Capítulo 90
Se me rompe el corazón
“También vaya forma de decirlo… Empieza mi caída a los infiernos de final de mes.”
Abril me dice de quedar por la tarde. Eso me rompe el corazón ya lo suficiente, porque, si tenía alguna esperanza de que lo hiciera otra persona en su lugar, se acaba de evaporar.
El único consuelo es que sí había una opción todavía peor, que es que pase algo con Espino… Pero yo creo que la única que me hará lo que el calendario ha dicho para hoy, no es otra que Abril.
Cuando la veo, nuestro saludo es algo frío. Nos abrazamos, sí, pero no es lo de siempre. Parece un simple trámite.
—Quiero que hablemos de lo que pasó el sábado. He estado mal todo el fin de semana por eso —dice.
—Según tú, ¿qué pasó el sábado?
—La manera en la que me hablaste y me contestaste. Dolió.
—Ya. ¿No te olvidas de la mitad de la historia?
—¿Yo te hablé y te miré mal, Izan?
—Pues claro. Cuando te pusiste entre Iris y yo. Esa forma de mirarme me rompió por dentro.
—Estabas tratando mal a Iris.
—Querrás decir que estaba teniendo una discusión con Iris sobre un tema que sabemos ella y yo. ¿Cómo sabes que era yo el que la trataba mal? ¿Y si era ella? ¿Y si era un paso necesario para poder entendernos? ¿Por qué te metiste en eso? ¿Por qué me miraste así, pero luego me recriminas a mí que te miré mal?
—¡Frena, Izan! Frena… Me estás poniendo nerviosa. Pareces Anna cuando se enfada.
—¿Sabes lo que pasa, Abril? Que me has engañado.
—¿Cómo dices…?
—Dijiste que seguiríamos siendo el mismo tipo de amigos. Que nos necesitábamos. Pero has cambiado conmigo. Lo que me dijiste el martes no es verdad… Estabas fría y no eras capaz de mirarme con buenos ojos.
Abril se queda callada. Está apretando los puños. Desprende tanta rabia, que empiezo a perder la confianza en mis palabras.
—Izan… ¿Me estás hablando en serio?
Y ahora la he perdido del todo. Creo que la acabo de cagar, pero todavía no comprendo hasta qué punto.
—Respóndeme. ¿Piensas todo eso?
—Pues… No sé lo que pienso —es lo mejor que puedo decir—. Pero reconoce que un poco sí que…
—¡Eres idiota! —me grita, con la voz rota—. ¿Me dices todo eso solo porque no puedo estar como siempre? ¿Por no ponerte las cosas fáciles como hasta ahora? ¿No tengo derecho a estar mal? ¡Pues claro que no es lo mismo estos días! Nunca dije que estaríamos bien al instante. Se necesita una transición, y yo tengo que lidiar con muchos problemas con mi familia. ¿Y porque no pude estar a la altura de tus ridículas expectativas ya me dices que te he mentido? ¿Te has parado a pensar lo cruel y egoísta y estúpido que es eso?
Soy incapaz de contestar. Si no lo he entendido mal, la he llamado mentirosa por el motivo más absurdo. Creo que he hecho eso. No lo sé. Mi cabeza ahora mismo solo es niebla. Nada más que niebla. Pero me cuadra. Me cuadra que yo no pueda ser más imbécil en estos momentos.
—Izan… Me duele mucho que pienses eso. Muchísimo.
—No, espera… No es que lo piense… Es que mi cabeza no funciona bien… Lo siento… —soy lamentable, más de lo habitual, pero no me queda otra que serlo.
La conversación se relaja un poco. Podemos caminar, encauzar lo que nos decimos por otro lado. Pero no tarda en ponerse mal otra vez.
—Izan… Ojalá te hubieses declarado el mes de abril.
—¿Perdona? ¿Qué?
—Cómo estábamos en aquella época… Lo feliz que estaba… Te hubiese dicho que sí sin dudarlo.
Dejo de caminar. Lo que ha dicho me ha devastado.
