Capítulo 365 A (Parte 1)
CDLS al completo en el templo
“Eso no ocurrirá. Y ya no importa de quién sea la otra letra.
Acabaremos hoy, pase lo que pase.”
Ayer quise aprovechar el tiempo, y utilizar la oportunidad que nos dio Frank. Llorar solo cuando el calendario hubiese terminado. Pero no pude.
Me he pasado toda la madrugada despierto, intentando hacer algo. Lo que sea.
Busco volver a conectar con otra versión de mí, tal vez porque creo que me pueden guiar, y para saber si Frank está bien en su mundo. También quiero comprobar si, a un solo día del veintinueve de febrero, consigo conectar con los Voyat de la forma que sea.
Creo que no exagero si digo que llevo siete horas así. Estoy mareado, y todavía me queda un largo día por delante.
Mientras desayuno, Lydia sale de su habitación, con los ojos rojos, y se acerca a mí.
Se sienta sobre mi pierna y me abraza.
—Perdón por lo de ayer… —dice—. Sé perfectamente que tú quieres a Frank más que nadie, pero…
—Lo sé. Yo habría reaccionado igual que tú.
—No entendía por qué fueron Nora y Saúl los que luchaban por él, y vosotros no. Ahora veo que, si llego a ser yo la que estuviera ahí, no tengo ni idea de cuál de los dos tipos hubiese sido… Pero sé que Frank hubiese preferido que yo estuviera de pie a tu lado, manteniendo la calma y comprendiendo lo que él quería.
—Lo sé. Somos los que más conocemos a Frank.
—He tardado toda una noche en vela para entenderlo… Lo siento mucho.
Me abraza muy fuerte. Hacía mucho tiempo que no la veía tan vulnerable.
Yo intento no romperme aquí mismo. Prometí que aguantaría un poco más, hasta que todo hubiera terminado… Y es lo que pienso hacer.
Estoy en mi casa con Lydia, Estrella, Dana y el maestro Nero.
Pese a que Lydia se ha pedido el día festivo, no estamos aprovechando la mañana para nada.
Además, intento localizar a mucha gente, pero nadie me contesta. No dan señales de vida ni Alex, ni Nora, después de irse ayer. Pero es que tampoco puedo localizar a Hugo, Enzo, Gris… Ni tampoco a los que más quiero saber dónde están: Anna, Oliver y Saúl.
Hay personas a las que sí he podido contactar, pero no les he pedido ayuda. No quiero involucrarlos más. Liam, Pol, Eric… Ya hicieron suficiente con ayudarme el otro día, pero ellos no tendrían que involucrarse demasiado en esto.
Lo que sí que hemos logrado es reanimar un poco a Dana. Pese a su trauma, parece que consigue volver a hablar.
Ella recuerda casi todo lo que ha hecho Olivia en su cuerpo, y poco a poco empezó a notar como si muriera por dentro.
—Era Olivia… Día tras día… No podía controlar mi cuerpo… Solo veía a Olivia utilizarme, controlarme, tomar el control… Y no podía ser yo. No podía luchar… Y, al final, Frank…
Creo que Dana ha sido marcada de por vida.
No soporto esto. Sabía que los últimos días serían peligrosos, pero… Es que no puedo más. No tengo fuerzas para terminar esto, y para soportar todo lo que está pasando.
Solo sigo porque Frank me lo ha pedido… Pero quiero parar aquí y ahora…
—Creo que tenemos que ir al templo —digo—. Aunque la predicción no se cumpla, es muy posible que Oliver no lo sepa, y que quiera ir ahí. Lo mismo con Jordi. Si hay un lugar en el que terminarlo todo, es el templo.
—Si Oliver o Jordi están preparados, podrían matarnos cuando lleguemos ahí —dice Estrella—. ¿Qué podemos hacer frente a eso?
—Claro —dice Lydia—. El puto Jordi de mierda puede haber preparado a los lacayos por todo el templo y el bosque. Si vamos ahí sin tenerlo claro, nos acribillan.
—Es verdad… Entonces nos lo vamos a pensar un poco más. Perdón por la idea, puede que no sirva para esto…
—¡Izan! —grita Lydia—. No me hagas pegarte un buen codazo ahora que estamos los dos tan hechos mierda. Tú ahora tienes que mantenerte firme y hacer caso a lo que Frank te pidió, ¿vale? ¡Así que deja de poner esa cara! ¡Va!
—¡Sí! Lo siento… Sí. Tienes razón.
—Muy bien. Gracias por esforzarte, Izan —dice Estrella, con una sonrisa.
—Gracias a vosotras por estar aquí. Ahora… Tenemos que pensar un poco más.
—Pues una cosa que se me ocurre —dice Lydia— es preguntarnos de quién es la letra del adiós, lo siento. ¿Qué pasa con esa letra? A lo mejor adivinar el curso de acción de esa persona nos ayuda a pensar en nuestro siguiente paso.
—Sí… —digo, mirando la frase que no tiene mi letra—. Tienes razón. ¿De quién es esa letra…?
Capítulo 365 B (Parte 1)
Adiós. Lo siento.
"Se cumpla o no la predicción… Quiero que este sea mi final. Lo siento si alguien me quiere detener… Pero haré lo que yo crea que es mejor para mí.”
Ayer tuve que irme de casa de Izan al recibir un mensaje del peor ex que nadie podría tener.
Jordi me envió una foto en la que me mostró a mis padres amordazados.
Este era el mensaje: “Nora, cariño… ¿Ves a Hugo y a Olga? Pues la siguiente foto será con ellos un poco heridos, y la siguiente, heridos a lo bestia. ¿Adivinas cómo será la que viene después de esa? Si quieres evitar que los suegros lo pasen mal, saca a Oliver de su escondite, enséñale esta foto, y venid a la casa de las afueras. Con cariño, el único amor que te mereces.”
He tardado un poco en encontrarlo… Solo una noche entera sin dormir, y toda la mañana. En esta familia de mierda, hay muchos escondites posibles para nosotros. Al final, he conseguido encontrar a mi hermano, y ha accedido a venir conmigo, aun sabiendo que podría ser su final… Pero él quiere a nuestros padres tanto como yo.
Siento que, aunque a veces me odie, hace poco, de alguna forma… Empezó a confiar en mí. Creo que nunca sentí que Oliver me quisiera tanto como hasta ahora. ¿Será porque le dije la verdad sobre la muerte de Anna en la otra vida? Es muy posible… Y es muy triste haber llegado a esta situación para que por fin podamos entendernos.
Estamos en el coche de Oliver. Son las siete y media de la tarde. Durante el viaje, los dos estamos muy callados. No quiero contarle lo que pasó ayer con Frank, o con la abuela. No sé por qué… Pero no quiero.
Aunque no los vemos, tenemos más que asumido que Jordi tiene a varios esbirros repartidos por la casa, escondidos… Preparados para salir en cuanto cualquiera de los dos se porte mal. Da igual que algunos de ellos trabajaran antes para nuestros abuelos… Ahora, él es el jefe. Es mucho más S que nosotros.
Al entrar, Jordi nos saluda de forma teatral, y comprueba que ninguno de los dos esté armado.
—Muy bien. Unos hermanitos muy inteligentes. Ahora, esas manitas, por favor. Primero tú, cuñado.
—¿Vamos a perder el tiempo con cuerdas y mordazas? —dice mi hermano—. ¿Por qué no me matas ya y acabamos antes?
—Pronto, cuñado. Pronto… Primero tiene que morir Izan.
—¿Para qué? Si lo que quieres es prevalecer tú, da igual en qué orden nos mates, siempre que muramos los dos.
—Quiero hacerlo en orden. Es jerarquía de planes. Si tú mueres, pero, por un casual, Izan se saca un plan de la manga con los poderes de Saúl o algo por el estilo, y gana… Tú estarás muerto y sin posibilidad de recuperar a un Oliver inocente, y yo perderé parte de mis recuerdos, y estaré desorientado en un contexto en el que Izan y su grupito tendrán una sed de venganza contra la que, a lo mejor, no sabré reaccionar. Así que primero mato a Izan, luego te mato a ti, y luego rompo el calendario. Ese es el orden correcto.
—Tú sabrás… —dice Oliver—. Pero te conviene no fallar, porque, en cuanto tenga la oportunidad, te mataré yo mismo.
—Bueno, bueno… —dice Jordi, haciéndonos entrar a la sala donde están mis padres—. ¿Qué tal? La familia reunida. Papá, mamá y los gemelitos. Todos ataditos.
No puedo verlos así. Quiero que mis padres salgan de aquí. Que no tengan nada que ver con todo esto…
Mis abuelos ya no están, pero Jordi sigue aquí. Él es el que de verdad pone en peligro a todas las personas a las que quiero. Él es el peor de todos…
—Veréis que papá está bastante herido —dice Jordi—. Eso es porque ayer me tocó muchísimo la moral. ¿Verdad, Hugo? Sí… No lo sabes, Nora, pero ayer, papi Hugo te protegió. El plan original era que yo apareciera junto con Olivia. Te íbamos a hacer colapsar los dos. Olivia con el vídeo, y yo con la foto de tu madre amordazada. Íbamos a torturarte durante todo el día hasta hacerte colapsar. Pero Hugo saltó de la nada, y empezó a pegarme. Menos mal que tenía a unos soldaditos preparados para imprevistos así.
—¿Hiciste eso…? —pregunto, mirando a mi padre.
—Y tanto que lo hizo —dice Jordi, acariciando la cabeza de mi padre—. Te iba mejor rompiendo impresoras, Hugo. No estás muerto porque yo no quise. Preferí tenerlo como seguro. Hoy mataré a Izan y a Oliver, pero tú, Nora, querrás seguir viva y a mi lado, porque la vida de todas las demás personas de tu lista estará en peligro. Ellos serán mi seguro de que tú harás lo que yo quiera. Prefieres que mueran solo dos, en lugar de que mueran los seis, o siete, o quién sabe cuántos tienes ya en tu lista cada vez menos exclusiva.
—Suéltalos, por favor… —digo. Aunque sé que no servirá de nada. No sé por qué lo he dicho…
—Lo que no entiendo —dice Jordi—, es por qué, cuando por fin pude llegar al lugar, no quedaba nadie. ¿Qué pasó con Olivia? ¿Le hicisteis algo?
—No te importa —digo.
—¿Le pasó algo a la abuela…? —me pregunta Oliver, susurrando.
—Luego te lo cuento.
—Bueno, Nora, amor… Sé que la letra de la predicción de hoy es tuya. Como siempre, me quiero curar en salud por si a Izan y a Saúl les salen bien las cosas. Si la predicción de hoy se cumple por su parte, y puede ser, ya que no puedo estar seguro de qué entiende Izan por los CDLS al completo… Necesitaré que tu parte también se cumpla, para que el día no se reinicie. No quiero darle esa ventaja a Saúl, y por lo visto tampoco puedo contar con Olivia.
—¿Y qué quieres? —pregunto.
—Que escribas una carta. Una de despedida para todos los de tu lista. Que al final de la carta digas “Adiós. Lo siento.”, y que sea de verdad. Que te lo creas, y termines el día fugándote conmigo, después de que yo mate a Izan y a Oliver, y de romper el calendario. ¿Qué tal eso? ¿Te parece un buen plan?
—¿Para qué quieres que se cumpla si vas a terminar hoy con el hechizo? —pregunto.
—No me decepciones, Nora… Ya te lo he dicho. Jerarquía de planes. No voy a cometer el error de creer que mi plan se cumplirá paso a paso con toda seguridad. Mi plan solo es bueno del todo si cada paso tiene un seguro de vida para contener un cambio de rumbo. Primero, la carta. Luego nos vamos a buscar a Izan, mientras la familia feliz espera aquí atadita y quietecita.
No merece la pena discutir con él. Supongo que tendré que hacer lo que dice. Siempre termino haciendo lo que dice…
Jordi me suelta. Sabe que no soy ninguna amenaza. No tengo armas, tengo menos fuerza, soy menos rápida, menos hábil… Y no me atrevo a hacerle daño. Si me susurra… Si me dice que me quede quieta… Yo lo haré.
Mi única opción es que baje la guardia, seduciéndolo.
Y sé qué es lo que lo debilita.
—Jordi… Quiero morir —digo—. Pensaba que mis abuelos eran lo que hacía que mi vida fuera un infierno, pero… Ellos no están, y lo sigue siendo. Sé que, en gran parte, es por mi culpa…
—Exacto. Tú y yo tenemos que estar en un sitio diferente al de todas esas personas.
Me acerco a él, y dejo caer mi cabeza en su pecho.
—Quiero dejarme caer. Quiero hacer lo que le dije a Izan que hiciera tantas veces, en tantos mundos… Dejarme caer. He podido recordar mi anterior vida… Y sé que no puedo hacer otra cosa.
A Jordi le encanta que yo admita mi oscuridad. Es algo que aprendí de él.
