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Miércoles 2 de agosto de 2023

Joel Soler

Actualizado: 3 ago 2023


Capítulo 155 Reúno a Oliver con su padre

“Suena fuerte, ¿no? Es que encima lo hago yo. Y parece que lo consigo.

¿Habrá consecuencias? ¿Me acabaré enfrentando a esa familia?”



Por lo que recuerdo, el motivo por el que padre e hijo nunca se han podido conocer en persona es porque siempre que han podido hablar, ha sido bajo la supervisión de la madre de Nora. Nunca se han podido pasar un contacto directo ni acordar un sitio por culpa de eso.

¿Por qué tanto interés en que no se conozcan? ¿Es solo porque la madre de los gemelos odia a Hugo y no quiere que se mezcle con sus hijos? ¿Es para castigar a Hugo? Eso explicaría por qué Nora sí que lo pudo conocer, ya que tremendo castigo se llevó al conocer el tipo de persona que era su hija. Pero la madre sabe que, con Oliver, la cosa sería distinta.

No puedo evitar preocuparme por represalias de esa familia. Aunque, la verdad, Nora no sé qué más puede hacerme. Pero la madre… Vete a saber. A lo mejor le hace algo muy malo a su hijo. La única esperanza es que este encuentro no sea conocido por la madre de Oliver en ningún momento…

Aunque, ahora que lo pienso, Nora sabe desde hace tiempo que esto ocurrirá hoy, ¿no? Ella ha leído los calendarios, y esta predicción no le habrá pasado por alto. Si Nora quiere, puede boicotearlo todo. Y, si no hace nada por ahora, al menos tiene la información para dársela a su madre.


Llega la tarde y quedo con Oliver cerca del trabajo.

—¡Hola! —dice—. Es raro que me hayas dicho de quedar.

—Bueno, había un gran motivo. ¿Tú cómo estás hoy?

—¿Yo? Bien. Tranquilo, no sé —está como tímido y nervioso—. ¿Qué pasa?

—Tengo que hacerte unas preguntas sobre tu padre. Estoy en plan detective y eso.

—¿Sobre mi padre? ¡Ah! Izan, no tienes que seguir con el tema. Perdón por lo que te dije el otro día. Anna ya me dijo que te puse mucha presión al decirte que esperaba que me ayudes. No hagas más caso al tema, por favor.

—Lo hago porque quiero, Oliver. A ver, ¿ha mejorado algo la situación? ¿Sigue todo igual?

—Que no te preocupes, de verdad…

—¡Oliver!

—¡Sí! Jo, me has recordado a Anna cuando me corta de esa manera.

—Es la que hay que utilizar para que dejes de entrar en ese bucle del bonachón, amable y sacrificado. Dime, ¿cómo está la situación?

—Igual.

—Igual, vale. Otra cosa… ¿Por qué tu madre no os deja veros?

—Porque lo odia. Me ha metido muchas cosas en la cabeza sobre él.

—Y tú no te lo terminas de creer, ¿no?

—No del todo. A lo mejor algunas son verdad, pero… Sé cómo habla mi madre de los demás, y no me puedo fiar de ella.

—Otra cosa más… ¿Qué crees que pasaría si logras quedar con él a escondidas?

—¿A escondidas? ¿Con mi padre? Pues… Mientras sea muy a escondidas, todo bien. No creo que me descubran. Pero es que es imposible, ya he intentado formas de conseguir su contacto o de darle el mío, pero nunca ha habido manera…

—Y la última pregunta. ¿Conoces el aspecto físico de tu padre?

—Sí. Por una foto que me enseñó Nora hace un tiempo, un día que parecía que se iba a medio poner de mi parte. Luego volvió a ponerse de parte de mi madre y no me quiso ayudar más. Es todo lo que vi.

—Perfecto. Ya han terminado las preguntas.

—¿De qué va esto, Izan? —pregunta con una risa tímida y confusa.

Durante las preguntas, le he hecho una señal a Hugo para que se nos acerque. Le está costando un poco. Creo que le tiemblan las piernas y que no puede reprimir sus ganas de llorar.

—Date la vuelta, Oliver —digo.

Oliver me mira como si fuera un niño que todavía no ha procesado que le han traído un regalo, pero que ya empieza a intuirlo. Se gira poco a poco.

Hugo y Oliver se miran cara a cara. Hugo está llorando. Oliver tiene la boca abierta. Ninguno de los dos se atreve a dar ningún paso.

—Sabes quién soy… ¿Verdad? —dice Hugo.

—Eres mi padre… —dice Oliver, con la voz quebrada.

—Puedo… ¿Puedo darte un…? —no puede acabar la frase, pero está extendiendo los brazos.

