top of page

Martes 7 de marzo de 2023

Joel Soler

Actualizado: 5 oct 2023


Capítulo 7


Mi equipo gana 91 a 76


“Demasiado específico… Pero por lo menos mi equipo gana. Supongo que se refiere a los Crimsons, porque tampoco es que vea mucho deporte.”


Mi relación con el deporte siempre ha sido tensa y distante. En el instituto te pueden llegar a considerar raro si no te gusta la clase de educación física, pero cuando cumples cierta edad y observas el mundo con perspectiva, ves que el prototipo de persona que odia los deportes y el ejercicio es algo más estereotípico. Lo que pasa es que el mundo debe distribuir a cada una de estas personas ajenas al deporte en clases separadas, situando a uno o dos ejemplares por grupo. Por eso en esa época, cuando sentimos el mundo más pequeño, creemos que somos únicos y raros. En la actualidad tal vez ocurra distinto, ya que no creo que los adolescentes vean el mundo tan pequeño como lo veía yo con toda la información a la que pueden acceder en tiempo real y de todo el mundo.

Pensamientos de persona mayor a un lado, mi relación con los deportes no es la mejor. Pero es verdad que el baloncesto tiene algo que me gusta. Jugando soy bastante malo, pero verlo es otra cosa. Va por rachas, si soy sincero, pero estos últimos meses es una de esas rachas. Sin embargo, no sigo la NBA ni ninguna liga muy famosa. Más que nada porque no tengo ni idea de por donde se ve eso, o si es de pago o qué pasa. Yo lo que veo es una especie de liga que solo se emite en directo por internet. Una especie de iniciativa que le está haciendo la guerra a la televisión tradicional y que está invirtiendo dinero en sus propias ligas para cada deporte popular. Todavía no tienen mucho tirón, no está en manos de los más grandes, pero a mí y a Eric nos gusta seguir la liga de baloncesto en ese medio.

Tanto Eric como yo tenemos como equipo favorito a los Crimsons. Todavía no se muy bien cuando un equipo pasa a ser tu favorito, si encima van cambiando de jugadores cada cierto tiempo. Pero sí, nos gusta apoyar a los Crimsons.

—¿Hoy podrás ver el partido? —le pregunto a Eric.

—¿A qué hora era?

—A las seis y media.

—Hoy lo tendré difícil. No estaré libre hasta un buen rato después. Como mucho veré el final.

—¿Crees que los Crimsons ganarán? —le pregunto, fingiendo inocencia.

—Yo espero que sí. Pero me parece que el equipo contra el que van es de los favoritos. Hay que ser realistas, los Crimsons de este año no son tan buenos como los de antes de la pandemia.

—Exacto —dice Elías, otro de nuestros compañeros, que escuchaba a escondidas.

—Vaya, Elías —dice Eric—, no sabía que tú también veías esa liga.

—¿Querías que te lo dijera para quedar y ver juntos los partidos? —pregunta con el tono de burla habitual con el que se dirige a todos en la oficina.

Elías es un veterano de la empresa. Creo que tiene cuarenta y largos. No lo conozco mucho, pero puedo decir que le da igual todo. Se burla de quien se tenga que burlar y, a mi parecer, es el menos intimidado por Ignacio en toda la oficina. No es amigo de nadie, pero al mismo tiempo se habla con todos. A veces me parece gracioso y otras me parece desagradable.

—Los Crimsons de 2019 eran el equipo perfecto —dice Elías—, pero luego no se qué pasó en la pandemia que empezaron a regalar jugadores, a no invertir en los que tenían que invertir… Y al final otros equipos empezaron a ganar fuerza. Fueron muy dejados.

—Siguen siendo mi equipo favorito, qué le voy a hacer, soy de costumbres —le contesta Eric.

—Vosotros mismos. Ser fiel a un equipo está bien, no digo que no —le da unas palmadas a Eric en la espalda—. Denota principios y lealtad. Bien por vosotros.

—Elías —digo sin levantar la vista de mi escritorio, haciéndome el interesante. Antes de decir la siguiente frase, hago una pausa y le miro a los ojos—. ¿Qué te parece si apostamos?

Su expresión se mantiene sonriente, pero abre mucho los ojos y me mira con sorpresa y un poco de desafío.

—Me sorprendes, Izan. Me sorprendes gratamente. ¿Te gustan este tipo de riesgos?

—No te pega nada, Izan —añade Eric.

—A ver, una apuesta pequeña —me apresuro a decir, rebajando un poco la seguridad de hace unos segundos.

—Me habías dado esperanzas, Izan. Quería un poco de marcha, que venir aquí y no morirse de hastío ya es bastante complicado. Dame algo más.