Conocí a Jordi cuando yo me creía que mi oscuridad me hacía incapaz de tener una vida que no fuera seguir los pasos de mis abuelos. Supe que no podría enamorarme de alguien normal. Jordi llegó como el hijo del inversor principal de mi abuelo, y se enamoró de mí… Siendo peor que yo. Era la primera vez que no haría daño a nadie con mi oscuridad… Y la primera vez que supe que existía un camino para ser tal y como soy, sin replicar los pasos de mis abuelos. Siguiendo mi propio camino. Al principio, eso me enamoró. Podía entender que yo era lo peor, pero eso ya no tenía que estar relacionado con mis abuelos nunca más. Era perfecto, porque era algo que sí que podía entender, y lo único que me daría esperanzas. Pero… Ya no puedo más. No quiero estar con él. Hasta yo me di cuenta de que valgo para mucho más. Hay personas que me quisieron y que me demostraron que mi situación tenía arreglo, aunque pareciera imposible…
Y cada vez más, y más… Hasta sumar ocho personas por las que daría la vida.
—Nora —dice Jordi—. Deja de acurrucarte a mí. Primero, la carta. Luego, los arrumacos. No te creas que me voy a fiar de ti tan pronto. Tienes que agachar la cabeza mucho más. Hasta que no mueran Izan y tu hermanito, no me creeré que de verdad estás tan desesperada como para abrazarte a mí.
—No estoy intentando nada —miento—. Te digo la verdad.
—Escribe la carta. Ya.
Obedezco. No puedo hacer otra cosa. Mi cuerpo se mueve solo al escuchar su voz.
Empiezo a escribir la carta. El adiós a las personas más importantes de mi vida.
—Jordi —dice Oliver—. Huele a quemado.
—¿Qué has dicho?
Es verdad… Ahora que lo dice… ¿No huele a quemado?
Al principio, Jordi sonríe, pensando que es una mentira desesperada de mi hermano, pero no tarda en darse cuenta de lo evidente.
Jordi se empieza a agobiar. Corre hacia otra habitación, y luego vuelve a la nuestra.
Escucho como usa un extintor.
Sin embargo, el fuego empieza a propagarse lentamente por otra sala diferente a la que Jordi acaba de ir.
Al volver, se da cuenta de esto.
—¿Qué pasa? —dice—. ¡El fuego está entrando por diferentes lados! Esto no ha sido un accidente… Alguien lo ha provocado.
—¿Han provocado un incendio…? —digo.
—Sí. Alguien quiere matarnos de golpe a todos los que estamos aquí —dice Jordi—. Pues nada, cambio de plan. Solo puedo llevarme a uno. Mi objetivo final es irme con Nora, así que… Oliver, confío en que mueras quemado. Hasta siempre.
Jordi me agarra del brazo y me fuerza a irme con él.
—¡No! ¡Suéltame! ¡Suelta a mi familia!
—Calla y ven.
—¡No! ¡Van a morir quemados! ¡Suéltalos!
Jordi tiene mucha más fuerza que yo. Me obliga a correr con él por el pasillo, y no puedo defenderme. Entramos en un búnker que tiene en el sótano.
Yo golpeo la puerta. Otra vez, las personas a las que quiero…
Oliver, mis padres…
—Deja de golpear la puerta. No tiene sentido.
—¡Van a morir quemados!
—Ya es tarde para ellos. ¡Mierda! Ya no tengo un seguro para amenazarte. Esto cambia mucho los planes. Y no llevo encima el calendario… ¿Puedo confiar en que nadie lo encontrará? Si consigo matar a Izan… ¿Será suficiente con Saúl y Frank para mantenerte obediente, o habrá sido demasiado incluso para ti? Sé que puedes tolerar dos muertes, pero no cuatro.
—Abre la puerta… —digo. Pero ya no tengo fuerzas. Creo que me he rendido…
Se acabó para mí.
—¿Puedo pensar sin que estés hablando? Necesito entender quién ha quemado la casa sin importarle lo que os pase a todos los demás. Entiendo que me quieran quemar a mí, o incluso a Oliver, pero pensaba que a ti y a Hugo no os iban a tocar. ¿Quién está tan desquiciado?
Jordi intenta ponerse en contacto con sus guardaespaldas. Como suponía, hay varios por la casa, escondidos.
Por lo que veo, ninguno contesta.
—¡Joder! ¡No contesta ninguno! ¿Qué pasa? No me digas que se han quemado porque no les he dado la orden de moverse. Son capaces.
No puedo respirar bien. No sé qué está pasando, pero puede que mis padres ya estén muertos. Y Oliver también. Si eso es así… Espero que me maten a mí también. Pero que, sobre todo, maten a Jordi. Sea quien sea el que venga, le pediré eso como último favor. Que mate primero a Jordi, que yo lo vea, y que luego haga conmigo lo que quiera.
Poco después, alguien empieza a golpear la puerta del refugio.
—Nos han encontrado —dice Jordi—. No sé cuántos vendrán. Llegados a este punto, lo mejor será que me quede aquí, contigo… Pero el día podría reiniciarse. Tengo que hacer que al menos tu predicción se cumpla, confiar en que Izan cumple la suya… Y esperar a que se termine todo. Aunque pierda mis recuerdos, al menos me quedaré contigo. Solo tengo que apuntarme todo lo que mi yo sin recuerdos necesita saber, para quedarme contigo. Es todo lo que necesito…
Siguen golpeando la puerta del refugio. Como es una puerta blindada enorme, no se puede oír bien lo que hay al otro lado. Pero, si me acerco mucho a la puerta, y si la otra persona grita mucho…
—¡Nora…!
Creo que puedo escuchar su voz…
Creo que lo puedo reconocer…
¿Es Alex…?
—¡Nora!
¡Es Alex!
¿Qué hago? Jordi está usando el móvil, y yo no puedo hacer nada.
—¡Joder! —dice Jordi—. No será suficiente. No quiero terminar aquí encerrado. Podrían venir más y más aliados del pirómano, y no tendré forma de escaparme. Tengo que tomar el control, y solo lo haré si sigo con mis recuerdos.
De acuerdo… No sé qué más hacer al respecto, pero… Esto es lo único que se me ha ocurrido para salvar a Alex.
—Jordi. Me ha venido a rescatar una persona a la que no quiero que hagas daño. Si me usas de escudo, esa persona no nos atacará.
—¿Qué? ¿Me intentas engañar?
—No. Lo verás cuando abras. Podremos escapar juntos… Y no sé qué pasará con el calendario, pero, por lo menos, podremos estar muy lejos cuando todo esto termine. Me despediré. Le diré adiós para siempre, y mi parte de la predicción se cumplirá. No te garantizo nada con el calendario, pero sí con salir de aquí, con la predicción, y con mi compromiso de huir contigo. Valora si eso te parece suficiente.
Jordi arquea las cejas y sonríe.
—Qué elocuente… Me encanta. Más te vale que sea tal y como dices, o no tendré problemas en matar a otro de tu lista, te lo aseguro.
—Lo sé. Lo sé muy bien.
Después de pensarlo un poco, Jordi accede a mi plan.
No puedo hacer nada más. No puedo enfrentarme a él, ni seducirlo, ni nada. Es más fuerte y más listo. Yo me vuelvo insignificante a su lado…
Espero que lo entiendas, Alex.
Jordi abre la puerta acorazada. Yo soy su escudo.
Al otro lado está Alex, solo, también con una pistola.
—Suéltala —dice Alex.
—¿Tú? Esperaba ver a Izan, Frank o Saúl, si te digo la verdad.
—Echarás de menos a cualquiera de esos tres en cuanto nos conozcamos un poco mejor —dice Alex.
—¿Has quemado tú la casa?
—Sí. Es el mejor saludo que se me ha ocurrido para ti.
—¿Dónde están mis soldados?
—No estaban tan bien pagados. Les ha faltado motivación.
—¿Has dejado morir a la familia de Nora?
—¿Estás mal de la cabeza? —pregunta Alex—. No soy como tú. Los he liberado. Tuve dudas con Oliver, si tengo que ser del todo honesto… Pero Hugo lo ha desatado en cuanto ha tenido la oportunidad.
Yo suspiro, aliviada. Alex los ha salvado…
Jordi y Alex se apuntan el uno al otro. Jordi se asegura de usarme bien como escudo.
Me toca hablar… Tengo que alejar a Alex de aquí.
—Alex. Tienes que irte.
—No lo intentes —dice Alex—. No te voy a escuchar.
—No, escucha, por favor… Si me voy con Jordi, no tendrá la oportunidad de matar a Izan. Y tú podrás encargarte de protegerlo de Oliver. Podemos ganar si lo hacemos así…
—¿Y qué pasa contigo? —dice Alex.
—Oye, me estáis asustando —dice Jordi—. Si estáis hablando de mí y de Oliver así, es porque os habéis cargado a Olivia. ¿En serio habéis llegado a tanto? ¡Al final habré pecado de confiado!
—Cierra la boca —dice Alex—. Nora… ¿Qué pasará contigo?
—Mi abuela se ha encargado de que yo no pueda tener una vida normal. La policía me buscará. Prefiero huir.
—¿Con Jordi? ¿Prefieres huir con Jordi antes que estar en prisión? ¿Te lo has pensado bien?
—Es mucho más complejo que eso. Lo hago por vosotros. Para daros una oportunidad.
—Suenas como Frank… —dice Alex—. Eso ya lo escuché ayer. No quiero volverlo a escuchar.
—Lo siento, Alex… Tienes que dejar que nos marchemos.
—Nora, no hay esbirros. Estamos tú y yo contra él. Podemos hacerlo.
Jordi empieza a reírse.
—Nora no puede hacerme daño —dice Jordi—. De eso me he encargado personalmente. Ella no se atreverá.
—Soy más pequeña, floja, lenta… No tengo nada que hacer —dice—. Y no podría…
—Claro que puedes —dice Alex.
—No… No puedo.
—¡Escúchame! No lo digo por decir. Nora… Tú eres muchísimo más fuerte que él.
—¿Tú qué sabes…? No te creas que me conoces tanto…
—De verdad, Nora… —dice Jordi, con desprecio—, deja de meter a gente tan poco digna de ti en tu lista. Este no sabe ni quién eres.
—Tú tampoco lo sabes —dice Alex—, pero al menos yo sé lo que puede llegar a ser. Sé hasta dónde puede llegar si desaparece alguien como tú.
—¿Hasta dónde? —dice Jordi, disfrutando, burlándose de Alex.
—Hasta lugares que a ti te parecerán de cuentos de hadas —dice Alex, con una sonrisa desafiante—. No pretendo que el cerebro torcido que hay debajo de esa gorra lo comprenda. Tú limítate a reír y a sedar a la gente, que es lo único que sabes hacer. No opines, que solo haces el ridículo.
—El ridículo, dice… Díselo, Nora —dice Jordi—. Di: pobrecito Alex…
—Alex, por favor… Tienes que irte —digo.
—¡Nora! ¿Sabes por qué sé que puedes con él? ¡Por muchas cosas! Porque nunca lo has intentado, porque te ha hecho creer que no podrías… Y porque, cuando se trata de proteger a las personas que quieres, nadie en todo el mundo tiene tanta fuerza como tú.
—Por favor, Alex… Deja de intentarlo… No puedo corresponder a lo que esperas de mí…
—¿Sabes qué otro motivo me hace saber que puedes? —dice Alex—. Porque nadie ha soportado tanto como tú. Porque nadie tiene tanta rabia contenida dentro como tú. Si sacas de golpe toda esa rabia que te ha marchitado, serás imparable. Ya basta de soportarlo, Nora…
—No… Déjalo ya…
—¡La rabia que tienes dentro, Nora! ¡Tienes ahí a Jordi, sin esbirros, sin protección! ¡Sé que puedes!
—No se atreverá —dice Jordi—. Deja de intentarlo.
—Nora, mírame —dice Alex—. Mira lo que hago, Nora.
Poco a poco, empieza a bajar la pistola, hasta dejarla en el suelo. Luego levanta las manos.
—Confío en tu fuerza —dice, sonriendo.
Jordi se ríe y se prepara para disparar a Alex.
—Patético. Uno menos.
Lo que pasa después de eso… No lo entiendo ni yo.
Creo que he gritado con todas mis fuerzas. Igual que cuando ayer colapsé. Pero ahora no estoy paralizada.
No sé cómo lo he hecho, pero estoy encima de Jordi. Está en el suelo. Lo estoy golpeando. Le estoy pegando un puñetazo tras otro, y él no puede hacer nada.
Golpeo su cabeza, golpeo su garganta, pego rodillazos a sus testículos, lo agarro del pelo y golpeo su cabeza contra el suelo… Una y otra vez, sin dejar de gritar. No tengo el control. Solo sé que lo estoy haciendo.
