Capítulo 329
Iris tiene miedo
“Me siento fatal por ser cómplice de esto…”
Empezamos la tarde visitando por fin a Serena, que ya se está recuperando de su parto prematuro a principios de mes. Aprovechando que iremos con Iris, nos hemos preparado para la predicción de hoy.
Hemos venido Iris, Lydia, Frank, Anna, Oliver y yo.
Cuando me he encontrado con Anna, que lleva el pañuelo púrpura chillón, me ha destrozado el cuerpo de un abrazo, porque se pensaba que me iba a perder cuando vio al otro Izan frente a ella. Yo, como no me acuerdo, proceso la situación todavía con más dificultad que lo habitual.
Cuando por fin podemos ver a Serena, al mino regio y a su hijo, todos nos emocionamos.
Serena está feliz porque hemos venido todos.
—No saben lo que ha sido esto —dice.
—No, ni tengo previsto saberlo —dice Lydia—. ¿Y vosotras? —dice, mirando a Anna y a Iris.
Ninguna de las dos contesta con claridad.
—Qué fuerte… —dice Lydia—. ¿No habéis visto lo mal que lo ha pasado mi pobre Serena?
—¿Quieren conocer al bebé? —pregunta Serena, ya con cara de no querer hablar de otra cosa nunca más, o al menos durante los próximos meses, o años.
Todos explotan en reacciones de entusiasmo. El mino regio nos pide algo de calma, pero lo hace de una manera demasiado tímida y educada como para controlar las reacciones más apasionadas de Lydia y Anna.
Por fin conocemos al minito regio. La verdad es que no entiendo mucho de bebés. Oliver parece que tampoco, pero, los demás… Madre mía los demás. Iris tiene los ojos brillando, y nunca la había visto tan expresiva; Anna y Lydia, como era de esperar, se deshacen en mil reacciones de amor, ternura y chillidos muy agudos; Pero, el que más me ha sorprendido es Frank… Ya que, cuando ha tenido al bebé en brazos, lo ha mirado casi como si tuviera delante a la siguiente persona a la que tiene que proteger de por vida, y se le ha caído una lágrima, cosa que ha hecho que todos nos quedemos impresionados.
—Frank… Eres lindísimo —dice Serena.
—¡Es el cliché del musculitos que es todo ternura por dentro! —grita Lydia, pegando con suavidad la espalda de Frank.
—Qué bonito, por favor… —dice Anna, que también se ha emocionado al ver la reacción de Frank.
Estamos con ellos un rato. Me gusta mucho el ambiente que se ha generado en torno al matrimonio regio (aunque todavía no se han casado, porque dicen que no hay plata).
Ver a Iris tan contenta y relajada hace que me dé muchísima pena lo que pasará en unos minutos.
Cuando salimos del hospital, todos (menos Oliver e Iris) fingen tener algún tipo de plan urgente como para irse a otro lado. Yo, en cambio, finjo que tengo un recado que, casualmente, estará en la misma dirección a la que se dirija Iris, que ahora veremos a dónde es.
Oliver es el único de aquí que no era parte del plan, pero estaba controlado, porque Anna solo tiene que pedirle que la acompañe, y él no pondrá ninguna pega, salvo que tenga algún plan o tarea, que entonces también me vale.
La cuestión es que me quede a solas con Iris.
Cuando por fin lo consigo, paseo un rato con ella.
—Oye, ¿cómo es que Eric no ha venido?
—Pues se lo he dicho —dice Iris—, pero estaba muy serio, y me ha dicho que tenía algo importante que hacer.
—Ah…
Eso me ha sonado fatal.
Caminando un poco más, vemos a Saúl a lo lejos.
Yo lo veo primero, pero Iris tarda un poco más.
Al final, él se hace notar, quedándose más cerca de nosotros de lo que habíamos pensado.
Iris por fin hace contacto visual con él y lo reconoce.
Su cara lo dice todo. Misión cumplida… Iris tiene miedo. Todavía tiene miedo de la existencia de Saúl. Me siento fatal, de verdad…
—Izan… —dice, dándome palmadas en el brazo—. Ese es… ¡Ese es…!
—¿Qué? —digo, haciéndome el tonto.
—El que decía que era tu amigo… Es ese…
No sé qué decir. Ahora Saúl saldrá corriendo y yo haré ver que lo persigo. Y luego ya pensaremos qué le diré a Iris la próxima vez que hable con ella.
Ese era el plan, pero…
—Lo sabía… —dice una voz a mi espalda.
No hace falta ni que me gire. Creo que, en el fondo, ya temía que esto podía pasar.
—Mierda… —dice Saúl.
—¿Qué pasa aquí, Izan? —pregunta Eric.
