregunta la señora Ángela.

—Lucía ha intentado envenenar a mi gato.

—¿Qué me dices? Qué horror… ¿Pero tú estás seguro de eso?

—Vamos, como que la he visto lanzar cosas a mi balcón, y me he encontrado con esto —le enseño la pelota de comida—. Si no tiene nada que ver, por lo menos que me explique qué hacía con un palo lanzando cosas a mi balcón.

—¡Quieta! —grita Lucía desde dentro de su casa.

De repente la puerta se abre. Es Flora quien la ha abierto.

Lucía se acerca a su hija.

—Ya verás la que te espera —le dice.

Flora solo agacha la cabeza y se retira un poco.

—¿Qué queréis? —pregunta Lucía, mirando hacia el rellano.

—No me lo puedo creer —digo—. ¿Te estás haciendo la tonta cuando sabes que te he visto hacer algo en mi balcón? ¿Me estás diciendo en serio que te estás haciendo la tonta?

—Oye, vecino, te veo muy alterado. No sé de lo que me hablas. ¿Qué dices de tu balcón?

—Que te he visto con un palo haciéndole algo a mi balcón, o lanzando algo.

—¿Con un palo en tu balcón? ¿Qué hablas? ¿Tienes algún vídeo o foto de eso que dices? ¿Alguien más me ha visto?

—Ah, que jugamos a eso… Si no hay pruebas, es tu palabra contra la mía, ¿no?

—Si no tienes nada más que decirme, te dejo con tus tonterías. Yo estoy muy ocupada. Adiós.

Lucía intenta cerrar, pero yo detengo su puerta con mi mano.

—Espera… —intento recordar el nombre que escuché por boca de Nora. No sé si es buena idea hacerlo, pero lo voy a hacer, a ver en qué resulta—. Lucía… Que sepas que Salvador Santalla sabrá sobre esto.

Todos nos quedamos en silencio. Lo paso fatal durante estos segundos, porque puede que acabe de hacer el ridículo al decir lo mismo que le dijo Nora una vez, pero sin tener ni idea de qué es lo que implica.

—¿Qué acabas de decir…? —dice Lucía. Le ha costado decir eso, como si se le hubiese secado la garganta. No es mala señal, o eso creo.

—Salvador Santalla. No te hagas la tonta.

—Tú no tienes nada que ver con Salvador Santalla… A mí no me la cuelas.

Es verdad que no tengo nada que ver, pero por el apellido, es previsible pensar que es el abuelo de Nora, o un primo, un tío, un tío abuelo… Algo de eso. Así que mi mejor opción es la siguiente.

—¿No sabes que fui pareja de Nora Santalla durante mucho tiempo? Esa familia puede llegar a quererte como si fueras uno más, y los vínculos perduran incluso después de la ruptura.

—¿Tú has sido familia política de Salvador Santalla…?

—Así es —digo. Y, bueno, en realidad no es una mentira, ¿no?

Nos miramos en silencio. No sé si me está analizando porque detecta que hay algo que no le cuadra en mi relato, o si está procesando muy lento, o qué está haciendo.

—¿Y qué es lo que quieres…?

—Lucía… Si veo una sola señal de que le intentas hacer daño a mi gato, o que haces algo en mi casa, sea lo que sea… Se me ocurren muchas cosas que puedo hacer, y a mucha gente a la que puedo llamar.

—¡No! No hará falta. No haré nada. Te lo prometo…

—¿Y por qué lo has intentado hacer hoy?

—¿Qué?

—La bola de comida que has lanzado con el palo. ¿A qué ha venido esto?

—Lo siento… El otro día me empujaste… Quería hacer algo, y pensé en darle laxante a tu gato…

—¿Solo es laxante?

—Sí… Comida de gato con laxante… No quería hacerle nada peor que eso, de verdad…

—Me da igual. Solo con eso ya estás haciendo algo que puede ser muy malo para un gato tan pequeño como Espino.

Flora y los dos ancianos me miran asustados. Ninguno se pensaba que yo fuera capaz de hablar así. De hecho, si no fuera porque están mirando, me recrearía mucho más. Aprovecharía la situación para pedirle a Lucía que se arrodille y me suplique perdón. Sería tan bueno eso… Mira, si dice algo que me moleste muchísimo, igual lo hago y todo.

—No quiero más problemas… —dice con poca confianza en su voz.

—Es lo mismo que te iba a decir yo. Nada de problemas, Lucía. Yo no te doy problemas a ti, y tú no me los das a mí.

—Trato hecho…

—Ah, y acuérdate de lo que dijo Nora: cuidado con hacerle daño a tu hija. Nora ya no vive aquí, pero me ha dejado a mí como vigilante.

—¡Claro que no le voy a hacer nada a mi hija!

—La has amenazado cuando nos ha abierto la puerta…

Lucía se queda callada. Avergonzada, supongo.

—No le iba a hacer daño, ¿vale? Por favor…

—Bueno, vamos a dejarlo aquí. Creo que nos hemos entendido.

Sin decir nada más, doy media vuelta y camino escaleras abajo para recoger a Espino en casa de Gabriel. No sé si los demás han vuelto cada uno a su casa o si se han quedado un rato mirándome, pero debo reconocer que me he sentido el puto amo. No es que quiera agradecérselo a Nora, pero me ha venido genial el truco de nombrar a Salvador Santalla. Ahora tengo a Lucía controlada, y eso me da muchísimo placer.

Recupero a Espino y nos vamos los dos para casa. El día ha terminado bien. He atrapado a Lucía y la he amenazado de la manera más placentera. Hasta hace poco, incluso llegué a pensar en pedirle perdón por el empujón, pero hoy en cambio he estado a media frase de obligarla a arrodillarse ante mí.

Sin duda, este ha sido el día más feliz de las últimas semanas.

—Somos un equipo temible, Espino —le digo—. Pero ahora vamos a limpiar a fondo la casa para asegurarnos de que no hay comida peligrosa por el suelo, que luego me lo cagas todo, y sería una forma muy fea de ensuciar un día tan bueno como el de hoy.






36 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page