Siento como si todas las veces que he gritado para proteger a alguien, solo fueren tristes súplicas. Formas inútiles de pedir, por favor, que no me quiten a las personas que me importan. Gritos que no serán escuchados por las personas malas de mi vida. Pero mis gritos de ahora son diferentes. Son los gritos que siempre he querido liberar, pero nunca me he atrevido a hacerlo.
Grito para sacar toda la rabia que he acumulado durante años y años. Durante toda mi vida.
Cada vez que mi abuela me ha manipulado… Cada vez que mi abuelo abusó de mí… Cada vez que Jordi me dijo que yo solo valía si estaba en el lugar más oscuro… Cada vez que me han amenazado… Cada vez que me han negado el futuro…
Toda esa rabia nunca, jamás, pudo salir de esta manera. Solo la iba canalizando en pequeñas dosis, torturando incluso a las personas que me hacían daño, porque eran las únicas personas a las que no tenía miedo…
Pero ahora, toda esa rabia está saliendo de una sola vez.
Ya no estoy golpeando a Jordi. No puedo hacerlo.
No puedo porque Alex me está abrazando por la espalda.
—Eres tan fuerte como pensaba… —dice Alex—. No decepcionas ni un poco.
Yo me aferro al brazo Alex, y lo abrazo con fuerza. Estoy temblando.
Después de calmarme, respirar, y conseguir que mi cuerpo tiemble un poco menos, comprobamos el estado de Jordi.
Está vivo, y todavía se puede mover. Pero entre Alex y yo podemos con él.
—Nora, busca algo para que lo podamos atar.
—Será fácil… —digo, todavía recuperando el aliento—. Sé dónde guarda todas esas cosas. He estado aquí muchas veces…
Atamos a Jordi.
¿Ahora qué…? Estoy confusa. No sé qué es lo que está pasando, ni lo que pasará ahora.
La casa ya no arde. ¿Qué ha pasado?
Miro mi móvil para ver qué hora es, y veo que tengo dos llamadas perdidas de mi madre, así como varias de Izan. ¿Mi madre no estaba aquí hace un momento? Las llamadas son de hace apenas cinco minutos.
Mi madre está conduciendo. Dice que siente no poder quedarse, pero que tiene que llevar a Enzo y a mi padre al hospital urgentemente, y que quedan varios coches ahí que podemos usar. Dice que mi padre estará bien, pero que Enzo está perdiendo demasiada sangre, y no pueden perder el tiempo.
—¿Qué ha pasado…? —pregunto a Alex.
—Ayer te seguí. Cuando conseguiste darme esquinazo, Enzo vino a mi encuentro. Él también te estaba siguiendo. Parece ser que se está tomando muy en serio su rol como guardaespaldas.
—¿Enzo me sigue protegiendo…?
—Sí. Y le vas a perdonar, pero… Enzo te colocó un GPS en la ropa. Sabes que su familia es rica también, así que… Debió de ser uno bastante eficiente e indetectable. Es gracioso, porque Enzo me dijo, textualmente: dudé de si superar ese límite moral, pero cuando me dio tremenda patada en los huevos, pensé que no podría quejarse. ¿Usted no lo ve como yo?
Yo siento vergüenza por lo que hice con alguien que me estaba protegiendo, y no puedo contestar.
—Os seguimos, comprobamos dónde podían estar los esbirros… Y Enzo entró en la casa a cargarse a algunos, mientras yo quemaba la casa. Sabíamos que Jordi se escaparía hacia sus refugios y pasadizos raros, porque es lo que hace siempre, así que entré lo más rápido posible para salvar a Hugo y a tu madre. Hugo salvó a Oliver. Después, os seguí hasta el búnker, aunque tuve que enfrentarme a uno de los guardaespaldas. Por suerte, no tenía muchas ganas de perder la vida en el incendio, así que no estaba muy concentrado. Además… Hugo me ayudó, y se abalanzó contra el esbirro. Supongo que entre Hugo y Enzo se han encargado de todos los guardias, y por eso están heridos…
—¿De verdad…? —digo.
—Yo me encargué de usar los extintores para controlar el incendio, y después fui a buscaros al búnker de niño rico que se gasta Jordi.
Jordi quiere decir algo, pero le cuesta mucho hablar. Está tosiendo, y no puede articular palabra.
Yo me acerco a él.
—Pobrecito Jordi… ¿Quieres hablar? ¿Quieres que te escuchemos?
—A mí no… —dice Jordi—. El pobrecito… Se lo dices a otros… A los que son inferiores a nosotros…
—Es lo que estoy haciendo —digo—. Pobrecito Jordi…
—Para…
—Dime dónde están las hojas del calendario —digo—. Si no lo haces rápido, soy capaz de hacer mucho daño a zonas de tu cuerpo que no querrás perder…
—Alex… —dice Jordi—. Para poder estar con Nora, hay que estar más podrido que ella. Si no es así… Te hará infeliz. Solo funcionará si eres tú el que la hace infeliz a ella…
—Guau. Suena tan retorcido, que prefiero pensar que es un delirio, fruto de la maravillosa paliza que te ha pegado Nora, y que no piensas eso de verdad.
—Ya lo verás…
—¡Jordi! ¡Las hojas, ya! —grito.
—En mi coche. Hay una caja ahí dentro. Yo tengo la llave. Quedaos con las hojas y haced lo que os dé la gana…
—Gracias. Es tu primera buena acción del año, ¿no? —digo.
—Sí que te has animado… —dice Jordi, mirándome, con lástima—. Qué poco durarás… Cuando empieces a amargar la vida de Alex, y de otras personas que te quieren… Te acordarás mucho de mí.
No le contesto. Solo lo levanto del suelo y lo arrastro hacia fuera de la casa. Nos vamos a su coche.
Cuando llegamos ahí, vemos que Oliver está buscando las hojas dentro del coche de Jordi.
—¡No! —grita Alex, y corre hacia el coche—. Apártate de ahí, Oliver.
—Estoy harto de todos vosotros… —dice mi hermano—. Estáis convirtiendo esto en vuestra propia historia… ¡Pero esto es mi historia con Izan, y con Anna! Lo he repetido una y otra vez. Dejad de meteros en medio. Anna, Izan y yo. No tiene que haber nadie más. Si lo tenemos que resolver, tenemos que ser nosotros.
Alex apunta a Oliver.
—¡No, Alex! —grito.
—Tu hermanito quiere matar a Izan. Comprenderás que no permitiré eso.
Oliver saca una pistola. Pensaba que estaba desarmado, pero debe de ser la de Enzo o la de alguno de los esbirros caídos. Así es como ha abierto el coche.
—Si habéis atrapado a Jordi y veníais hacia el coche, es porque he acertado con el escondite de las hojas, ¿verdad? Pues venga, atrás.
—Por favor… Alex, Oliver… No os hagáis daño. Bajad las armas. Vamos a hablar.
Han salvado a mis padres, y Jordi ya está fuera de juego… Vuelvo a tener esperanzas de no perder a nadie más de mi lista. De las personas a las que más quiero. Por eso no puedo permitir que se hagan daño entre ellos…
Tengo que ser yo la que tome el control.
Sin pensármelo dos veces, camino hacia el coche y entro. Tengo todas las llaves de Jordi. Puedo irme de ahí con el coche y las hojas. Si lo hago, tendré la oportunidad de controlar el final de este día, y decidir, con calma, cuál es la mejor opción de todas…
Desde el Proyecto Esmeralda, no he estado haciendo el vago. He estudiado en secreto todos los hechizos de mi abuela en su sala secreta. No soy tan buena como ella, ni de lejos. Estrella seguro que lo haría mejor que yo, también. Pero sé cómo usarlos todos, y sé que, en los momentos con más actividad de los Voyat, tendré más posibilidades de conseguirlo. Si el día se reinicia porque yo me quedo con las hojas, puedo conseguir antes de eso la habilidad de Saúl, y luchar por conseguir la mejor versión posible de este día. Mi abuela está fuera de juego, y Saúl no sé dónde está, pero no está aquí, así que… Yo seré la que tenga la ventaja.
Si todo sale mal incluso así, y el mundo se reinicia hasta el uno de marzo de 2023… Entonces conservaré mis recuerdos, e iré al encuentro de Saúl. Entre los dos, construiremos el mundo ideal. Mataré a mis abuelos y a Jordi sin que se imaginen que tengo recuerdos de la vida anterior, haremos que Izan rompa el calendario… Y construiremos un mundo en el que todos los de mi lista estén vivos y felices. Incluso aunque Frank nos odie por no haber conservado la vida del bebé de su amiga… Lo siento mucho por eso, pero ahora mismo, para mí, es mucho más importante no perder a nadie más. O, si puedo… Recuperar a la persona que he perdido.
Escucho un disparo. Oliver ha disparado a las ruedas del coche de Jordi. No me puedo escapar con este coche. Pero hay más coches. El de Alex, el de Oliver, otro que debe ser de alguno de los esbirros…
Saco la caja. Yo tengo la llave. Todavía puedo escaparme de aquí. Tengo que conseguirlo.
—Voy a irme con esta caja —digo—. Lo queráis o no, lo haremos a mi manera. Lo siento si no os gusta… Pero mi único objetivo siempre ha sido mantener vivas a todas las personas a las que quiero. Me dan igual vuestros objetivos personales… Ahora soy yo la que tiene las hojas.
—Nora, dame eso —dice Oliver.
—Queremos lo mismo, Nora… —dice Alex—. Por favor…
—No, no queremos lo mismo. Yo no lucharé por conservar vuestros recuerdos, ni este mundo, si veo que no es viable. La única norma es que todos estéis vivos. Todo lo demás siempre será secundario. Y, si no os gusta, tendréis que dispararme.
Ya lo he dicho. Estoy dispuesta a recibir un disparo por la espalda de cualquiera de los dos. Si Oliver sigue disparando a las ruedas de los coches, él no podrá irse a matar a Izan, así que no lo hará con todos. Con uno de los coches me podré ir.
Camino hacia otro de los coches. Ya he dado la espalda a mi hermano y a Alex.
En cuanto me marche de aquí… Tengo que conseguir la mejor solución… Pero a mi manera.
Yo tengo las hojas. Yo seré la que decida. Yo…
…
Escucho un disparo.
Mi mente tarda un poco en asimilarlo, pero… Ha sido a mí. Me han disparado.
Uno de los dos quiere tanto esta caja, que ha decidido dispararme…
Me ha dado en el hombro. Estoy en el suelo.
Grito de dolor. Ya no puedo sostener la caja.
No lo entiendo… Yo nunca hubiese disparado a nadie de mi lista… ¿Por qué ellos sí?
Con Oliver había conectado por fin. Sé que me entendió como nunca, y que empezaría a quererme de verdad como a una hermana…
Y Alex… No puede ser mentira todo lo que me dijo. ¿No…? O sí… A lo mejor sí. Claro, claro que sí. Era todo mentira… ¿Verdad? ¿Cómo ibas a enamorarte de mí? Siempre juegas con mi mente, Alex… Eres tan listo como me hacías creer… Te respeto por eso. Pero me has hecho muchísimo daño…
—¡Nora! —es la voz de Alex—. ¡Aguanta, por favor! ¿Dónde te ha dado?
—¿Dónde me ha…?
Miro hacia mi hermano. Me ha robado las llaves de Jordi, y no me he dado ni cuenta.
Está abriendo la caja.
—Las veinticuatro hojas. Mi calendario, y el de Izan… Está todo aquí.
—¿Oliver…? —digo.
—Lo siento. Tengo que terminar esto. Voy a reunirme con Anna, y vamos a darle el final adecuado. O mato a Izan y mantengo mis recuerdos… O dejo que se cumplan todas las predicciones con la condición de que Anna sea sincera con el pañuelo caoba y se aleje de Izan para siempre. Pero eso no pasará de la forma que yo quiero, porque este mundo ya está roto… Así que, si eso falla, reiniciaré el mundo.
—¿Me has disparado…?
—Alex —dice Oliver—. Hay un botiquín en el primer cuarto de baño de la entrada. Cúrale la herida a Nora. Te aseguro que he disparado asegurándome de que no la mataría, pero creo que eso hay que tratarlo.
Oliver dispara a las ruedas de los demás coches, excepto del suyo. Alex corre hacia la casa.
—Hermana… Solo puedo hacer una última cosa por ti.
Oliver apunta a Jordi con su pistola.
—Quiero matarlo. Te aseguro que es lo que más deseo ahora mismo. Mi regalo de compensación para ti, por haberte disparado en el hombro… Es que decidas qué hacemos con él. ¿Lo mato rápido? ¿Lo mato haciéndolo sufrir? ¿O te quieres encargar tú?
—No seas así, cuñadito…
Oliver le pega una patada en la boca a Jordi. Él cae de espaldas contra el suelo.
—Dime qué hago, hermana, antes de que me lo cargue para no escuchar más su voz.
—Déjamelo a mí, por favor… Yo me encargo.
