Capítulo 318
Puedo volver a confiar
“Después de lo de ayer, el nombre de esta predicción es todo un alivio.
Aunque el mérito será de ellos, claro.”
Tal y como acordamos, Frank y Saúl se presentan en casa por la mañana. Marina no ha venido porque trabaja, y porque tampoco era tan necesaria, siendo Saúl el que lo explicará todo.
La tensión es increíble, en serio. Estamos sentados los cinco en silencio, mirándonos unos a otros. En el caso de Alex y Lydia, porque yo les he pedido que estén lo más callados que sepan, ya que no quiero que interrumpan las explicaciones que los Salamander habrán preparado, por su bien, para que vuelva a confiar en ellos.
Gracias al funcionamiento del calendario puedo saber que terminaré por confiar en ellos, pero tal vez no en este intento. Tal vez veo como desaparece el mundo porque no me convencen. Pero me da igual. Me tienen que convencer de corazón, y lo saben.
—Bueno, Izan… —dice Saúl—. Lo mejor que puedo hacer es contarte, con toda honestidad y sin tapujos, mi historia. La parte de mi vida que me conecta contigo y que me arrastró hacia todo esto del calendario. ¿Me escucharéis hasta el final?
Yo asiento. Creo que Lydia y Alex hacen lo mismo.
Saúl se incorpora en el sillón y dirige su mirada hacia mí.
—Yo viví un año 2023, y hasta el veintinueve de febrero de 2024, sin ningún tipo de relación contigo o con nadie que conozcas. Vivía en el mismo edificio que ahora, eso sí. Eras tú el que no vivía aquí.
Saúl hace una pausa. Creo que no le es nada fácil hablar de esto.
—El día veintinueve de febrero me acosté pronto. Cuando me desperté el uno de marzo… Bueno, tardé bastante en darme cuenta, pero… Ya no estábamos en 2024. Estábamos en 2023. Durante bastante tiempo me creí que se me había ido completamente la cabeza, y que, o me había inventado todo un año de mi vida, o que mi percepción me estaba engañando en ese momento. Mi hermana y amigos me decían que no tenían ni idea de qué hablaba, y me sugerían ir a un psicólogo. Pero yo lo recordaba perfectamente… Yo había vivido todo un año entero que, de repente, fue borrado. O reiniciado, si lo prefieres entender así.
Dicho así, Saúl me da mucha pena. Fue muy de repente, y sin ningún tipo de explicación ni nadie a quien acudir…
Aunque hay una cosa que no entiendo: ¿vivió todo ese año sin conocerme? ¿Cuántas veces se ha reiniciado todo el año?
—Durante varios meses, pasé los días perdido, loco y sin saber qué hacer o con quién hablar. Simplemente asumí que esa era mi nueva vida… Hasta que conocí a una persona. Una que todos vosotros conocéis: Estrella.
—¿Estrella? —dice Lydia—. Pensaba que dirías Nora, Olivia o alguien así.
—No. Primero conocí a Estrella. La conocí porque no me quitaba el ojo en una cafetería. Al final me sentí incómodo y me senté con ella para incomodarla también, a ver si le hacía tanta gracia seguir mirándome. Entonces fue cuando me dijo el motivo por el que me miraba… Dijo que mi aura estaba cargada. Que pesaba mucho.
—Eh… A mí Estrella me dijo algo similar hace mucho tiempo —digo.
—Estas técnicas nuevas para ligar no las entiendo muy bien —dice Alex.
—Hablando con Estrella —sigue Saúl—, llegamos a la conclusión de que toda esa carga era lo que arrastraba del mundo anterior. De que yo tenía esa carga porque acumulaba dentro de mi alma, por así decirlo, todo aquel año perdido, y además lo recordaba. Y entonces me dijo que ella conocía a una persona que tenía una carga similar, aunque mucho más pequeña… Y pensé que era mi esperanza. Por fin alguien más recordaría su vida pasada y tal vez tendríamos un hilo de dónde tirar… —Saúl me señala—. Esa persona eras tú, Izan.
—¿Yo? ¿Estrella me conocía?
—Sí. Porque el mundo del que te estoy hablando es en el que escribiste el calendario de forma inocente. Si miras las predicciones de los primeros meses, tú ya conociste a Estrella en esos momentos. Yo la conocí a principios de agosto.
—Ah, agosto… Espera, entonces… En agosto fue cuando…
—Durante un tiempo te seguí por la calle a escondidas sin saber qué decirte o cómo abordar el tema. Tenía la esperanza de que, haciendo eso, pudiera encontrar alguna pista sobre lo que me pasaba —Saúl se detiene y sonríe un poco—. Sabes lo que viene ahora, ¿no?
—No… Por favor… —digo, tapándome la cara.
—Mientras seguía a Izan de noche, vi que estaba borracho y… Se caía a un río. Entonces lo salvé. Así fue como Izan y yo nos conocimos.
—Un aplauso para Saúl —dice Lydia—. El héroe original.
—Oye, no te pases… —dice Frank.
—Pero, una cosa —digo—. Si nos conocimos en agosto, ¿cómo es que en el calendario pone que no te conozco hasta octubre?
—Por tu parte, porque ese día apenas estabas consciente. Sabías cómo era mi cara y cuál era mi nombre, pero, cuando te dejé en el hospital, me volví a mi casa, y no volviste a saber de mí hasta octubre.
—¿Y por qué pasó eso? ¿No querías hablar conmigo?
—Sí, hablé contigo… Pero muy de tanto en tanto y solo por chat.
—¿Por qué?
—En aquella época, todavía intentando recuperarme del reinicio temporal, viendo como mi vida había cambiado tanto, y tantas cosas habían desaparecido para siempre… Mi mente no funcionaba bien. Ahora lo llevo mucho mejor, pero, aun así, sigo necesitando medicación para no perder la cabeza. Por eso te seguía de esa forma tan obsesiva hasta altas horas de la noche… Porque sabía lo que quería hacer, pero no tenía la capacidad para hacerlo correctamente. No quería ni podía hablar con nadie. Tuve suerte de tener ese impulso cuando me senté con Estrella en aquella cafetería, pero, si se me viera desde fuera, parecería que era alguien con ojos de loco que se acercaba más de la cuenta a una desconocida.
—Menos mal que Estrella simpatiza con ese tipo de gente… —dice Lydia.
—Lo que hice fue dejarte el contacto en el hospital —continúa Saúl, mirándome—, y así fuimos hablando de tanto en tanto. Hasta que un día me dijiste que no podías más con tus vecinos y que querías cambiar de edificio y ganar dinero alquilando el tuyo. Ahí fue cuando te alquilé esta casa, que era la de mis padres antes de morir, y que ahora nos pertenece a Daria y a mí. Por suerte, aunque la teníamos alquilada a unos estudiantes, dejaron de necesitarla ese mismo verano, y se quedó libre para septiembre, así que pude ofrecértela con un buen precio de alquiler. Pensé que, si éramos vecinos y yo era tu casero, me sería más fácil charlar contigo. Así es como nos conocimos por fin en persona el día que marca el calendario, en octubre.
—Oye, pero… ¿Y qué pasa con los reinicios de días sueltos que estás viviendo ahora? —pregunto.
