Capítulo 32
Lydia viene a casa
“Está muy claro. Todo un mes más…”
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Lydia me ha despertado. No me puedo creer que esté aquí a las ocho y media de la mañana.
—Vale, a ver —me dice—. No sé si pedirte que me enseñes todo el calendario de golpe, o que vayamos una por una.
—Tú dirás.
—¡No! Porque yo no sé qué es mejor. Si las veo todas de golpe creo que voy a colapsar. Pero si vamos una por una, me voy a desesperar.
—Una por una, entonces. Me hace más gracia lo segundo.
—¿Qué te hace gracia? Serás… ¡Malvado! ¡Tirano! ¡Pérfido!
—¿Qué es pérfido?
Lydia saca el móvil para buscar en Google y lee:
—Persona que es desleal a alguien que confía en él y muy malo. ¡Lo que tú eres!
—Bueno, pero hablando en serio, prefiero ir una por una para asimilarlas como es debido.
—Pues venga, dime la primera, por favor.
—Vale… La primera: Lydia viene a casa.
Los dos nos miramos, asentimos ladeando un poco la cabeza y seguimos.
—Segunda: VDLS.
—¿Uve de ele qué?
—VDLS. ¿Sabes lo que es?
—Ni remotamente.
—Pues yo tampoco, pero aquí pone eso. Y ese nombre saldrá un par de veces más.
—¡Por suerte saldremos de dudas mañana! ¡Siguiente!
—Día tres, ceno con Eric y día cuatro, tomo algo con Frank. Esas dos te las digo juntas porque…
—¿Por ser menos interesantes?
—No. Porque no sé qué me creo gastando dinero dos días seguidos, como si pudiera.
—¡Seguro que Eric te invita!
—Es mi esperanza… Pero no es tan generoso como creemos.
—¡No hables así de tu amigo! Encima que te invita…
—Día cinco: Hugo viene con ganas de pelea.
—Las del trabajo siempre son que hay pelea o que Hugo hace algo, me encanta.
—No te encantaría tanto si trabajases ahí… Bueno, día seis: me encuentro con Flora en las escaleras.
—¿Quién es Flora?
—La niña esa que te dije, la de los vecinos de abajo. Ahora no los oyes porque ayer se pasaron la noche discutiendo y hoy deben de estar agotados, los muy hijos de…
—Ah, sí. Qué asco de malos padres, de verdad…
—Día siete: paseo por las tiendas.
—Genial. Es festivo, así que cuidado con no encontrarlo todo cerrado, que nos conocemos.
—Vale, la siguiente te hará reaccionar. Te la voy a leer tal cual: tengo una… ¿Cita?
—¡¿Qué?! ¿Pero lo pone así? ¿Con los puntos suspensivos y la pregunta?
—Tal cual.
—¡Pero míralo qué listo es el Izan! ¡Como se hace el tonto, pero consigue las citas que él quiere! —me pellizca por la cara y me pega en el brazo—. No eres listo ni nada tú.
—Bueno, bueno… Aquí no pone que sea con Abril.
—Es el día ocho, no te da tiempo a conocer a otra persona que encaje en el perfil.
—Esperemos que sea como dices. Día nueve: Liam habla de su pasado.
—Liam es tu amigo el de jugar online, ¿no?
—Sí. Es raro que me hable de su vida. Él es de los que prefiere dedicarse solo a jugar y, si está un poco más social, se dedica a escuchar y a aconsejar. Pero nunca habla de él.
—Bueno, a lo mejor este mes subís bastantes puntos vuestra amistad. Estás a tope con las relaciones, ¿no?
—Eso parece. En fin, para las dos siguientes… Te pediré que no te rías de mí. Día diez: pierdo una pelea a puñetazos…
—¿Pero qué? ¿Qué haces pegándote tú a puñetazos?
—Día once: me pierdo por el barrio.
Lydia intenta contener la risa, pero es una misión fallida. Carcajea muy fuerte, espero que lo suficiente como para despertar a los LuLu. De paso se regala el lujo de darme algún manotazo en el brazo, así, porque puede.
—Izan, de verdad… No entiendo por qué te pasan estas cosas.
—Hago lo que puedo para ser alguien funcional, ¿vale? Pero no todos los días lo voy a conseguir.
—Tranquilo Izan —todavía se ríe—. Tú a tu ritmo. Yo te quiero igual.
—Sigamos… Doce: Frank me cuenta la verdad.
