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Martes 4 de abril de 2023

Joel Soler

Actualizado: 11 oct 2023


Capítulo 35

Tomo algo con Frank

“Todos los días saliendo y gastando.

Pero igual me cuenta qué pasó con Lucas el viernes pasado.”



Sospecho que la conversación con Lydia el otro día ha condicionado mi encuentro con Estrella. Antes de ir al trabajo, he mandado un mensaje a Frank para decirle que sí que puedo quedar y otro a Estrella para decirle que no. Necesito una semana más para pensarlo. Contarle a Estrella lo del calendario es acercarme mucho más a ella, pero todavía tengo que ver qué pasa con Lydia para tomar una decisión así.

Tampoco estoy nada seguro de lo que implica que Estrella, en teoría, desaparezca a finales de mes. Me pregunto si su desaparición es consecuencia de contarle lo del calendario, de no contárselo, o si no tiene nada que ver conmigo. Como ninguna predicción especifica lo que hago o lo que dejo de hacer sobre ese tema, no tengo ni idea de cómo enfocarlo.

Me encuentro con Frank por la tarde en una cafetería que tengo detectada donde hay una buena relación cantidad-precio, y pido lo más barato posible. Frank solo pide una cerveza.

Gracias a la predicción del día doce, puedo saber que si Frank me tiene que contar alguna verdad, será dentro de ocho días y no ahora. Como mucho le puedo preguntar por cosas de menor categoría, como lo que pasó con Lucas, pero por el momento intentaré disfrutar de una charla desenfadada con un amigo al que hacía tiempo que no podía ver en condiciones normales. Si dejo que las cosas relacionadas con el calendario o sobre lo que le ha pasado con la ley sean lo único que me importa, entonces no estaré pasando tiempo real con un amigo. Aunque reconozco para mí mismo que todavía me tiene mal de la cabeza que su abogada me mencionase y supiera donde vivo. Él siempre le quita importancia a eso, pero yo no estoy nada tranquilo… ¿Y si esa mujer tiene algo que ver con el calendario o con VDLS?

—Te noto intranquilo, Izan.

—Bueno, he tenido unos días complicados.

—¿Me lo quieres contar?

—Mejor que no…

—De acuerdo —Frank me examina con atención—. No me la estás devolviendo porque yo no te cuento lo mío, ¿no?

—¡No! No es eso. Es que… Son muchas cosas. Si me pongo a hablar de todas, me explotará la cabeza.

—¿Quieres contarme por lo menos una?

—Bueno… Sí —es el momento de usar la misma carta que usé ayer con Eric—. He tenido una pelea bastante fuerte con Lydia.

—¿Con Lydia? ¿En serio? No me jodas, Izan. Con Lydia no —me mira con desaprobación y niega con la cabeza—. Lydia y tú sois un pilar el uno para el otro. No hagáis eso. No os peleéis.

—Es una situación complicada. Me he hecho amigo de una persona muy odiada para Lydia.

—Entiendo… ¿Tú sabías eso cuando te hiciste su amigo?

—No, no lo sabía.

—¿Y Lydia te ha contado el motivo del odio?

—Todavía no.

—Entonces, Lydia te está pidiendo confianza ciega y lealtad, ¿no? Es complicado. Desapruebo ese acto porque creo que es egoísta. Pero por otro lado creo que la lealtad a un amigo es sagrada, y Lydia es tu mejor amiga.

—¿Hemos hecho que tus fuertes principios entren en conflicto?

—Un poco. En cualquier caso, Izan, solo tienes que hablar con ella, ¿entiendes? Habla con la chica, arroja un poco de luz. Recula un poco, deja que ella te explique una vez entienda por lo que estás pasando, y luego tomáis la decisión que haga menos daño en conjunto, aunque uno de los dos tenga que ceder un poco más.

—No es fácil. No me contesta cuando le escribo.

—Llámala.

—¿Qué?

Antes de darme cuenta, Frank ya ha tomado por la fuerza mi móvil, accesible en la mesa al alcance de sus entrenados brazos.

—¿Qué haces? —le pregunto entre intentos penosos de recuperarlo.

