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Martes 26 de septiembre de 2023

Joel Soler

Capítulo 210

Estrella me protege

“Si me protege es que primero me amenazarán o casi me pasará algo,

o me asustaré o algo así. No tengo nada de ganas de afrontar un día

en el que me pasen cosas para las que me tengan que proteger, la verdad.”

Estrella y yo hemos quedado en la cafetería que frecuenta los martes. Una vez allí es cuando he caído en lo mala idea que ha sido quedar en la calle y no en mi casa, porque ahora el abanico de cosas por las cuales protegerme es mucho más amplio e impredecible. Pero bueno, si me protege, pues supongo que saldrá bien. A menos que la predicción sea que me protege, pero le sale mal y me pegan una paliza igual.

Una vez allí, Estrella empieza a explicarme qué podríamos hacer como nuevo equipo que intenta investigar cosas de magia y todo eso. Es verdad que no tengo ni idea de por dónde vamos a enfocar esto. Estoy perdido y me siento inútil.

—Como sabes, si investigas casos documentados de magia —dice—, quiero decir, por internet y demás, de forma superficial, podrás encontrar de todo, pero nunca tendrás la certeza de quién miente y de quién no. Nosotros lo que tenemos que hacer es clasificar cualquier tipo de pista en tres tipos: los que mienten, los que dicen la verdad y los que podrían estar diciendo la verdad, pero sobre cosas que no entrarán en nuestras competencias.

—Ah, vale —digo—. Pues, así de primeras, no tengo ni idea de cómo se hace eso.

—Ahora vamos a eso. Yo conozco algo sobre la ciencia que hay detrás de lo que muchos llaman magia o hechicería. Si por ejemplo una persona me dice que ha invocado al fuego con un conjuro, sabemos que no está en el grupo de lo que nos interesa, porque no encaja con ninguna de las bases que yo conozco. Puede ser mentira o puede ser una verdad que no nos interesa explorar, ya que no es el tipo de magia que la maestra Olivia ha estado estudiando.

—Ya veo. Pero, una pregunta… ¿En qué puedo ayudar yo? Si tienes los conocimientos básicos, ya habrás investigado tú por tu cuenta, ¿no?

—Si somos dos podremos buscar más, comentar lo que vemos, motivarnos a no dejarlo de lado… Y, lo principal, podremos ver si lo que aprendemos lo podemos usar junto con tu calendario para anticiparnos a algo, para usarlo a nuestro favor… Cualquier cosa. El objetivo más importante es entender cómo funciona el calendario sin que el grupo de Olivia sepa que tenemos ese conocimiento, y usar esa información a nuestro favor.

—Eso no suena mal del todo…

—Pues verás: Olivia descubrió cuál era la base de algunos hechizos que podríamos considerar “magia”, pero que en realidad son cosas conectadas a una especie de criaturas de las que casi nadie tiene conocimiento. No es un tema que aparezca en las clásicas conspiraciones ni habla nadie de ello, porque no es algo que dé juego. A ver cómo te lo explico… Mira, sí, ya sé: si hablásemos de pequeños alienígenas que lavan el cerebro o que suplantan la identidad de otras personas, seguro que habrían llamado la atención de más gente, y que se correría la voz lo suficiente como para que gente que cree que sabe de lo que habla, lo venda como teoría de la conspiración en internet. Pero, si existen ese tipo de seres, pero nadie tiene ni idea de lo que hacen, o no los ven una amenaza… No llegarán a ser atractivos para que se formen esos hilos de teorías y alarmismo. Por eso nadie hablará de ellos. Por eso muy pocos, entre las sombras, conocerán o intuirán su existencia. El problema con estas criaturas…

—¡Qué mal lo cuentas! —interrumpe una voz a mi espalda. Antes de girarme, veo la cara de Estrella, que está mirando por encima de mi cabeza. Su expresión es de terror.

De repente, unas manos arrugadas empiezan a rodearme el cuello desde detrás, acariciándome, pero haciendo ver que me quiere asfixiar.

—¿Me puedo sentar con vosotros? Ji, ji, ji…

Olivia ha venido a nuestra mesa… Olivia… La asesina de Rojo… La persona que incendió aquel sitio… Que mató… Es…

—¡¿Qué haces aquí?! —grita Estrella.

—Soy muy traviesa, ¿sabéis? Le prometí a una persona muy querida que no me metería más en las predicciones del calendario sin consultar o avisar, pero es que soy muy inquieta y poco fiable. Una vez lo pruebas es adictivo, ¿no os pasa? —se ríe con la voz aguda y asquerosa. Esa voz… Escucharla me hace daño. Me hace muchísimo daño en el pecho—. Tener controlado lo que harás, Izan pequeño… Intervenir en tu vida… Hacerlo siguiendo las normas del calendario… ¡Qué escalofríos más placenteros me da eso! ¿A ti no? ¿Y a ti? ¿No? ¿Ninguno?

