Capítulo 196
Tomo algo con padre e hijo
“Quién me iba a decir que quedar con él me ayudaría a sentirme más tranquilo…”
Oliver y yo nos vemos por la tarde y vamos camino a la cafetería que hemos acordado. Es una cafetería que no queda lejos de la empresa donde yo trabajaba, y a la que ya he ido otras veces. Ahí esperamos a que Hugo salga del trabajo y se una a nosotros. Podría haberme pasado a saludar a Eric y los demás, pero no me he visto con fuerzas para socializar y ver tantas caras conocidas, pero no cercanas, de golpe.
Al llegar a la cafetería, reconozco a dos personas que están tomando algo juntas. Una de ellas no me sorprende: Estrella. Siempre me olvido de que ella frecuenta este local los martes, hasta que me la vuelvo a encontrar por sorpresa.
La persona que está con ella… Bueno, tampoco me sorprende del todo, la verdad. Es Jordi.
Los saludo desde lejos para no acercarme demasiado a ese panorama. No me quiero ni plantear qué está intentando ahora Jordi. Siempre que me lo encuentro, está rondando a Estrella o a Lydia. De hecho, una vez vi a Jordi huir de Estrella, pero ahora están ahí, tan amigos.
Oliver está mirando hacia esa mesa también. No sabría descifrar su cara.
—¿Pasa algo? —le pregunto.
—¿Qué? —me mira como si acabase de salir de un trance—. Ah, no. No sé, me he quedado empanado, perdón —se ríe con timidez.
Ahora que caigo, Oliver me dijo una vez que sí que conocía a Estrella. Ese fue el día que supe que Estrella estaba relacionada con la abuela de Nora. ¿Eso habrá sido un problema para él en algún momento? Todavía no sé qué tipo de persona es la abuela de Nora, ya que el que se ha presentado a intentar joderme la vida es el abuelo. Pero Nora les tiene miedo a los dos…
Nos sentamos y, poco después, Hugo entra en el local.
Antes de sentarse con nosotros, se detiene en la mesa de Estrella para saludar amistosamente a su compañera VDLS y a charlar un rato. En ese momento, Jordi aprovecha para acercarse a mi mesa.
—Oye, Izan —dice.
—Qué te pasa a ti ahora…
—Te sorprenderá verme aquí con Estrella después del día aquel en el que me viste escapar de ella, ¿verdad?
—Al principio, sí —digo—. Pero luego he pensado que me da un poco igual.
—Bueno, no importa entonces. Oye… ¿Cómo está Lydia? Ya no me contesta.
—¿Ha dejado de contestarte? Genial.
Jordi me mira muy serio. El silencio es incómodo.
—¿Algo más? —digo.
—¿Cómo lo haces? —me pregunta, y lo hace más serio que nunca. Ya no tiene esa sonrisa asquerosa en la cara.
—¿El qué?
—Ser amigo de Lydia sin enamorarte de ella. ¿Cómo se hace eso?
No me esperaba esa frase. Por primera vez, he visto vulnerable a esta persona. Un poco demasiado empalagoso para decirle eso a alguien que no es tu amigo ni nada, pero creo que le ha salido del corazón. La verdad es que no sé qué decirle, porque hace ya como una década, Lydia sí me gustó durante un tiempo, pero creo que se me pasó la tontería unos pocos meses después. Ahora llevamos diez años siendo amigos unicornio, como dijo Flora. ¿Jordi tiene envidia de eso? ¿Está tan enamorado y lo pasa tan mal por eso que lo traduce en volverse completamente insufrible?
Hugo ha terminado de hablar con Estrella y se dirige a la mesa. Jordi vuelve a su sitio sin decir nada más.
—¿Qué le pasa a ese? —dice Hugo.
—Ha sido muy raro, ¿no? —dice Oliver.
—Es el ex de Lydia. Siempre se comporta muy raro…
Ignoramos pronto el tema de Jordi y nos tomamos la conversación con calma. No quiero entrar en temas demasiado íntimos con ellos dos a la vez. Por separado, tal vez. Si quisiera hablar de cosas sobre amigos, exparejas, posibles amores y demás, podría hacerlo con Oliver. Y si quiero hablar de lo de Salvador Santalla, tal vez lo haga si me quedo solo con Hugo. Mientras tanto, la conversación es normal. Hugo nos habla del trabajo, Oliver también nos cuenta algunas anécdotas de su trabajo como masajista, y yo tengo poco que contar si no quiero entrar en mis secretos más bizarros. Tiro de temas fáciles como que estoy buscando trabajo, pero no dan mucho de sí. Lo más interesante que les puedo contar, y me duele hacerlo, es todo lo que pasó con Gabriel y Gemma. Es un tema que horroriza a cualquiera, y no me gusta usarlo como una carta de recreo siendo algo tan turbio, pero tampoco creo que nadie me pueda reprochar nada, teniendo en cuenta lo que me hizo Gemma, y lo que hizo Gabriel con varias mujeres. Bastante bueno fui con ellos.
Durante la charla, ocurre algo que hace tiempo que no veía.
—Pero encima, mientras me lo contaba, el muy cabrón no paraba de eructarme en la cara —digo yo.
