top of page

Miércoles 26 de julio de 2023

Joel Soler

Actualizado: 27 jul 2023


Capítulo 148 Dana y Hugo mis amigos del alma

“También la forma de expresarlo es que tiene delito…

Se nota que no solo es mi letra, que soy yo haciéndome el gracioso conmigo mismo.”



Pensaba que quedaría con Dana y con Hugo después del trabajo, pero Dana aparece para hablar con nosotros a la hora de comer.

—Por fin te decides a mostrar cosas de tu calendario —me dice—. Así que tus amigos del alma, ¿no? Vaya tela, Izan Robles…

—No nos emocionemos. Estoy mostrando el final de julio porque tiene mucho que ver con vosotros, pero ya veremos qué hago en adelante. Esto es una alianza temporal. Otro día ya pensamos si quedamos para que me contéis algo más de los VDLS.

—Vaya, vaya… —dice Dana—. Estás mucho más subidito de lo que recordaba. Como se nota que ya te da igual todo.

Dana siempre me juzga. Es raro que no me haya dicho ya siete veces que yo no debería ser así. Hoy viene en calidad de la abogada de Hugo, para ayudarnos desde la perspectiva legal, pero también viene porque conoce lo del calendario. Hugo, que es Azul, y Dana, que es Negro, están deseando saber más sobre mi calendario predictivo, pero yo también quiero saber más sobre los VDLS. No es fácil gestionar esto. Por ahora solo tengo en mente ir en contra de Ignacio, pero luego ya se verá.

De la manera más concisa posible para que no se nos eche el tiempo encima, perfilamos algunas ideas.

—Vale, Izan —dice Dana—. Está bien que lo hablemos nosotros tres porque sabemos lo de tu calendario, pero creo que necesitaremos ayuda de más gente. ¿Alguno de vuestra oficina podría ser útil para hacer esa supuesta jugada?

Pienso en ello. No me siento del todo cómodo implicando a más gente, pero es verdad que es necesario. Es curioso que, en cambio, me sienta cómodo con dos enemigos naturales de mi vida como son Dana y Hugo. Que sepan lo del calendario al final ha hecho que los vea en mi mismo equipo o algo así. De repente son mis amigos de confianza. Mis amigos del alma. Vaya tela.

Después de ajustar algunos tecnicismos de la famosa jugada, convencemos a algunos miembros de la oficina para que se reúnan con nosotros al salir. Hemos seleccionado a los que sabemos que odian más a Ignacio o que generen algo más de confianza. Entre ellos están Eric y Victoria. Ella sugiere que también llamemos a Alberto.

—¿Seguro? —dice Hugo—. No me fío de ese. Tiene pinta de ser un trepa.

—Precisamente por eso —dice Victoria—. Él querrá más que nadie que Ignacio desaparezca. Además… No es mal tío. Nos querrá ayudar.

Parece que Alberto y Victoria ya no son tan enemigos como antes. No me había dado ni cuenta de este cambio, pero les ha debido de unir mucho ser pisados al mismo tiempo por Ignacio.

Tras confirmar que nuestro por ahora jefe se ha ido del edificio y ya no nos puede ver, nos reunimos todos en el mismo bar en el que estuvimos ayer Hugo y yo.

—Vale, aviso —dice Dana, dirigiendo la reunión—. No es que no tengamos nada, pero tampoco tenemos algo que sea conclusivo. Necesitamos hacer algo ingenioso y rotundo.

—¿Y qué es lo que tenemos? —pregunta Victoria.

Se palpa la tensión entre ellas. Victoria y Dana no se llevan bien por la relación que tiene cada una con ese hombre parecido a mí llamado Gerardo. Hoy no tengo cabeza para pensar mucho en ello.

—Hace un tiempo ayudé a Hugo a gestionar el intento de despido que hubo en su contra. Salió bien, pero Ignacio resultó ser más intocable de lo que parecía. Yo creo que vive todo el tiempo preparándose para que le denuncien o le intenten despedir, y por eso se prepara a conciencia para eso. En el fondo sabe que es un capullo.

