Capítulo 76
Llamo a una ambulancia
“Me viene bien que el calendario me avise, porque tiene pinta de que, si pasa algo, me olvidaría del número. Así ya lo tengo preparado.”
El número de emergencias, en España, siempre que pase algo malo y se deba gestionar una emergencia de cualquier tipo a toda velocidad, es el 112. Para llamar a una ambulancia, ese será el número al que llamaré. Ahora solo queda saber para quién es esa ambulancia.
Llego al trabajo y, por el momento, no hay nada raro.
Victoria pasa de mí. No sé si pasa de mí por incomodidad, o porque hemos vuelto a la normalidad, donde ya pasaba de mí de todas formas.
En el descanso, paso el rato con Eric y Elías. Charlamos sobre el tema de los despidos y de cómo Ignacio todavía no se ha pronunciado al respecto.
Cuando volvemos del descanso, vemos que Hugo está en el despacho de Ignacio. ¿Le caerá un despido del cielo? No estaría mal, la verdad.
Antes de sentarnos en nuestras sillas, Elías pasa por detrás del ordenador de Hugo.
—Mira, se ha dejado el correo abierto. ¿Me asomo?
—Tentador —digo.
—Lo que te faltaba, más problemas con Hugo… —dice Eric.
—A mí eso me la pela —dice Elías—. A ver qué hay por aquí… ¡Mira! Lo que estaba haciendo durante el descanso era escribir un mail. Lo tiene a medias.
—¿Algo de trabajo o algo personal? —pregunto.
—Personal, personal. Calla, déjame leer —dice Elías—. O sea, parece que Hugo le está recriminando a alguien que ya no respeta ni el día de su cumpleaños.
—¿Hoy es el cumpleaños de Hugo? —pregunta Eric.
—No sabía que cumplía años —digo.
—Sí, pero no me entero. Me da la sensación de que está intentando enviar un mensaje, pero está borrando unas partes sí y otras no, y se hace como anotaciones a él mismo. Y lo que hay aquí pues… No lo pillo.
Eric y yo nos asomamos y leemos.
“[Saludo] Sabes que hoy es mi cumpleaños. Sabes que es un día muy importante para mí. Antes lo entendías. Antes - ¿Qué pasa? [Recuérdale] Por favor (sin suplicar) aunque no sientas nada por mí (eso no) TENGO DEREC-”
—Está claro que tiene problemas para escribir este mensaje —dice Eric—. Yo solo entiendo que su cumpleaños es importante para él. ¿Lo felicitamos?
—No —digo.
—Ni de puta coña —dice Elías a la vez que yo.
—Pues yo igual le felicito, que hay que cuidar bien a los subordinados —dice Eric.
—¿Tu subordinado? ¿Tú eres el jefe de Hugo? —pregunta Elías.
—Claro. ¿No sabes que Hugo es contable? —pregunta Eric.
—Puede. Me suena. Sabía que no le quedaba bien algo creativo.
—Y yo soy el que dirige el departamento de contabilidad de esta oficina. Lo sabes, ¿no?
—¡Hostia! Pues entonces el Hugo te odia, ¿no?
—¿A mí? ¿Por qué? Yo nunca le he hecho nada.
—Yo sé por qué lo dice —digo—. Elías y yo entendemos cómo funciona Hugo. Seguro que odia tener un jefe más joven que él. Seguro que no te considera ni un jefe.
Nuestra amena charla sobre Hugo y sus inseguridades es interrumpida por el propio Hugo y sus gritos contra Ignacio.
—¡Que no! —grita Hugo—. ¡Que no puedes hacer eso!
—Lo siento, Hugo. La decisión está tomada —dice Ignacio.
—¡Eso se lo cuentas a mi abogada! Pensaba que ya había quedado claro. Que tú no me puedes despedir. ¡No puedes! ¡No puedes hacerlo!
—Es que, Hugo… No soy yo el que te despide. Tu abogadita me dejó claro que no podía despedirte si había indicios de rencillas personales. Que ella lo usaría en mi contra y que ganaría y todo lo demás que dijo como si se creyera invencible. Pero, Hugo… Este despido viene de parte de la oficina central.
—Una mierda. La central tiene que haberte dicho que estaba en tu mano y que lo harías en su nombre. Este despido lo estás haciendo tú.
—No eres intocable, ¿sabes? Hay que recortar plantilla, y tendrás una indemnización apropiada. No será lo mismo que si te hubiese despedido yo. Te dará para vivir bien un par de meses en lo que encuentras algo.
—¿Encontrar algo? ¿Con mi edad y mi currículum? ¿Tú qué sabes si encontraré algo? ¡Que no! ¡Que no me despides!
—Me parece muy egocéntrico por tu parte, Hugo… Sabías que habría despidos… ¿Y te creías intocable solo porque esa mujer me amenazó?
Hugo empieza a hiperventilar. No puede respirar. Se echa las manos a la cabeza, se mueve de manera errática, se sujeta a las mesas…
—Dana sabrá cómo joderte por esto…
—No, no lo creo. Llevo más de una semana consultando con mis abogados. Estoy blindado, Hugo. Y tú estás en la calle.
La ansiedad de Hugo aumenta. Se intenta desabrochar el cuello de la camisa para respirar mejor, pero no puede. Un par de compañeros se acercan para preguntarle si quiere algo, pero él los aparta de un manotazo.
Intenta decirle algo más a Ignacio, pero no le salen las palabras.
No sé si por mareo o por algún tipo de tropiezo, Hugo pierde el equilibro y se da de lleno contra el pico de una de las mesas.
Cae al suelo, inconsciente y con sangre en la cabeza.
—¡Estoy llamando a la ambulancia! —grito.
Ya estaba preparado. Cuando he visto el ataque, he supuesto que sería eso. Incluso aunque la víctima fuese Hugo, no he dudado.
Eric me mira sorprendido por lo rápido que he actuado. Seguro que piensa que no me pega haber hecho eso.
Mientras me comunico con ellos, miro a todos los de la oficina para ver sus caras frente a esta situación. Todos, incluso los que peor nos llevamos con él, estamos preocupados y horrorizados. Todos, menos uno. Ignacio lo está disfrutando. Se le está escapando la risa.
Cuando la ambulancia llega y se lleva a Hugo, Ignacio nos insta a volver a todos al trabajo con sus desagradables palmas.
No ocurre nada más, pero paso el resto del día con una fuerte angustia, con la imagen de Hugo inconsciente sobre un charco de su propia sangre el día de su cumpleaños, y con esa cara de Ignacio aguantando las ganas de reír.
Hasta el propio Elías, que tanto odia a Hugo, está consternado. Todo nuestro odio va dirigido a una sola persona en este momento.
Ignacio no puede seguir siendo el jefe. Ese es el pensamiento que tenemos la mayoría, estoy seguro. Por desgracia, dudo mucho que podamos hacer algo al respecto…
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