Capítulo 74
Encuentro indeseado en el mercado
“Se me ocurren tantas posibilidades funestas con esta predicción…
Yo solo quiero que no toquen mi templo de los sábados.”
El paseo de hoy es un poco más triste de lo habitual. Estamos Lydia, Anna, Oliver y yo. Iris no ha venido, y sospechamos que es porque ha quedado con Eric. Serena tampoco ha venido, y no sabemos por qué. Comentamos que el sábado pasado parecía algo decaída, pero nadie sabe nada. Y, lo peor de todo, Abril no ha venido.
En este momento, Lydia me está pegando varios golpes en el brazo. Con bastante fuerza. Duele.
—¿Qué clase de salido infiel eres tú? —me dice.
—¡Pero si fue ella!
—Claro, te ha faltado explicarme la parte en la que te apartas o le dices que no. ¡Que te respete! ¡Tienes derecho a proteger tu espacio vital!
—Atrévete tú a decirle que no a Victoria…
—No me mientas, Izan. Te encantó, y lo sabes. Te lo noto en la cara.
—Lydia, por favor, el tema principal de lo de ayer es lo de mi padre, el Gerardo que se parece a mí y que conoce a Dana y a Victoria…
—Los temas complicados uno a uno, Izan. Primero, estamos tratando por qué has sido una rata infiel.
—No me digas más eso. Abril y yo no somos nada.
—Te pidió que esperases. ¿Así es como la esperas?
La conversación entra en bucle durante algunos minutos.
Cuando intentamos hablar de lo del misterioso Gerardo que se parece a mí, no llegamos a ninguna conclusión. Lydia dice que no se fía de mi padre, pero que sería muy raro. Que tengo que llamarle. Ya… ¿Y qué le digo? “Oye, papá, ¿tú tienes relaciones extramatrimoniales con, por ejemplo, mi jefa del trabajo? ¿Mamá es una cornuda, o es que tenéis una relación abierta? ¿Y por qué una abogada que me llama pusilánime es tu perro guardián?”. No consigo visualizarme en serio en una conversación así con alguien como mi padre…
Mientras intento pensar en la mejor forma de comunicarme con él, Lydia me da unos manotazos lentos en el brazo, justo donde me ha pegado antes.
—Deja ya de pegarme, por favor te lo pido. O, por lo menos, elige otro sitio —aparto el brazo—. ¿Qué he hecho ahora?
—Izan…
Lydia está asustada, señalando hacia delante. Yo sigo la dirección de su dedo.
“Encuentro indeseado en el mercado”. Esa es la predicción de hoy. Mi primera apuesta era Dana, y luego Hugo o Ignacio. Tal vez los LuLu haciéndole algo malo a Flora. Pensé incluso en Jordi. Pero no ha sido ninguna de esas personas…
Mi sangre se congela. El aire no llega bien a mis pulmones.
Es ella.
Melena lisa, larga y plateada, baja estatura, piel muy blanca, ropa con colores claros y siempre con telas sedosas, flequillo que casi tapa sus ojos para ocultar parte de su mirada…
Es Nora.
Mi expareja. La persona que casi destruye toda mi vida. La persona a la que menos querría encontrar.
Estuvimos juntos durante apenas dos años. Cortamos el año 2016, pero seguimos viéndonos y recayendo una y otra vez cada poco tiempo. No fue hasta la pandemia que encontré una excusa para alejarme y desintoxicarme del todo.
Me está saludando desde lejos. No me quiero acercar a Nora. No puedo…
Veo que Oliver se acerca a hablar con ella. ¿Es porque paseo con su hermano que ha aparecido? ¿Me tenía que haber alejado de cualquier persona de esta familia?
Creo que Oliver la intenta convencer para que se largue. No seas ingenuo… No te hará ni caso.
Nora aparta a su hermano, no sabría decir si con suavidad o con desprecio. Siempre lo ha tratado como si fuera el pequeño, aunque sean gemelos.
Se acerca a mí.
—Izan y Lydia… Hacía mucho que no nos veíamos, ¿verdad?
Su mirada es dulce. Su energía es oscura. Su voz te adormece los sentidos. Te hace caer en su juego. Es una voz suave y triste. Te contagia. Quieres tumbarte con ella y deprimiros juntos. Que nada más importe.
—¿Para qué te acercas tú aquí? ¿Para joder? —pregunta Lydia.
—Siempre tan visceral… —dice Nora—. Con esa actitud, harás que la gente de tu alrededor se desespere y lo pase mal. ¿Nunca te ha pasado?
—¿Qué has dicho…? —Lydia intenta hacerse la fuerte frente a ese comentario, pero le ha dolido. Ha perdido su energía. Es el efecto de Nora.
—Izan, ¿no me dices nada? —me pregunta, acercando su mano a mi cara, creo que para acariciarme. Siempre me acaricia cuando me habla. Lydia la aparta de un manotazo. Después pone el brazo frente a mí para protegerme.
