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Martes 18 de julio de 2023

Joel Soler

Actualizado: 20 jul 2023


Capítulo 140 Pol me da una clase de meditación

“¿A qué viene esto? Pol era el que vive con Aaron y Gemma, ¿no?

Nunca me quedo con su nombre. Yo he dado por hecho todo el mes que es él,

aunque no lo he revisado ni nada. Pero en serio… ¿A qué viene esto?”



La mañana la empiezo controlando la ansiedad como puedo.

Intento comunicarme con Aurora todo lo posible, pero mi conexión a internet se pierde cada cinco minutos. Reinicio y hago todas las maniobras imaginables, pero nada. Internet va peor que nunca y eso hace que mi mañana de videollamada con Aurora sea interrumpida una y otra vez. Al final es algo que hace mella en mi paciencia. Necesito seguir hablando con ella. ¿No podía elegir otro día para estropearse?

Nunca me ha ido tan mal. No puedo evitar pensar que Lucía está haciendo algo para fastidiarme internet. Sabe que no me puede hacer nada de forma directa, porque la tengo amenazada, pero todavía me la tiene jurada, así que me la imagino haciendo algo que sea complicado de demostrar.

Salgo a hacer algunas compras y, al volver, me encuentro con Lucía en el rellano. Me planteo si decirle algo o no. No tengo ninguna prueba, y tampoco quiero quedar como un paranoico.

Al cruzarme con ella, escucho que murmura alguna cosa de forma despectiva. No sé qué ha dicho, pero estoy seguro de que ha sido un insulto o algo así contra mi persona. El tono era desagradable, y ha sido nada más cruzarse conmigo.

—¿Me has dicho algo? —le pregunto.

Ella se hace la tonta y me dice que no, pero sigue caminando lo más rápido que puede. Es la clásica reacción del que ha sido pillado. Esa desgraciada no ha podido contener sus ganas de insultarme, y se pensaba que no me daría cuenta.

—Oye, espera —le digo, sujetándola del hombro.

—¿Quieres algo? —dice—. Tengo prisa.

—Pues sí. Dos cosas: la primera, ¿me acabas de insultar?

—¿Qué dices? Yo no te he dicho nada. Estaría hablando sola de mis cosas.

—Ya… Y no puedo saber si es verdad o no. Se te da bien hacer ese tipo de cosas, ¿no?

—¿De qué hablas?

—¿Me estás jodiendo mi conexión a internet? —le digo, aunque me arrepiento al instante, porque si al final no me está haciendo nada, lo que acabo de hacer es darle una idea para fastidiarme en un futuro.

—¿Pero qué te pasa? ¿No te quedaste tranquilo con amenazarme el otro día, que ahora me acusas de cosas que te inventas?

—¡Casi envenenas a mi gato! ¿Y me voy a fiar de ti? ¡Y una mierda!

Lucía se intenta ir, pero yo la agarro del brazo para que no se marche. Por lo visto lo he hecho con más fuerza de la que debería.

—¡¿Pero qué haces?! —pregunta, apartándome—. Me has hecho daño, tarado. ¿Qué estás haciendo?

—¡Déjame en paz! —le grito.

—Estás mal de la cabeza, ¿eh? ¡Pero que muy mal!

Al decir eso, Lucía da media vuelta y se intenta ir por tercera vez. Por fin lo consigue, ya que no me atrevo a pararla de nuevo.

Cuando me quedo solo, le pego un puñetazo a la pared. Por supuesto, me hago daño y me siento imbécil.

Al girarme para comprobar que nadie me ha visto, me encuentro con Pol, el más tranquilo de los tres alquilados del primero, y el protagonista de la predicción de hoy.

—¿Cuánto hace que me estás mirando? —pregunto.

—Desde que has agarrado a la vecina chillona por el hombro —contesta.

—Entonces has visto un espectáculo lamentable.

Él me observa en silencio. Nos pasamos como quince segundos callados. Está siendo muy incómodo.

—¿Me puedo pasar por tu casa en un rato? —me dice—. Me gustaría hacerte una sesión de meditación. Una clase, si quieres, para que puedas usar algunos trucos en momentos así.

Soy de los que piensa que estas cosas no le sirven. Mi mente se distrae enseguida y nunca he tenido muy buenas experiencias. Pero por probar que no falte, siempre que sea gratis.

Al final acepto su oferta y quedamos una hora después en mi casa.

No sé casi nada de Pol. No es que sepa nada personal de ninguno de los tres alquilados del primero, pero del que menos sé es de este. Una vez nos abrazamos mientras él estaba en calzoncillos, así que ya somos íntimos.

Todo lo que sé es que es muy tranquilo, que no hace ruido, que es muy místico, que es el que mejor le cae de los tres a su casero (o sea, mi tío Mateo) y que es igual de “espíritu libre” que los otros dos, pero de una forma, en principio, mucho menos invasiva que la de Aaron.

Empezamos la sesión. Pol considera que tengo tensiones con las que no he lidiado. Hacemos unos ejercicios iniciales, pero, como ya suponía, me distraigo y no me sirven de nada. Creo que Pol se da cuenta de eso.

—Vale, eres de los que tienen problemas para centrarse. No pasa nada, también he trabajado con gente así.

—Ah… Lo siento —digo, de la forma más torpe posible.

Pol empieza a hacer algo en mi cara, y me empieza a hacer preguntas. No me puedo distraer porque está guiando esta especie de conversación improvisada, pero las cosas que quiere que conteste son muy extrañas, como si veo algún color, que piense en un animal, que diga cuál es mi estación favorita, qué querría comer ahora y muchas cosas de ese estilo. ¿Tendrán un significado para él?