—No corras —dice Frank—. Déjalo que lo explique en orden.
—Perdón —digo, y hago un gesto a Saúl para que siga.
—Los siguientes fueron dos meses realmente intensos y especiales… —dice Saúl—. Como en esa línea te salvé la vida y ya habíamos hablado varias veces, me considerabas un amigo, sin saber que yo solo me acerqué a ti para ver si te sacaba alguna información sobre lo que pasó con ese año reiniciado. Y fue por considerarme un amigo que me invitaste a tu fiesta de cumpleaños dos días después. Ese día conocí a Iris.
—Hostia, la parte de Iris…—digo, incorporándome, en guardia.
—Como yo estaba tan tímido y apartado de todo, Iris simpatizó conmigo y era la que me daba más conversación. Mientras los demás gritabais —Saúl mira a Lydia, que se da por más que aludida—, Iris me hablaba flojito y de una forma más privada. Me pareció encantadora. Para cuando estábamos terminando la reunión de cumpleaños, le di mi contacto y empezamos a chatear esa misma noche. Fueron unos días muy intensos… Porque, por un lado, en el chat, no paraba de hablar con Iris, y por el otro, en persona, pasaba todo el tiempo contigo, Izan. Y… No sabéis lo que fue eso para mí…
La voz de Saúl empieza a quebrarse.
—Yo tenía una vida que desapareció, y odiaba, no sabéis cuánto odiaba, este nuevo mundo reiniciado que no tenía nada que ver con el mío… Hasta que os conocí a ti y a Iris. Hablar con vosotros cada día, pasar tanto tiempo juntos… Nunca había estado tan feliz con nadie… Y esa fue la primera vez que sentí que mereció la pena haber perdido aquel año de mi vida para poder vivir esa segunda versión del mundo.
Saúl suelta una lágrima. Su voz está cada vez más rota.
—Para mí, Izan pasó a ser mi mejor amigo. El mejor amigo que había tenido nunca en toda mi vida. Y el quince de noviembre decidí pedir a Iris que saliera conmigo. Hice todo un plan, con músicas y un regalo que Iris adoraba, para estar a la altura, y se lo conté todo a Izan. Verás… Iris se obsesionó con un peluche de una máquina de esas de gancho, y lo intentamos sacar, pero nada. Entonces ahorré una cantidad respetable de monedas para intentarlo muchas veces, y te pedí que lo grabaras para que quedase constancia de que era ese peluche conseguido por mí en esa misma máquina, sin trampas ni engaños. Con ese vídeo, ese peluche y una buena selección musical, pedí a Iris que fuera mi pareja. El plan me salió bien, Iris aceptó… Y, además, ese día me enseñaste una cosa que no me habías enseñado hasta el momento.
—¿El qué…?
—Tu calendario.
—El calendario… —digo, con los ojos muy abiertos—. ¿El calendario?
—Me dijiste que apuntabas una frase en cada casilla que definiera tu día. No me explicaste por qué lo hacías, pero parecía algo completamente inofensivo. Entonces, para enseñarme como lo hacías, escribiste: Saúl es un genio.
—La predicción de “Saúl es un genio”… —digo—. En este mundo, lo que hiciste fue darme consejos a ciegas sobre mi problema con la mafia de Salvador y Víctor…
—Sí. Fue mi forma de hacer que se cumpliera esa predicción. Ese día, en mi interior, sufrí muchísimo al recordar que, en el mundo anterior, fue de los días más felices de toda mi vida.
—Saúl… —digo, sin saber qué más decirle—. Yo… Yo no…
—No te preocupes —dice—. Voy a seguir.
Asiento.
—El mes de noviembre que vivimos fue muy diferente a este. En este mundo, fue un mes marcado por todos tus problemas con la mafia, pero, si te fijas, ninguna predicción hace alusión directa a eso. En ese mundo, tú no tuviste ningún problema con la mafia. Por el contrario, tuviste problemas con amigos, y en especial… Con Frank.
Miro a Frank. Él no mira a nadie.
—Por aquel entonces, yo también empecé a hacerme amigo de Frank, porque, al igual que en este mundo, también vivió contigo en esta misma casa. Nos hicimos amigos y, en vuestra extraña pelea, yo era algo así como el mediador. Eso me hizo acercarme mucho a Frank también.
—¿Por qué nos peleamos…? —pregunto.
—En ese mundo Frank sí volvió a la cárcel por segunda vez, y la experiencia ahí fue bastante dura para él. Empezó a vivir amenazado, pero no quiso compartir su experiencia con nadie. Eso hizo que estuviera más nervioso y con más secretismos. Si combinamos eso con que tú, Izan, volviste a una de tus recaídas con Nora… Eso hizo que los dos os juzgaseis severamente el uno al otro.
—No paras de recaer con Nora, Izan —dice Lydia—. Así no hay manera.
—Oye, ¿y yo no estaba para dar caña? —dice Alex.
—A ti no te llegué a conocer —dice Saúl—. Pero sí me hablaron mucho de ti.
—¿No vine a vivir aquí? —dice Alex, fingiendo tristeza.
—Puede que sí, pero… Después de que yo perdiera de vista a Izan para siempre.
—A principios de diciembre, ¿verdad? —digo.
—Sí… —continúa Saúl—. Como he dicho, noviembre fue un mes realmente feliz. Izan era mi mejor amigo, me estaba haciendo muy amigo de Frank, y mi relación con Iris era perfecta… —Saúl hace una pausa. Su expresión es la de alguien triste y frustrado—. Entonces llegó el asqueroso mes de diciembre… Donde todo se fue a la mierda.
—Donde dejé de fiarme de ti… —digo.
—Sí. El mes comenzó contigo dejando de hablar con Nora, otra vez, y después peleándote con Frank porque te pensabas que con eso ya bastaba para arreglar lo vuestro, pero Frank dijo que no lo hiciste de forma sincera y que volverías a recaer con ella porque la forma en la que te habías alejado esta vez de Nora era la más artificial de todas. Acabasteis fatal y Frank se fue a casa de sus padres unos días. Tú te quedaste solo y devastado. Además, te enteraste de la muerte de Lucas, algo que ocurrió también en ese mundo, pero que tú no viste ni participaste en ello. Eso también te dejó un poco chafado, en especial por ver a Flora pasarlo tan mal.
—Así que Salvador se iba a quitar de encima a Lucas sí o sí… —digo.
—Todo eso hizo que el día cinco de diciembre, tú no quisieras salir de tu habitación. Estabas depresivo. Entonces entré para animarte, pero tú pasabas de mí. Al final, te pregunté si podía escribir algo en ese día del calendario. Tú me dijiste que hiciera lo que me diera la gana. Entonces escribí “te ayudo con lo de Frank”, y te lo enseñé. Sonreíste un poco, y yo me puse muy contento al ver que había conseguido hacerte sonreír…
Saúl aprieta muy fuerte sus puños contra sus rodillas.
—Pero esa fue la última vez que seríamos amigos… Porque, cuando salí a ayudarte con Frank… La conocí a ella… A la persona que lo destrozó todo… A la culpable de todo…
—¿Conociste a…?
—¡Sí! ¡Conocí a esa vieja loca asesina!