—¿Puedes irte ya? —dice Lydia.
Nora la mira con una sonrisa.
—No has cambiado nada… Sigues haciendo daño a la primera de cambio… Siempre serás así…
Nora conoce los puntos débiles de las personas, y sabe decir la palabra justa para anular su voluntad de cualquiera que la conozca. Tiene ese poder.
—¡Oye! ¿Qué es todo esto? —pregunta Anna—. ¿Tú qué estás diciendo? ¿Estás molestando a Lydia y a Izan?
—Tú eres la amiga de mi hermano, ¿no? —pregunta Nora—. No estoy diciendo nada. Como habrás podido ver tú misma, es Lydia quien no me deja saludar a mi ex sin darme una bofetada. Si Izan no quiere que siga aquí, que me lo diga él.
—Si te lo pide Izan, ¿te vas? —pregunta Oliver.
—¡No me gusta cómo estás hablando! —grita Anna—. No eres de fiar.
—Oye, Anna… Era Anna, ¿verdad? —dice Nora, acercándose a ella—. No juzgues a la gente sin conocerla, ¿vale? Seguro que tú odias que te juzguen sin conocerte. ¿Quieres que te juzgue un poquito, a ver cómo sienta?
—¡Para ya! —grita Oliver, acercándose a su hermana para interponerse entre ella y Anna—. ¿Qué estás haciendo?
—Ya os lo he dicho —dice Nora, apartando a su hermano—. Solo quiero saludar a Izan y saber qué tal le van las cosas —se me acerca mucho—. ¿Qué tal estás, Izan?
No puedo abrir la boca. Intento visualizar las diferentes formas en que puedo abarcar esto.
Las posibilidades que visualizo son: salir corriendo, pedirle educadamente que se marche, decirle que estoy bien, decirle que estoy mal porque la he visto, gritarle que se largue de aquí… Gritar, golpear, empujar, amenazar… Y… Tomar su mano y largarnos los dos juntos…
Odio eso. Esos dos lados de mí salen cuando ella está delante. O sale mi lado más violento… O sale ese lado de mí tan podrido y derrumbado, que cree que solo se merece ensuciar su alma viviendo con una persona como Nora. Esos dos lados deben desaparecer. Son mi yo de hace muchos años, pero ya no soy así. Ahora puedo tener amigos geniales, y a personas como Abril en mi vida… Antes era imposible. No puedo volver a ser así.
—No puedo… —creo que digo en voz alta—. No puedo…
Me desplomo de rodillas contra el suelo. Estoy llorando.
—Vale, ya basta —dice Anna—. Tú, fuera de aquí.
—Anna, déjame ayudar a Izan a…—empieza a decir Nora.
—¡Fuera de aquí he dicho! ¿No me has escuchado bien? ¡Fuera, ya! —Anna empieza a empujar a Nora.
—Vete, por favor —Oliver se pone al lado de Anna y se une a ella para evitar que Nora se vuelva a acercar a mí—. ¡Fuera, por favor!
—Vale, vale… Vosotros ganáis. Es muy triste que no pueda ni charlar con una persona que fue tan importante en mi vida. ¿Por qué tienen que ser así las cosas?
Nora se da la vuelta y empieza a caminar. Antes de irse del todo, gira un poco la cabeza.
—No me ha gustado cómo has tratado a tu hermana, Oliver.
—Reconoce que ha sido tu culpa… —dice él, con la cabeza algo más agachada.
Creo que Nora no le ha contestado. No puedo ver bien. Seguro que solo le ha sonreído y se ha ido.
Estoy llorando. No veo bien lo que pasa a mi alrededor. Intento mirar cómo están los demás. Lydia está apretando los puños y mirando al suelo, conteniendo las ganas de llorar o de gritar. Oliver está con las manos en la cabeza. Creo que le ha dado un ataque de ansiedad, porque no puede respirar bien. Y Anna… Ah, sí. Anna me está abrazando. Es ella la que me abraza. No es Nora. Por un momento he pensado que Nora me abrazaría. Pero se ha ido, ¿verdad? Ya no está. Es Anna… Puedo estar tranquilo. Ya ha pasado, ¿verdad?
—Nora… ¿Se ha ido? —digo.
—Se ha ido. Tú no te preocupes más. Y, si vuelve, la vuelvo a echar a patadas, vamos —me dice Anna abrazándome más fuerte.
—Gracias… —digo, y no pierdo el conocimiento de milagro. Pero estoy mareado.
Creo que hay gente del mercado que nos está mirando. Odio que me miren. Odio que algo se ensucie en mi templo de los sábados. Nora ha hecho esto. Ha oscurecido uno de mis momentos favoritos de la semana. No se lo puedo perdonar.
La odio.
La odiaré siempre.
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