Me quedo pensando unos segundos y, acto seguido, doy un golpe en la mesa.

—Vamos a decidir qué apostamos. ¿Dinero? ¿Algún tipo de castigo?

—Que cada uno pida lo que quiera. Si me quieres pedir dinero en caso de que ganes, pídemelo. Yo te pediré otra cosa.

Al ver su mirada, entiendo que tiene preparado algo con lo que humillarme.

—Mira que hay pocas cosas que me molestan en el aspecto de la gente —continúa Elías—, pero esos pelos tuyos, así sin peinar, tan alborotados… No puedo.

Alguna vez lo ha comentado. Mi pelo es voluminoso y es muy difícil de peinar. Él tiene un volumen de pelo similar, pero siempre se lo peina hacia atrás. Somos dos caras de la misma moneda.

—¿Vas a pedirle a Izan que se peine? —pregunta Eric arqueando una ceja.

—No, no creo que me acepte la apuesta, ya que no me bastaría con que se peine un día. Querría que se peine todos los días, y me parece que no hay apuesta que consiga que nuestro despeinado compañero haga eso, ¿verdad?

—Sin duda —asiento—, hay que tener principios.

—Pero si no tienes que hacer el esfuerzo, no hay problema, ¿verdad?

Espero en silencio a que me diga lo que tiene en mente, pero me empiezo a imaginar de qué se trata.

—Rapado al cero. Si los Crimsons pierden, tú te rapas al cero. ¿Qué tal?

A Eric se le escapa la risa. Lo intenta contener, pero ya es tarde. Yo me levanto y tiendo mi mano a Elías. Él la acepta con una sonrisa mucho más intensa.

—Si los Crimsons ganan, te daré parte de mi faena del teletrabajo para que la avances por mí.

—Ah, es verdad, que Ignacio te dio faena como castigo por resfriarte. Vale, me parece bien.

—Espera, una cosa más —digo con la mirada perdida en mi nueva idea. Elías me mira con interés—. Esa apuesta solo valdrá si el equipo vencedor gana de diez puntos o menos. Pero si el equipo ganador supera los diez puntos de diferencia, haremos un extra. En mi caso, si quieres, lo convertimos en un vale por tres rapadas al cero, conforme me crezca el pelo. Y en tu caso… —Elías me mira muy atento, emocionado—. Querré que, además de lo del teletrabajo, le hagas algún tipo de broma fuerte a Hugo.

Elías estalla en risas, y Eric se aprieta el entrecejo y cierra los ojos.

—Acepto, acepto. ¿Algo más que quieras añadir por si los equipos ganan de más?

—No, así está bien —le digo con una sonrisa serena, y vuelvo a apretar su mano.


Una vez terminada la jornada laboral, en lo único en lo que puedo pensar es en el partido, y también en lo que implica la apuesta que he hecho. No se trata de ganar o perder contra Elías. Prefiero ganar, claro, pero hay algo que está por encima de eso: he querido apostar por esta predicción. Y lo peor de todo es que he apostado a favor del calendario. Podía haberlo hecho en contra, apostar para decirle a esas frases que predicen el futuro con mi letra que no podrán cumplirse siempre. Pero lo he hecho a su favor. He vinculado algo que quiero que pase, que es ganar a Elías, con otra predicción acertada. ¿Quiero que se cumpla? ¿Quiero que lo del calendario sea real? Es posible que sí, pero solo porque la alternativa es que alguien está jugando conmigo y haciéndome una broma muy elaborada. Si tengo que elegir entre que mucha gente se ponga de acuerdo para hacerme la peor y más turbia de las bromas, o si de repente ha caído en mis manos un calendario mágico… ¿No es un poco mejor lo segundo?


Por fin son las seis y media. Es la hora del partido. Crimsons contra Diávolos. Los partidos de baloncesto se juegan en cuatro partes de diez minutos cada una. Al final de la primera parte, el resultado es 20 a 27 a favor de Diávolos. Para el final de la segunda parte, van 38 a 49. Descanso de medio tiempo y la cosa pinta mal para los Crimsons y para la predicción. Elías solo me envía imágenes de actores tipo Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone sonriendo de forma serena pero dolorosa contra mi persona.

En la tercera parte los Crimsons consiguen remontar un poco. Siguen perdiendo, pero ese tercer cuarto termina 58 a 66. Para cuando empiezan los últimos diez minutos de partido, los Crimsons van perdiendo de ocho. Todavía pueden ganar, pero dudo mucho que sea por la diferencia propuesta por el calendario. Creo que la broma terminará hoy.