—Saúl, calma —dice Frank, levantándose de la silla y poniéndole una mano en el hombro—. Calma…
—Sí, perdón… —Saúl se toma un momento para respirar—. Conocí a Olivia Sallares. Por lo visto, había descubierto que alguien conservaba recuerdos de la realidad anterior. Supongo que ella también puede ver el aura, como Estrella, o vete a saber cómo lo hizo… Pero lo hizo, y vino a verme. Me dijo que era un inconveniente para sus planes, y que tendría que hacer lo que ella diga, o mataría a Iris sin ningún tipo de problema. Yo le dije que no me lo creía, pero entonces me empezó a decir datos personales de Iris… Incluso cosas que no debería saber nadie… Y me asusté. Le pregunté que qué quería… Y me dijo que tenía que desaparecer de tu vida. Me pidió que te dejara claro que yo era un miserable que te había estado utilizando. Mi plan era hacerle caso, pero luego investigar a Olivia y buscar una forma de contraatacar.
—Entonces, la predicción donde digo que eres un asqueroso miserable…
—Sí. Fue el resultado de fingir que lo era. De mostrarme como un traidor frente a ti. Te hice “descubrir por tu cuenta” que yo siempre te estuve engañando y burlándome de ti, que yo era amigo de Nora, que era enemigo de los VDLS, que fui yo el que hizo que Frank y tú os pelearais… En fin, toda clase de patrañas que sirvieron para que te dieras cuenta de que yo era lo peor, y así cumplir con lo que Olivia me había pedido.
—De verdad, qué asco da —dice Lydia.
—Saúl… Yo… Lo siento muchísimo… —digo.
—El problema fue que, cuando hice todo eso… Olivia me secuestró. Desde el siete de diciembre hasta el veintinueve de febrero… Pasé todos los días de mi vida en ese mundo encerrado en una celda de Olivia Sallares.
—¡¿Qué?! —grito.
—No pude decirte nunca la verdad… Iris nunca supo qué pasó conmigo… Solo tuvo tu versión de los hechos, supongo. Nuestra relación terminó de esa forma por culpa de Olivia… Pero, por lo menos, salvé su vida. Aunque para qué, si ese mundo ya no existe…
—¿Es seguro que ese mundo ya no existe? —pregunta Alex.
—Esto no es como los mundos que dejan atrás los viajeros del tiempo como Rojo y Gris. Cuando ellos se van de sus líneas temporales, estas siguen adelante sin ellos, y lo único que hacen es crear una línea nueva alternativa con los cambios que provocan con su viaje. Pero esto es otra cosa… Esto es un mismo mundo que se reinicia. Que vuelve hacia atrás sobre sí mismo. No existe porque todo volvió hacia atrás.
—No me lo puedo creer… —dice Lydia, tapándose la boca.
—Es demasiado… —digo.
—Sí, pero ya lo tengo más que asumido —dice Saúl.
—Pero, ahora que lo pienso… —digo—. Todos esos sentimientos de culpa que tengo a veces hacia ti… Como una especie de confianza ciega, arrepentimiento… ¿De dónde vienen?
—Esto no lo sé seguro —dice—, pero mi teoría es que, en algún momento antes del veintinueve de febrero, supiste la verdad sobre lo que me pasó. Eso haría que se quedase una marca muy fuerte de arrepentimiento en ti. Un sentimiento que hizo que, incluso con el reinicio, tú tuvieras claro que éramos amigos y que tenías que confiar en mí. Por eso confiabas en mí a ciegas sin saber por qué, por muy extraño que me comportara en esta versión de la historia.
—Ah… Entiendo. Joder… Saúl… No sé qué decir.
—Durante el tiempo en el que estuve encerrado, me hice amigo de una persona algo… Inusual —dice Saúl—. De Nora.
—¿Qué? —decimos Lydia, Alex y yo al mismo tiempo.
—Nora venía a visitarme de tanto en tanto. No se atrevía a llevarle la contraria a su abuela, así que nunca me liberó… Pero sí se sentaba a charlar conmigo. Al principio, para burlarse de mí. Después, para hablar ella sola de su vida. Con el tiempo acabé conociéndola muchísimo, y acabó abriéndose de verdad a mí, explicándome muchas cosas íntimas y sintiendo interés por mi vida.
—Creo que empiezo a entender por qué te aliaste con ella en este mundo… —digo.
—Sí. A partir del Proyecto Esmeralda, que terminó con la muerte de Salvador, pero no con la de Olivia, Nora empezó a ser mucho más abierta conmigo. Pero, al final, nunca me llegó a liberar. Me pidió perdón porque no quería traicionar a una persona. Ahí fue cuando nombró a esas famosas cuatro personas intocables. Tú, su hermano, su madre… Y una cuarta persona que nunca me quiso mencionar, aunque se lo pregunté una y otra vez.
—Ahora son seis, ¿no? —dice Lydia.
—Sí, ahora son seis —dice Saúl—. Por lo visto, en este mundo, ha encontrado motivos para añadir a dos más. Pero yo creo que la persona en la que nos tenemos que fijar es en la que siempre estuvo ahí. Esa cuarta persona que no quiso mencionar en los calabozos del mundo anterior… Independientemente de la identidad de los dos nuevos añadidos en este mundo.
—Una persona por la que Nora lo daría todo… —digo—. Eso me cuesta tanto de creer…
—Llegó por fin el veintinueve de febrero. Cuando ese día terminó, lo vi bien. Todo el mundo entero empezó, literalmente, a rebobinarse. No es como cuando se reinician los días en las predicciones fallidas, que todo se rompe y luego el día vuelve a empezar. En este caso… Mi cuerpo y todas las cosas que hice, las estaba viviendo de nuevo, pero al revés, a una velocidad imposible de percibir. El mundo físicamente se estaba rebobinando… Y yo lo pude ver y vivir. Cuando todo se reinició, aparecí en la cama de mi habitación, en la misma situación en la que estaba el día uno de marzo. El tiempo había vuelto a reiniciarse. Este mundo es la tercera versión de la historia.
—A eso te referías con que el mundo volvió hacia atrás sobre sí mismo —digo—. Suena… Suena a que quiero perder el conocimiento.
—Pensé: otra vez… Volvemos a empezar… ¿Cuántas veces ocurrirá esto? ¿Cómo lo puedo cambiar?
—Claro… —digo—. Ni siquiera sabemos si con todo lo que conocemos ahora, podremos evitar eso…
—Pero es que, al terminar el uno de marzo de este mundo… Empezó el horror.
—¿Qué?
—Los reinicios —dice Frank—. Aquí empieza la verdadera pesadilla de Saúl.
—Sí… Los reinicios —dice Saúl—. Al irme a dormir el uno de marzo, me desperté… Por la mañana del uno de marzo.
—No me jodas… —digo.
—Y al irme a dormir otra vez, me volví a despertar por la mañana del uno de marzo. Y luego otra vez, y otra, y otra…
—Qué horror… —dice Lydia.
—La predicción del día uno es que te golpea un balón, ¿no? —yo asiento—. Pues el día uno de marzo ocurrió, para mí, unas cuarenta y pocas veces antes de que, por fin, vivieses un día en el que un balón te golpeó.
