Capítulo 328
Dana me habla de Rojo
“Me sabe mal tener que pedirle esto…”
Hemos aprovechado la predicción para quedar con todos los VDLS en casa de Dana.
Estrella, Dana y yo sabemos por qué es importante cumplir cada una de las predicciones. Hugo, Ángel y Gris todavía no conocen la historia de Saúl, pero tampoco sé si tienen ganas de conocerla. Si algo tienen en común ellos tres es que están ya muy cansados de todo lo que ha pasado.
—Una reunión VDLS. Pensaba que ya no habrían más de estas —dice Ángel, acariciando a Pancho.
—VDLS conmigo como invitado —digo yo.
—Qué va —dice Hugo—. Tú eres un VDLS más.
—¿En serio? —digo.
—Sí —dice Dana—. Creo que el periodo de invitado ya se ha terminado. Lástima que haya sido cuando ya no tenemos nada que hacer.
—Bueno… Me sigue sonando bien —digo.
Primero tenemos una charla trivial. Nos ponemos al día con las vidas de cada uno.
Hugo quedó con Oliver hace poco y hablaron sobre la muerte de sus abuelos. Dice que, aunque no supo descifrar si Oliver estaba triste o contento, sí que pueden decir que ahora están mucho más tranquilos. Tal y como sospechaban, no era la madre de Nora la que amenazaba a Hugo por voluntad propia. Eran Olivia y Salvador los que de verdad amenazaban.
Gris no tiene ninguna novedad que contar. Dice que está solo en la residencia y que no ha querido conectar con nadie desde la muerte de mi tío. Eso sí, sabe aprovechar su tiempo de ocio, porque dice que suele pasar el rato jugando a videojuegos que nosotros vemos como modernos, y que para él ya son retro.
Ángel ha empezado a reconciliarse de verdad con sus padres. No quiere que conozcan toda la historia, pero sí intenta contestar a sus preguntas. Por suerte para él, ni Ángela ni Santiago son demasiado de preguntar, así que no tendrá que ganárselos con explicaciones concretas. Supongo que Ángel sabrá cómo hacerlo para que sepan que sus intenciones son las mejores y que sabe de lo que habla, sea lo que sea que ha pasado.
Dana nos dice que el día diez de este mes fue su cumpleaños. Varios de nosotros nos sentimos mal por no saberlo o no acordarnos. Bueno, yo es que no tenía ni idea. Por lo visto, solo Hugo la felicitó. Al ver la reacción torpe de Gris al disculparse, me he reconocido completamente.
Cuando Estrella nos ha contado sus cosas, tenía la esperanza de que hablase de su relación con Lydia, pero parece ser que ha preferido ir por otro lado. Nos ha hablado de todo lo que está aprendiendo del maestro Nero, y también nos cuenta algo que intenta hacer.
—¿Crees que puedes hacer eso? —pregunta Dana, levantándose de su sillón—. ¿Podrías comunicarte con los muertos?
—A ver… —dice Estrella, un poco abrumada por la forma en que Dana se ha dirigido a ella—. No es como en las películas. Según el maestro Nero y los textos de Olivia, hasta ahora, lo máximo que han podido alcanzar, es a comunicarse con las sensaciones que un espíritu quiere que sientas. Si consigo que un espíritu que pueda estar observándonos, entienda que puedo transmitir una sensación, y él quiere transmitir que está contento, o triste, entonces podrá hacerme notar esa sensación.
—Tiene menos gracia que en las películas, es verdad —dice Ángel.
—Pero hay trucos para llevar a otro nivel la comunicación —dice Estrella—, como, por ejemplo, asignar un sentimiento a una respuesta. Los más fáciles de entender, ¿no? Contento puede ser que sí, triste puede ser que no, enfadado puede ser que no lo sabe. Es algo que se puede pactar.
—Entiendo —dice Dana—. Pero… ¿Cómo de avanzado tienes eso?
—¿Lo quieres para…? —empieza a preguntar Estrella.
—Pues claro, Estrella. ¿No te parece normal? No pude despedirme de verdad de Rojo. Fue… Lo más horrible que he vivido nunca. Y eso que fui pareja de un asesino que trabajaba para Salvador Santalla…
—Sí… —dice Estrella—. Te avisaré si llego a ese punto, pero te aviso que ni el maestro Nero lo controla. Olivia, en cambio, sí lo controlaba. Me duele reconocerlo, pero su talento era increíble.