—¡Oye! Yo todavía no he quedado con Frank desde que salió. A ver si me la cuenta a mí también.
—Vete a saber… Frank es muy reservado.
—Bueno, le convenceré con mis encantos de persona adorable.
—Lo que tú digas. Trece: discusión intensa.
—¿Quién con quién?
—No lo pone. Da mucha rabia.
—Maldito calendario…
—Día catorce, atención a este: tres personas, dos sombreros y una copa.
—Eso qué significa ahora.
—No tengo ni la más remota idea.
—¿Has buscado por Google?
—Sí. No pone nada. Solo sale información de una comedia de los años treinta llamada Tres sombreros de copa.
—Qué cosas más raras apuntas, de verdad… ¡Bueno! ¡Siguiente!
Lydia espera que continúe con el mismo ritmo que hasta ahora, pero decir la siguiente predicción me cuesta. Estoy deseando decírsela y ver cómo reacciona, pero la veo tan ilusionada y con energía, que saber que lo que diré ahora romperá todo eso… Yo sé que no es mi culpa, pero duele.
—¿Qué pasa? —parece que ya ha notado que lo siguiente cambiará el tono de todo.
—Día quince… Lydia y Estrella tienen una discusión.
Lydia se queda callada. Su expresión es la que podía imaginar. Seria, incómoda…
—¿Cuál es la siguiente? —me pregunta.
—Lydia. Creo que tenemos que hablar de Estrella.
—No me apetece.
—Es que hace ya días que te quería preguntar, porque no es la primera vez que reaccionas así cuando hablo de ella.
—No quiero. Ya está. ¿Cuál es la siguiente predicción?
—Solo necesito la versión resumida, aunque no profundices…
—Izan… Estás empezando a hartarme… Vamos a continuar con el calendario.
—¡Por favor! Es que ya no es solo por esta predicción. Necesito que me lo digas por otros motivos.
Lydia mira al suelo, nerviosa. No me quiere contestar, pero yo necesito que lo haga.
—Quiero que me cuentes qué pasa con Estrella, porque ella y yo…
—Ya, ya lo sé. Te has hecho muy amiguito de Estrella, ¿no? Ahora eres inseparable de la bruja cautivadora. ¿Sabes por qué sale esa predicción ahí, Izan? ¿Lo sabes? Yo te lo digo si no lo sabes. ¡Sale ahí porque has permitido que esa bruja miserable se acerque a ti y a los que te rodean! ¡Por eso salen esas cosas! ¡Si te hubieses quedado quieto y dejases de relacionarte con gente así, a lo mejor no tendríamos que preocuparnos por si Estrella acaba volviendo a mi puta vida o no!
Yo no soy capaz de contestar. Mi pecho se ha encogido y las palabras no me salen. Creo que he dado un paso hacia atrás, pero estoy bastante ocupado aguantando las ganas de llorar. Sabía que no le gustaría, pero no esperaba que me atacase a mí de una forma tan cruel.
Creo que se da cuenta y le da pena, porque recula pocos segundos después.
—Izan… Perdón.
Me da un abrazo. Yo tardo un poco en corresponderlo. Estoy bastante asustado. Empiezo a preguntarme si de verdad he hecho mal en hacerme amigo de Estrella. Si soy un amigo horrible para Lydia. Pero no me atrevo a expresar nada de esto en voz alta.
—Oye, Izan… Necesito descansar un poco. ¿Quieres que vayamos ya para el mercado y seguimos luego? Así me despejo…
—Claro, como quieras…
Las siguientes horas fueron raras. Lydia y yo no hablamos en casi todo el rato, pero supimos fingir bastante bien delante de los demás. Lydia le hacía muchas bromas a Iris, ayudaba a Serena con sus cosas o se compinchaba con Anna para sonrojar a Oliver con cualquier tontería, ya que ha venido algo decaído. No me da tiempo de preguntarle por qué. Yo también debo de mostrarme decaído, pero supongo que habrán pensado que para animarme ya es suficiente que pase el rato con Abril, que es con quien he estado charlando toda la mañana. Parece que está contenta porque ha empezado el mes de su nombre. Dice que en abril siempre le pasan cosas buenas. Eso espero, porque si mi cita es con ella, solo pido que lo que sea que pase, sea bueno para ella.