—Qué dices…
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—El día dos, en cambio, no tuvo ningún reinicio. Por lo visto te resfriaste a la primera. El día tres lo mismo, todo bien, contrataron a Lydia a la primera. Empecé a tener algo de esperanza. Pero, el día cuatro… En la predicción “gano algo de dinero”… Tuvieron que pasar quince reinicios antes de que se cumpliera. ¿Y la de “me caigo al suelo”? No te creas que eres tan torpe, Izan, porque tardaste como setenta intentos en caerte al puto suelo. Pero la peor fue la del día siete. “Mi equipo gana 91 a 76”… Para que el resultado fuera exactamente ese, tuvieron que pasar… Mira, no lo sé, perdí la cuenta. Fueron más de trescientos reinicios.
—Me… Me estoy mareando —digo.
—Lo peor de todo es que yo no sabía que eso pasaba por tu calendario. ¡Es que ni lo relacioné! Además, yo no tenía acceso al calendario. Solo sufría los reinicios sin saber cuánto tardaría en avanzar al siguiente día.
—Saúl… No sé qué decir… —digo, y la verdad es que me gustaría levantarme a darle un abrazo, pero no sé si ahora es el momento.
—Otras dos en las que sufrí mucho fueron las del día dieciséis y treinta. En esas dos terminé por intervenir de pura desesperación. En la primera, después de cientos de reinicios, decidí contactar con una persona que sabía que vivía en tu edificio. El problema es que yo no recordaba la dirección de tu antigua casa. Entonces fue cuando le mandé un mensaje directo a Aaron.
—¿Por qué a Aaron?
—En mi mundo, Aaron era un influencer muy reconocido que creció muchísimo en redes con algunos virales. Veo que en este mundo no ha tenido esa suerte. El caso es que, por su fama, recordaba su cuenta. Entonces le dije que te dijera si me recordabas. Estaba desesperado.
—¿Por qué no intentaste encontrarte conmigo en el mercado los sábados? —pregunto.
—Lo hice muchísimas veces, pero todas terminaron en reinicio. Casualidad o no, pero las veces que avancé en el tiempo fueron veces en las que no interactué contigo de manera directa. Además… Quise ser muy cauteloso. Sabía que estaba pasando algo complejo, y no quería actuar sin pensar. Al menos, no hasta estar del todo desesperado.
—Vale… —digo—. Bueno, por eso Aaron y tú empezasteis a hablar por privado, supongo. Y por eso me habló de vuestra conversación, y eso hizo que se cumpliera aquella predicción. ¿Y qué pasó con la del treinta de marzo?
—La visita extraña. Por lo visto nadie extraño te visitaba por más que se reiniciaba el tiempo. En el mundo original te debió de visitar un loco que pasaba por ahí, pero en este mundo no, por los caprichos del efecto mariposa, como siempre pasa…
—Y decidiste ser tú la visita extraña —dice Lydia.
—Sí, pero no. Recuerda que yo no sabía nada del calendario. No sabía nada de que la predicción hablaba sobre una visita extraña. Solo intenté visitar a Izan por pura desesperación, y porque llegaba un punto en el que daba igual si la cagaba o no, porque se reiniciaría todo. Lo digo muy en serio, pensaba que me quedaría atrapado en el bucle de ese día para siempre…
—Por eso viniste a verme y pusiste esa cara… —digo.
—Sí. Al verte, me puse a llorar. Cada vez que te visité en el mercado, en los intentos fallidos, supe contener las ganas de llorar por volverte a ver. Pero el día que fui a tu casa… Pasó algo distinto. Durante un momento pensé que me habías recordado, porque dijiste mi nombre. Entonces me emocioné tanto… Izan me había recordado… De verdad, sentí como se purificaba mi alma.
—Mierda… —digo.
—¿Por qué dijiste su nombre? —dice Alex.
—Porque desde que Aaron me contó lo de aquella conversación, yo me quedé con el nombre de Saúl en la cabeza, y al ver a un desconocido comportarse tan extraño, probé suerte para ver si era él. Y sí, lo era.
—Exacto —dice Saúl—. Y yo capté eso… Tres o cuatro segundos después de emocionarme como un niño. Cuando te vi la cara y recordé que conocías mi nombre por Aaron… Sumé dos y dos. Me rompí por dentro y salí corriendo. Fue tan triste… Pero mira, por lo menos, el tiempo siguió avanzando después de eso. Un triste consuelo, si os digo la verdad.
—¿Qué hiciste después…? —pregunto.
—Durante casi todo abril y mayo, mi vida era probar diferentes cosas, investigar, experimentar, interactuar… Y ver como todo se borraba con cada reinicio. Mi cordura no lo supo aguantar tanto tiempo, y pasé buena parte de esos meses drogado con dosis extra de la medicación. Dejaba que los días se reiniciaran sin hacer yo nada al respecto. Bueno, no. Lo que hice fue aprovechar pequeñas rachas de energía y lucidez, y sacarle partido a ese poder para empezar a ganar dinero gracias a la información privilegiada que me daban los reinicios. Empecé a buscar eventos de azar que mantuvieran el mismo resultado con las repeticiones, y luego, como esa era una opción muy limitada, empecé a jugármela más con apuestas y también con inversiones, sabiendo cuándo retirar el dinero a tiempo. La única condición era que los resultados se repitieran con las repeticiones para garantizar que no era fruto del azar. Mira, eso fue algo bueno. No me siento mal por eso, ya que yo lo que tenía que hacer era repetir una, y otra, y otra vez el mismo día de trabajo. Así que dejé el trabajo y me puse a ganar dinero con mi poder. El mundo me lo debía.
—Totalmente lícito —dice Lydia.
—Desde luego —añade Alex—. Mucho tardaste.
—Asumí que esa sería mi vida hasta que vi algo que me dejó muy mal cuerpo… —Saúl pasa sus manos por su cara—. De lo que viene ahora tengo que decir que me avergüenzo muchísimo, que quede claro…
—Ahora viene lo de Iris… ¿Verdad? —digo.
—Tú lo has dicho. A mediados de mayo, me encontré por casualidad a Iris y a Eric por la calle. Ellos no me reconocían. Para mí, Eric era ese amigo tuyo que venía muy de tanto en tanto al mercado, pero que estaba soltero. Y, en cuanto a Iris… No era la primera vez que la volvía a ver, claro, pero… Al verla con Eric… Bueno, los seguí, y vi que se sentaron en un banco y… Se besaron.
—Joder… —digo.
—En el anterior mundo, Eric e Iris apenas hablaban… Creo que no se llevaban mal, pero solo hablaban muy de tanto en tanto de un juego al que jugaron juntos en la pandemia, y ya. No me esperaba que aquí saldrían juntos… Pero a mí se me destrozó el corazón. Yo tenía una pequeña esperanza de volver a salir con Iris en este nuevo mundo… O, por lo menos, cuando todo terminara.