No sé qué contestar. Mi primer impulso ha sido el de mentir y fingir que yo no sé nada sobre lo de Saúl con Iris, pero… No tengo fuerzas para eso. No creo que esté teniendo en cuenta todo lo que pasa, ni puedo leer si Eric ya debe de saberlo todo o no, ni si yo sonaría creíble, ni nada de nada. Creo que tengo que asumir que he perdido a Eric. Desde que empezamos a distanciarnos por culpa de mi actitud con el calendario, ya notaba que sería difícil recuperar lo de antes… Pero, cuando en fin de año pudo ver mi calendario, y me miró tan mal… Ahí ya me di por vencido.
—¿Izan…? —pregunta Iris. Creo que está sospechando que la he acompañado precisamente para que pase esto.
Iris se aleja de mí y se pone al lado de Eric. Está muy asustada, pero no solo de Saúl… También de mí. Ha notado que, si la cosa fuera de equipos, ella y yo no estaríamos en el mismo.
—Con tu amiguito, ¿no? —dice Eric—. Ahora me dirás que defiendes a acosadores si es que son tus amigos.
—Es una historia muy larga… —digo.
—Una historia que termina contigo defendiendo a un acosador —dice Eric.
—Escucha, Eric… —empieza Saúl.
—¡Eh! —grita Eric—. Tú, calladito, ¿me entiendes?
Saúl da un paso atrás y obedece.
—Llevo todo el mes sin creérmelo, Izan… —dice Eric—. Pero no me fiaba de ti. Te lo podía haber preguntado, pero he preferido esperar en silencio a ver qué hacías. A ver si te daba por hacer algo que le diera miedo a Iris, tal y como ponía en la hoja esa. Y, ¿sabes? En el peor de los casos, lo que pensé sería que aparecerías con tu amigo el acosador. Y yo me decía: no, qué va… No llegará a tanto.
—Eric… —digo.
—Pero míralo. Ahí está. Lo sabía y, al mismo tiempo, he alucinado.
—Solo puedo decirte que nadie le quiere hacer daño a Iris —digo yo—. Te lo puedo asegurar.
—No, si ya —dice Eric—. Ya sé que tú lo sabes todo. Bonito calendario, ¿no?
…
No me ha gustado nada cómo ha dicho eso.
—Sí… Bonito calendario —digo—. Precioso. No tienes ni puta idea de lo precioso que es. No te lo imaginas.
Pensaba que me dedicaría a soportar lo que Eric me tuviera que decir, pero, al escuchar que me ha recriminado la existencia del calendario, ha empezado a subir una rabia por mi pecho… Que no puedo ni controlar lo que digo.
—¿Te pones chulo? —pregunta Eric.
—Para ti es super simple —digo—. ¿No te enteras de algo? Pues pones esa cara de mierda, y a mirar mal a tus amigos. ¿No sabes por qué alguien se comporta como se comporta? Pegas, juzgas, ignoras… Lo que haga falta, da igual si es conocido o desconocido. Y mira, sí, puedes enfadarte conmigo por no explicarte lo del acosador de tu novia, y puedes enfadarte conmigo por no contarte muchísimas cosas o por no ser un buen amigo… Pero lo que no puedes… Lo que te aseguro que no puedes, Eric, es hablarme como si yo estuviera utilizando ese puto calendario de mierda por placer. ¡Es que ni te atrevas a insinuarlo!
…
Después de terminar la frase, noto que recupero un poco el control. Tanto Eric, como Iris, como Saúl, me están mirando. No sé si sorprendidos, asustados o impresionados. Creo que Eric no quiere contestar. Solo me mira muy serio, con los ojos muy abiertos.
—Vámonos —dice Eric, dirigiéndose a Iris.
Ni lo miro. Dejo que se marchen.
Saúl me mira con cara de pena.
No sé si me arrepiento o no de lo que he dicho, pero no hubiese sabido pararlo de todos modos.
—Izan… —dice Saúl—. Siento que lo de Eric esté así por mi culpa… Esto no tendría que estar pasando así.
—Se me hace curiosísimo —digo—. Los dos pensábamos que tú serías la persona que tenía que asustar a Iris para cumplir la predicción… Pero yo tengo clarísimo que, de quien ha tenido más miedo, es de mí.
—Izan…
—¿Sabes lo más raro? Que, en el mundo donde se escribió este calendario, Iris no debía de tener ningún acosador, ¿no? Al menos, no que sepamos. Entonces… ¿Por qué se escribió esa predicción?
—Es una buena pregunta —dice Saúl.
—Al ver sus ojos, con ese miedo… Me ha dado la sensación de que ya lo sé. O de que me lo puedo imaginar.
—No me digas que crees que…
—Sí. Estoy casi seguro de que, por algún motivo, a Iris, en el anterior mundo… El que la asustó fui yo también.
Lo hizo otro Izan, me dirán algunos para animarme. Pero no hay ánimos que valgan… Lo hizo un Izan muy cercano a mí… Y lo he vuelto a hacer hoy.

Comments