Viernes 1 de septiembre de 2023
- Joel Soler
- 1 sept 2023
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 3 sept 2023
Capítulo 185
Buscamos a Flora
“Es lo suyo, pero no sé cómo ni por dónde. Al que van a buscar es a mí, me parece.”
No tiene mucho sentido buscar a Flora si sabemos que la encontraré el día seis.
—Oye, Izan —dice Lydia—. No tiene mucho sentido buscar a Flora si sabemos que la encontrarás el día seis.
—Hostia, te juro que estaba pensando lo mismo con las mismas palabras exactas.
—Una mente, Izan. Una mente.
—Pero es que me da miedo… Una cosa es que la encuentre, pero, ¿en qué condiciones? A lo mejor si encontramos alguna pista antes, podemos evitar cosas peores…
—En eso tienes razón —dice—, pero no se me ocurre en qué podemos fijarnos. ¿Interrogar a los vecinos? Cuando robaron en el edificio te las diste de detective también, ¿no?
—Sí… Aunque ahora creo que será un poco diferente. Para empezar, tanto Aaron como los LuLu sospechan de mí. Ahora tengo al edificio en contra. Si me pongo a preguntar, quedará rarísimo —veo que Lydia está mirando el móvil—. Oye, ¿me estás escuchando?
—Cincuenta cincuenta —dice—. Perdón. Es que Jordi no se calla.
—¿Qué quiere ese ahora? Mira que es cansino…
—Lleva días pidiéndome que arreglemos cosas, y yo llevo desde que salí de fiesta con Alex siendo muchísimo más tajante con él. No lo soporta el muy capullo. ¡En fin! Como si yo ahora tuviera cabeza para eso. Entre lo de Flora y lo del calendario… Vaya predicciones raras que tienes.
—No sé ni cómo afrontarlas… —digo.
—Pues poco a poco, Izan. Poco a poco. Cosas raras en el edificio, un vecino nuevo, un USB… Mejor no comernos mucho la cabeza con eso.
—No. Mejor que no. Pero las de las amenazas de muerte… No las llevo nada bien.
—¡Pero no te matan! —dice—. Además, Frank te anima.
—No me matan en septiembre. Luego ya veremos. Miedo me da que un día un calendario llegue hasta cierto día, y todos los demás estén vacíos.
—Anda ya…
—Anda ya, no. Mira, hay un día vacío este mes. Es la primera vez que pasa, y me tiene obsesionado desde que lo vi.
—Ya…
—Parece que conozco a los VDLS al completo, con Rojo incluido. Y Gris, supongo. Incluso eso me pone nervioso. Pero es que justo después es cuando todo explota, y luego, día vacío. ¡Y luego esa cara sonriente que no sé ni cómo interpretar!
—¡Respira, Izan!
—Y encima hay un día que pone que mi esperanza es Nora… Yo de verdad que no puedo más.
—Ya —dice—. Ese no me ha gustado nada de nada, te lo juro. Pero vamos, que estoy yo como para opinar, habiendo una predicción que solo pone “Lydia y Estrella”.
—¿Y quién es Raúl ahora? ¿El chico misterioso no se llamaba Saúl? ¿O me he vuelto loco del todo?
—Ni idea, tampoco —dice sin hacerme mucho caso. Está con el móvil otra vez, y ya me da igual.
Salimos a dar una vuelta y, tal vez, preguntar a algunos vecinos, pero con cuidado.
Al bajar las primeras escaleras, vemos a varios vecinos hablando en el rellano del segundo. Están los ancianos, Gemma, Gabriel y Lucas. Al aparecer nosotros, Lucas me dedica una mirada asesina.
—Mira —dice Lucas, señalándome, el muy capullo—. Ese estuvo merodeando por la puerta de mi casa a las cuatro de la mañana. Se lo dije al presidente y le dio igual.
—Oye, si me viste es porque tú también estabas fuera de tu casa —digo, y no sé ni por qué me meto en estas cosas—. ¿Qué hacías tú ahí?
—A ti no te importa. La que ha desaparecido es mi hija.