—Por eso enviaste esa nota…
—El día de la notita fue uno de esos en los que el tiempo se reiniciaba una, y otra, y otra, y otra vez… Y, en una de esas, decidí escribirte una nota para que impidieras la relación entre Iris y Eric. Pensé “¿qué más da?”. Como el tiempo se iba a reiniciar, no le di mucha importancia. Hacía muchas tonterías cuando pensaba que me quedaría atrapado en el mismo día… Pero, entonces, me arrepentí de pedirte algo tan miserable, y por eso te envié esa segunda nota corrigiendo la anterior. Por si acaso el mundo avanzaba y tú te quedabas con esa nota. Y vaya, el tiempo avanzó. Tiempo después supe que precisamente la predicción iba de ti recibiendo un mensaje extraño. Un mensaje que nunca te llegaba en este mundo, hasta que yo, haciendo el imbécil, la cumplí sin querer. Lamentable…
—Por eso enviaste las dos notas… Lo entiendo muy bien, Saúl. Siento muchísimo haberte juzgado por eso. Además, escribiste una de rectificación…
—Sí, pero eso no quitó que yo la cagara esa misma noche. Porque escribirte la nota hizo que se me ocurriera la feliz idea de ir a hablar yo mismo con Iris. La idea de abordarla y procurar que me recordara. Así de desesperado estaba.
—¿Eso pasó el mismo día de la nota?
—Sí. Sabía dónde estaba la pareja porque los vi de casualidad en uno de los reinicios de ese mismo día. Entonces me acerqué a hablar con Iris. Yo solo quería ver si reaccionaba. Si le pasaría algo similar a lo que te pasaba a ti con el olor, ¿sabes? Yo no sabía si eso era posible o no, pero quise intentarlo. Pero… Ponte en mi lugar. Tantas repeticiones, tantas versiones de mi vida reiniciadas y desaparecidas… Al final, desde fuera, se me debió de ver como un loco desesperado. Así lo percibió Eric, que se puso bastante violento conmigo, y… Bueno, ya lo sabes. Terminé en coma por pelearme con él, y por una mala caída.
—Mientras te pegaba, le dijiste que eras mi amigo…
—Sí. Se me escapó. Pero lo dije de corazón. Aunque no me recordaras, tú eras mi amigo de verdad.
—Joder… Lo siento mucho…
—No te preocupes. Si te digo la verdad, quedarme en coma fue una bendición. Durante todo el tiempo que pasé inconsciente, ya se podía reiniciar el tiempo una y otra vez, que yo no me enteraba de nada. Así pude avanzar desde el diecinueve de mayo hasta el diez de julio sin preocuparme por los reinicios.
—Es verdad… A mediados de julio, Eric me llamó para decirme que esa persona se había despertado.
—Cuando me desperté, me fui a hablar con Iris. Me gusta el peligro, pensarás. Pero sentía que era lo necesario.
—Fue un poco peligroso, sí…
—Le dije que no denunciaría a Eric si ellos no indagaban sobre mí. Que lo mejor era olvidarse de todo.
—Sí. Eso me lo contó Eric. Te llamó raro y cabrón por eso.
—Claro… Es normal. Pero yo quería asegurarme de que no intentaban indagar. Si yo no denunciaba, ellos tampoco moverían nada. Después de eso, volvimos a lo mismo de siempre.
—Aquí tengo que hacer un inciso que es crucial para que lo entiendas todo —dice Frank—. Ya que estamos yendo en orden cronológico, y que esto será importante para algo de después… Quiero que sepas por qué no fui a la cárcel esa segunda vez.
—¡Es verdad! —grito—. No fuiste a la cárcel. ¿Qué pasó ahí?
—¡Cuántas cosas! —grita Lydia.
—Cuando Nora te dijo que ella estaba involucrada en el calendario, a finales de junio… ¿Recuerdas que yo estuve por ahí esos días?
—Sí… Viniste a protegerme de Nora y sus acosos extraños.
—Hubo un momento en que hablé con ella. Es muy probable que lo vieses por la mirilla. Eso dijo Nora, al menos. Ella siempre sabía si estabas en la mirilla o no, no sé si por el sonido, o por alguna luz que se pueda ver en la mirilla desde fuera, o simplemente porque te conoce demasiado.
—Ah, pues… Sí. El día uno de julio vi que saliste de casa de Nora. Asumí que fuiste a amenazarla y que terminaste siendo tú el amenazado, porque luego Nora se burló de ti, diciendo que te pensabas que sería ella la que te metería de vuelta en la cárcel. Tú te fuiste a hablar con Dana o algo así…
—Exacto. Pues ese día yo estaba en casa de Nora porque ella me llamó para ofrecerme un trato. Yo, por supuesto, no me quise fiar de ella. Nora me dijo que podía usar sus influencias para evitarme la cárcel, ya que los que me iban a meter ahí de vuelta eran los Abad y Salvador Santalla… Pero, joder… Es que no quería volver ahí, Izan. Le quise hacer caso. Pensé que me arrepentiría muchísimo de hacer caso a Nora… Pero lo hice, Izan. Lo hice.
—Entonces… ¿Fue Nora la que te evitó la cárcel?
—Sí. ¿Te lo puedes creer? No me siento todavía muy orgulloso de eso, pero así fue. Me pidió que lo hiciéramos, eso sí, respetando las predicciones del calendario. Me dijo que te hiciera creer a ti que yo había vuelto a la cárcel, y por eso me tuve que esconder. Después, para hablar contigo, usaba a Dana como intermediaria, ya que ella sabía la verdad.
—¡Joder, claro! —grita Lydia—. A mí me chirriaba muchísimo eso. Había cosas raras, como la vez que ayudaste a Izan a encontrar esta casa, que no me cuadraba para nada, y se lo dije.
—Sí… Lo de esta casa es otro tema, pero ahora llegaremos —dice Frank—. Lo importante es que ahí fue cuando empecé a tener más contacto con Nora. Ella me iba detallando algunas predicciones importantes, aunque se negaba a compartir el calendario conmigo.
—Y así es como llegamos a agosto… —dice Saúl—. Un mes clave.
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—¡Eh! —dice Alex, revisando la hoja de agosto en las fotos del móvil—. El día ese que tiene mi letra, el de “¡por supuesto!”. Debí escribir eso en el mundo anterior, ¿no? Vi que Izan escribió que nos íbamos de fiesta, y yo lo ratifiqué.
—Por supuesto… —digo—. Supongo que también te enseñé el calendario a ti. O que tú lo cotillearías por tu cuenta.
—Si escribe alguien con su letra, ¿los bichitos esos raros también tendrán en cuenta el pensamiento de esa persona para considerar cumplida la predicción? —pregunta Alex.
—Seguro que sí —dice Saúl—. Así pasó conmigo en la predicción de diciembre. Hasta que yo no sentí que había ayudado a Izan con lo de Frank, no dejó de reiniciarse el tiempo.
—Brutal —dice Alex.
—Saltamos ahora a la predicción del héroe que te salva de morir ahogado —dice Saúl—. Aquí, tanto Frank como yo tenemos algo que contar. Por mi parte, yo empecé a sacar mis conclusiones sobre diversas cosas… Tantas repeticiones día tras día dan para pensar mucho. En una de esas, decidí pedirle a Aaron que se colara en tu casa para ver si tenías cierto objeto. Por desesperación, pensando en cosas que pudieran justificar que cada día se repitiera una cantidad de veces distintas… Es que pensé, de forma fugaz, en el famoso calendario.