—Llamar a Lydia —mientras la llamada ya está en marcha, me sigue dando un sermón—. Mira, Izan. Si tienes muchos problemas, lo mejor será que soluciones algunos, para que así sean menos y te puedas enfocar en los demás. Y si encima uno de esos problemas te pesa tanto, pero tiene tan fácil solución, pues ese será el primero. Joder, Izan… ¿Te lo tengo que dar todo hecho?

—Este Frank ya me suena más… Demasiado tranquilo conmigo viniste las otras veces…

El primer intento ha sido fallido, pero Lydia contesta en el segundo.

—Qué quieres…

—Lydia. Soy Frank. Hace tiempo que no hablamos.

—¿Frank? —Lydia se queda un momento callada. Me imagino que su cabeza ahora debe de estar colapsando—. ¡Frank, por fin escucho tu voz!

—Gracias por el mensaje del otro día. Siento no haberlo contestado, estoy un poco alejado de mi móvil estos días. Ya sabes, mientras me ubico.

—¡Ya lo veo! Me estás llamando con el de Izan de hecho.

—Sí, pero eso es porque mi buen amigo Izan te quiere llamar pero no se atreve.

—¡Maldito seas, Frank! —responde Lydia riendo—. ¿Ya estás haciendo de hermano mayor?

—Es culpa vuestra, chica. ¿A quién se le ocurre pelearse cuando acabo de salir de la cárcel? ¿Esto es una forma de llamar mi atención o qué?

—De verdad… ¡Pero Frank! Me parece muy feo que me llames para esto y no para decirme de quedar.

—En eso tienes razón. Está feo por mi parte. Pero tú me vas a perdonar porque eres comprensiva con alguien que acaba de salir del infierno, ¿verdad?

—Claro, pero solo si me invitas a algo cuando quedemos. Un batido. De… ¡De fresa y nata!

—Batido de fresa y nata. Me lo apunto. Ahora sabes lo que te voy a pedir, ¿no?

—Sí, sí… Pásame a Izan.

Frank me mira con sonrisa de triunfador, pero sereno, y me acerca el móvil.

—Tu amiga Lydia —me dice.

—Ya. Está el altavoz puesto —digo mientras me acerco el móvil—. Hola…

—El jueves creo que no tienes nada que hacer, ¿no? —me dice Lydia, directa al grano.

—El jueves… —repaso mentalmente mi predicción. Encontrarme con Flora en las escaleras. No creo que me lleve demasiado tiempo eso—. No, no tengo nada que hacer.

—Quedamos. ¿Tu empresa qué días tomará de fiesta esta semana santa?

—¡Ah! Pues… Creo que me dijeron que el jueves y el viernes son festivos, mientras que el lunes nosotros sí que trabajamos.

—Qué mal. Bueno, pues si el jueves estás en tu casa, me paso por ahí cuando salga del trabajo, ¿vale?

—Vale…

—Pues eso. ¡Eh, Frank! ¿Contento? ¿Quedamos el viernes por la tarde tú y yo?

—Sí, contento —dice Frank, todavía con su sonrisa triunfal—. Y sí, el viernes por la tarde me va bien.

—Pues venga, a pasarlo bien los dos. ¡Y no gastéis mucho, que luego Izan llora porque no se sabe controlar con el dinero!

Lydia cuelga y Frank hinca el codo en la mesa con el puño hacia arriba para hacer reposar su cabeza. Me mira con confianza.

—¿Qué se dice?

—Gracias… Pero que sepas que hay gente que preferimos procesar un poco más despacio.

—Nada, nada. Izan, tú necesitas que alguien tire de ti en momentos como este. Ya sabes que lo hago con gentileza, ¿verdad?

—Uy sí, una cosa…

—Venga, no llores, que te invito para que no tengas que gastar hoy.

Encima me invita el día que pido lo más barato posible. Pero mejor eso que nada.

—Malditos seáis todos…


Al final no hemos hablado ni de Lucas ni de nada de esos temas. Pero no me importa. Ha sido de ayuda y me lo he pasado bien. El miércoles que viene ya habrá tiempo para que salga todo. Hoy puedo decir que, por fin, he quedado de verdad con Frank desde hace muchos años.










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