Oliver se acerca poco a poco y le abraza. Hugo rompe a llorar. Oliver está paralizado.

Yo decido alejarme para dejar que estén solos. Es un momento muy esperado, y no quiero robar el protagonismo, aunque sea yo el que los ha reunido.

Me siento en un banco del parque en el que estamos para ver desde lejos a padre e hijo reunidos por fin. Un minuto después de sentarme, veo a una persona a la que conozco muy bien mirando la escena desde el otro extremo del parque, al lado de un árbol. Es Nora…

No me quiero acercar, pero tengo que confirmar por qué está aquí. Tengo que confirmar si hará algo contra ellos. Y, de paso, tengo que decirle lo que le ha hecho su amigo a Flora.

Me acerco. Me palpita el corazón y tengo miedo. No me atrevo a acercarme a Nora, pero tengo que hacerlo.

Ya me he acercado mucho. Nora me ha visto. Su expresión era seria antes de verme, pero, para saludarme, me dedica una de sus sonrisas.

—Al final te has salido con la tuya, ¿verdad? —dice.

—No mientas… Lo sabías desde mucho antes. Lo ponía en el calendario.

—Sí, es verdad. Lo sabía desde mucho antes. ¿No sientes que sea tu mérito entonces? ¿Sientes que ha sido el calendario y no tú? Pobrecito Izan…

—No empieces. ¿Por qué has venido?

—Sabía que Oliver por fin conocería a Hugo, y lo he seguido.

—Ya, pero… ¿Para qué? ¿Qué quieres hacer?

—¿Estás preguntándome si voy a hacer algo con esta información?

—Sí. ¿Qué quieres?

—Nunca me conocerás lo suficiente, ¿verdad? —dice, muy seria—. No sabes lo que me duele eso… Prefiero mil veces que seas la persona más cruel del mundo, pero diciendo cosas que son verdad.

Me quedo callado. Vuelve a hacerme dudar de todo.

—Quería ver si Hugo estaría a la altura de un momento que mi hermano ha deseado desde hace tiempo —dice—. Ya me he cansado de ponerme de parte de mi madre. Pero tampoco me quería poner de parte de Hugo o de Oliver. No me quiero poner de parte de nadie.

—¿Entonces no le dirás nada a tu madre?

—No, no lo creo —Nora me mira y sonríe con algo de malicia—. Puede que lo use como arma para chantajear a Oliver si alguna vez se porta mal conmigo. O para chantajearte a ti, que veo que te importa tanto…

—Eres un monstruo…

—¿Ves? Eso me ha gustado, porque es verdad.

—Nora… ¿Quién me envía los calendarios? El subnormal de la gorrita y la mascarilla, ¿quién es?

—Hala, qué cosas más feas que dices…

—Es que me tiene muy harto. ¿Sabes lo que ha hecho tu amigo? Ha amenazado a Flora. La ha asustado, le ha quitado el móvil y se ha reído de ella diciéndole que desaparecerá. Y tú sabes que es verdad, que desaparecerá. Lo pone en el de agosto.

—Sí, lo sé… ¿De verdad le ha dicho todo eso a Flora?

—Sí. Por eso tienes que decirme lo que sabes de él. No puedo seguir dejando que ese asqueroso siga haciendo lo que hace sin decirle nada.

—Ah, ¿no? ¿Y qué le harás?

—Lo que haga falta.

—No seas tonto, Izan… Harás lo que diga el calendario, como siempre has hecho. Pero eso está bien. Tu instinto no te miente. Haces lo que ese calendario dice, y lo haces para vivir.

No contesto, pero lo que ha dicho del instinto… De hacer caso al calendario para vivir… No me ha sonado del todo extraño.

—Mi ex tiene los calendarios de los siguientes meses después de agosto. Él sabe lo que puedes y lo que no puedes hacer. Tú solo tienes que seguir jugando a su juego mes a mes, hasta que entiendas un poco mejor las cosas.

—¿A su juego? ¿Tú no tienes nada que ver?

—¿Yo? Muy poco. Ya te lo dije, yo solo accedí porque así podría pasar más tiempo contigo en junio. Pero yo ya he terminado.

—No te creo. Tú no has terminado. Tú tienes toda la información de los calendarios, y es imposible que, sabiendo con antelación detalles de mi vida, te quedes quieta sin hacer nada.

Nora me mira sonriendo.

—Eso… También es verdad. Me gusta lo creído que ha sonado eso. Has asumido que, por ser tú, yo no me podría quedar quieta. Y tienes toda la razón.

Se me acerca y me pone la mano en la mejilla. Como siempre, no consigo decirle a mi cuerpo que la aparte.