Todos nos callamos porque escuchamos a Lucía llorar muy fuerte en su casa. Lleva un rato llorando, ya la habíamos oído antes desde mi casa, pero a veces hace pequeñas explosiones de puro sollozo. Ahora resulta que le importará su hija y todo.
—Yo creo que ha sido Izan —dice Lucas—, o que, si no, ha sido el nuevo.
—Ya entraste en mi casa y ya has visto que no hay nada raro —digo.
—¿Quién es el nuevo? —pregunta Lydia.
—Ah —dice Gabriel—, hay un vecino nuevo. Un chico de unos treinta que vive solo en el tercero primera. Vino hace unos pocos días. ¿No lo habéis visto?
—Pues no —dice Lydia—. Parece que no hace mucho ruido ni sale mucho de casa.
—Parece tranquilito, sí —dice Gabriel—. Pero ya hemos revisado su casa. Fue muy amable al dejarnos pasar, y no vimos nada raro.
—¿Y hemos registrado tu casa? —dice Gemma—. Porque sería el primer sitio donde yo miraría para ver si está Flora.
Gabriel no responde. Intenta ignorar a Gemma, pero se nota que está conteniendo las ganas de decirle algo desagradable.
—Yo quiero mirar en todas las casas del edificio —dice Lucas.
—De acuerdo, podemos ir a mi casa ahora mismo —dice Gabriel.
Algunos vecinos van para allá. Como yo sé que no encontraremos nada ahí, paso un poco del tema. Lo que sea por no pasar ni un segundo más cerca de Lucas.
Al salir a la calle, veo que Lydia sigue mirando el móvil.
—¿Tanto te molesta Jordi? —digo.
—Vale, vale —dice Lydia—. Soy idiota, es verdad. No puedo evitar leer lo que me dice. Pero ya paro.
—Somos unos pringados con el tema de los ex, de verdad…
—No te lo puedo negar. Somos dos desgraciados, Izan. Dos miserables y penosos desgraciados.
—Y bueno, ¿cómo buscamos a Flora?
—Pues no sé —dice—. A lo mejor ha dejado alguna pista por la calle y todavía no la ha encontrado nadie. A lo mejor podemos encontrar algún establecimiento que tenga cámaras de seguridad que apunten a la calle…
—O podemos usar calendarios perturbadores que digan cuando sacarla del escondite —dice una voz a nuestra espalda. Los dos nos sobresaltamos y nos giramos de golpe. Es Aaron.
—Qué susto, cabrón… —digo.
—Eres malísima gente, Aaron, te lo juro —dice Lydia.
—Yo también me alegro de verte Lily, pero hoy no podemos ser tan amigables como siempre.
—No, si ya… —dice Lydia—. Izan me lo ha contado, así que, si quieres hacer tu show, tendrá que ser conmigo delante.
—Pues perfecto. Ya me lo imaginaba —dice Aaron.
—¿Qué quieres…? —digo.
—Que me cuentes lo del calendario creepy y por qué sabías que Flora iba a desaparecer.
—No te voy a contar cosas que ya sabes —digo.
—¿Ya las sé? Que yo sepa, no sé nada de nada —dice Aaron.
—¿Cómo que no? —dice Lydia—. ¿No le habías dicho a Izan que un pajarito te había guiado hasta ahí? Pues digo yo que el pajarito ya te habrá contado de todo. Por el contrario, Aaron… Tú mismo declaraste que un pajarito te incitó a colarte en casa de Izan. Me pregunto si habrá pruebas de eso y si es denunciable que admitas que te incitaron a entrar en casa de alguien y a revisar su propiedad privada…
Aaron la mira muy serio. La está escrutando. Yo ni me atrevo a meter baza.
—No sé si eso es tan así, Lily —dice—, pero tampoco me la quiero jugar mucho, que luego la policía se pone a hacerme preguntas o a ir a sitios, y paso —hace una pausa y nos mira, entrecerrando los ojos y sonriendo un poco—. A ver, ¿hacemos un trato? Si vosotros me contáis algo, yo os cuento cosas sobre el pajarito. Cuanto más me contéis, más os cuento yo. O sea, creo que es razonable, ¿o no?