—Gracias —dice Dana—. Significa mucho que quieras intentarlo pese a que se le complica incluso al maestro Nero.
—Oye, Dana… ¿Podrías contarme cosas sobre Rojo? —pregunto—. Sobre las cosas que hizo cuando llegó aquí, cómo te conoció, por qué le fuiste tan leal…
Dana me mira fijamente. Creo que está viendo a Rojo en mí, porque puedo notar tristeza y nostalgia en su mirada. Me siento un poco incómodo, pero quiero que haga lo que necesita.
—Aunque esta línea temporal es muy distinta a la suya… Con muchísimos cambios… Rojo supo ver qué cosas podría utilizar y qué cosas no, de todo lo que conoció en su mundo. Estaba tan motivado a terminar con los S, que trabajó día y noche para conseguirlo.
—Vaya… —digo—. Se me hace rarísimo que fuéramos la misma persona.
—Viviendo cosas increíblemente diferentes —dice Gris—. Por algún motivo, Izan… Nosotros somos personas que cambiamos muchísimo con las circunstancias.
—Sospecho que eso no suena demasiado bien —digo—, pero ya me he dado cuenta, ya…
Incluso los otros Izan de dentro del bucle de Saúl parece que han vivido historias muy diferentes a la mía, con personalidades muy diferentes a la mía. Ahora resultará que no tengo personalidad…
—Por eso es que Rojo supo mover a todas las personas que conoció en su línea temporal —dice Dana—. Personas que podían ser útiles contra la mafia de Salvador Santalla. La verdad es que Rojo prefirió enfocarse en él, ya que es al que conoció más en su mundo.
—Sí… —dice Gris—. Me pidió que yo me encargase más de la rama de Olivia, porque en mi línea pasé muchísimo tiempo con ella, pero… La verdad es que no sabía ni por dónde empezar. Era Rojo el que siempre tiraba de mí. Me daba muchísima vergüenza que fuera capaz de hacer esto una versión veinte años más joven de mí mismo…
—Lo importante es que Rojo siempre era capaz de inspirarnos… —dice Dana, mirando por la ventana—. Él sabía que murió mi hermano y que yo tendría un miedo atroz a los Abad o a Salvador… Pero supo inspirarme. Supo darme algo a lo que aferrarme.
—¿Cómo se ganaba la vida? —pregunto.
—¡Ah! Es verdad, Rojo y Victoria…
—Sí, Rojo y Victoria —dice Dana, con mala cara—. No sé qué pasó, que entre ella y yo había muy mal ambiente. Creo que se pensaba que a mí me gustaba Rojo. No sabe que lo mío con él no tenía nada que ver con gustarme o no gustarme, ni con tonterías así. Pero tampoco la culpo, porque lo entregada que yo estaba… Bueno, que no era normal. Lo veo con perspectiva y me avergüenzo un poco. Luego pienso en por quién lo hice, y se me pasa, así que nada de juzgarme.
—No se me ocurriría… —digo.
—Durante un tiempo —continúa Dana—, Rojo no dejó de moverse ni un momento. Reclutó a un amigo de mi hermano llamado Julián, que también fue víctima de los Abad, y, con él, empezamos a enfocarnos mucho en conseguir pruebas y contactos contra esas mafias. Fue ahí cuando conocí a Frank. Pensándolo bien… Rojo me llevó hasta él.
—Oye, pero… ¿Tú conocías toda la historia de Rojo?
—Sí. Me contó lo del viaje en el tiempo muy pronto, al ver que yo confiaría en él dijera lo que dijera. Creo que fue su última prueba para comprobar mi lealtad. Yo me lo creí sin problema. ¿Cómo no me lo iba a creer? Sabía que, en el historial de la mafia de Salvador Santalla, alguna vez se usaron métodos que solo podían catalogarse de mágicos. Ya conocíamos a Olivia Sallares, así que no me pareció tan raro. Además… Sabía demasiadas cosas de gente a la que no debería ni conocer.
—Claro… Entiendo.