—Y por eso le pediste a Aaron que lo buscara colándose en mi casa…
—Sí. Casualidad o no, pensé en eso el día anterior a conocerte en persona en el otro mundo. Esa predicción fue en la que te acostabas con Gemma. Hubo muchos reinicios ese día, así que pude seguirte en alguno de ellos y confirmar que ese día estabas destinado a emborracharte. De esta forma, aproveché ese día para hablar con Aaron, sabiendo que te podía robar las llaves, y pedirle que mirase lo del calendario. Siento si eso te puso en un problema con Aaron… No sabía que estabas en plena desaparición de Flora y que él sospecharía de ti. Y, bueno… Aaron subió a tu casa e hizo la foto que le pedí. Así pude ver que seguías teniendo el mismo calendario que en el otro mundo, pero con una diferencia increíble que me dejó helado: los días que todavía no habías vivido también estaban apuntados. Ese fue el día que descubrí que estabas atrapado por las predicciones de ese calendario. Sabía que todo era culpa de un hechizo de Olivia, pero no sabía que era por culpa de ese puto calendario…
—Esto es increíble… —digo.
—En mi caso —dice Frank—, ese día, Nora me habló. Me dijo que tú estarías en peligro, y que un héroe te tendría que salvar de morir ahogado. Que yo tenía que ser ese héroe. Así que, con esa información, confiando en que Nora no se estaba burlando de mí… Te seguí. Y era verdad, Izan… Joder, que te caíste al río, Izan. ¿Cómo puede ser?
Me da muchísima vergüenza recordar esto, pero ahora mismo estoy mucho más centrado en todo lo que me están revelando. Por fin todo empieza a encajar de verdad.
—Te salvé y procuré que no me vieras la cara —dice Frank.
—Me salvaste, pero yo ese día pensé en Saúl sin recordar ni quién era… —digo—. Por lo que pasó en el mundo anterior…
—Tú lo has dicho —dice Saúl—. Y, por mi parte, yo estaba contento porque por fin tenía información valiosa. Aunque, si te digo la verdad, no sabía cómo usarla al principio. Ahí fue cuando cometí una gran torpeza…
Miro la hoja de agosto y veo cuál es la siguiente predicción. Es la que indica que nos vamos al pueblo de Anna.
—Para asegurarme de que el calendario funcionaba, os seguí con el coche. Necesitaba comprobar con mis propios ojos si te ibas a ir al pueblo de Anna, y ver qué pasaba allí, si las predicciones se iban cumpliendo, si los reinicios eran, en efecto, intentos en los que la predicción no se cumplía…
—¡Sí que estabas en el pueblo de Anna! —digo.
—Sí —dice Saúl—. Pero no lo hice para seguir a Iris… Lo hice para seguirte a ti y confirmar lo de las predicciones. Entiende que fue la primera predicción después de que descubriera la verdad sobre el calendario, Izan…
—Pero Iris te vio…
—Sí. Eso fue una gran cagada. Iris estaba sola en el porche… Estaba preciosa… Y, sin querer, me quedé más tiempo de la cuenta mirándola. Por culpa de eso me vio, y yo me escondí rápido. Lo siento muchísimo…
—Oye, yo te entiendo —dice Lydia—, pero admite que no nos lo pones fácil para defenderte.
—Ya, ya lo sé… —dice Saúl—. Lo siento muchísimo.
—¿Qué pasó después? —pregunto—. Porque Salamander llegó muy poco tiempo después de aquello.
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—Sí… La primera semana de septiembre fue muy intensa, ya que mi siguiente paso, al saber lo del calendario, fue ir a buscar a Nora.
—Se nota que estabas desesperado… —dice Alex.
—Sí, no te voy a mentir. Pero era mi mejor baza.
—Pero Nora… ¿Te recibió bien? —pregunto.
—Si no lo hacía, siempre tenía los reinicios para intentarlo de varias formas —dice Saúl—. Pero no hizo mucha falta. Sí que me recibió bien, porque aproveché todo lo que sabía de ella de los dos últimos meses del mundo anterior. De toda esa etapa en la que me abrió su corazón. Nora quedó impresionada por todo lo que yo sabía de ella y por las cosas que le decía, y eso ayudó a que, como mínimo, me escuchara.
—Tiene mérito, sinceramente —dice Lydia, con los brazos cruzados.
—Tal y como sospechaba, Nora tenía acceso a más calendarios —dice Saúl—. Lo malo es que no me los quería enseñar, ya que quería proteger a alguien, como ya sabemos. Pero, a cambio, me ofreció un trato para ayudarme a reducir los reinicios: darme muchísima información de los días que ella escogiera, o de algunos temas en concreto que yo le quisiera preguntar.
—Como, por ejemplo, si se hizo mención a Naylon en algún momento… —digo.
—Sí, muy bien. Veo que hoy procesas mucho más rápido de lo habitual.
—Sí… —digo—. Porque estamos tocando un tema que llevo mucho tiempo teniendo en mi cabeza como lo principal. Prácticamente he memorizado todas las predicciones en orden…
—Pues es como dices. Empezamos a pensar en cosas así. Ella me comentó lo de la predicción en la que te agrega un contacto, por si la quería aprovechar. Yo le hablé de Naylon, y buscó su nombre en el resto de calendarios. Vio que no estaba, y planificamos usar esa predicción para agregarte con una cuenta llamada Salamander que serviría para tener más herramientas con las que guiar las predicciones. Cuando me habló de la predicción de la máscara en enero, pensé en aquello de la universidad que te dije ayer, y por eso escogí a Salamander y su máscara como elemento principal de la cuenta.
—¿Y cómo se unió Frank a todo esto? —pregunta Alex.
—En mis muchas conversaciones con Nora en esa primera semana de septiembre —continúa Saúl—, salió el tema de que Frank y yo éramos muy cercanos en el anterior mundo. Entonces, Nora me contó que Frank no estaba en la cárcel, y que estaban planificando el momento oportuno para su retorno en octubre sin contradecir el calendario. Lo entendéis, ¿no? Nuestros objetivos eran muy similares… Controlar las predicciones, asegurarnos de que se cumplían, pero añadiendo nuestras propias estrategias para que las cosas fuesen a nuestro favor. Haciendo que, por ejemplo, Frank evitase la cárcel sin contradecir al calendario en ningún momento.
—Entonces, en uno de los primeros días de septiembre —dice Frank—, Nora me dijo de quedar para hablarme de algo muy importante. Ahí conocí a Saúl, y me contó todo lo que os estamos contando hoy, y también la amistad que tuvimos en el otro mundo. Saúl sabía muchísimas cosas de mí y de Nora, y por eso lo escuchamos. Además… Yo pude ver su dolor, y supe que decía la verdad. Lo tuve tan claro, Izan… Llegó un punto en el que… Joder, que no quería que Saúl siguiera sufriendo. Hice todo esto por ti, Izan, y también para evitar la cárcel, pero… Ayudar a Saúl se acabó convirtiendo en un motivo igual de importante para mí.
—Gracias… —dice Saúl, con la voz quebrada de nuevo.
—Ahí fue cuando te agregamos como Salamander —dice Frank—. Desde ese momento, no parábamos de pensar en estrategias para que las predicciones se cumplieran y para manejar los puntos más importantes de tu historia.
—Como, por ejemplo, que vivieras aquí —dice Saúl.
—¿Ves? —dice Lydia—. Te dije que Frank te la estaba colando y que estaba muy interesado en meterte a vivir aquí. Yo se lo dije a Izan desde el minuto uno.