Lo pienso unos segundos antes de contestar.
—Antes de contarte nada, ¿a ti te queda claro que yo no le he hecho nada a Flora, o todavía no? —digo.
—Uy, Izan… Me lo dices con una seguridad que te voy a tener que creer. ¿Tú desde cuando hablas así? Un poco más y me tiemblan las piernas.
—¿Te estás burlando de mí?
—Qué va. Lo digo en serio. En realidad, no creo que le hayas hecho nada a Flora. Pero es que es super raro, qué quieres que te diga.
—Pues no te puedo contar mucho —digo—, pero sí que te contaré algo. Yo no escribo esas cosas, eso lo primero. Alguien me envía esos calendarios al final de cada mes. Ahora tengo uno con el mes de septiembre, que me llegó ayer por la noche. Las cosas que pone en cada calendario se cumplen, y la cosa lleva así desde marzo —saco el calendario de septiembre y se lo dejo ver por encima, pero sin dejar que profundice—. ¿Ves la predicción de mañana? Pone que Gabriel se quiere ir. Yo no voy a mover ni un dedo. Intenta enterarte tú. Verás como mañana, si le preguntas, Gabriel dirá que se quiere ir. Al día siguiente pone que hablo con Gemma. Yo no le diré nada. No se lo digas tú tampoco, pero verás como ella me lo dice a mí. Es más: no saldré de casa ese día. La única forma de que la predicción se cumpla es que Gemma venga a buscarme. Ahí te convencerás de que yo no hago nada. Pasa y punto. Y no te quiero contar más porque sería darte una ventana entera a mi vida, y porque no sé si me puedo fiar de ti y de tu pajarito, así que eso será todo por ahora.
Aaron se queda callado con la boca abierta. Lydia también está callada, pero me mira con admiración. De hecho, me está aplaudiendo.
—Guau… O sea, ¿cómo? —dice Aaron.
—Lo has explicado muy bien —dice Lydia—, aunque a lo mejor has contado más de lo que se merece este pérfido extorsionador.
—Ya, me he dado cuenta, pero es que las predicciones de mañana y pasado son buenas para que vea que digo la verdad. Lo que sí te pediré, Aaron, es que no se lo digas a nadie ni me atosigues con el tema, porque estoy al borde de la explosión.
—Ya lo veo, ya. Estoy alucinando, te lo digo ya. Madre mía… ¿Qué es todo eso? Oye, yo no sé si te has vuelto muy loco o si es verdad, pero me esperaré a lo que me has dicho de Gabriel y de Gemma. Me lo voy a tomar en serio, porque vi al cachitas que te salvó y porque Flora ha desaparecido, pero… Guau. Te contaré alguna cosita más si me convence lo que pase mañana y pasado, ¿te parece bien?
—Me parece bien —digo—. Pero, por favor, no me hagas las cosas más complicadas de lo que ya son. Bastante mal lo estoy pasando.
—Soy testigo —dice Lydia.
—Vale, vale… Ahora parecerá que soy yo el malo, y tampoco quiero eso. Pasado mañana hablamos, venga. Suerte con el calendario. Madre mía…
Aaron se va. Yo abrazo casi por instinto a Lydia, creo que para no caerme al suelo de tanta tensión. Ella me da palmaditas en la espalda y me felicita.
Tras un paseo y comentar algunas cosas sobre lo de Aaron, Lydia vuelve a mirar el móvil.
—Oye, Izan, yo me voy ya —dice—, que tengo que recoger a mi gata y volver a casa ya. ¡Eh! Estamos en contacto, ¿vale? Me cuentas cualquier cosa sobre las predicciones. Lo que sea. Estoy al máximo contigo.
Lydia vuelve rápido a mi casa, recoge sus cosas y se va. Se notaba muy agobiada, así que no la he querido detener. ¿Ha sido culpa de Jordi? ¿Le habrá dicho algo que ha cambiado su posición defensiva contra él? No lo sé… Pero no me fío nada de él. Aunque tampoco quiero pensar en ese tío. Lo que me faltaba, vamos.
Poco a poco, Izan… Poco a poco.

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