—Por eso conocía tu casa, Izan. Eso siempre te molestó, ¿te acuerdas?
—¿Qué…? Ah, sí, sí. Cuando no te conocía y mi primera impresión de ti fue pensar que una mujer muy chunga me estaba observando…
—Entiéndelo —dice Dana—. Teníamos bien identificados los movimientos de todos los Abad, y yo conocía todo sobre ti, ya que sabía que eras Rojo en este tiempo. Frank se pegó un cabreo cuando hablé tan abiertamente de tu casa sin que él me dijera nunca nada sobre ti… Claro, yo no podía decirle que sabía todo eso porque Rojo y tú erais la misma persona.
—O sea, que aquello solo fue para decirle a Frank dónde viviría Lucas, para que se situase rápido… Pues qué mal lo pasé, de verdad.
—Lo siento por eso —dice Dana—. Frank en quien más confiaba era en Julián. Bueno… Él lo conocía como Rojo.
—¿Qué? —pregunto, porque aquí me he perdido un poco.
—¿No te acuerdas? —pregunta Dana—. Frank conoció primero a un Rojo, y luego a otro. El primer Rojo era Julián, que usó ese nombre en clave sin pensárselo mucho. Gerardo usó ese nombre para crear su identidad en los VDLS. Después, cuando el Rojo original murió, Gerardo se rapó del todo el pelo y se empezó a vestir como él para ocupar su lugar, ya que se sintió muy culpable por la muerte del primer Rojo.
—Y después empezó a comunicarse con Frank, pero con la cara tapada, por el riesgo de que Frank viese en el segundo Rojo muchas diferencias con el primero o, peor todavía, un gran parecido conmigo, ¿no?
—Tú lo has dicho —dice Dana—. Frank era el único que no estaba convencido con eso, pero, los demás… Todos adorábamos a Rojo. Supo formarse una leyenda, inspirarnos a todos, poner en jaque más de una vez a los Abad… Por eso Olivia se hartó de él y lo quiso eliminar. Porque fue uno de sus peores enemigos.
—Sigo sin creerme que una versión de mí hiciera todo eso…
—Y que consiguiera seducir a Victoria y todo —dice Hugo—, que no es por juzgar, pero… No te imagino consiguiendo eso ni con veinte años más.
—Ya, yo tampoco —digo, con toda honestidad.
—Quiero que entiendas, Izan —dice Dana—, por qué al principio no me gustaba nada tu personalidad. Alguna vez se me escapó decirte que tú no tendrías que comportarte de esta forma, y lo lamento mucho… Pero, cuando no te conocía, me daba muchísima rabia ver una versión de Rojo tan…
—¿Tan inútil? —digo.
Ángel se ríe. Es el único al que no le incomoda la sinceridad más hiriente.
—Tan diferente a Rojo —dice Dana—. Pero fue un error por mi parte. Además… Empecé a cambiar de idea al ver cómo te movías con el calendario, cómo te comportaste contra Ignacio, cómo arreglaste las cosas con Hugo… —Dana agacha la cabeza—. Cómo tuviste que aguantar todo lo que pasó el día que te revelamos toda la verdad sobre los VDLS, y Rojo murió frente a tus ojos… Cómo conseguiste salir adelante después de eso.
—Para que luego digas que eres un inútil —dice Estrella—. ¿Has visto?
—Ah… Bueno, dicho así… —me muero de vergüenza, pero me gusta lo que estoy escuchando.
—Por eso ahora sí que opino bien de ti —dice Dana—. Pero Gerardo… Él seguirá pareciéndome el mejor.
—Lo comprendo. Muchas gracias por explicarme bien todo… Ahora lo entiendo mucho mejor.
Dana sonríe. Es admirable cómo tiene la fuerza de seguir sonriendo después de todo lo que le ha pasado. Hoy me he dado cuenta de que los dos nos admiramos mutuamente. Nunca esperé tener este tipo de relación con Dana, pero me parece genial.
El día termina hablando de temas más tranquilos. Yo estoy contento por ver a los VDLS tan relajados. No quiero que me ayuden con esto del calendario… Ellos ya han sufrido bastante. También por ellos es que yo me encargaré de resolver todo lo que falta.
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