—Si te preguntas si todo esto tiene algún significado —dice. ¿Me lee la mente? Empiezo a tener miedo—, te diré que sirve para que pueda empezar a orbitar alrededor de tu perfil. No podré llegar a tu perfil exacto solo con esto, ni mucho menos, pero sí que podré hacerme una idea de las energías que predominan ahora mismo. Izan… Estás pasando por mucho, ¿verdad?

—Bueno, sí… —aunque eso me suena genérico.

—Creo que eres consciente de lo que tienes que hacer para mejorar tu situación, pero te has desviado del camino sin darte cuenta.

—¿Qué quieres decir?

—Que estabas empezando a construir un camino de salida tú solo, pero has empezado a depender de algo. Cuando dependes de algo, en tu caso, pierdes el combustible que mueve tu fuerza de voluntad —yo escucho en silencio. Tampoco sé qué decir a todo esto—. ¿Estás de acuerdo conmigo, Izan? ¿Has empezado a depender de algo y has perdido tu voluntad de mejorar las cosas?

—Bueno… ¿Puede?

—Si es como digo, hoy no has podido consumir ese algo con libertad… Y eso te ha puesto nervioso, así que lo has pagado con una persona a la que odias.

… No me jodas. Ahora entiendo bien a qué se refiere. Dice que dependo mucho de la sensación que me produce hablar con Aurora y que no poder hablar con ella cuando yo quiera me pone nervioso. Que, por culpa de eso, no puedo avanzar.

—Oye… ¿Tú cómo sabes eso? ¿Me estás espiando?

Pol sonríe. Creo que es la primera vez que lo veo sonreír. Siempre mantiene una expresión solemne.

—No, Izan… Es lo que me dicen tus energías y tus intuiciones. También tus símbolos. En realidad, me dicen muchas más cosas, pero no consigo darles forma. Tienes muchos problemas encima que no son nada fáciles de comprender o de explicar, ¿verdad?

—Bueno… Sí, podría decirse que sí. De hecho, sí. Si tú supieras…

—Por eso solo he podido atacar al problema que nos ocupa hoy, que es precisamente el que te tiene bloqueado. No podré ser tu guía, Izan. Al menos, no gratis. Pero quiero que utilices este pequeño espacio que hemos creado entre los dos para calmar tu corazón y para reflexionar sobre lo que te está estancando. Creo que tú tienes la fuerza para recuperarte, pero las tentaciones son fuertes.

—Sí… Lo son.

—Izan. No me contestes solo a lo de las tentaciones. Contéstame a si tienes la fuerza.

—¿La tengo?

—Izan —lo ha dicho muy tranquilo, pero me he sobresaltado—. ¿La tienes?

—Sí… ¡Sí, la tengo!

—Bien. Ahora, sin abrir los ojos y sin salir de este pequeño espacio creado entre tú y yo, dime… ¿Qué es lo que piensas? Puede ser un pensamiento abstracto, una pregunta… Lo que quieras.

—Vale…

—No —dice antes de que pueda decir nada más. Me tiene mareado.

—¿Qué?

—No lo pienses con la cabeza. Lo primero que salga de tu corazón, por favor.

—¿Seré capaz de lidiar con todo y volver a mi vida de antes? ¿Puedo hacerlo yo solo?

Tengo un ojo medio abierto (aunque eso tal vez es hacer trampas) y puedo ver que Pol vuelve a sonreír.

—Claro que puedes. Lo importante es que lo hagas tú solo. Por supuesto que puedes apoyarte en todos tus amigos, pedir consejo, pedir ayuda… De hecho, hazlo. Pero no dependas de ello para esto. No mientras eso sea lo que bloquea tu combustible. Ahora mismo tu propia fuerza es todo lo que importa.

—¿Crees que soy de fiar…?

—Creo que tienes mucho encima, pero que, si es lo que quieres, puedes ser la persona más confiable que conocerás en tu propia vida. Y podrás transmitir eso a los demás. Está en ti.

Sin darme cuenta, estoy llorando un poco. Esta sesión me ha hecho mucho más bien de lo que pensaba.

—Muchas gracias…

—No hay de qué. He pensado que te hacía muchísima falta. Aaron no lo entenderá, él se pensaba que lo que te hacía falta era sexo, pero yo le dije que era algo más espiritual. O puede que sean las dos cosas, pero eso lo gestionarás como tú consideres conveniente. Nosotros estamos ahí abajo para lo que necesites.

—Sí… Lo sé —Aaron me lo repite cada vez que puede.

—Esta ha sido gratis, pero estas sesiones las cobro. Es mi trabajo. Pero no estoy haciendo promoción. Solo ven a mí de nuevo si estás muy perdido y si has agotado tus propios recursos. Pero no dependas de mí. Lo puedes hacer tú solo. Mucho ánimo, Izan.

—Gracias… Muchas gracias, Pol, de verdad.

Después de hacer unos últimos ejercicios de respiración y relajación con una música que me ha dejado dormidísimo, nos levantamos y le doy un fuerte abrazo. Esta vez con más ropa, por lo que ha sido menos incómodo.

Pol se va y yo me quedo solo, acariciando a Espino y sin preocuparme por nada. Sonrío. Estoy en paz. Incluso he olvidado la predicción de mañana.

¡Anda! Mañana Flora me traerá caramelos. Pues genial. Me lo tomo con calma y después ya lidiaremos con esos problemas. Lo siento, Aurora, pero no puedo mantener el ritmo de conversación de los dos últimos días, o lo convertiré en una adicción. Claro, seguiré hablando contigo, pero… Más tranquilo. La cantidad de tiempo que necesite para no abandonarme.







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