—Vale. Prométeme que lo harás sufrir más de lo que yo me podría imaginar. Recuerda lo que le hizo a Anna… Y no olvides nunca cada cosa que te haya hecho a ti.
—Te lo prometo.
Oliver le pega otra patada a Jordi, esta vez en las costillas, y luego se va.
—Dile a Alex que, antes de las doce, venga al templo. Quiero que la predicción se cumpla, si puede ser. Seguro que es un CDLS, y quiero tener todas las opciones disponibles. Y, Nora… Perdón por haberte disparado. Adiós.
Oliver entra en su coche y se va.
Se marcha con las hojas… Y querrá matar a Izan.
No sé lo que pasará de ahora en adelante… Pero yo ya no puedo hacer nada más.
Hemos quitado de encima a Jordi. Espero que con eso sea suficiente para que el final de uno de los dos, Izan o mi hermano, no sea tan malo como hubiese podido ser…
Es a lo máximo a lo que puedo aspirar.
Poco después, Alex viene con el botiquín. Está tratando mi herida. Lo hace con muchísimo cariño. Yo no puedo quitar mi vista de sus ojos.
Es alguien increíble… Creo que nunca antes me había sentido así.
Jordi solo me hizo creer que estaba enamorada, pero no lo estaba. Y de Izan… Sí que me enamoré, o eso pensaba. Para mí, Izan era ese seguro de vida hacia algo mejor. Pero siempre me sentí culpable por muchas cosas que le hice sufrir… Y por lo egoísta que fui con él…
Ahora veo a Izan como esa persona de confort que siempre estuvo ahí, aguantándome… Y que por fin ha podido florecer, pese a mí. Ahora solo tengo admiración y respeto por él.
Pero esto… Lo que siento cuando miro a Alex… Es diferente a todo lo que he sentido antes.
¿Yo soy capaz de sentir algo así? ¿Sin torturar? ¿Sin que me torturen?
Pero yo no puedo estar con Alex… Ya es demasiado tarde para mí.
Lo siento mucho, Alex… Pero, si de verdad sientes algo así por mí… Creo que tendré que romper tu corazón.
Cuando termina de tratar mi herida, Alex revisa todos los coches.
—No podemos usar ni uno. Nos hemos quedado aquí atrapados.
—No pasa nada… —digo—. Llama a Izan. Dile lo de Oliver, por favor.
—Sí. Eso tendré que hacer. ¿Y qué hacemos con tu ex?
—Vendrá con nosotros. ¿Me ayudas? ¿Podemos ir caminando a un sitio?
—¿Qué? ¿Quieres ir a un sitio y que nos llevemos a Jordi?
—Sí, por favor… Está a menos de una hora a pie de aquí. ¿Me ayudarás? Te aviso de que estará muy oscuro.
—Claro… No necesito ir al templo, en realidad. Creo que Oliver no sabe que la predicción de hoy no se cumplirá…
Alex llama a Izan. Yo me pongo de pie. Estoy mareada, pero creo que puedo moverme bien.
Lo siento, Izan… Desde aquí ya no podemos hacer nada más. A partir de ahora, es cosa tuya.
Capítulo 365 A (Parte 2)
Siento que estamos perdiendo todo el día entero, pero no sabemos cuál es la mejor forma de actuar.
Yo, por mi parte, he hecho muchas preguntas al maestro Nero. Sobre la conexión con los otros Izan, sobre los Voyat… Sobre todo lo que he podido. Pero puede que no consiga nada, porque si el día termina y nadie hace nada, habrá un reinicio. Puede que es lo que Saúl esté buscando, y por eso no da ninguna señal.
Alrededor de las ocho y media, recibo por fin una llamada de Alex. Por lo visto, tenía el móvil apagado hasta ahora para ahorrar batería y porque no quería ser descubierto ni distraído.
Me lo ha contado todo. No me puedo creer que haya pasado todo eso…
Yo se lo hago saber a Lydia, Estrella y Nero.
—¿Han atrapado a Jordi? ¿De verdad? —dice Lydia, y salta encima de Estrella para abrazarla.
—Qué alivio, por favor… —dice Estrella—. ¿Sabrán qué hacer con él?
—¿Nora y Alex? —pregunta Lydia—. Seguro que sí. Esos dos juntos son unos sádicos, si quieren.
—Sí… Ha sido una liberación escuchar eso. Alex y Nora están bien, pero no podrán volver pronto. Dicen que están aislados sin coche en las afueras, y que tienen que hacer unas cosas antes de volver. Ahora el único problema es Oliver. Tiene las hojas.
—¡Pues vamos para el templo! —dice Lydia—. Oliver sigue pensando que la predicción de hoy se puede cumplir, y que tiene que crear el reinicio mañana, si no le sale bien su primer o su segundo plan.
Es verdad. Oliver no sabe nada de lo que pasó ayer con Frank, así que todavía lucha por las predicciones…
—Si Jordi ya no está activo… Entonces, Oliver… —digo—. No le queda nadie. Está solo. Podemos ir… Somos más. Podemos terminar con esto.
—¡Pues claro! —dice Lydia—. Vamos a romper ese calendario, pero ya.
—Maestro —dice Estrella—. ¿Vienes?
—No. Alguien tiene que vigilar a esta mujer, que todavía no está en facultades. Me gustaría ayudarla a que supere lo que ha ocurrido con Olivia. También cuidaré del gato de Izan. Y puede que haga una visita a una persona conocida, ya que estoy por aquí.
—¿Seguro? Tu ayuda podría ser útil —dice Estrella.
—No me necesitáis. Si se trata de disponer de mis conocimientos, ya va mi mejor alumna, que es incluso más talentosa que yo.
Estrella se sonroja y nos mira.
—¿Vamos?
—¡Vamos! —grita Lydia, tensa, cabreada, deseando que todo termine.
Yo también lo deseo…
Lydia y Estrella bajan. Conducirá Estrella, llevándonos en un coche que alquiló el maestro Nero.
Antes de bajar yo también, Nero me pide un minuto.
—Quería decirte algo, Izan.
—Claro. Te escucho, maestro.
—Quiero que sepas que te he estado observando. Os he observado a todos. No subestimes todo lo que has logrado, porque yo he conocido muchas historias… Lo sabes bien. Pero la tuya… Siento que me ha inspirado, Izan.
—¿Lo dices en serio…?
—Sí. Yo flaqueé una vez, hace mucho tiempo… Pero cuando empecé a utilizar el nombre de Nero, juré que sería imparable. Pese a eso, poco a poco, volví a hacerme pequeño… Asustado por la existencia de Olivia Sallares, y por mis propias limitaciones. Por eso, verte a ti, y ver a todas las personas que se están esforzando tanto por conseguir sus objetivos, o por ayudarte… Es inspirador.
—Bueno… No sé qué decir.
—Quiero estar presente en el final de tu historia, Izan. Haz que vea cómo caminas fuera de este hechizo, y cierra esta etapa con la cabeza bien alta.
—Eso haré… Gracias por los ánimos.
—Yo me quedaré aquí y escribiré una cosa para ti que me gustaría que leas mañana. Es el mejor día para leerlo, así que… Sobrevive, ¿vale?
—¡Por supuesto!
—Una última cosa. Un consejo que puede que te sirva, si lo quieres.
—Claro. Dime.
—Los Voyat pueden decidir si alguien les cae bien o mal… Supongo que usando otras formas de entender el bien y el mal, claro. Pero creo que aprecian a las personas que hacen las cosas con ilusión. Mi intuición dice que se esforzarán mucho más por alguien que les muestre esa fuerza emocional. Lo más importante para ellos es que resuenen con tus emociones, y que esas emociones los activen. Si eso pasa, podrán resonar entre todos, y podrían pasar cosas positivas, aunque también impredecibles.
No sé cómo interpretar eso que ha dicho.
—Lo tendré en cuenta… Aunque suena complicado de utilizar.
—Usa tu intuición y tu emoción. Es algo que aprendí de una persona muy querida, hace mucho, mucho tiempo… ¡Y ahora corre hacia el templo! ¡Mucha suerte!
—¡Sí!
Estrella nos lleva en su coche. Llegamos al bosque del templo Sallares. Uno de los lugares más tétricos que recuerdo, y al que no quería volver. Ya ha oscurecido. Me siento más asustado incluso que el mes pasado, cuando vine aquí para enfrentarme a Oliver, sin saber que él sería mi enemigo.
Cuando llegamos, Estrella empieza a ponerse muy nerviosa.
—Es lo que me dijo el espíritu… —dice Estrella—. Este tipo de zonas están llenas de almas… Y los puedo notar. Hay muchísimos…
Lydia le da la mano a Estrella.
—Vamos. Tenemos que llegar al templo.
—Sí…
Mientras caminamos por el bosque, Estrella grita y se agacha.
—¿Qué pasa…? —pregunto.
—Es Olivia… —dice Estrella—. Olivia está aquí, ahora…
—¡¿Qué?! —grito.
—¡No! —grita Lydia—. ¿Cómo lo evitamos? ¿Qué hacemos?
Estrella extiende su mano con la palma abierta hacia nosotros y nos pide que nos calmemos.
—No puede entrar. O no se puede, o no sabe cómo hacerlo. Me sé todo lo que pone en los escritos de Olivia sobre este tema… Y os puedo decir que no puede hacer nada. Ya lo habría hecho. Lo único que está haciendo es atormentarme y aprovecharse de mi habilidad para escucharla. Quiere confundir mi mente… No puede hacer nada más.
—¿Seguro…? —dice Lydia.
Esto lo confirma… Olivia Sallares está muerta. Esta vez sí.
Eso quiere decir que el plan de Frank funcionó…
No sé cómo sentirme… Creo que tenía esperanzas de que todo se hubiese solucionado de otra forma…
Pero ya se acaba. Jordi está acabado, y Olivia también. Solo queda Oliver…
—Olivia me está diciendo que, en el momento en el que el mundo se reinicie, todos estaremos acabados.
—No se reiniciará —digo—. Frank me ha encargado que mantenga este mundo hasta el final, y que garanticemos tu muerte. Y eso es lo que vamos a hacer. Pase lo que pase, hagamos lo que hagamos Oliver y yo… El mundo no se reiniciará.
—Olivia se está riendo… —dice Estrella.
—Ríete todo lo que quieras —digo—. Cuando veas que no puedes hacer nada de nada, y que has fracasado, ya no te reirás tanto.
—¡Bien dicho! —dice Lydia.
Estrella se tapa los oídos y cierra los ojos.
—Izan, Lydia… Dejad que me concentre. Haré lo que pueda para no escucharla más. Por favor, sigamos caminando… Tenemos que llegar al templo.
—Sí… Vamos —digo.
Lydia ayuda a Estrella a moverse por el bosque mientras ella se centra en evitar que Olivia la siga atormentando.
Caminamos poco a poco.
—Izan… Eres muy fuerte —dice Lydia—. Por lo de Frank…
—Lo seré mientras el calendario no esté roto. Después, no prometo nada…
—Todavía me siento culpable por lo que te dije ayer. No sé cómo vamos a superar esto…
—Yo tampoco.
De nuevo, tengo ganas de llorar, pero dije que no lo haría. No hasta que se termine el calendario.
—Solo tienes que romper las hojas —dice Lydia—. Yo te ayudaré en lo que haga falta.
—¿Crees que Frank nos estará observando? —pregunto.
—Seguro. Frank no se perderá tu triunfo final.
—Entonces… Vamos a hacer que se sienta orgulloso, ¿no?
—¡Claro! Y querrás decir más orgulloso todavía.
—Sí… Más orgulloso todavía.
Lydia se detiene. Es porque Estrella ha frenado en seco.
—Mi cabeza no puede soportarlo más… —dice Estrella.
—Pero Olivia no puede parasitar tu mente, ¿no? —pregunta Lydia.
—Creo que solo puede hacerlo si yo acepto… Es lo que hizo cuando trajo de vuelta a Nora en el cuarto mundo… Si espíritu y huésped se ponen de acuerdo… Y si ambas partes saben cómo hacerlo…
—Entonces no hay problema —dice Lydia—. Solo tienes que aguantar hasta que se calle.
—Pero está jugando con mi mente… Intenta que me crea, aunque solo sea por un segundo, que sí que quiero que entre…
¿Olivia puede hacer eso…? Pero, si lo hace… El sacrificio de Frank…
Estrella grita con mucha fuerza. No sé qué está pasando. No sé si Olivia lo está logrando.
No lo puedo permitir.
La idea de pensar que el sacrificio de Frank ha sido en vano… Y que Estrella termine con Olivia en su cuerpo… No. Eso no puede pasar.
Sin pensarlo ni un segundo más, grito y corro hacia Estrella. Mi deseo es que pueda alejar a Olivia todo lo posible. Mantener protegida a Estrella.
Abrazo a Estrella y grito que Olivia tiene que desaparecer.
Al hacerlo, muchas imágenes pasan por mi cabeza.
