Capítulo 211
Visitamos a Dana
“No sé si seré capaz de esto…”
He quedado con Ángel, Hugo y Estrella para ir a casa de Dana. Todos sabemos ya lo que ha pasado. Cuando me ven, tanto Hugo como Ángel me dan un abrazo.
Al llamar a su casa, nos recibe un hombre de la edad de Dana, o un poco más joven, que no sabemos quién es. Parece bastante simpático y habla muy bajito. No sabemos si es el novio, el marido, el hermano, el compañero de piso… En realidad, no sabemos nada de la vida de Dana. Siempre hemos dado por hecho que era la mejor soldado de Rojo y de los VDLS. La abogada. Pero no sabemos nada de ella. Yo, por lo menos, no sé nada.
—Convencedla para que abra las persianas por lo menos —dice el hombre—. Está todo el día a oscuras, sentada, mirando a ninguna parte.
—Descuida —dice Estrella—. Muchas gracias, Martí.
—No te preocupes. ¿Queréis que cuide del perrito mientras habláis con ella?
—Ah, si no es molestia —dice Ángel—. Aunque de perrito tiene poco, con lo enorme que está, pero no da ninguna faena.
—Sí, tranquilos. Hablad tranquilos con ella. Muchas gracias por haber venido.
Me gustaría preguntar quién es, pero sé que ahora no toca.
Al entrar en el salón, vemos a Dana sentada en un sillón, mirando a la pared y con las persianas cerradas y la luz apagada. Al entrar, Estrella lo primero que hace es abrir las persianas.
—¿Qué haces? —dice Dana, tapándose los ojos.
—Ya has tenido una semana para estar a oscuras —dice Estrella—. Solo te voy a pedir que pongas un poco de luz. Nada más.
—Estrella, ahora no estoy para tus misticismos… —dice Dana.
Al recuperar un poco la visita, comprueba quién ha venido. Al cruzar su mirada conmigo, se desmorona al instante. Está llorando. Se levanta y me da un abrazo. No sé si lo hace porque soy una versión de Rojo, o si siente una profunda compasión por lo que tuve que vivir con ella. Yo, por mi parte, no me he podido quitar sus gritos de la cabeza desde aquel día.
Después abraza a los demás y se sienta, tapándose la cara con las manos.
Nosotros esperamos en silencio. Estrella se sienta en la bracera del sillón y le da ánimos más de cerca. Los otros tres nos sentamos por donde podemos. Ángel se queda de pie por voluntad propia.
—Voy a dejar de hacer esto —dice Dana—. Los VDLS, la abogada que persigue mafias… Todo eso. Lo voy a dejar. Lo dejo del todo.
Nadie se atreve a contestar de primeras. Tras un silencio, es Estrella la que habla.
—¿Seguirás siendo abogada en cosas menores?
—Seré muy selectiva con los casos que lleve. Todo lo que me haga pensar que voy a molestar a los S… Lo siento, pero no voy a tomarlo.
—Oye, pero… —creo que sonará un poco egoísta, pero, con lo que está diciendo, temo que abandone a Frank.
—Tranquilo —me interrumpe—. Lo de Frank está cubierto. Ya no se puede parar, y dudo mucho que me pase nada por eso. No abandonaré a Frank.
—Soy muy predecible, ¿no?
—Es normal que lo hayas pensado. Soy la persona que tiene que sacar a tu amigo de la cárcel, así que es lo primero que pensaría yo también en tu lugar.
—Sí… Gracias.
—Entonces —dice Hugo—, ¿qué pasará con los VDLS?
—No lo sé —dice Dana—, pero yo no puedo. No me matan porque sigo saliendo en el calendario hasta vete a saber cuándo, pero pueden hacer daño a mis seres queridos. Pueden volver a hacer lo que han hecho con Rojo. No puedo…
—Creo que ya no tiene sentido seguir con esto —dice Ángel—. Yo solo quiero ser sincero, ya lo sabéis. ¿Qué posibilidades tenemos de hacer algo si ha pasado esto con Rojo? Era él el que nos unía, el que tenía información, el que sabía lo que teníamos que hacer, lo que podíamos y no podíamos hacer… Ni siquiera Gris sabe tanto.
—Ayer visité a Gris —dice Hugo—. Él tampoco quiere seguir con esto. Dice que quiere quedarse en la residencia, tranquilo, sin pensar en nada…
—Tú no estás muy de acuerdo, ¿verdad? —dice Ángel, mirando a Estrella.
—Pues… No. No me gusta. Rojo querría que sigamos. Tal vez Dana no, que ha sido amenazada, pero los demás…
—Rojo querría que elijamos —dice Ángel—. No intentes encajar lo que él diría con tu visión de él. Rojo nunca nos ha obligado a nada.
—¿Entonces no ha servido de nada? —dice Estrella—. ¿Se muere y se acabó?