—Has matado a Rojo… —dice Estrella.

—Anda, calla —dice Olivia—. Rojo te estaba utilizando tanto como yo o más. No sé por qué tanto idealizar al Izan más interesado y menos fiable de todos.

—Eres una asesina… —dice Estrella de nuevo.

—Oye, Estrellita, bonita, querida… Protege a Izan. Protégelo. Va, protégelo. La predicción de hoy. Protégelo, ¿no? Protégelo de mí. ¿De qué lo ibas a proteger si no? ¿De un perro callejero? ¿De un ladrón en un callejón oscuro? ¿No prefieres enfrentarte a tu maestra con la que ya tienes muchos años de confianza?

—Mi maestra, la de verdad… No eres tú. Para nada eres tú.

—¡Oye! Pero sí que fui tu maestra durante unos años. Tú has tenido dos maestras, lo que pasa es que te has enterado ahora. Pero yo fui una de tus maestras, así que un poco de respeto. Fue durante los mejores años… Qué recuerdos… Mi Estrellita bonita… Tan obediente…

—Vete —dice Estrella.

—Espera, que me he tomado la molestia de venir hasta tu cafetería. No está cerca de mi casa, ¿sabes? Y yo ya tengo una edad… Ji, ji, ji…

—Vete —repite Estrella.

—Quiero comprobar una cosa. Estrella, a ver, ¿tú me tienes miedo? ¿Sí? ¿No? Mira, será más rápido que lo comprobemos. Voy a hacer daño a Izan ahora mismo, ¿te parece? Y, mira, ¿sabes por qué lo haré? Deja, no contestes, ya contesto yo, que estáis paraditos como las estatuas de un buhito. Lo haré porque si no lo mato, ni lo mutilo ni nada de eso, entonces no pasará nada. Solo tengo que respetar el calendario. Así que le puedo dar, no sé… ¿Un pellizco? ¿Arrancarle algunos pelos? Sabemos que te quedarás calvito pronto, Izan, así que… ¿Qué más da? —se ríe con una fuerte carcajada—. Puedo hacer lo que quiera porque Izan no se defenderá. Izan está paralizado ahora mismo. Me tiene miedo. Se ha bloqueado. Escucha, razona, pero no puede actuar. No puede hacerlo porque me tiene miedo de verdad. Y quiero saber si tú también me tienes miedo, Estrellita, querida.

—No le hagas nada a Izan… Ya le has hecho demasiado…

—Mira, no le haré daño —dice Olivia, y me sujeta la cabeza con las manos mientras sigue mirando a Estrella—. ¿Sabes lo que haré? Le daré un besito en la boca. Una parte de mí, la parte que ya sabéis, se muere de ganas de darle un beso a la versión más pura de Izan… ¡Me excito muchísimo solo de pensarlo!

—Izan, por favor —dice Estrella—, reacciona… Apártala…

—No puede hacerlo —dice Olivia, y mira hacia mí—. No puede porque está mucho más paralizado que tú, Estrellita… Ahora puedo hacer lo que quiera con él…

—Para… —dice Estrella.

—Tú también estás paralizada. Jo, qué penita. ¿También me tienes miedo? ¿Es porque he matado a Rojo? ¿Es porque te despierta los traumas verme la cara? Ji, ji, ji… Bueno, con vuestro permiso, voy a darle un besazo a este niño asustado. ¡Tranquilos! Que me he lavado los dientes antes de venir.

Olivia se me acerca. No puedo mover ni un músculo. De verdad que estoy paralizado, pero sé que no quiero. No quiero que me bese ni me toque ni se acerque. Me da asco y me da miedo. Quiero apartarla con todas mis fuerzas, pero no puedo moverme. No puedo…

Cuando su cara ya está muy cerca de la mía, casi rozando sus labios con los míos, un empujón abrupto y contundente es lo que aparta el cuerpo de Olivia de donde estaba y me hace recuperar un poco el conocimiento.

Olivia está en el suelo. Estrella está de pie. Es ella la que la ha empujado.

—Cerda asquerosa —dice Estrella, y le da un pisotón a Olivia en el vientre—. No te tengo miedo a ti, puta vieja desquiciada. Tengo miedo de esto, y tú también tendrías que tenerlo.

—Ah… Ji, ji, ji… ¿De ti misma, entonces? —Olivia tose un poco desde el suelo—. Vaya… Eso me ofende. Prefería ser yo la dueña de tus pesadillas… Pero eres tú misma… Qué entrañable…

Los clientes nos están mirando. Algunos corren hacia la pelea y apartan a Estrella para ayudar a Olivia. Desde su perspectiva, Estrella está golpeando a una pobre anciana, así que será ella la mala.