Recuerdos de otras versiones de Izan. No puedo saber de cuáles, ni las puedo procesar o interpretar… Pero sí que puedo escuchar algunas cosas.
Una de ellas es mi propia voz. Está llorando, pidiendo que la siguiente versión de mí mismo sea buena persona.
La otra también es mi voz, que llora por no haber sabido proteger a Anna y a Saúl.
Son los dos primeros Izan en el final de sus mundos…
También escucho una voz aguda. No sé de quién es.
Está diciendo que mañana es el cumpleaños de alguien. Está muy contento.
No lo entiendo.
También está diciendo que Olivia no está invitada.
…
Abro los ojos.
Estrella y Lydia me están mirando con los ojos muy abiertos.
—¿Qué ha pasado…? —pregunto.
—No sé… Dímelo tú —dice Lydia—. ¿Qué has hecho?
—¿Yo? Pues… No lo sé.
—Has expulsado a Olivia con un grito —dice Estrella—. Y he sentido, por un instante, como todos los Voyat se revolucionaban.
—¡Yo también! —dice Lydia—. Y eso que no tengo ni idea de cómo notar a los bichitos, pero, por un segundo, lo he tenido clarísimo, te lo juro.
—¿Lo has hecho tú? —pregunta Estrella.
—Ah… ¿Yo? Bueno, puede que sí… Es lo que tiene más lógica, ¿no?
Sí… No sé qué he hecho, ni cómo lo he hecho, pero creo que he sido yo.
¿Ha sido porque han resonado con mi emoción? ¿Es lo que me ha dicho antes el maestro Nero? Mi deseo de que el sacrificio de Frank no sea en vano, y de que Estrella esté a salvo… ¿Ha provocado eso?
—Vamos al templo —digo—. No nos queda mucho tiempo.
Capítulo 365 B (Parte 2)
He traído a Alex y a Jordi a un descampado. No a uno cualquiera… A uno muy especial.
No se lo imaginan… No saben todo lo que sé hacer ahora, y más a un solo día del veintinueve de febrero.
Tardo en prepararlo… Pero lo consigo. Un hechizo que Alex no querrá que use… Pero que tengo que utilizar.
—Oye, Nora… Estás haciendo algo que no quiero que hagas, ¿verdad? —pregunta Alex.
—Estoy abriendo un portal. Aunque no sea día veintinueve, creo que lo puedo abrir ya. Quedan poco más de dos horas para que termine el día. Si se cierra el veintinueve, no pasa nada por abrirlo ahora.
—¿Un portal? —pregunta Alex—. Estás… ¿Es el hechizo del túnel?
—¡¿Qué?! —grita Jordi—. No se te ocurra abrir eso. No serás tan estúpida, ¿no?
—Qué rápido lo pilláis. Sois tan inteligentes… —digo—. Sí. Es el túnel del tiempo. El hechizo que usaron Gris, Rojo y mi familia para llegar a este mundo…
—¿Para qué lo abres…? —pregunta Alex—. Sabes que no puedes cambiar el pasado. Que solo crearás otra línea temporal más, sin influir en esta. ¿De qué sirve eso?
—No quiero seguir aquí. No con ese vídeo que me llevará a prisión rondando por ahí. No con todo lo que sé sobre mí en el otro mundo. No quiero seguir haciendo daño, ni aferrándome a esas personas que me han sacado de la oscuridad para que florezca, a cambio de hacerles daño con el paso del tiempo.
—No digas eso… Eso que dices siguen siendo las tonterías que Jordi te ha metido en la cabeza.
—Quiero distanciarme de esta época. Quiero ir a un lugar donde todo esto haya quedado muy atrás. No quiero cambiar el pasado, Alex… Quiero huir hacia delante, lejos de aquí. Dejar que vosotros podáis reconstruir vuestras vidas sin tener una manzana podrida en vuestro cesto.
—¿De qué hablas? Olvídate de esos pensamientos, Nora. Yo quiero que estés a mi lado cuando todo esto acabe.
—Lo siento… Son muchas las cosas que me empujan a esto, Alex…
—No entenderé ninguna.
—Sí que lo harás. Eres listísimo, y me lo has demostrado una y otra vez.
—Para esto no lo soy.
—¿Quieres que empiece a decirte todos los motivos?
—Claro, di lo que quieras. No me convencerás con ninguno.
—Vale… No quiero que te enamores de mí, porque todavía tengo muchísimo trabajo por delante para encontrarme a mí misma, y quererme a mí misma, y tengo que hacerlo yo sola, sin arrastrar a nadie a un proceso que te aseguro que será insoportable; No quiero que la policía me busque, quiero ir a un mundo donde eso haya quedado olvidado; Quiero ayudar a que la predicción se cumpla en el caso de que a Izan o a Saúl se les ocurra algo para darle otro significado a la frase de hoy, para no ser yo un estorbo en eso; No quiero molestar a Izan cuando empiece a reconstruir su vida; No quiero mirar a muchas personas a la cara; No quiero vivir en un mundo donde todo lo del calendario está tan reciente; Si el mundo entra en bucle, tal vez, el túnel del tiempo, me permite escapar del bucle; Quiero ver el futuro… Tengo muchísima curiosidad, y necesito esa clase de estímulos para seguir encontrando motivos por los que seguir adelante sin volverme loca con mi pasado… Pero, ¿sabes el mejor motivo de todos? Quiero lanzar a Jordi a este túnel, sin la protección de los Voyat.
—No… —dice Jordi—. ¡No! No, no… No se te ocurra hacer eso…
—¿No es peligroso? —pregunta Alex—. Para los demás, digo… No para él.
—No le pasará nada parecido a lo que le pasó a mi abuelo, porque nunca han experimentado con él. Mi abuelo formó parte de un experimento que hizo su propia madre con él… Y por eso el túnel potenció todo lo que ya tenía. A un humano corriente, en cambio…Sin la protección, le pasará lo que le pasó a mi madre, o cosas peores. Será la primera de muchas, muchas torturas que viviremos juntos… —digo, acariciando el pelo de Jordi.
—¡Ni se te ocurra! —grita Jordi.
—Pero, Jordi… Mi pobrecito Jordi… —me acerco a su cara y pongo mi mano en su mejilla. En la zona que tiene una herida más dolorosa—. ¿No es lo que querías? Antes me has dicho que querías que nos fugáramos juntos… Y es lo que vamos a hacer. ¿No te gusta que sea tan obediente?
—¡No! ¡Suéltame! ¡Alex, dile que no lo haga!
—Cállate —dice Alex—. Si me lo pides tú, al final voy a ponerme de su parte en menos de un segundo.
Jordi se calla, frustrado. Es tan placentero verlo así…
Yo me acerco a Alex y lo abrazo.
—Lo siento… Ya me he decidido. ¿Respetarás mi decisión?
—Nora… No tienes que hacerlo…
—Todavía queda más de una hora para que termine el día. ¿Puedo quedarme así contigo?
Jordi está gritando. No deja de gritar y de suplicar. Quiere que alguien nos oiga y se piense que él es la víctima, y lo libere. Pero, ¿quién crees que vendrá a este descampado a estas horas de la noche?
—Sus gritos… —digo—. ¿No son la mejor canción del mundo?
—Tus gustos musicales no están mal… Aunque todavía no te he enseñado mis canciones favoritas…
—¿Pero te gusta?
—Sí, me gusta —dice—. ¿Quieres que lo convirtamos en nuestra canción?
Au… Eso ha dolido. Duele por lo bonito que es que Alex me haya dicho algo así.
—Sí, por favor… Quiero que los gritos de Jordi sean nuestra canción. Muchas gracias por entenderlo.
—Podemos bailar —dice Alex—. No sé si te irás o no, pero podemos disfrutar de este momento.
Jordi se calla. No quiere colaborar en esto.
Tanto Alex como yo nos acercamos y empezamos a golpearlo hasta que vuelva a gritar.
Alex le ha tirado del pelo con tanta fuerza, que le ha arrancado algunos cabellos.
Yo he vuelto a golpear a sus testículos.
Esto es solo el principio.
No quiero morir, pero sí que quiero desaparecer. Eso lo tengo claro. Tengo que alejarme de todos los que podrían volver a ser débiles por mi culpa. Quiero que sientan que me he ido a un mundo donde ya no tienen que tenerme ningún miedo. Ese es el mundo en el que quiero aterrizar. Y, ante todo… Quiero seguir viviendo para recordar todo lo que he aprendido. Para sufrir por todo lo que he hecho. Para atesorar a las ocho personas de mi lista…
Es impresionante… Ocho personas… ¿Puede ser verdad? Nunca hubiese imaginado que querría a tanta gente. Eso era impensable para mí.
¿Qué me dices ahora, Jordi? Sí que puedo querer a más personas que las que se pueden contar con una sola mano… Y sí me pueden querer de vuelta, de forma sana…
Mamá… Siento si ya no puedo cuidarte. Espero que mi padre o mi hermano lo hagan de ahora en adelante. Siento si no he estado a la altura… Y espero que sepas que siempre te he intentado proteger.
Papá… Muchas gracias por seguir queriéndome pese a haber sido la peor hija del mundo. Me encanta que seas amigo de Izan… Porque sé que os ayudaréis el uno al otro. Espero que sepas guiar a Oliver de ahora en adelante.
Oliver… Espero que, tanto si mantienes tus recuerdos como si no, vivas un futuro sin arrepentimientos, y cuides de Anna… Pero, por favor… No le hagas daño a Izan. Sé que te arrepentirás. Yo cumpliré nuestra promesa… Jordi sufrirá de maneras que tú nunca hubieses ni podido imaginar. Recordaré siempre cómo mató a Anna, no te quepa duda de eso.
Izan… Muchísimas gracias por todo. No puedo expresarte lo importante que serás siempre en mi vida, como tampoco puedo expresarte lo orgullosa que estoy de ti, de todo lo que has progresado, y de cómo has creado la mejor versión de ti mismo, pese a mí. Tú sí que has sabido florecer… Y ahora me toca a mí aprender a hacerlo. Cuando salga del túnel del tiempo, te buscaré, y te pediré perdón por todo, las veces que sean necesarias.
Frank… Si de verdad has muerto, ojalá hubiese muerto yo también, para hacerte compañía después de la muerte. Siento que no pudiera salvarte… Fuiste el mejor héroe que pudo existir. No solo eres el héroe de Izan… También fuiste mi héroe. Muchísimas gracias por mostrarme algo tan puro como tu corazón.
Saúl… Eres el único que siento que ha sufrido más que yo. Siento mucho si he pensado en reiniciar el mundo… Te aseguro que solo lo he hecho porque tú estabas de acuerdo, y porque me gustaría conservar la memoria para ser tu aliada desde el principio. Eso ya no podrá ser, pero siempre seré tu aliada, esté donde esté. Solo con lo que vivimos en esta tercera versión de la historia ya fue suficiente para mí… Pero recordé lo que pasamos en el segundo mundo, y te puedo asegurar que, para mí, formas parte de mi verdadera familia.
Anna… No he podido ser tu amiga en esta versión de la historia, pero sé que tú te acuerdas de las mismas cosas que recuerdo yo. Ojalá Izan y Oliver sepan arreglarlo y mantengan su voluntad de crear el mejor final para ti. Pero, si no lo hacen… Tú no los necesitas. Tú eres luz por ti misma. Tú conseguiste dar luz a la persona más oscura… Y ojalá veas lo increíble que es eso. Ojalá veas lo increíble que eres tú.
Y, Alex…
—Alex… Me has ayudado a empezar a florecer. Torturar a Jordi y romperte el corazón… Te prometo que serán los dos últimos actos oscuros que haré. Después de eso… Seré el tipo de persona que te hará sentirte orgulloso.
Alex me abraza. Está llorando, y es mi culpa.
—Lo siento mucho… No sabes lo increíble que es lo que me has hecho sentir —digo—. Muchísimas gracias por eso…
—Eres una vengativa… —dice—. Yo solo te rompí el patinete, pero porque tú rompiste mi bicicleta… Lo que estás rompiendo ahora es mucho más delicado, ¿lo sabías?
—Pero sé que me lo perdonarás. Eres un chico listo y fuerte…
—Eres insoportable… —dice.
—Te quiero. Lo siento.
—De verdad… Cruel hasta el final.
—Quiero que estemos bien hasta que sea la hora. Dame tu mejor abrazo, por favor…
Alex me abraza.
Me ha hecho caso.
Es el mejor abrazo.
Nunca nos hemos besado. No me quiero ir de aquí sin besarlo.
Es un acto egoísta, pero… Así soy, ¿verdad?
Le doy un beso a Alex.
Un beso que me hace sentir que, a lo mejor, quiero quedarme.
Pero no lo haré.
Aunque este sentimiento sea increíble, impensable para mí… De cuento de hadas, como tú mismo has dicho antes…
Lo siento mucho… Pero me tengo que ir.