—Que sí, pesada —digo.
—A lo mejor fue algo chapucero —dice Frank—, pero hicimos lo que pudimos con los pocos recursos que teníamos.
—Nora también nos ayudó mucho —dice Saúl—, pero… Siempre con reservas. Siempre ocultando el calendario y contestando solo a las preguntas que ella quería contestar. Sabíamos muchas predicciones porque Nora nos las daba, pero nunca nos mostraba los calendarios.
—Nos la jugamos un poco ahí —dice Frank—. Joder que si nos la jugamos… Pero, predicción a predicción, las cosas que nos decía Nora siempre eran verdad, así que, por nuestro bien, decidimos confiar en ella.
—Nora es la que os daba toda la información anticipada… —digo—. Alguna vez Nora ha hecho lo mismo por mí. Me pregunto si su bando era consciente de esto.
—Puede que unos sí y otros no —dice Saúl—. Nos da la sensación de que cada persona de ese bando tenía objetivos muy diferentes. Pero lo único seguro es que Nora solo aprecia de verdad a uno de ellos. A uno que no es ni su ex, ni su abuela.
—Tienes que saber que muchas predicciones se cumplían por nosotros —dice Frank—, muchas otras porque se repetía todo una y otra vez… Pero muchas otras porque el bando de Olivia hacía lo mismo que nosotros, pero de una forma mucho más… Joder, no puedo ni decirlo.
—¿A qué te refieres…?
—No sabemos todos los detalles —dice Saúl—, pero que Olivia intentase infartar a tu tío Mateo no fue casualidad. Lo hizo para aumentar las posibilidades de éxito en esa predicción.
…
No es una sorpresa, pero… Me duele igual. Olivia es de las peores cosas que me ha podido ocurrir en esta vida…
—Por cierto, mirando las predicciones de octubre —dice Saúl—, otra que movió Nora fue la de hacer que tu amigo Liam viviera en tu edificio. Es algo que tenía que pasar, y Nora aprovechó su posición como casera para facilitar eso. No sabemos si Liam sospechó que fue guiado hasta ahí, pero Nora le hizo algo parecido a lo que hicimos nosotros para que vivieras en esta casa.
—Vale… Ahora sí que empiezo a marearme —digo.
—Lydia… —dice Saúl—. Yo ofrecí dinero a los que te despidieron. Tenía que garantizar esa predicción.
Lydia abre muchísimo los ojos y mira fatal a Saúl.
—Lo sabía… ¡Izan! ¿Has visto?
—Lydia, calma… —dice Frank.
—No me hace ninguna gracia eso, sinceramente.
—El lunes vuelves a trabajar —dice Saúl—, también pagado por mí. El jefe hará como que no ha pasado nada, y puede que consiga negociarte un pequeño aumento de sueldo. Además… Tenía pensado pagarte una indemnización por todas las molestias, si te parece bien.
—¿Lo ves, Izan? Lo que te decía. Saúl es un amigo de los que ya no queda. Consérvalo, porque es un partidazo.
—Después fue cuando nos conocimos en este mundo, Izan —continúa Saúl—. Te acordarás de que escuchaste que yo empezaba a dormir mejor después de eso. Lo dijo Enzo, si no me bailan los recuerdos con tanto reinicio. ¿Sabes por qué?
—¿Qué? Ah… No. No lo sé.
—Yo me hago una idea —dice Alex—. Porque, al tener a Izan controlado, y al poder hablar con él de una forma más directa, pudiste atinar mucho más en el cumplimiento de las predicciones, y eso provocó menos reinicios y, por lo tanto, más tranquilidad, ya que el año avanzaba mucho más rápido, ¿verdad?
—Tal cual —dice Saúl—. Fue una liberación esa etapa… Octubre fue el mes más rápido de todos.
—Ah, entiendo… —digo—. Predicciones como la de apuntarnos al gimnasio, o las que tenían que ver contigo, ¿no?
Saúl asiente.
—También te ayudé a conseguir el trabajo de la cafetería. Y Dana te ayudó a conseguir el otro trabajo que tienes ahora. Te recomendó el compañero aquel que readmitieron gracias a ti, pero fue Dana la que, hablando con Pablo Merino, garantizase tu entrada con toda seguridad y comodidad.
—Es verdad… —digo—. Que Dana también colabora.
—Sí —dice Frank—. No hace muchas preguntas, pero nos ayuda siempre que se lo pedimos.
—Oye… ¿Y la amiga de Iris? ¿Qué pasa con ella?
—Marina… —dice Saúl—. Cuando yo era pareja de Iris, quedamos muchas veces los tres. La conocía mucho, y sabía que era una persona que creía en cosas esotéricas y extrañas. Poco después de despertar del coma, acudí a ella y le conté también toda la historia. Le di muchos detalles que solo podría conocer si mi versión de la historia era real, e incluso hicimos experimentos para probarlo todo. Mira, un lunes, por ejemplo, hicimos que apuntara una frase en un papel. Luego, quedamos en que me diría el contenido de la frase el martes. Pero, como ese martes se reinició, ella no recordaría que me reveló el contenido de la frase, pero yo sí. De esta forma, cada uno de los demás reinicios de ese martes, yo le dije que ya conocía el contenido de la frase. Para ella era como si yo pudiera leer la mente, pero prefirió creer mi rebuscada historia.
—Inteligente. Me gusta —dice Alex.
—De esta forma, Marina confió en mí, y me ayudó con cosas técnicas. Información sobre Iris para garantizar que Eric no haría nada raro, seguirte sin despertar sospechas, ya que no conocías su cara… Y las participaciones que ya sabes.
—No está tan involucrada con tu causa —dice Frank—, pero siempre nos ha echado una mano, y la consideramos parte de Salamander, y no una ayudante externa como Estrella o Dana, ya que siempre ha acudido a las reuniones y nos ha intentado dar ideas cada vez que ha podido.
—¿Qué quiere conseguir? —digo—. ¿Algo para Iris?
—Creo que nada —dice Saúl—. Creo que… Solo le di muchísima pena.
—Comprensible —dice Lydia.
—Supongo que también sintió fascinación por el tema —dice Saúl.
—El resto ya te lo imaginas, ¿verdad, Izan? —pregunta Frank.
—¿El resto?
—Creo que Izan ya ha petado —dice Alex.
—Lo que pasó después de eso —dice Saúl—. Planes para que se cumplan las predicciones, teatros con Frank, la ayuda de Nora… Por ejemplo, a principios de diciembre, viste a Nora salir de mi casa. Ese día casi nos pillas.
—Ah, es verdad… ¡Es verdad! Ese día pensé que estabas hablando con varias personas, y, de repente, sale Nora.
—Sí —dice Frank—. Marina y yo estábamos ahí también.
—No me lo puedo creer… —digo.
—Lo importante, Izan —continúa Saúl—, es que quisimos aprovechar la predicción de ayer. La de la máscara. Teníamos que llegar al día de ayer sin que supieras la verdad sobre nosotros hasta ese momento.
—Se complicó mucho —dice Frank—, porque no me esperaba que supieras que yo mentía. Que te encontrases con mis padres por accidente no estaba planificado…
—Qué putada eso —dice Alex—. Pero te compadezco. Tenerlo todo atado en esas condiciones era casi imposible.