—Espera —dice Hugo, frenando mi charla con la mano y mirando a su hijo—. ¿Oliver? ¿Estás bien?
Oliver está mareado. Otra vez. Ya no tenía presente sus mareos. De hecho, no sé por qué dejamos que él condujera hasta el pueblo de Anna. ¿O es que sabe cuándo le vienen y cuándo no?
—¿Habías visto estos mareos alguna vez? —le pregunto a Hugo.
—No, nunca —dice él—. ¿Le ha pasado otras veces?
—Alguna, aunque creo que no es común.
—No te preocupes —dice Oliver—. Todo está bien. No es nada de lo que preocuparse.
—¡Que te has creído tú eso! —le dice Hugo—. ¿Te has mirado esto con un médico?
—No, no importa, de verdad.
—¿Estás tomando algo de lo que toma tu madre? —pregunta Hugo. Cada vez lo veo más como un padre divorciado.
—Ya estoy mejor, tranquilos. No, papá, no estoy tomando nada raro.
Hugo se queda callado mirando a Oliver. No se fía lo más mínimo de eso último.
—Gracias por preocuparos… —dice Oliver, agachando la cabeza. No estoy seguro, pero, aunque está incómodo porque no quiere que le pregunten sobre el tema, también me parece entender que está sonriendo un poco. Una sonrisa tímida. Creo que adora que su padre se preocupe tanto por él.
Poco después de eso, decidimos volver y acompañar a Oliver hasta casa. Como Hugo no quiere acercarse demasiado, se queda esperando en una esquina a una calle y media de la casa de Oliver, y soy yo el que lo acompaña el resto del camino.
—Oliver, una pregunta. ¿Cómo es que Anna te permitió conducir si sabía lo de los mareos?
—Tú también lo permitiste, ¿no? ¿O es que te habías olvidado?
—No es que me hubiera olvidado… —miento un poco—. Ese día tenía muchas cosas en la cabeza y vine de casi ahogarme en un río el día anterior. Además, acababa de reconciliarme con Lydia y con Abril e iba en el coche con ellas. Fueron muchas emociones.
—No te preocupes. Yo no quiero que estéis recordándolo y preocupándoos, tampoco. Y contestando a tu pregunta… Anna me lo prohibió, pero le dije que tengo algunos trucos para que no me pase. ¿Quieres saberlos?
—Anda, ¿tienes trucos?
—Claro. Es algo que me pasaba mucho, así que he ido experimentando con mi día a día para ver si los podía controlar. Mira, para empezar, si estoy escuchando música, no me pasa nunca. Y, una vez, conseguí detener el efecto mascando chicle. Y también si me tomo algún analgésico suave antes, ya no me pasa nada ni parecido durante varias horas después de tomarlo. Esas tres cosas son las que, hasta ahora, me han funcionado mejor, así que las combiné las tres. Además, incluso aunque al final me hubiese mareado, no es un mareo repentino. Siempre me avisa y me da tiempo a prepararme. Puedo avisar, apartar el coche de la carretera…
—¿En serio? Yo te veo de repente con la cabeza pegada a la mesa.
—Cuando me ves así es porque llego al límite. Pero, antes de eso, yo llevo ya un rato aguantando el dolor.
—Ah… Por eso Anna no te quita ojo con cara de sospecha. Siempre ocultas el dolor hasta que no puedes más.
—Sí… —Oliver se rasca la mejilla—. Ella odia eso.
—Normal.
—Anna siempre está conmigo porque dice que soy la persona que más cantidad de dolor se puede llegar a callar. Yo creo que no es para tanto, pero ella se ha convencido de que tiene que salvarme.
—¿Seguro que no es para tanto? Anna es muy perceptiva… —digo, recordando el olor, aunque eso no tenga nada que ver con la percepción de Anna, pero sí con cómo me siento al hablar de ella—. Si ella dice que ocultas mucho, puede que tenga razón.
—No creo que sea ese el problema. Creo que lo único parecido es que, cuando me pasa algo, me cuesta mucho expresarme. Pero no estoy tan mal. Bueno, ya sabes, mi situación familiar, los mareos, las inseguridades… Pero, gracias a ti, se ha resuelto una de las cosas que más me dolían, que es lo de mi padre. Te estaré agradecido siempre por eso.
Yo sonrío. Me ruborizo muchísimo cuando me dicen esas cosas.
Cuando me despido de Oliver, veo que Hugo me estaba esperando, y me vuelvo dando un paseo con él. Todavía me cuesta creerme lo amiguete que soy de Hugo, en serio. Hasta hace nada era un odio real y visceral. Un odio de pegarnos fuerte.
Decido contarle por encima lo de Salvador Santalla para pedirle que haga presión sobre Rojo.
—Te pasan muchísimas cosas… —dice—. Me compadezco de ti. Pero, claro, puedo ayudarte con lo que me has pedido. Rojo ya lleva mucho tiempo con su secretismo.
—Gracias. Sabía que podía contar contigo.
—Ni te molestes en dármelas —Hugo extiende su mano—. Estoy a tu servicio para lo que necesites.
Yo sonrío y le doy un fuerte apretón de manos.
—Entonces… Cuento contigo.

Comments