Capítulo 365 A (Parte 3)
Al entrar en el templo, vemos dentro a Oliver, y a Anna. Están hablando. Por suerte, no parece que haya nadie más, ni amenazas, ni nadie atado.
¿Haremos esto de forma pacífica?
—Oliver… —digo—. Estoy aquí.
—Vienes acompañado por Lydia y Estrella —dice—. Si no quieres que seamos solo los tres los que terminemos la historia, es porque has traído a los CDLS para que se cumpla la predicción, ¿verdad? Si no, no sé qué hacen aquí.
—Oliver, déjalo ya… —dice Anna—. Ya lo hemos hablado. Saca el calendario. Izan tiene que romperlo.
—No. Ya sé la respuesta —dice Oliver.
—¿Qué respuesta? —pregunto—. Habla conmigo, Oliver. Dime lo que piensas.
—Este mundo está roto —dice—. Lo hemos hecho todo mal. Y es culpa mía, claro, por haber permitido que Jordi se metiera en todo esto. Es algo que ya no volverá a pasar en un cuarto mundo. He podido releer las hojas de mi calendario, y sé que he construido el mundo que necesito… Y quiero tener una última oportunidad. Quiero crear una versión de la historia perfecta.
—¿Con tu abuela recordando todo en cada reinicio? —pregunto—. No te dejará hacer lo que tú quieras. Ya has visto cómo te ha tratado.
—Me puedo arriesgar. Mi abuela siempre ha tenido debilidad por mí. Si yo cedo en ciertas cosas, y me dejo hacer en otras… Es muy posible que se ponga de mi parte. Con ella controlando los reinicios, y Jordi fuera de juego, el siguiente intento será el mejor.
—¿Y tus otros planes? —pregunto—. ¿No ibas a intentar que Anna aceptara el pañuelo caoba? ¿No estás a tiempo de que eso pase?
Oliver mira a Anna.
—No. No podrá ser.
—Izan… Oliver no me cree —dice Anna—. He prometido que lo aceptaría. Que, si te deja vivir, yo me iría con él, y que sería de verdad. Le he recordado todo lo que sentí en los otros mundos, se lo he jurado de una forma que solo él y yo entendemos… Pero nada ha funcionado, porque he cometido un error.
—¿Un error…? —pregunto.
Anna señala su cabeza. El pañuelo que lleva… Es el azul con flores.
Anna lleva el pañuelo que le regalé. El que significa que, aunque todo esté mal, está en camino de ponerse mejor.
—Es el pañuelo que sentía que tenía que llevar… Pero ha sido suficiente para que Oliver crea que esta versión de mí siempre te querrá a ti, y que nunca aceptaré sus condiciones de corazón.
—Exacto —dice Oliver.
—¡Anna! —grita Lydia—. Quítale la pistola a Oliver. A ti no te hará daño de ninguna manera.
—No lo harás, ¿verdad? —dice Oliver, mirando a Anna.
—Lydia, Izan… Si hacemos algo que no le gusta… Matará a Saúl.
—¡¿A Saúl?! —grito.
—Sí. Anna lo ha visto. Saúl está encerrado ahí atrás, después del pasillo que nos lleva a la sala secreta de mi abuela. Si algo me sale mal, tengo muchas formas de matarlo.
—¿Es eso verdad? —pregunta Lydia—. ¡Anna, dímelo tú! ¿Es verdad?
—Sí…
—Desconfiados… —dice Oliver, y usa el teléfono—. Desde aquí, puedo contactar con el altavoz de la sala. ¿Saúl? ¿Me oyes? Izan y Lydia quieren saber que estás aquí.
Hay un breve silencio.
—Lo siento mucho… —dice la voz de Saúl—. Ayer me equivoqué en la forma de juzgarte, y ahora, por culpa de eso… Estoy aquí.
—¡Saúl! —grito.
—Saúl —dice Oliver—. Cuéntales cuántos reinicios llevamos.
—Ninguno…
—Exacto —dice Oliver—. Ninguno. Y si hoy fallamos, Saúl me ganará. Me imagino que no querréis cumplir con la predicción, ¿verdad? No sé quién falta de los CDLS, pero, como mínimo, Frank y Alex son del grupo, ¿no? Me pregunto si ellos vendrán…
—¡Oliver! —grita Anna—. Por favor. Te lo repito, estoy dispuesta a aceptar de corazón el pañuelo caoba.
—Oye, Oliver —dice Lydia, acercándose a él—. Escucha. Entiendo muy bien toda tu historia, pero… ¿Te haces a la idea de lo que duele verte así? ¿De lo que duele ver como nuestro amigo está haciendo tanto daño a personas con las que ha compartido tanto?
—¿Te duele, Lydia? —pregunta Oliver, mirándola, con la vista cansada.
—¡Pues claro! ¿No eres capaz de acordarte de todas las veces que lo hemos pasado bien? En el mercado, en planes, en la piscina del pueblo de Anna… En muchos sitios a los que hemos ido. ¡Yo también he sido tu amiga! ¿Por qué te da igual todo esto?
—Porque solo quiero que todo esto termine. Y porque lo que pase en este mundo ya no importa. Para mí, solo sois versiones rotas que no van a prevalecer.
Anna se quita mi pañuelo, y no se pone ninguno en su lugar.
—No hagas eso —dice Oliver—. No estés sin pañuelo. No lo hagas…
—Solo soy una versión rota, ¿no? —dice Anna—. Entonces, no importa que no lleve pañuelo.
—¡Ponte el pañuelo! ¡Tú no puedes estar sin él, seas la versión que seas!
—Pues dame el pañuelo caoba. Vamos a terminar, por favor…
—¿Para estar con una versión de mí que no recordará nada, y a la que podrás engañar fácilmente, para volver a los brazos de Izan? ¿Para que Izan te vuelva a traicionar? ¡No!
—¡Pero Izan no fue el que me mató! Todo este odio que le tienes al de la primera versión, está muy lejos de la versión de ahora. ¡En lugar de eso, tú te aliaste con mi asesino! ¿No crees que tendrías que dar un paso atrás?
—¡Ni de broma! —grita Oliver—. Te he visto morir dos veces, y me han traicionado muchas veces más. Ya no doy ni un solo paso atrás. Además… —Oliver tiene dificultades para seguir hablando—. No quiero desaparecer… Llevo mucho tiempo queriendo ver qué hay más allá del veintinueve de febrero de este año… Quiero llegar al otro lado…
—Oliver… —dice Anna, acercándose a él.
—¡Quieta!
Oliver apunta a Anna con la pistola.
—¡Eh! —grita Lydia—. ¡¿Qué coño haces?! ¿Tú eres el que iba a proteger a Anna por encima de todo?
Oliver baja la pistola. Está cada vez más alterado.
—Intentáis ser amables conmigo, pero estáis todos de acuerdo en que la única solución es que yo muera. Para vosotros es lo mejor, porque Izan y otro Oliver seguirán en pie. Es como si no se hubiese ido nadie. ¡Pero me estáis pidiendo que yo me muera!
—¡Tú estás pidiendo que muera todo el mundo menos tú! —grito—. Es exactamente lo que pasará si reinicias el mundo.
—¡Pero no se darán cuenta! —grita Oliver, cada vez más alterado.
—Eso no es así, Oliver… —dice Estrella—. Cada vez que el tiempo se reinicia, es más frecuente que se solapen los recuerdos de la vida anterior. En el siguiente reinicio, será algo incontrolable. Habrá mucho dolor, Oliver…
—No es nada comparado al que he sentido yo —dice.
—Entonces, el tuyo no es nada comparado al que ha sentido Saúl —digo.
—¡Pero esta no es su historia! ¡Él solo ha tenido mala suerte! Pero el que tiene el poder de decisión soy yo.
—Oliver… Me has apuntado con un arma —dice Anna—. ¿Cómo voy a saber que el mundo que vas a construir será el mejor para todos, si has sido capaz de hacer eso?
—No vuelvas a decir eso —dice Oliver—. No lo digas como si no fueras mi prioridad…
—¡Es que no lo es! —grita Lydia—. ¿No te estás viendo? ¡Ya no lo es! No dejaría que seas tú el que decida el futuro de Anna ni loca.
Oliver, esta vez, apunta a Lydia.
—¿Quieres callarte de una vez? ¡Estoy actuando así porque me duele ver como todos deseáis que muera! ¡Por eso!
—Oliver… —dice Anna—. Ponte en nuestro lugar. ¿Qué podemos hacer? Si hubiera una forma de hacer que los dos salgáis de esta, lo haríamos. Pero tu abuela dejó claras las normas…
—¡Ya lo sé! Y por eso yo tengo claro qué es lo que quiero dentro de esas normas. No hay otra forma de verlo.
—Espera… —dice Anna—. ¡Una pregunta! Estrella, tú a lo mejor lo sabes. Si Izan rompe el calendario deseando que Oliver conserve los recuerdos… ¿No podría ser que los Voyat hagan caso a ese último deseo de la persona con más jerarquía, y que mantengan con vida a los dos?
—Yo también pensé en eso —dice Estrella—. Es solo una posibilidad. Si Izan de verdad ha aprendido a conectar con los Voyat, y si Oliver está dispuesto a arriesgarse…
—Oliver, escucha. ¿Lo has oído? —dice Anna, aferrándose a Oliver—. Es la única forma de que los dos sigáis vivos. Si confías en Izan, y si tenemos un poco de suerte…
—No me convence —dice Oliver—, pero, aunque me convenciera… ¿Por qué Izan me está mirando con esa cara?
—¿Qué? —dice Anna—. ¿Qué cara?
No sé cómo se me ve, pero sí sé lo que estoy pensando, y seguro que no le ha gustado nada a Oliver.
Aunque la idea de Anna está muy bien intencionada, y podría ser la única forma de que vivamos los dos… Yo no voy a hacer eso.
—No vas a salvarme, ¿verdad? —dice Oliver—. Tú ya has planeado matarme.
—¿Izan…? —dice Anna.
Tiene razón. Esa idea también pasó por mi cabeza… Pero no puedo hacerlo. Es incompatible con lo que yo quiero para este mundo.
—Yo ya he tomado una decisión —digo—. Tengo que romper el calendario con mis manos antes de que termine este día, y voy a pedirle algo a los Voyat, pero no será eso.
—¿Qué pedirás…? —dice Lydia.
—Que se corte la conexión con los recuerdos del mundo anterior. Que la gente deje de recibir esos recuerdos reprimidos.
—¿Por qué…? —dice Anna.
—Porque el mundo cada vez está sufriendo más. A ti te ha pasado. Y le ha pasado a mucha más gente. Están recordando vidas que no son suyas… Reviven traumas que no son suyos, o ven cosas que nunca podrán ser, pero que fueron en otras vidas, y no saben ni cómo sentirse. Se acabó. Además, mientras continúen los rencores que se gestaron en los anteriores mundos… Nunca avanzaremos.
—¿Y matarás a Oliver…? —pregunta Anna.
—No. No mataré a Oliver. Salvaré a Oliver. Salvaré al Oliver que no sabe nada de todo esto. A un Oliver que confió en su otro yo, y se comunicó contigo, Oliver, mediante notas. Que fue apuntando todo lo que le decías en el calendario, y guardó tus secretos. Ese Oliver que, sin saberlo, solo estaba esperando su momento para desaparecer. Ese Oliver al que tú arrebataste la existencia en octubre, es el que tiene que volver… Y al que pienso cuidar en adelante.
—Izan… —dice Anna, poniéndose una mano en la boca.
Estoy seguro de que se siente mal por no haberse dado cuenta de lo que todo esto implicó para el Oliver de este mundo.
—Mucha suerte con tu objetivo —dice Oliver—. No te pienso decir dónde está el calendario.
—Lo sé —digo—. Estaba preparado para eso.
—¿En serio? ¿Qué harás? ¿Amenazarme? Sabes que no podrás contar con los reinicios de Saúl.
—Lo sé —digo—. Si le tengo que pedir ayuda a alguien… Es a mí mismo.
Cierro los ojos.
Lo he practicado, y lo he sentido. Sé que puedo hacerlo.
Tengo que conectar con un sentimiento, un pensamiento, un olor, una pregunta, una intuición…
Si todavía queda un Izan por ahí… Que me ayude.
Alguien que esté viviendo su propia versión del día veintiocho…
Si puedes oírme… Dime dónde está el calendario que esconde Oliver en el templo…
Mientras me concentro, no puedo escuchar lo que pasa fuera, porque el ruido de recuerdos desordenados está ocupando toda mi cabeza.
Confío en que Oliver reaccione tarde, y que las demás me protejan. Ahora mismo, no me queda otra.
Siento que es mucho más fácil comunicarme con mis otros yo… Se nota que estamos en el final de un año bisiesto… Los Voyat están revolucionados.
Puedo notarlos. Están bailando a mi alrededor. Están emocionados… ¿A los Voyat les emociona todo esto? ¿Tanto les gusta participar en todo lo que ocurre?