—Estrella —dice Dana—. Lo hemos intentado. Nosotros éramos las personas que tenían que ayudar a Rojo a conseguir lo que él quería. Si ya no está, no tiene sentido que ayudemos a nadie. Si alguno de nosotros quiere tomar su lugar, puede hacerlo, y los demás escogerán libremente si quieren seguir a esa persona o no.
—Yo tomaré su lugar —dice Estrella sin pensárselo dos veces—. Aunque sea sola. Yo no puedo dejar esto así. ¿Cómo podéis dejar esto así?
—Lila, cálmate —dice Hugo—. Ponte en el lugar de los demás.
—¡Y lo hago! Pero no sé si es suficiente. No tendría que ser así. No con lo que ha pasado.
—Estrella… —digo yo—. Es que yo estoy de acuerdo con ellos. Estoy de tu parte en cuanto a lo de seguir con el legado de Rojo. Sabes que te ayudaré en lo que haga falta… Pero también entiendo muy bien que ellos no quieran seguir. Tiene muchísimo sentido.
—Yo no se lo veo —dice Estrella, cada vez más alterada.
—¡Estrella! —grita Dana—. Te voy a pedir que lo medites con calma. Nosotros, como mínimo Ángel y yo, hemos decidido esto. Puedes odiarnos o puedes entendernos y respetarnos. Eso será cosa tuya. Pero nosotros tenemos derecho a tomar esa decisión sin que nadie nos pueda culpar de nada. Eso lo entiendes, ¿verdad?
Estrella no contesta. Creo que no quiere admitir que tienen razón.
Yo miro a Hugo.
—¿Tú también lo dejas?
—¿Yo? Yo querría que esa bruja pague por todo, pero no sé si podré hacer nada. Me da miedo que nos pase algo a mí o a Oliver por culpa de entrar demasiado. Pero tampoco os quiero dejar tirados. Creo que me retiraré un poco, seré menos activo… Pero estaré disponible si alguna vez cualquiera de vosotros dos necesita mi ayuda. Si de verdad puedo hacer algo, no os daré la espalda. Pero, hasta entonces… Necesito descansar. Solo eso.
—Lo entiendo —digo—. Muchas gracias por seguir ofreciendo tu ayuda pese a todo.
—Ya te lo dije, Izan. Te debo muchísimo, y voy a seguir ayudándote en lo que haga falta. Solo tienes que pedirlo.
—Sí… Gracias.
—Yo puedo decir lo mismo —dice Ángel—. Si alguna vez me necesitas, también te ayudaré, pero, si te soy sincero, no sé qué podrías necesitar de alguien como yo. Nunca he aportado nada a los VDLS, ni tengo recursos ni podría hacer nada.
—No digas eso… —dice Estrella.
—Tienes razón —digo yo—. No podrías hacer nada ni tienes recursos —a Ángel le encanta este tipo de sinceridad, ¿no? —. Pero mantente cerca. Nunca se sabe si se me podría ocurrir algo para ti.
—Eres un crack —dice, sonriendo—. Estaré cerca, no te preocupes. Y Pancho también.
Y así, con una conversación en un salón iluminado, pero todavía oscuro en el fondo, se cierra el camino que inició Rojo en 2016 al crear los VDLS. Termina una etapa y un grupo que solo intentaba aportar sus malas experiencias con esa familia demente y asesina para conseguir lograr algo, ayudar a la gente o, como mínimo, defenderse. Los únicos que mantendremos vivo una pequeña parte de su legado seremos Estrella y yo, con un poco de ayuda de los viejos miembros, que han decidido dar un pequeño paso hacia atrás.
Todos ellos se encuentran muy mal. Lo de Rojo todavía es reciente… Y es lo que nos unía a todos. No será fácil seguir adelante después de esto, pero cada uno tendrá que recorrer su camino como mejor sepa.
Al salir, Estrella me explica quién es Martí. Por lo visto es el novio de Dana. Empezaron hace un año que Estrella sepa, y son una pareja que vive cerca pero que no viven juntos. Prefieren tener su espacio. Sin embargo, desde que pasó lo de Rojo, decidió vivir con ella unos días para cuidarla. No sabemos cuánto sabe realmente sobre la historia, pero parece que la cuida de forma incondicional. Por gente como Martí es que Dana se quiere asegurar de que no pierde a nadie más. Es muy comprensible que no quiera mover ni un dedo si eso puede poner en peligro a gente a la que ella quiere de verdad. No podría culparla jamás por eso. Bastante es que no abandone a Frank, pese a estar relacionado con la mafia de Salvador Santalla. Tengo que ser más agradecido con Dana… Y ojalá le pueda devolver el favor algún día.
Acuerdo con Estrella la hora y el lugar para empezar mañana la investigación. Y supongo que, ya que estoy, intentaré que entre un poco en razón respecto a su opinión sobre lo que han hecho los que han abandonado los VDLS. Cada uno será libre de elegir en una situación tan compleja y peligrosa como esta… Y solo ella y yo somos lo suficientemente inconscientes como para seguir adelante. Pero yo, al igual que ella… No lo podría dejar de ninguna de las maneras.
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