Repaso de nuevo la predicción: mi equipo gana 91 a 76. Es verdad que en ningún momento digo que me refiera a los Crimsons, pero es que no se me ocurre donde tengo otro equipo. Pienso en otro tipo de competiciones, de videojuegos, por ejemplo. A veces veo ese tipo de cosas, pero no tengo un equipo favorito como tal. Tal vez con mi equipo se refiere a que yo formo parte de ese equipo. ¿Me habré olvidado de alguna competición online? ¿Un hipotético equipo en el que estuve estará jugando hoy mismo y ganará? Pero es muy extraño, porque los números de la predicción encajan muy bien con un resultado de baloncesto.

Mientras pienso estas cosas, el partido sigue avanzando y los Crimsons empiezan a enlazar algunas canastas de tres puntos, y gracias a eso y a algunas faltas que cometen los Diávolos, ganan todavía más ventaja. A falta de tres minutos, el marcador indica que van 80 a 76. Los Diávolos ya han llegado a la cifra que marca la predicción. Si encestan una vez más, se acabó.

La estrella de los Crimsons encesta uno de tres: 83 a 76. Los Diávolos pierden una oportunidad de oro y los Crimsons recuperan la posesión para encestar acto seguido otra canasta sencilla de dos puntos. 85 a 76. Ocurre lo mismo por segunda y tercera vez. Es una racha sin sentido, pero está pasando. 89 a 76. No me lo puedo creer. Faltan segundos, y parece que se va a cumplir. Los Diávolos atacan, y uno de ellos inicia una ofensiva desde lejos intentando llegar solo a canasta con movimientos desesperados. Todavía puedo perder si encestan. Esquiva a los defensas, hace una entrada con fuerza y… ¡Ha encestado!

… Pero no ha sido válido. Ha sido falta en ataque de los Diávolos por entrar de una forma tan violenta, por lo que los puntos no cuentan. Por un momento me ha dado un vuelco el corazón. Faltan diez segundos. Los Crimsons lanzan. Fallan. Cinco, cuatro, tres… Última oportunidad, si encestan ese tiro, ganan. Lanzan. ¡Fallan! ¿Ha fallado la predicción por una sola canasta? Eso no me lo creo…

—¡Ah!

Grito y me levanto del sofá sin darme cuenta. El último fallo no ha sido una pelota perdida porque uno de los jugadores se ha lanzado contra el suelo y ha palmeado de camino la pelota para que saliese por los aires. Casi de milagro, ese último acto desesperado se convirtió en la última canasta dentro del tiempo. Se suman dos puntos al marcador y suena la bocina del final del partido. 91 para los Crimsons, mi equipo… Y 76 para los Diávolos. Mi equipo gana 91 a 76.

No puede ser algo amañado. Algunas de esas canastas han entrado por suerte. Esa última era más posible que no entrase, y el jugador lo sabía. Lo ha hecho porque le daba igual, porque el partido ya estaba ganado, y quería ver si podía generar un clip viral con ese golpe de suerte. Si fuera amañado, hubiesen hecho jugadas más seguras. Además, los Crimsons y los Diávolos no van a jugar todo un partido orquestado solo para hacerme una broma a mí. No tiene sentido. Nada lo tiene.

Agarro la página del calendario con fuerza y la miro. Repaso las frases una y otra vez.

—Esto es real… Esto no es ninguna broma…

Repaso todo lo que me ha pasado estos últimos días. No puede ser una broma. ¿Este calendario es mágico? ¿Por qué tengo esto? ¿Por qué tiene mi letra?

Miro cuál es la siguiente predicción que más me interesa. Es la del día once: se lo cuento a Lydia.

Dejo el calendario y suspiro mientras miro como los Crimsons celebran su victoria. Veo que tengo un mensaje de Elías. Creo que es su primer mensaje escrito en privado hacia mí, dejando de lado las fotos de hace un rato.


[Elías. 20:28]

Eres un cabrón con suerte.

Mándame al correo el trabajo y dime lo que tengo que hacer.

Y piensa tú la bromita a no se quién me has dicho antes.

Maldito cabrón con suerte…

No habrás amañado el juego y comprado a todos los jugadores, ¿verdad?


Sonrío y dejo el teléfono en el sofá. Miro al techo y me pongo las manos en la cabeza, con el corazón acelerado.

—No, Elías… Esto es real.













88 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Epílogo y texto final

Epílogo: Más allá del calendario Este es el final de la historia. La historia que Izan ha vivido durante todo un año. La historia de doce...

Jueves 29 de febrero de 2024

Capítulo 366 Todos miramos a Oliver. Su frase se ha quedado a medias. —¿Oliver…? —pregunta Anna. —¿Qué? —pregunta él, con una expresión...

Miércoles 28 de febrero de 2024

Capítulo 365 A (Parte 1) CDLS al completo en el templo “Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra. Acabaremos hoy, pase...

Commentaires


bottom of page