—¿Y qué harás…? —pregunto, perdiendo la poca confianza que me quedaba.

—¿Por qué asumes que será algo malo? ¿Y si solo quiero tu bien?

—No te creería…

—No te culpo. Piensa lo que quieras, Izan. Yo no puedo decirte lo que quieres saber. Sabes por qué, ¿verdad?

—Porque… Lo pone en el calendario. Porque lo sabré en otro momento, y no es hoy.

—Exacto. Qué listo que es mi niño… —me acaricia la cabeza—. ¿Ves? Lo sabrás más adelante. No llores tanto ahora. Todo a su tiempo. Deja que juguemos contigo. Te prometo que no usaré la información que tengo en tu contra. ¿No crees en mis promesas?

—Bueno…

La confianza que tenía en mí mismo al principio del día, sabiendo lo que iba a hacer por Oliver y por Hugo, se ha esfumado del todo. He empezado pensando que soy una especie de héroe al que le sale todo bien y que resuelve problemas gordos… Pero Nora me ha recordado que solo soy un títere con el que todo el mundo está jugando, y que no tengo capacidad de decisión. Lo más probable es que tenga toda la razón…

Antes de seguir charlando con ella, vemos que Hugo y Oliver se acercan a nosotros.

Hugo y Nora se miran.

—Hola, Hugo —dice Nora.

—Hola.

—¿Por qué has venido? —dice Oliver.

—Pues… No tenía nada que hacer, y he tenido un presentimiento. Si te seguía, me encontraría algo interesante, y así ha sido.

—¿Me sigues siempre que te da la gana? —dice Oliver, nervioso.

—Tranquilo, hermanito… Ha sido solo esta vez. No te pongas tan nervioso.

—¿Le dirás a mamá que me he visto con él?

Nora mira a Hugo otra vez, y contesta mientras le mantiene la mirada.

—No. No diré nada.

—Gracias, Nora… —dice Hugo—. ¿Podemos charlar un rato? Me gustaría invitaros a los dos a…

—No —corta Nora—. No me interesa. Confórmate con el cervatillo de tu hijo. Yo ya he visto lo que tenía que ver. Y he visto a mi querido Izan —dice mientras me acaricia el pelo. Yo consigo apartarme un poco—. Ya estoy más que satisfecha. Nos vemos en casa, Oliver. Y nos vemos… Espero que pronto, Izan.

Nora se va. Los tres miramos cómo se aleja. Aunque era un momento feliz para los tres presentes, estamos incómodos y asustados. Yo por lo menos lo estoy. Creo que ellos también, y no sería nada extraño.

—Bueno… ¿Cómo ha ido? —pregunto.

—Izan… Muchísimas gracias, de verdad —dice Hugo—. Estaré en deuda contigo para siempre.

—Vaya… —digo, y miro a Oliver—. Si supieras lo mal que me llevaba con tu padre hasta hace poco, alucinas con cómo ha cambiado la cosa.

—Sí —dice riendo, un poco tímido—. Me lo ha contado.

—Tiene sentido —digo, riendo un poco—. Bueno, yo creo que me voy ya. Tengo que recoger la casa, que mañana viene un amigo a pasar unos días. Os dejo a vuestro aire.

Oliver me da un abrazo para despedirse de mí y me da las gracias. También me pide perdón, supongo que por cómo me presionó con este tema, o por hacer que haya visto a Nora otra vez.

Hugo también se acerca para despedirse de mí. Yo le extiendo la mano y, contra todo pronóstico, ignora ese gesto y opta por darme un abrazo. Mi cabeza tiene dificultades para procesar un abrazo con Hugo, aunque es comprensible. Su colonia es un poco fuerte, pero huele muy limpio, como si el calor del verano no le afectase.

Mientras nos abrazamos, se acerca a mi oído.

—Te ayudaré a que los VDLS estén más receptivos contigo. Estamos de tu parte.

Al decirme eso, se aparta y vuelve con su hijo.

Les digo adiós con la mano y me voy.

Lo que ha dicho sobre los VDLS no me sorprende, porque el calendario ya indica que tendré un encuentro con casi toda la banda el diecinueve de este mes. Pero me ha gustado que lo haya dicho, y también cómo lo ha dicho. Me deja más tranquilo.

Lo que no me deja tranquilo es la conversación que he tenido con Nora. No me contará nada sobre su ex. Sabe que tiene el calendario de su parte y que no podré hacer nada más. Y, encima, ha dejado caer que utilizará la información de los futuros calendarios para hacer cosas a escondidas.

No puedo estar tranquilo de ninguna forma con eso.







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