—¡Eso! —grita Alberto—. Me gusta como habla la flamante abogada.

Dana mira a Alberto con una expresión cansada y luego continúa hablando para todos.

—El caso es que, de parte de esta empresa, Hugo no ha sido mi único cliente. También tengo a un exempleado que me ha dado mucha información y con el que estoy trabajando para conseguir una indemnización por parte de la empresa o incluso la posibilidad de reincorporarse a la plantilla.

—¿Quién? —pregunta Eric—. Si se puede preguntar.

—Claro. Elías Salgado.

Nos sorprendemos. Hace tiempo que no sé nada de Elías, desde que fue despedido, en teoría, por exigencias de la oficina central. Siempre imaginamos que Ignacio se la tenía jurada y que olía a despido improcedente, pero no sabíamos si se podía hacer nada al respecto. En realidad, siempre hemos asumido que no. Pero parece ser que Elías ha seguido luchando desde las sombras por darle su merecido a Ignacio, e incluso por volver a la empresa… Bien por él. Un día tenemos que quedar Elías, Eric y yo.

—Vale, gente… —dice Alberto—. Yo tal vez pueda arrojar algo de luz a todo esto.

—Así es —dice Victoria—. Por eso les he recomendado que te avisen. No nos defraudes.

—Claro, mi reina —contesta Alberto. A saber qué se traen estos dos.

—Hubo un tiempo en que Ignacio confió más de la cuenta en mí. Bueno, intentó llevarme a la cama, dicho así rápido y crudo. Al principio quería hacer ver que eran imaginaciones mías, pero mi amigo Pablo, un exempleado de la oficina central, me dijo que no mirase para otro lado.

—¿Pablo Merino? —pregunta Dana.

—¡Ese! ¿Lo conoces?

—Me reuní con él para recoger información de la central. Me recomendaron hablar con él, pero estaba muy nervioso y no me dijo gran cosa.

—Ya, entiendo… Pues él fue el que me advirtió sobre Ignacio. Y, bueno, un día… Ignacio y yo nos quedamos hasta tarde. Me invitó a pasar a su despacho y me ofreció alcohol del caro. Se pensaba que estaba en una película gringa el sujeto. Yo no me dejé hacer nada, pero sí que me dejé querer un poco al principio.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta Dana.

—Para trepar —dice Victoria—. Alberto estaba desesperado por ascender.

—No seas mala conmigo, Vicky…

Vicky la llama ahora. Me fascina este tipo.

—Bueno, ¿resumiendo? —dice Hugo. Qué simpático es.

—Oh, claro —dice Alberto—. Ignacio me contó cosas sobre sus cuentas y sobre cómo hay que usar “correctamente” su poder. Se le soltó mucho la lengua con el alcohol, y no sé ni si recuerda lo que me contó, pero yo sí recuerdo muchas cosas, y puedo decir en qué archivos y mensajes buscar para encontrar algo de mierda. No sé si la más contundente, pero mierda al fin y al cabo. Además… Tengo la contraseña para acceder a su ordenador, por si la jugada que queramos hacer pasa por eso. ¡No sé, solo digo!

—Vale, eso será útil —dice Dana—. Pero quiero dejar claro que, si vamos flojo, Ignacio sabrá cómo defenderse, y, si vamos fuerte, puede que algunos acaben no solo despedidos, también denunciados a la policía. ¿Seguro que es un riesgo que queréis correr?

Todos se quedan callados. La posibilidad de ser despedidos o denunciados no les gusta nada.

—Yo sí —digo.

Para Dana y Hugo, que saben que tengo el calendario, no es mucha sorpresa, pero el resto debe de estar alucinando, en especial Eric.

—Pero mira quién es tan valiente de repente… —dice Victoria, con una voz que considero seductora. Me acuerdo del beso que me dio, veo cómo me mira ahora, y me pongo muy nervioso, aunque lo intento fingir. Sin éxito, claro.

—¿Y tú eres valiente, Victoria? —pregunta Dana.

Las dos se miran mal.

