Capítulo 147
Quedo con Hugo
“Llegó el gran día. Quedo con Hugo. ¿Quedaremos para pegarnos golpes?
¿Será la tan ansiada revancha en la que ahora soy yo el que gana? No, ni de broma.
Él me puede. No he entrenado ni nada, así que espero que no quedemos para eso.”
Después de unas primeras horas de jornada laboral tranquila, veo una escena que puede ser clave en la construcción de la predicción de hoy: Ignacio haciéndole la vida imposible a Hugo.
No me entero de toda la pelea porque se van moviendo de un lugar a otro, ya que Ignacio primero le ha dicho algo malo a Hugo en su mesa, este ha ido hasta el despacho de Ignacio, han discutido un poco más ahí, luego Hugo ha salido, pero Ignacio ha lanzado una nueva ronda de ataques de la forma más vistosa posible, lo que ha hecho que Hugo se quede bloqueado, pero, al final, se ha vuelto a encerrar en el despacho con él.
Vamos, que no me he quedado con la historia. Como es un tema de contabilidad, Eric sí que se ha enterado, así que él será quien arroje luz a esta incógnita.
—Es que desde la central nos están haciendo presentar las cuentas con un nuevo programa, y a Hugo le está costando. Ignacio ya ha repetido varias veces estos días que, desde que tienen el nuevo programa, ahora hace falta una persona menos en contabilidad, y no para de dejarle caer a Hugo que, si no se adapta a los nuevos tiempos a una gran velocidad, que será prescindible más pronto que tarde.
—Es insoportable, de verdad… —es todo mi aporte.
—Sí. A ver, es verdad que, con el nuevo programa, ha cambiado bastante la forma en que trabajamos en mi departamento, y ahora necesito mucho menos a Hugo que antes. Pero sería una putada no contar con alguien en su puesto para mí, porque seguro que sería yo el que hace todo lo que él hace ahora. No trabajaría el doble, pero sí que tendría más faena, y no me da la gana, porque mi faena base no ha cambiado casi nada desde lo del programa nuevo. Así que yo estoy a favor de que Hugo se quede, lo siento por la parte que te toca.
—¿Qué? Ah, no… Ya no me llevo tan mal con Hugo.
—¿En serio?
—Sí, bueno. No estoy seguro. Es raro. Dejémoslo en que es raro, pero que es mejor que antes.
—Vaya. Vale, pues eso, que Ignacio está haciendo lo posible para que Hugo pierda los papeles y haga pues lo que ya sabemos. Ponerse nervioso, a lo mejor hacer daño a alguna pobre impresora… Cosas así. Imagino que, para Ignacio, apretar a Hugo servirá, o bien para que se ponga las pilas con la nueva forma de llevar la contabilidad, o bien para que sea más fácil despedirle. Luego de eso ya verá si yo puedo cargar con su trabajo o si contratará a alguien más joven que sí entienda los nuevos programas o que cobre mucho menos que Hugo. Lo que más le urja. No lo sé, pero el problema me afecta a mí también, la verdad.
Con esta información en la mano, me veo capaz de romper el hielo con Hugo. Además, tengo un arma todavía mejor para hablar con él: la predicción de hoy. Le voy a enseñar que el calendario dice que hoy quedamos, y no creo que me diga que no.
Me acerco a Hugo poco antes del final del descanso. No es fácil. Está en el sitio donde me pegó, bebiéndose una tila. No es mi lugar favorito.
—¿Qué quieres? —me dice al ver que me acerco más de lo que a él le gustaría. Es borde, como siempre.
Yo no digo nada. Solo le enseño el calendario y le muestro la predicción de hoy.
Él mira con atención la hoja y luego me mira a mí.
—¿Tengo que quedar contigo porque lo dice tu calendario mágico?
—Te hablaré de algunas cosas del calendario. Como VDLS, te interesa el tema, ¿no? Y luego si quieres criticamos al Ignazi. Ayer la tomó conmigo, y hoy contigo. Eric ya me ha contado el problema del departamento de contabilidad, así que no hará falta que me pongas en contexto. Lo criticamos directamente y ya está. ¿Cómo lo ves?
Hugo me mira muy serio. Luego resopla un poco y asiente con la cabeza.
—Después del trabajo, en el bar que esté más cerca.
—Me parece bien.
Así lo hacemos. Eric alucina al ver que Hugo y yo nos vamos juntos después del trabajo. Nos ha faltado ir de la manita. Ha tenido que ser una escena perturbadora así vista desde fuera. Ojalá no nos hayan hecho ninguna foto ni nada, porque tiene que ser duro verme caminar al lado de Hugo como si fuéramos amigos.