Puedo sentir que están emocionados por el día de mañana…
Ojalá pudiera entenderos.
Siento que un Izan me está pidiendo ayuda…
—¿Dónde está Saúl…? —me pregunta.
—En el templo. Oliver lo tiene como rehén —digo—. ¿Dónde esconde Oliver las hojas…?
—Debajo de la estatua de la izquierda de la sala principal. En una caja. Él tiene la llave.
—Muchas gracias… Y suerte. Estamos ya en el final.
—Lo mismo digo… Suerte.
Los dos sabíamos que sería efímero, por eso nos hemos dado prisa. No puedo concentrarme del todo porque sé que podría estar pasando algo mientras estoy con los ojos cerrados. Pero, si Oliver lo ha escondido en el mismo sitio… Entonces ya sé dónde están las hojas.
Pierdo la concentración, y me entran nauseas.
—No es fácil esto… —digo.
Cuando abro los ojos, veo a Lydia en el suelo, y Estrella intentando curar su herida. Oliver ha disparado a Lydia.
—Solo le he rozado un brazo—dice—. No te creas que tengo ningún deseo de matar a nadie de aquí que no seas tú.
—¡Lydia, ¿estás bien?! —digo.
—Aguanto —dice, levantando el pulgar—. Haz lo que tengas que hacer. Joder, Oliver… Eres un cabrón, sinceramente.
—Oliver —digo—. Voy a coger el calendario. No me lo impidas.
—No sabes dónde está —dice.
—Lo siento, pero creo que sí.
Me dirijo hacia la estatua. Ver a Oliver tan nervioso mientras me muevo, me confirma que tengo razón.
—¡No sigas caminando, o disparo!
Sé que Anna lo intenta detener. Está frente a Oliver, evitando que dispare.
Oliver vuelve a apuntar a Anna… Otra vez.
Sin perderlos de vista, me agacho y encuentro la caja.
—Dame la llave —digo.
—No.
—Oliver… La llave. Vamos a acabar con esto, por favor.
—¡No! ¡Suelta esa caja!
—Tú lo has querido —digo.
Lanzo la caja al suelo. Hago lo posible por romperla. No sé de qué material está hecha, pero no parece que sea imposible. Sé que puedo romperla.
Pero no. No puedo.
—No lo conseguirás —dice Oliver—. Siéntate, y deja de hacer el tonto.
—Oliver, dame la llave —insisto—. Voy a romper el calendario. Sabes que es lo mejor.
—No. No lo es.
No puedo.
Esta caja no se puede romper. ¿Qué hago? Tal vez si me la llevo… Pero entonces, dejaría a Saúl solo con Oliver.
Nos quedamos unos minutos en tiempo muerto. Ya queda poco para las doce.
Entonces, escuchamos unos pasos. Alguien está entrando en el templo. No sabemos si es amigo o enemigo. No sabemos qué quiere.
¿Será Alex?
No… No es Alex.
—¿Papá…? —dice Oliver.
—Hugo… —digo.
Hugo entra. Tiene el brazo fatal.
Mira a Lydia, y luego mira a su hijo.
—¿Vas a seguir disparando a tus amigos? —pregunta—. ¿Vas a disparar a Izan?
—No te metas… —dice—. ¿Tú no estabas en el hospital?
—Le he dicho a tu madre que se quede con Enzo. Yo me he quedado su coche para venir hasta aquí. Sabía que tendría que intervenir.
—¡Dejad ya de hacer eso! —grita Oliver—. Izan, Anna, mis padres… Todos habláis con mucha naturalidad de que tengo que morir de una vez. Como tendréis a otro Oliver, os parece bien. ¡Pero a mí no me parece bien!
Oliver me apunta con la pistola.
—¡Oliver! —grita Hugo—. No voy a permitir que dispares a la persona que nos reunió. Hemos estado toda una vida separados, y fue Izan el que nos unió. ¿Y tú vas a disparar a esa persona?
—Por favor, para… —dice Oliver.
—Lo siento —dice Anna.
En una maniobra muy rápida, le quita a Oliver las llaves del bolsillo, y me las da a mí.
Oliver vuelve a apuntar a Anna con la pistola. Le tiembla la mano.
Hugo se acerca a su hijo y se interpone entre la pistola y nosotros.
Pruebo con algunas llaves, y rápidamente doy con la que abre la caja.
—¡No! —grita Oliver, y mira a Anna—. ¡¿Por qué has hecho eso?!
—Aquí están… Las veinticuatro hojas. El calendario de Oliver… Y el original. Mi calendario. Las doce hojas que han definido todo este puto año infernal…
—No lo rompas… Izan… —dice Oliver.
—Lo siento —digo.
—Izan —dice Estrella—. Alguien te está observando, y quiere darte un mensaje…
Está llorando. ¿Estrella…?
—Dice que lo has hecho muy bien. Que no dudes, y que defiendas el mundo que has construido. Que siempre estará feliz de la versión en la que te has convertido.
Un espíritu le ha dicho eso a Estrella…
¿Frank…?
Me está observando.
Entonces no puedo dudar.
Lo siento mucho, Oliver. El calendario se termina aquí.
—¡No lo hagas!
—Te tengo que dar las gracias, Oliver. Por lo visto, en la primera versión del mundo, yo iba camino de ser un monstruo. Para mal o para bien, ocurrió todo esto… Y me has permitido aprender, crecer, evolucionar… Y convertirme en la mejor versión de mí mismo. Ojalá no hubiese hecho falta hacer todo eso para convertirme en mi mejor versión. Soy lento… Pero siento que, al final, lo he conseguido.
—No lo hagas… —dice Oliver—. Suelta esas hojas… Si no las sueltas ahora, os pienso disparar a todos…
—Te prometo que seguiré creciendo, y que seré la mejor versión para ti, y para Anna. Y que no pienso olvidarme de nada de todo lo que he aprendido contigo.
—¡No! —grita Oliver, una vez más.
Sin dudarlo ni un segundo más, empiezo a romper las hojas de tres en tres.
Mientras lo hago, solo tengo un deseo en mente.
“No dejes que los recuerdos de las anteriores versiones de este mundo sigan afectando a las personas… Desconéctanos de esas memorias que no son nuestras…”
Y, con esto… Ya está.
Oliver no ha sido capaz de dispararme teniendo a Anna y a su padre delante.
Lo he hecho.
He roto el calendario. Se acabó, para siempre.
Abro los ojos.
Por el momento, todo parece igual.
Esperaba ver a Oliver con otra expresión… Pero sigue siendo el mismo.
—¿No ha funcionado? —digo.
—No desapareceré en el momento —dice—. Pero lo haré en unos pocos minutos.
—Oliver… Lo siento mucho. Sabes que tenía que hacerlo, ¿no?
—Claro… Pero no caeré solo.
—¿Qué…?
Oliver corre hacia el pasillo de la sala de Olivia.
Esa sala está al lado de la estatua donde escondió el calendario, así que me da tiempo a ir antes de que cierre la puerta.
Estoy seguro de que quiere ir a por Saúl. Ha dicho que no caerá solo. ¿Por qué a por Saúl? ¿Solo para hacernos daño?
—¡No me sigas! —grita Oliver.
—¡¿Qué quieres hacer?! —grito—. ¡Para!
Entro en el pasillo, y Oliver frena en seco.
—Eres predecible —dice.
Apretando un botón, la puerta del pasillo se cierra a mi espalda.
—¿Qué has…?
Oliver y yo nos hemos quedado encerrados en el pasillo, separados de todos los demás.
—Lo siento, Izan —dice—. Hace unos días, hice algunas preguntas a mi abuela. Situaciones hipotéticas, ya sabes… Cosas que ella no confirmó, pero para las que tiene teorías.
Anna, Hugo y Estrella están gritando al otro lado de la puerta. Yo estoy atrapado aquí con él. Saúl está al otro lado del pasillo, pero no creo que Oliver fuera a por él en realidad.
—Lo teníamos que terminar tú y yo, Izan…
—Nuestra historia, ¿no?
—Sí. Nuestra historia. ¿Quieres que te diga qué me dijo mi abuela?
—Claro…
—Escucha. Los Voyat respetan los días como bloques, eso es algo que mi abuela tiene claro. Ahora, han entendido que el hechizo está terminado, pero siguen alojados en tu cabeza, y seguirán ahí hasta que el día veintiocho termine del todo. Pero… ¿Qué pasará si te mato?
—No lo sé…
—Que buscarán alojarse en la cabeza del siguiente en la jerarquía. Es un instinto que tienen. El hechizo estará terminado del todo a las doce, pero, hasta entonces, tienen que seguir respetando la jerarquía. Es algo que no es seguro, claro… Pero merece la pena intentarlo. Estando el uno al lado del otro, y tan cerca del final… Seguro que habrá muchos Voyat que se alojen en mi cabeza. Y entonces, antes de las doce… Les haré mi petición. Que, aunque hayas roto tú el contrato… Por favor, conserven mis recuerdos. Y esa es mi única oportunidad de sobrevivir.
—Al final, todo nos lleva a lo mismo, ¿no? Si quieres sobrevivir, me tienes que matar.
—Exacto. Los últimos días del año siempre son difíciles. Lo sé por experiencia. Pero uno de los dos no puede salir vivo de esta sala, Izan.
—¿Así es como termina tu plan? —digo—. ¿Así termina nuestra historia? ¿Y qué pasa con Anna?
—Aprenderá a quererme y a aceptar tu ausencia.
—Sabes que eso no es verdad… Ya no piensas en ella. Solo piensas en sobrevivir. Siento si esto te cabreará, pero ahora lo veo claro. Tú y yo, en este momento, estamos al revés.
—¿De qué hablas?
—¿No lo ves? El Izan de la primera versión era egoísta y solo pensaba en él, pero aquel Oliver era puro, y lo daría todo por las personas a las que quería. Siento que ahora es exactamente al revés. Ese es el camino que hemos recorrido.
—Eso no es verdad… Nadie piensa en Anna más que yo.
—No harías nada de esto —digo—. En cambio, yo tengo muy claro qué es lo que quiero hacer una vez salga de aquí. Cuidaros a ti y a Anna con toda mi dedicación. Dedicar todo mi tiempo y mis esfuerzos a que las cosas sean como merecéis.
—¡Pero no será a mí! —grita Oliver, con la voz quebrada—. Cuidarás a otro Oliver, no a mí. ¡Nunca a mí!
—Oliver… Lo siento mucho.
—¿Y si eso no es posible? ¿Qué pasaría si no hay ningún Oliver al que cuidar con pena, Izan?
Oliver levanta la pistola, y se apunta a sí mismo en la cabeza.
—¿Eh…? ¿Qué haces?
—Anna no me perdonará —dice—. Si no me dejas morir ahora, es posible que cambie de idea en dos minutos, y que te mate. Pero tienes razón, eso es algo que Anna no podría soportar, ni perdonar.
—¡Espera, para! ¡Si mueres, el otro Oliver no podrá volver!
—El otro Oliver… Empieza a darme asco ese término.
—¿Te quieres matar porque tienes celos de tu otro yo…?
—Tengo celos, pero no es por eso. Me quiero matar porque no me fío de mí —dice—. Si he sido capaz de hacer todo esto, y de hacer tanto daño a Anna… El otro Oliver también puede hacerlo.
—¡No! ¡Eso es exactamente lo que pensaba yo de mí mismo, pero es mentira! ¡Todos podemos seguir trabajando en ser la mejor versión!
—¡Yo no puedo!
—¡Claro que puedes! ¡Yo te ayudaré! —corro a abrazar a Oliver—. No lo hagas. De verdad, Oliver… He aprendido mucho de todo esto. Te podré ayudar. No impidas que Anna pueda estar en un mundo donde los tres podemos…
Escucho un disparo.
Mi cuerpo no se puede mover.
Oliver ha disparado, pero no lo ha hecho contra sí mismo.
Me ha disparado en el vientre, a quemarropa.
—¿Oliv…?
Poco a poco, empiezo a caer al suelo. Intento mantenerme de pie aferrándome a Oliver, pero él no se mueve.
—Lo siento —dice—. Me quería asegurar de que no fallaba. Te veía tan seguro, y me temblaba tanto el pulso, que eras capaz de esquivarlo. Pero a quemarropa, seguro que no.
Me desplomo contra el suelo.
Oliver me mira desde arriba.
—Ni loco dejo que tú vivas y yo no. No es justo. Tú empezaste todo esto. Tú fuiste el primero en hacer daño a Anna. Ni loco te dejo con ella. Ni loco acepto que tú mueras y yo no —Oliver apunta a mi cabeza—. Y aquí es donde terminamos, Izan. Tengo que matarte para poder sobrevivir. Aquí termina la historia.
—No… Oliver…
—Entiéndelo. Si te dejo desangrarte, pero no mueres, a lo mejor morirás después de las doce, cuando yo ya no conserve mi identidad. Habremos muerto los dos para nada. Aunque, si te digo la verdad, no creo que mueras con eso. Te he dado en un lado… No podré estar seguro de tu muerte si no disparo en tu cabeza.