—¡¿Qué haces, Estrella?! —grita la camarera—. ¿Qué le haces a esta señora…?

Otros clientes se están asegurando de que Olivia se encuentra bien, como si ella mereciese tal cosa…

Estrella se aparta de los que la han agarrado y se pone delante de mí para protegerme.

—¡¿No has tenido bastante con todo lo que le has hecho ya?! ¡¿Vas a seguir torturando a Izan?!

—Ji, ji… —tose y se pone de pie—. Puedo hacer lo que yo quiera… —Olivia mira a los que la han ayudado y a los que intentan apartar a Estrella—. ¿Qué hacéis? ¡Fuera! Esto es una conversación privada. Qué chismosa que es la gente… ¿Me tienen compasión porque soy una viejita? Ji, ji… Ya llegaréis a mi edad, ¡y llegaréis muchísimo peor que yo! ¡Pobrecitos! ¡Sois penosos! —se ríe como una desquiciada.

—Oigan, no sé de qué va esto —dice la camarera jefa—, pero les voy a pedir que abandonen el local, por favor.

—Estrellita —dice Olivia, ignorando a la camarera—. Te olvidas de que una parte de mí ya se murió. Me da igual todo lo que pase aquí. Me da igual todo el mundo. Sé que la gente vive muy feliz en la ignorancia, y no me molesta tanto, a veces. Pero, a cambio, que no se quejen si alguien que ya murió y que sabe cosas que ellos no, se entretiene un poco y se toma algunas libertades. Si no lo entienden, ¡que se jodan!

—No sé de qué hablas, pero Izan no se merece que lo tortures así.

—No es lo que me han dicho… A mí me han dicho que Izan puede llegar a ser muy, muy, muy malo.

—Y seguro que, si alguna vez ha sido malo, habrá sido por tu culpa, o por culpa de Nora. No me cabe la menor duda…

—Ji… Oye, quién sabe. A lo mejor sí. O, a lo mejor, Izan está podrido por dentro… Igual que tú, que tienes miedo de ti misma. Tienes más miedo de lo que tú puedes hacer a los demás, que de una bruja loca y asesina que te ha arruinado la vida. ¿Cómo estarás de podrida por dentro para que pase eso? Ji, ji, ji…

—Eres… Eres tan… —Estrella está llorando. No puede soportarlo más. Yo tampoco.

—El que me quiera parar, que me pare —dice Olivia—. Solo soy una ancianita indefensa. Aprovecha, Estrellita… Aprovecha. ¿No quieres usar uno de tus ataques de ira? ¿O es que te los reservas solo para las chicas que te gustan como tu ex? ¿Es que te pone cachonda ponerte tan violenta con las personas más importantillas en tu vida? Ji, ji, ji…

Estrella sigue delante de mí con los brazos extendidos. Me sigue protegiendo, pero ya no tiene fuerzas para contestar.

Olivia se bebe mi taza y la de Estrella, se ríe y se va sin decir nada más.

Estrella se desploma. La camarera se acerca para hablar con ella. No lo escucho muy bien, pero me parece entender que le está diciendo que, si van a seguir pasando estas cosas, que no vuelva nunca más. Pero esta es la cafetería de los martes de Estrella… ¿Cómo no va a volver…?

—Vámonos, Izan… —dice, y me da la mano para que pueda levantarme de la silla.

Una vez fuera, encuentro un atisbo de energía para poder hablar.

—Perdón… No he podido hacer ni decir nada…

—No te preocupes. No se te podría haber pedido más después de haber visto delante de ti lo de Rojo. Después de lo que te ha hecho…

—¿Te han echado de este sitio…? ¿No podrás volver…?

Estrella mira hacia el local y luego me mira a mí. Sonríe, pero lo hace para tranquilizarme.

—No te preocupes. Ya hablaré con la dueña otro día, cuando las cosas estén más calmadas. Y si no… Pues será por cafeterías, ¿no?

—Pero a ti te gusta esa…

—No te preocupes, Izan. Olvídate de eso. Venga, que te acompañaré a casa. Te quedarás tranquilito en casa con tu gato, ¿vale?

—¿La investigación…?

—Ya lo ponía en tu calendario, ¿no? Eso será pasado mañana. Hoy solo te tenía que defender, y espero haberlo hecho.

—Sí, lo has hecho… Muchas gracias.

—Pues ya está. Aunque mañana, si quieres, podemos quedar también.

—¿Para qué?

—Pone que visitamos a Dana. Podemos ir con Hugo y Ángel. Quiero saber cómo está ella y qué pasará con cada uno de los VDLS después de todo esto… ¿Querrás venir?

—Vendré quiera o no… Lo pone en el calendario, ¿no?

—Sí, tienes razón. Venga, ahora vamos para casa.

—Sí… Gracias.







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