Nos sentamos y yo me pido un refresco. Hugo pide un café con hielo.
Al principio es un escenario muy incómodo. Frases tan normales como “¿nos sentamos en esa mesa?” se me hacen como de otro mundo en esta situación.
Es que es muy fuerte… ¿Qué hago con Hugo en un bar? Al principio quería hacerlo y ver qué pasaba, pero mi instinto me dice que salga corriendo de ahí.
—A ver —me dice—. ¿Me enseñarás algo del calendario? Hemos venido para eso, ¿no?
Yo asiento y saco el calendario del maletín. He pensado que era bueno traer el de verdad y no una foto, ya que la ocasión lo merece.
—Las predicciones de lo que queda de julio están muy relacionadas contigo —le digo, y le muestro lo que queda de semana, tapando el último día del mes por el momento—. Mañana creo que volveremos a quedar, solo que Dana nos acompañará. No me llevo bien con ella tampoco, así que para mí es algo muy extraño… Pero creo que podría estar relacionado con la siguiente —Hugo mira con mucha atención y en silencio—. Hacemos la jugada.
—¿Y qué jugada es esa?
—Pues no lo sé.
—Pues vaya gracia.
—Ahora te contaré cómo hay que interpretar estas predicciones, Hugo. Paciencia. Mira el siguiente día —le señalo el viernes con el dedo y doy unos toques en el calendario—. Aquí donde me ves tan tranquilo, estoy afrontando esta semana sabiendo que me van a despedir.
No estoy seguro ni podría jurarlo, pero me ha dado la sensación de que Hugo me acaba de mirar con pena y compasión durante un segundo. Luego ha endurecido su semblante una vez más.
—¿Tú estás seguro de eso? ¿Solo porque pone ahí esa frase?
—Es lo más posible. Tiene que pasar algo que le dé sentido a esa frase.
—Ya veo… Y, oye, ¿por qué tapas con el dedo la predicción del lunes que viene? Me estás poniendo nervioso con el dedito ahí.
—Ah, eso… Es un poco fuerte, así que no te la quería enseñar de golpe.
Aparto mi dedo del último cuadro del mes. Hugo puede leer como, dentro de una semana, querré ayudarle como sea.
Está mirando con mucha atención la frase. La está masticando. La quiere entender.
—Oye, pero… —me mira por fin—. ¿Por qué querrías hacer eso? No nos llevamos bien tú y yo, y aquí me estás enseñando toda una semana llena de colaboraciones y amiguismo que no entiendo. ¿Seguro que no lo has escrito tú?
—Bueno, es mi letra… Pero no lo he escrito yo. Creo que los VDLS sí que creéis en la magia, así que no te parecerá tan extraño.
—No… Por desgracia, no. Pero, a ver… ¿Y por qué me querrás ayudar?
—Supongo que lo sabré en algún momento entre ahora y el lunes que viene, pero todavía no lo sé.
—Joder… Es muy complicado esto. ¿Y qué pasa con la jugada que hacemos pasado mañana? Es dentro de dos días, y todavía no sé de qué hablas. Es muy confuso este calendario.
—Y tanto que lo es… Mira, escucha. No sé cuál es la jugada, pero tenemos un margen de maniobra interesante para que sea lo que queramos. La única condición es que se cumplan esas frases, pero pueden ocurrir de muchas maneras.
—¿A qué te refieres? Ponme un ejemplo.
—Mira. La jugada puede ser una apuesta en un casino, puede ser un plan para fastidiar a alguien… O puede que la jugada sea algo que hablemos con Dana mañana, y que por eso el jueves ya lo conozcamos como “la jugada”, y que al final sea una jugada para ayudarla a ganar un juicio o algo. Todo eso puede ser porque no hay nada en el calendario que lo contradiga. En cambio, la jugada no puede ser nada que me asegure un puesto en la empresa o que implique que yo te haga daño a ti, porque no tiene tanto sentido con las predicciones que hay después. Todo lo que no contradiga esas frases es nuestro margen de maniobra.
—Pero… ¿Ese futuro no está escrito ya? Será lo que tenga que ser hagamos lo que hagamos, ¿no?
—Sí, está escrito. Y, si no hacemos nada, seguramente ese futuro se impondrá y haremos una jugada queramos o no. Pero si nosotros ahora decidimos la jugada y la seguimos con todas nuestras fuerzas… Querrá decir que ese futuro escrito era la jugada que nosotros quisimos y que pusimos todo nuestro empeño en seguir. ¿Lo entiendes?