Cuando acaba la mañana, Lydia se pone a mi lado, dando por hecho que vendrá a casa. Por culpa de eso, Abril entiende que hoy no me acompañará. Esto es culpa del maldito calendario… Pero bueno, me queda la predicción de la cita del día ocho.
En el camino de vuelta, Lydia me ha hablado muy poco y solo de tonterías, haciendo referencia a cosas que han pasado con el grupo o a lo ve por la calle.
Una vez entramos en casa, vuelve a hablar de lo que importa.
—Lo siento mucho, Izan… Mira, el día quince pone que Estrella y yo discutimos, ¿no? Te juro que antes de que llegue ese día, tú ya sabrás todo lo que pasó entre nosotras.
—Gracias, pero… Aunque aquí no lo ponga, porque dice que quedo con Frank… —digo señalando el martes cuatro—. En teoría el martes que viene quedaré un momento con ella y le contaré todo lo del calendario.
Lydia me mira en silencio con los ojos muy abiertos. Su expresión me asusta un poco.
—¿Qué has dicho?
—Sí… Ya saqué el tema hace poco con ella. Sabe que el calendario existe, pero no pude contarle mucho más.
—¡¿Por qué le has hablado del calendario?!
—Lydia, por favor, no me grites así otra vez…
—¡Es que es muy fuerte! Se supone que solo me lo habías contado a mí porque era en quien más confiabas. No se lo has contado ni a Eric, ni a Frank, ni a Liam, ni a Abril… ¡A nadie! Y si se lo quieres contar a alguien más, tienes a mucha gente cercana para hacerlo, como los que te acabo de nombrar. ¿Pero se lo cuentas a Estrella? ¡Si no la conoces!
—Tú sí la conoces, ¿no? Pues podrías haberme dicho qué tipo de persona es. ¡Pero no! Cada vez que te la he nombrado, tú callada. ¿Y ahora te quejas? ¡Pues haberme avisado! —ya no me asusto. He tenido tiempo a procesar todo esto durante el rato del mercado, y no puedo tolerar que me eche la culpa a mí de no cualquier cosa relacionada con Estrella—. Te gusta ser la única que sabe lo del calendario porque confío en ti más que en nadie, pero en cambio tú no confías tanto en mí, ¿verdad? No me cuentas algo tan importante de tu vida… ¿Y encima te enfadas si hago algo que se pudo haber evitado si hablabas conmigo primero? ¡Entonces tienes poquísima vergüenza!
Parece que me quiere contestar, pero no le salen las palabras. Luego intenta calmarse hasta que por fin me puede decir algo.
—Izan… No le digas nada. No le hables del calendario. Aléjate de ella.
—De verdad, tienes mucho morro…
—¿No puedes confiar en mí?
—Yo no sé si lo que te pasa con Estrella es algo personal entre vosotras, o si es algo que deba conocer para que cualquiera vaya con cuidado con ella.
—Y si solo fuera lo primero… ¿No sería suficiente alejarte de alguien que ha hecho tanto daño a tu amiga?
—Eso es lo que dices tú. Con mi información, no tengo ni idea de nada de eso. Además, si me estoy acercando a Estrella es porque creo que puede ayudarme a encontrar cosas relacionadas con el calendario. Estas hojas predictivas con mi letra deben de estar usando algún tipo de magia, y ella dice ser una bruja. No sé si es de verdad o no, si mi idea de la brujería está equivocada o no. Pero ella tiene muchas más posibilidades de decirme de donde ha salido este calendario que cualquiera de mis otros amigos. Por eso acudo a ella.
—Sí que es una bruja de verdad… —me dice con la cabeza agachada—. Por eso es tan peligrosa. Es una bruja de las malas, de las que usan su magia, o lo que sea que tengan, para fines egoístas. Los demás somos solo juguetes…
—No me parece que sea ese tipo de persona.
Al decir eso, ella levanta la cabeza de golpe y me mira con desprecio. Es una mirada que me duele.
—¿Tú qué sabes? ¿La conoces? No, no la conoces de nada. Te ha engañado como engaña a todos. Y eres tan idiota que vienes a decírmelo a mí en mi cara. Me ves sufriendo y aún así me dices que no te parece ese tipo de persona y que le contarás igual lo del calendario.
Lydia empieza a recoger sus cosas para irse.
—¡Espera! ¿Te vas ya?
—¿No lo ves?
—¿Y el resto de las predicciones?
—Que las disfrutes.
Tras decir eso se marcha dando un portazo.
Y así es como comienza el mes de abril…
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