Capítulo 13
Estoy harto del trabajo
“Pero si eso es todos los días, no solo el lunes 13 de marzo. Aunque siendo lunes y encima el primero después de lo del otro día…”
Al llegar a la oficina me encuentro con Eric nervioso desde primera hora. Él suele llegar un cuarto de hora pronto, y por eso detecta rápido los ánimos generales de todos los compañeros, o del jefe, dependiendo de la forma en que llegan y saludan. Parece que hoy el ambiente es de los malos.
—¿Qué pasa? —le pregunto a Eric susurrando.
—Hugo ha llegado dando un portazo. Victoria lo ha intentado saludar, pero él la ha ignorado.
—¿Se ha atrevido a ignorar a Victoria? —pregunto con un silencioso grito ahogado y susurrado.
Victoria es una veterana en la empresa. Todos creemos que ella debería ser la jefa. No tiene mucho contacto personal con la mayoría, pero es respetada y considerada como la mejor profesional de la oficina. A mí me da un poco de miedo y me habla mal, pero en términos generales, es más justa y fiable que Ignacio. Como mínimo puedo decir que no me atrevería a llevarle nunca la contraria. Hugo suele ser bastante obediente con ella también, por eso me sorprende que no le devuelva un saludo.
Al parecer, sin darme cuenta, estoy mirando a Hugo, o eso parece, porque desde mi perspectiva estaba con la mirada perdida. Lo que pasa es que ahora nuestras miradas se han encontrado, y en teoría me ha pillado observándole.
—¿Qué te pasa? —me pregunta con un tono que da asco.
—¿A qué te refieres?
—Me estás mirando. ¿Me quieres decir algo?
—¿A ti? No, no te preocupes por eso.
—Claro. Para eso ya mandas a tu amigo.
—¿Qué dices? —le pregunto, sin entender a qué amigo se refiere.
—Me has mandado a Elías para que me amenace. Esa persona ni sabía que yo existía, y de repente sospecha que os he hecho algo a vosotros dos. Qué raro, ¿no?
Como mi mesa y la de Hugo están a cierta distancia, la conversación se oye por toda la oficina, cosa que detesto. Odio imaginarme a los demás mirando lo que estamos diciendo y opinando sobre la conversación. Por lo visto, Elías debe de haber interceptado a Hugo en la entrada para comentarle sus sospechas.
Hugo y yo nos odiamos desde siempre, aunque en realidad casi nunca interactuamos. Él me parece un imbécil amargado, y con razón. Y yo no sé qué le parezco, pero por lo visto nada bueno.
—Hugo, yo no he mandado a nadie a hablar contigo. No sería tan cruel de hacerle eso a ningún compañero.
—Eres muy valiente, ¿no? —me dice conteniendo sus ganas de gritar mucho más.
Antes de contestarle, veo que Victoria se acerca a los dos.
—Estamos trabajando. ¿Hace falta que tenga que decirlo?
—¡Lo siento! —me apresuro a decir sin reflexionarlo dos veces.
Hugo solo murmura y mira mal a Victoria. Ella no se toma muy bien esa mirada.
—¿Qué te pasa hoy conmigo? —le pregunta—. Por lo que he escuchado, tu problema es con Izan y con Elías.
—Contigo nada —dice Hugo, mirando a la pantalla de su ordenador.
—Pues me has retirado el saludo y ahora me has dedicado una mala mirada.
—Pues contigo nada, pero hoy no estoy para reírle las gracias a una niña a la que le saco más de diez años y que se cree que es mi jefa.
Hugo debe rondar los cuarenta y pocos, y Victoria los treinta y pocos. En realidad, no tengo ni idea, pero es la impresión que me da.
—¿Qué tontería es esa de la edad? —pregunta Victoria—. Si te importa tanto ese tema, tendrías más respeto por Elías, que es mayor que tú, ¿no?
Hugo aparta la mirada de la pantalla y mira a los ojos a Victoria.
—Hasta hoy mismo, yo siempre he tenido respeto por Elías. Pero al ver que ha podido ser manipulado con facilidad por el niñato ese —dice señalándome con desprecio—, ha perdido todo mi respeto.
—Hugo —dice Victoria, cruzada de brazos y con la espalda erguida frente a él—. Aunque seas mayor que muchos de nosotros, ¿no te has planteado que los demás han perdido el respeto por ti por este tipo de cosas?
Sin decir ni una palabra, Hugo golpea su mesa y se levanta de golpe para acto seguido salir a la calle. Todos nos quedamos en silencio.
—¡Venga! ¡A trabajar! —grita Victoria.
Toda esta escena me ha tomado por sorpresa. Lo peor de todo es que Hugo me llame niñato manipulador delante de todos. Aunque nadie tenga que ver afectada su opinión sobre mí solo porque lo diga él, me molesta que haya salido ese término delante de mis compañeros, y me molesta imaginar que algunos se giraron hacia mí cuando lo dijo.
Poco después, veo a Elías salir del despacho de Ignacio. Es verdad que ninguno de los dos ha estado durante la escena de hace unos minutos. Por lo visto, Elías debe llevar desde antes de la hora de entrada en el despacho del jefe.
En la hora de comer, me acerco a Elías para preguntarle qué ha hecho en el despacho de Ignacio.
—Este trabajo es una mierda —me dice—. Con lo tranquilo que estaba yo cuando el Ignazi y el otro imbécil me dejaban en paz.
—¿Qué te ha dicho Ignacio? —le pregunta Eric.
—Cuando el dictador de mierda ha llegado, me ha visto discutir con Hugo, y lleva desde entonces dándome una charla que no es normal. Se cree que es mi coach o algo así. Es un demente.
—¿Por qué has discutido con Hugo? —le pregunto.
—Al llegar, me ha dado la sensación de que Hugo me miraba mal. He aprovechado para preguntarle si él había hablado de mí con el jefe. Me ha contestado fatal, y lo que ha pasado después no lo recuerdo muy bien. Creo que lo he amenazado o algo así. Pocas veces me he puesto tan nervioso en los últimos meses como hoy.
—Desde fuera —dice Eric—, se te veía como si fueses a destrozarle el cráneo. Supongo que Ignacio ha visto eso.
—Con lo felices que estaríamos si yo hubiese ganado la apuesta. No me habría peleado con el asqueroso ese y tú vendrías rapado al cero —dice mientras me intenta peinar, sin éxito.
—Eso te pasa por subestimar a los Crimsons —dice Eric.
Me gustaría bromear sobre el tema también, pero no me gusta regodearme en algo que hice haciendo trampas. Además, la pelea con Hugo me ha dejado un nudo en la garganta que me está durando todo el día.
Encima Lydia me está mandando mensajes sobre si estoy bien en el trabajo, o si estoy demasiado harto. Tengo la sensación de que se ríe de mí porque en el fondo todavía piensa que estoy jugando con ella.
Lo único que tengo claro es que, si antes ya odiaba venir al trabajo, el ambiente tal y como se ha quedado ahora hace que lo odie todavía más.
Mi objetivo será tomarme el trabajo como un simple trámite. Que no afecte mi vida. Lo que me ocurra fuera de la oficina es más importante. Tengo a mis amigos del mercado y de la cueva, tengo un calendario mágico que predice el futuro y además, por lo visto, mañana conoceré a una bruja.
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