—Pues… No. No lo entiendo bien.
—Piénsalo de esta forma: si en el calendario pusiera que te compras un televisor, ¿verdad que no pone de qué marca será? El hecho es que te comprarás un televisor, pero tú escogerás la marca. No podrías escoger la marca si unos días después se hablase de ella, pero, como no es el caso, tú tomarás esa decisión. Puede que ya esté escrito qué marca escogerás, pero el resultado habrá sido por tu decisión.
—Ya. Ya veo por dónde vas. Pero… ¿Y si lo compro porque alguien me da una oferta y no puedo elegir la marca mientras me quede con la oferta?
—Buena esa. Pues sí, es posible. Si es eso, no podrás hacer nada. Bueno, sí… Rechazar la oferta y comprarte el de la marca que quieres, pero no harías eso, porque sería gastar dinero a lo tonto. Pero si no es eso, entonces eres tú el que escoges la marca. ¡Y ahí está la clave! Como no lo sabemos, sigue siendo un margen de maniobra. Es lo mismo que el día a día. No sabemos si nos atropellará un coche o si nos caerá un meteorito, pero seguimos viviendo y trabajando esté escrito lo que esté escrito. Si te avisan del día en que morirás por culpa de un meteorito, seguramente dejarías el trabajo y te daría igual todo. Pero, como no lo sabes, sigues trabajando, incluso aunque el día sea el mismo. Porque lo más probable es que no te caiga un meteorito, ¿verdad?
—Vale… Estás muy elocuente hoy. Pero lo voy pillando. Todavía hay cosas que no entran bien en mi cabeza, pero por lo menos entiendo que tiene sentido preparar esa jugada hoy, o mañana con Dana, ¿no?
—¡Exacto! Y estar muy comprometidos con dicha jugada. Y, Hugo… Creo que los dos estamos pensando en la misma jugada.
—¿Tú crees?
—No te hagas el tonto.
—No me hago el tonto. Es que no sé cómo piensas, Izan.
Suspiro. Todavía me cuesta un poco hablar con él, pero hay que tener paciencia.
—Una jugada contra Ignacio, Hugo. Tú y yo, y Dana si quieres, para la parte legal. Echaremos a Ignacio de esa empresa.
—Ya… Ojalá fuera tan fácil. ¿Y qué garantías tenemos de que eso salga bien? Aquí pone que hacemos la jugada, sí, pero lo que pone después de eso es que te despiden a ti. No hay ninguna garantía de que nos salga bien, pero sí hay bastantes garantías de que salga mal. Bueno, para ti. ¿Tú lo has pensado bien esto?
—¿Y qué tal si la jugada se basa en que mi despido es el que consigue echar a Ignacio? Seguro que Dana sabe cómo hacer eso. Si pensamos en algo que, sacrificándome a mí, haga que Ignacio se marche bien lejos… Entonces tendrá sentido con el calendario. Vincular una cosa con la otra haría que mi despido el viernes sea la confirmación de que el plan ha salido bien.
—¡O no! Pueden despedirte porque el plan salga mal, e Ignacio se las apañe para que tú caigas igual. No lo veo, Izan. No lo veo…
—Mañana quedamos con Dana y miramos si se nos ocurre algo bueno, ¿vale? Ella también sabe lo del calendario, así que no perdemos nada por intentarlo.
Hugo me mira con cierta desconfianza, y luego vuelve a resoplar.
—Mañana quedamos con Dana, como quieras. Y a ver qué hacemos… Hoy prefiero olvidarme del tema.
—Perfecto, tenemos un trato.
Le tiendo la mano para sellarlo, pero el muy capullo me ignora, se levanta y se dirige a pagar. Eso sí, por algún motivo, ha pagado también lo mío. No tengo ni idea de cómo funciona su mentalidad, pero yo lo acepto. A lo mejor se ha compadecido de que me quedaré sin trabajo o algo.
Antes de despedirnos, Hugo me hace una última pregunta.
—Oye… ¿Por qué tenemos que organizarlo todo tú y yo? No entiendo que nos tengamos que hacer amigos.
—No hace falta que seamos amigos si no nos soportamos. Pero esta semana vamos a ser un buen equipo, porque estaremos de acuerdo en que Ignacio tiene que irse a la mierda. Colaboramos porque, aunque nos veamos con malos ojos, estamos de acuerdo en que ese cabrón es peor que tú, y es peor que yo. Y por eso lo vamos a echar.
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