—Por supuesto. No quiero seguir en esa empresa si Ignacio es el jefe. Soy suficientemente capaz como para prosperar en otro sitio si la cosa sale mal, pero nos debemos entre todos la posibilidad de intentar expulsar a esa rata.

—Yo también estoy dispuesto —dice Eric—. Poco a poco me da más y más problemas ese hombre. Antes lo toleraba, pero empiezo a rozar mi límite.

—Se tiene que ir sea como sea —dice Hugo en voz baja. No sé si todos lo han escuchado.

Los demás van levantando la voz y diciendo que están preparados. Todos, menos uno.

—¿Y tú qué, Alberto? —dice Victoria—. ¿Tanto miedo te da que te despidan o te denuncien?

—Bueno… ¿A vosotros no?

—Estás desesperado por ascender —dice Victoria—. Si ganamos, puede que asciendas, si no es que te quito yo el puesto. Si eso pasa, tranquilo, que seré buena contigo como mi número dos.

—Muy graciosa. Me parto.

—Y si no sale bien… ¡Lo habremos intentado! Cualquier intento de dejar fuera a esa persona será algo que merezca la pena intentar. Además, tú eres el que más querría que se lleve su merecido, ¿no?

—Sí… Sí, tienes razón. A la mierda. ¡Vamos a hacer lo que diga la abogada!

—¡Así se habla! —grito. Me ha dado un poco de vergüenza venirme tan arriba de esta manera. Siento que todos me mirarán por haber hecho un grito fuera de lo común. Solo me ha mirado Eric. La conversación sigue adelante. Perfecto.

—De acuerdo —dice Dana—. El plan, como digo, es arriesgado. Hay posibilidades de que salga mal. Pero es que yo sé cómo está de blindado vuestro jefe y ya me he enfrentado a él desde lo legal… Es un titán de acero en ese campo. Pero ensuciándonos un poco… Algo se podrá hacer.

Dana nos cuenta su idea. Los demás aportamos pequeños ajustes utilizando nuestro conocimiento sobre la empresa, sobre Ignacio o sobre nuestro historial y capacidades. Más o menos tenemos el plan formado. No es el mejor plan del mundo, y de verdad es más arriesgado que otra cosa. Pero yo confío en que saldrá bien.

Al salir, Dana habla conmigo en privado. Hugo viene también.

—Izan Robles… Puede que consigamos que tu despido sea momentáneo y que vuelvas. No hace falta que te sacrifiques tanto.

—No me importa. Bueno, un poco sí. En realidad, sí.

—Ya me lo imaginaba. Antes ibas muy lanzado con que te daba igual si te despedían o te denunciaban o si te ibas a la cárcel. Afloja un poco, ¿quieres?

—¿Te preocupas por mí? —le pregunto, sonriendo.

—No te hagas el gracioso otra vez —me dice, y nos parece notar que, durante un instante, Hugo se ha reído un poco. Dana y yo nos giramos hacia él con la cara desencajada, y él finge que no ha pasado nada.

Hugo se adelanta un poco y Dana y yo nos quedamos atrás.

—Oye, una pregunta —digo—. ¿Cómo está la cosa con Frank? ¿Podré hablar pronto con él?

—Con Frank… —dice Dana, con la cabeza agachada—. En unos días te digo algo, ¿vale? Te intentaré conseguir una llamada, aunque sea.

—¿Y hacerle una visita a prisión?

—Bueno… Sí, puede. Ya te diré algo.

No me ha gustado cómo lo ha dicho. Es verdad que hoy me he sentido más cerca que nunca de Dana, y que ya no la veo con la misma hostilidad… Pero está claro que no somos tan cercanos como para preguntarle por qué me está ocultando algo en la cara. Pero se trata de Frank, así que lo primero que tengo que hacer es asumir que está bien, y, lo segundo, en caso de que la cosa siga rara dentro de unos días… Será obligar a Dana a que me diga si está pasando algo malo o si me está ocultando algo que deba saber.

Pero ahora toca centrarse en otra cosa. Mañana es la jugada. No sé si saldrá bien, ya que el calendario no augura ningún resultado positivo… Pero merece muchísimo la pena intentarlo.








22 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Comments


bottom of page