—Oye, Abril… Igual soy idiota de nuevo y no veo las cosas, pero… ¿No eres tú la que me ha dicho algo cruel e injusto ahora?
—Sí, así ha sido. Pero necesitaba decírtelo, porque es la verdad.
—Ah, genial… Y si en abril hubieses salido conmigo, ¿por qué no me lo decías tú? ¿Por qué no te declarabas tú? ¿Tenía que ser yo? ¿Una persona tan lenta e insegura como yo es la que tiene que dar el paso? ¿En lugar de una persona mucho más abierta y segura?
—Lo siento por eso, Izan… Pero creo que la diferencia entre tú y yo, es que tú habías procesado lo que sentías por mí, pero yo todavía no. Me engañé mucho más tiempo pensando que solo éramos excelentes amigos. Tú lo tenías mucho más claro entonces, o eso entendí cuando hablamos la semana pasada. ¿O no es así?
—Vale… Para aquí —digo, por pura supervivencia—. No entiendo por qué estamos discutiendo así, y creo que, si te escucho decir más cosas, no lo podré aguantar. No le veo sentido a nada. Nos decimos cosas que no tienen ningún sentido…
—¡Sí que tienen sentido, Izan! ¿No lo entiendes? ¡No nos conocemos! No hemos querido mostrar lo malo, no hemos querido hablar de cosas serias, no nos hemos contado lo suficiente y no sabemos qué necesita el otro. Yo también lo estoy pasando muy mal… Mucho, Izan… Pero siento que hoy nos conocemos mucho mejor que cualquier otro día.
—Discrepo —digo, y me da algo de vergüenza haberlo dicho con una palabra así—. Cada una de nuestras interacciones han tenido una gran parte de verdad. Necesitamos muchas. Estoy de acuerdo contigo en que, tal vez, teníamos que pasar por esto, pero… ¡Esta no es la vez que mejor nos hemos conocido! Es la suma de todas. Son todas las bonitas también… —al decir esa última frase, se me quiebra la garganta y pierdo cualquier atisbo de ímpetu.
—Izan…
Me abraza. Pero sigue sin ser un abrazo cercano. Al separarse, veo su cara y noto que todavía me quiere decir algo más para terminar de hacerme daño.
Poco a poco, empieza a quitarse la muñequera de los Crimsons que le compré en Madrid.
—No. No hagas eso… —le sujeto la muñeca—. Para.
—Escucha, Izan… —me aparta la mano con suavidad y se quita la muñequera—. No la quiero perder. Es uno de mis mejores tesoros. Amo esta muñequera, Izan.
—Pues quédatela. Es tuya.
—Mira… —me acerca la muñeca a mis manos—. Guárdala. Cuando los dos estemos bien, o cuando tú estés preparado de verdad para pasar por esto incluso en los peores momentos, entonces, solo si estás muy seguro… Devuélvemela. La aceptaré de vuelta con una sonrisa y me harás muy feliz. Entonces podremos pensar en qué punto estamos.
Me quedo callado mirando a la muñequera.
—¿Me has entendido, Izan?
Asiento poco a poco.
—Mientras tanto, mejor que cada uno luche con sus propios problemas por separado. Tenemos que sanar, ¿sí? Primero mira por ti. Lucha por ti. Cuídate a ti. Yo haré lo mismo conmigo. Después, ya lo veremos, ¿vale?
La predicción ya se ha cumplido. Ver esta muñequera en mi mano, y no en su sitio… Eso me ha roto por dentro.
No sé cómo nos hemos despedido. No sé qué más me ha dicho. No funciono bien. Creo que me ha pedido que, sobre todo, no la tire. Por supuesto que no la tiraré. Antes me tiraría a mí mismo a la basura. A tu muñequera no le pasará nada, porque es tuya…
No sé si estoy hablando contigo o no. No, no estoy hablando contigo. Estoy yo solo. Ah, sí que me suena. Nos hemos despedido en algún momento. Me suena. Un abrazo frío, ¿verdad? Creo que sí.
No estás, ¿verdad?
Estoy solo.

Comments