—Oliver… No tienes que hacerlo… Piensa en Anna…
—¿Esas son tus últimas palabras?
—Espera… Si me voy a morir… Entonces tengo que pedirte algo.
—Ah, me vas a pedir cosas. Es justo. Dime.
—Tienes que dedicar tu vida a proteger a Anna. Y si ella no quiere saber nada de ti, la tienes que proteger desde la distancia. Asegurarte de que supera todo esto, de que no deja de llevar pañuelos, y de que…
—No hace falta que me lo digas.
—De que Anna, al final, viva una vida normal… Y, si puedes… Asegúrate de que Saúl no vuelva a sufrir… Él también ha sido una gran víctima de esto… Y ya es suficiente…
—No me importa Saúl.
—Solo quiero que protejas el futuro de Anna, de Saúl… Y el tuyo.
—¿El mío? Te estoy matando, Izan.
—Quiero que vuelvas a ser tú… Aunque tengas todos esos recuerdos… Pero que recuperes tu corazón. El Oliver que sabía querer como nadie… El Oliver que fue el primero en aprenderse todos los pañuelos de Anna, y que estaba dispuesto a ignorar sus deseos con tal de que Anna fuera feliz… Quiero que recuperes un poco de ese Oliver… Esa persona que siempre ha merecido que lo quieran, y que nunca se lo llegó a creer de verdad…
—Deja de hacer eso.
—Se puede cambiar, Oliver… Yo en la primera versión era un monstruo, pero ahora… Sé que ahora no lo soy. Creo que, por fin, dos mundos después… Puedo decir que me supe convertir en el amigo que tú te merecías… Aunque ya fuera demasiado tarde.
Oliver se muerde el labio.
Me apunta a la cabeza, pero le tiembla la mano.
—El que yo merecía… No seas cabrón…
Lanza la pistola al suelo y se abalanza contra mí. Me está asfixiando.
—¡Deja de decir eso! ¡Deja de hacerlo! ¡Para! ¡Has sido un amigo de mierda! ¡Un traidor! ¡Una decepción! ¡Tú tienes la culpa de todo! ¡Tú! ¡Tú la tienes!
—El primer Izan… —digo—. Antes de perder su mundo… Su último pensamiento… —toso. Me cuesta hablar—. Fue un deseo. Pidió que, para la próxima… Fuera buena persona.
—¡¿Y qué?!
—Que lo cumplió, y yo pediré lo mismo para ti… Que te guíen, y te ayuden a ser libre… Y a encontrar el mejor camino para ti. Eso es lo que desearé para ti… Y que sepas cuidar a Anna, que solo ha sido la víctima de todo lo que hicimos.
—Para, por favor…
Las lágrimas de Oliver caen sobre mi cara.
—Recuerda… Empezaste esto por Anna. No lo acabes por ti. Sigue la estela con la que lo empezaste todo. Uno de los dos tiene que seguir haciendo esto por Anna.
—Cállate…
—Prométeme que lo harás mejor que yo… Y me quitaré la vida yo mismo.
—¿Tú…? ¿Para qué…?
—Para que no seas mi asesino. Para que te sea un poco más fácil seguir esa estela, aunque pasen muchos años…
—Izan…
—En estas condiciones tan patéticas… Es lo único que puedo hacer… Por vosotros… Además, morir no será tan malo... Podré estar con Frank.
Oliver se levanta y mira su móvil.
—¿Qué hora es…? —pregunto.
—Faltan cinco minutos para las doce.
—Pues solo queda que me digas esto, Oliver… ¿Lo harás mejor que yo? Sé honesto con la respuesta… Por favor.
Oliver me mira en silencio, hasta que cierra los ojos, y suspira.
—No. No lo haré mejor que tú.
—¿Qué…?
—No lo haré mejor, porque yo he apuntado a Anna con una pistola… Y porque, por primera vez, escuchándote, me he dado cuenta de que ya no eres tú el que le ha hecho más daño. Ahora soy yo.
—Pero, ¿entonces…?
—Espero que no sea tarde para ti. No creo haberte dado en un órgano vital, pero qué sabré yo… —Oliver sonríe—. Lo que sí que sé es la respuesta a tu pregunta: yo no soy el que puede darle ese futuro a Anna.
—¿Ninguno de los dos…?
—Es increíble toda la gente que has llegado a mover estos días, Izan… He tardado un poco, pero admito, por primera vez, que me impresionó mucho lo que pasó el domingo pasado. Toda esa gente arriesgando tu vida por ti. Es increíble a toda la gente que has llegado a mover… Y en cambio, yo estoy solo del todo. Pero, teniéndote delante… Me he dado cuenta de que nada de eso importa, porque soy incapaz de apretar ese gatillo.
—¿Por qué…?
—Porque te quiero. Porque eres mi hermano, y la segunda persona más importante de mi vida. Por eso.
Oliver se acerca a la puerta y aprieta el botón.
—Si vives o mueres después de esto… Supongo que dependerá del destino, o de tu propia fuerza de voluntad. Lo siento mucho.
La puerta se abre.
Capítulo 365 B (Últimos tres minutos)
Ya es la hora. Lo siento, Alex… Estos últimos momentos contigo han sido preciosos.
Jordi sigue gritando. Está desesperado. Está exactamente como tiene que estar…
—¿Te vas? —dice Alex—. ¿No te he podido convencer? Yo que me pensaba que era mucho más persuasivo e irresistible…
—Lo hubieses hecho… Si no estuviera tan segura de lo que quiero hacer. Lo siento… A lo mejor soy tan cabezona como Frank.
—A lo mejor… Me tenéis harto.
Jordi cada vez tiene más miedo del agujero. Se retuerce e intenta escaparse, pero no puede.
Saco el móvil para que quede inmortalizado en un audio.
Se lo envío a Alex.
—Te lo acabo de enviar —digo.
—¿Nuestra canción? Muchas gracias… Me parecía injusto que te la llevaras para ti sola.
—No soy tan mala como piensas. También sé pensar en las personas a las que quiero.
—¡No me metas ahí! —grita Jordi—. ¡Nora, cierra el túnel! ¡Te arrepentirás!
Jordi se está arrastrando por el suelo con todas sus fuerzas, como si eso sirviera para escaparse.
—Por favor, Jordi… No grites tanto. No escucho a Alex.
—Nora. Nora, por favor… Mátame, si quieres, pero no me metas ahí dentro. Será malo para ti. Podría liberarme, podría…
—Podrías, nada. Me aseguraré de que no hagas daño a nadie nunca más. Pero primero tengo muchísimo que hacer contigo.
Alex me vuelve a abrazar, y me vuelve a besar.
No me puedo creer que alguien a quien he odiado tanto, se haya convertido en esto…
Antes no sabía elegir a quién odiar.
—De todas las personas que conocí por ser amigos de Izan… A ti es al que más he odiado. ¿Lo sabías?
—No esperaba menos.
—Estaba entre tú y Lydia, pero cuando me rompiste el patinete, lo tuve clarísimo.
—Música para mis oídos. No paras de regalarme piezas maravillosas.
Ojalá hubiese tenido más tiempo para conocer a otras personas del entorno de Izan. Estrella hubiese podido ser mi amiga, también. Estoy segura. Lydia no lo creo, pero quién sabe. Ya no lo sabremos. Y Anna… Ojalá hubiese podido ser amiga de Anna, pero de verdad.
—Alex. Has sido el séptimo en mi lista. Y, por si no lo sabes, el siete es mi número favorito.
—Te dije que entraría en tu lista. Voy tan sobrado, que hasta ocupo el lugar de tu número favorito.
—Puedes quedarte con mi patinete si quieres.
—Me lo quedaré, sí, pero no lo usaré. Lo guardaré y me aseguraré de que esté en perfectas condiciones para cuando te lo devuelva.
—¿Para cuando me lo devuelvas…?
—No sé a qué fecha quieres ir, pero has dicho que irías hacia el futuro. Pienso estar ahí cada veintinueve de febrero, sin falta, con el patinete. Cuando salgas al otro lado, estaré ahí para recibirte.
—Eso sería muy bonito… Pero prefiero que me superes.
—Eh, eh… Tú haces lo que te da la gana, y yo también, ¿no?
—Claro… Es lo justo. Si estás, te volveré a ver, y si no, lo habrás superado. Estaré contenta en cualquiera de los dos casos. Solo hazme saber si sigues vivo… Es lo único que necesito.
—No tengas ninguna duda de eso.
Le doy el último beso a Alex.
—Adiós… Lo siento.
—Nos volveremos a ver.
—Muchas gracias… Gracias por todo.
Me separo de Alex y cojo a Jordi de la mano. Con ayuda de Alex, lo arrastramos al túnel.
El veintiocho de febrero ha terminado.
Izan… Oliver… ¿Cómo os ha ido? Espero que me lo podáis contar cuando llegue al otro lado.
La entrada del túnel se cierra, y poco a poco, dejo de ver la imagen de Alex.
Ya no veo nada. Solo veo el túnel.
Los Voyat nos están llevando a través del tiempo.
No soy tan buena como mi abuela manejando estos hechizos, así que no creo que pueda decidir con seguridad a qué año saltaré. Supongo que será una sorpresa, y que sabré la respuesta en muy poco rato.
El trayecto es realmente agradable… Porque Jordi grita como nunca antes. Su cara se está desencajando. Él no tiene la protección de los Voyat, así que su cuerpo y su mente apenas lo pueden soportar.
Está gritando con un tono muchísimo más agudo de lo habitual. Suena peor que si lo estuviera quemando vivo poco a poco. Llora y se intenta arrancar la piel con las uñas. Es una melodía preciosa.
Cierro los ojos, sonriendo, con el alma un poco más pura que antes. Me dejo llevar por mi viaje de despedida… Y por esta preciosa melodía.
Capítulo 365 A (Últimos tres minutos)
Con la puerta abierta, todos los que están fuera corren a ver cómo estoy. Hugo y Estrella hacen lo que pueden para tratar mi herida.
—Anna —dice Oliver.
—¿Has disparado a Izan…?
—¡¿Qué ha pasado con Izan?! —grita Lydia, a lo lejos.
—Anna —dice Oliver, otra vez—. Déjame mirarte.
—¡Izan se está muriendo! —dice ella.
—Izan es increíble —dice Oliver.
Anna mira a Oliver. Está un poco asustada, pero esa frase ha captado su atención.
—Izan ha conseguido algo que solo has conseguido tú hasta ahora. Cambiar todo lo que hay dentro de mí con unas pocas palabras. Es… ¿Cómo decirlo? Es un torrente de luz.
—Oliver… ¿Entonces…?
—Ahora moriré. Pero otra versión de mí estará aquí, y sé, porque me conozco, y conozco lo que fui antes… Que esa versión de mí se entregará en cuerpo y alma a vosotros, para redimir los pecados que el pobre no ha cometido. Así soy… No. Así fui. Y así volveré a ser. Espero que cuidéis de mí… Necesitaré una pequeña ayudita.
Anna se acerca a Oliver.
—Creo que Izan sobrevivirá —dice Oliver—. Y que podrás tenerlos a los dos en tu vida. A Izan, y al Oliver de verdad. No a mí.
—¿Crees que vivirá…? —dice Anna.
—No he sido capaz de disparar a donde yo quería. No podía hacer daño a Izan… Llevo tanto tiempo pensando que sí que podría… Pero no puedo.
—Izan —dice Estrella—. Izan, ¿puedes oírme?
—Sí… Te escucho.
—Quédate consciente. Tienes que aguantar. Haz todo lo que puedas para aguantar, porque tienes que volver a ver a Frank.
—¿A Frank…? Creo que ahora me dirijo a donde está él… Es mi único consuelo.
—No. Izan, escucha… Frank está vivo. La persona que antes te ha dado el mensaje no era Frank. Te puedo asegurar que Frank está vivo.
—¿Qué…?
—¡Tienes que sobrevivir al día de hoy, porque Frank te espera!
—¿Frank…? No me estarás engañando para que aguante, ¿no?
—¿Crees que quiero que me mates? —pregunta Estrella—. Es la pura verdad. Él está vivo, y mañana te lo contará todo. Por eso tienes que aguantar.
Estrella me ayuda a ponerme de pie, y le pide a Hugo que me vaya llevando al coche. Ella se dirige a la sala del fondo para rescatar a Saúl.
¿En serio Frank está vivo…? Pero si Olivia está muerta, y el mensaje, y lo que vi…
—Anna —dice Oliver—. Ya es la hora. ¿Puedes dedicarme unos segundos?
Anna mira a Oliver.
—Gracias —dice—. Muchas gracias por todo, Anna. Me alegro muchísimo de que, antes de morir, lo último que vean mis ojos sea tu cara. Es la mejor imagen que podría tener antes de-
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