—También esperamos a este día para garantizar el éxito —dice Saúl—. Queríamos que volvieras a confiar en nosotros, y por eso quisimos que todo saliera con la predicción de hoy. Que la predicción de la máscara y la de la confianza fueran seguidas es algo que no quisimos desaprovechar.
—¿La explicación estaba pensada para hoy? ¿No para ayer? —pregunto—. Entonces… Lo que pasó ayer…
—Sí —dice Frank—. Sabíamos que te abrumarías, Izan. Lo sabíamos. No subestimes todo lo que te conozco.
—Oye, pero… ¡Espera! —dice Lydia—. ¿Y qué pasa con nosotros? ¡Yo soy de plena confianza! Y este —agarra a Alex de la cabeza—, es muy pesado, pero también es un aliado fiel y eficiente. ¡Podríamos haber sido de mucha ayuda!
—Bueno… No quiero que te enfades, pero… —empieza Saúl—. En tu caso, Lydia, yo no me sentía cómodo del todo. En el anterior mundo no nos llevábamos muy bien… Ahí está la predicción de “Lydia vs Saúl”. Fue una pelea seria. Y en este tampoco tuvimos un buen principio.
—En el caso de Alex —dice Frank—, Saúl no lo conocía de nada, y yo… Bueno, ya lo sabéis, no tengo tan buena relación con él. No podíamos estar seguros.
—Y hay un motivo para los dos —dice Saúl—. Os lo podéis imaginar, ¿no? —dice, mirando a Frank.
—Nora —dicen Lydia y Alex al mismo tiempo.
—Nora, sí…—dice Frank—. No era fácil explicaros esto a vosotros. Si hay algo que nos une a los tres, además de nuestra relación con Izan… Era nuestro odio a Nora. No me atrevía a deciros nada por eso.
—¡Oye, por quién me tomas! —dice Lydia—. Hablando bien las cosas, yo creo que…
—Deja, deja —dice Alex—. No vayas de digna. Lo habríamos crucificado al bueno de Frank, no hagas como que no. Somos muy pasionales cuando se trata de odiar a Nora.
—Eso tú, que rompes patinetes.
—Y tú dejaste de hablar con Izan un tiempo por eso.
Yo me levanto de golpe, y todos me miran.
—Voy a hacer una pausa para tomarme una tila. ¿Alguien quiere una?
Todos levantan la mano.
—Marchando cinco tilas…
Me tomo un momento para pensar las cosas que han dicho. Tardaré mucho en procesar todo esto. Creo que, si intento recordar cada uno de los días que han sido manipulados a mi alrededor, me terminaría volviendo loco. Además, no sé cuántas veces ha sido el orden natural de las cosas, cuántas veces el grupo de Salamander, y cuántas veces el grupo de Olivia. O incluso Nora por su cuenta puede haber hecho alguna. O Estrella, o vete a saber.
Al final, todo se basa en los Voyat. Con eso en mente, haré dos o tres preguntas más, y luego suplicaré que me dejen desconectar la cabeza.
Vuelvo con las cinco tilas. Por suerte, Alex y Lydia están más tranquilos.
—Saúl —digo—. ¿Qué pasó con la predicción de la planta que tuve que quemar? Esa fue muy rara… Quemé una planta que apareció de la nada, y luego empecé a recordar cosas muy extrañas…
—Cualquier recuerdo raro que tengas de este mundo… O sea, del mundo donde eres víctima del calendario, pueden ser percepciones de recuerdos de reinicios o de líneas rotas. Tienes bastante sensibilidad para eso, supongo que porque eres la víctima principal del calendario, y los Voyat están alojados en tu cabeza.
Por acto reflejo, empiezo a sacudirme el pelo. Alex y Lydia se ríen de mí.
—Qué mal rollo, por favor… —digo.
—Yo puse esa planta ahí —dice Saúl, sonriendo—. Me daba miedo que quemases el edificio de tu trabajo, y más si todavía quedaban predicciones en el trabajo. Si quemabas una planta aleatoria, evitaba que quemases algo más grande. Por suerte, funcionó, pero, por lo que nos contó Estrella hace poco… Hay versiones de la historia en las que a lo mejor quemaste otra cosa y todo se fue a la mierda, ¿no?
—Ah, sí… ¿No sabías eso? —digo, sorprendido porque a Saúl se le escapase algo así.
—Lo imaginaba. Y supongo que la versión de mí que acabase en líneas rotas lo tendría clarísimo. Yo siempre he sabido que caminaba sobre una línea que podría romperse si cometíamos algún error que se contradijera con una predicción futura… Pero no sabía si me estaba salvando de eso por pura suerte, o por algo más. Al principio pensaba que ya se encargaba el bando de Olivia de evitar eso, pero supongo que no es tan fácil de evitar.
—Pues sí… —digo—. Esta es solo una línea de tantas. Hay otras versiones de esta historia que están destinadas a romperse. A lo mejor estamos en una línea rota y no lo sabemos…
—Sí —dice Saúl—. Ese es uno de mis principales miedos. Tan cerca de terminar…
—Nora es la responsable de cuidar eso lo máximo posible —dice Frank—. Ella tiene todas las predicciones, y sabe que la prioridad es que las líneas no se rompan. Que no hagamos nada que pueda afectar al cumplimiento de futuras predicciones.
—Quiero preguntar más cosas —digo—. Por ejemplo… El día en el que conocí a Olivia, me dijo que las predicciones no las había escrito otro Izan. Que las había escrito yo. Pero ahora resulta que las ha escrito el otro Izan. ¿Qué pasa?
—Me imagino por qué te dijo eso —dice Saúl—. Para una viajera en el tiempo como Olivia, otros Izan son Rojo y Gris. Tú eres el Izan del sexto mundo. También lo es el Izan que yo conocí.
—Pero siempre tratamos a ese Izan como alguien diferente… —digo.
—Nosotros sí —dice Saúl—, pero Olivia te considera a ti, y al otro, y a todos los de los reinicios, la misma persona. Además, esto no es un viaje en el tiempo… Esto es el rebobinado del mundo. Tu cuerpo es el mismo, y los recuerdos de ese Izan están dentro de ti, pero, o se han borrado, o están muy enterrados para dejar espacio a que construyas toda clase de recuerdos nuevos. Pero, si se mira de esa forma, sí que fuiste tú.
—Vale… Tecnicismos que ahora se me escapan… —digo—. Otra pregunta. ¿Qué pasa con el día de la lluvia? El del paraguas.
—Bueno… —dice Saúl—. Con ese teníamos mucho miedo. En plena sequía, no sabíamos cómo lo íbamos a hacer. Así que, usando a Nora de intermediaria… Hicimos un trato con el otro grupo.
—Con la persona del chubasquero… Esa debía ser la persona que me falta por conocer, o tal vez el ex de Nora.
—Intentamos aprovechar cualquier oportunidad de lluvia —dice Saúl—, pensando que solo podría ocurrir en algunos reinicios, y asegurarnos de que la predicción se cumplía sí o sí en el momento en el que cayeran algunas gotas.
—Bueno, es que Nora nos dijo que su abuela estaba incluso haciendo vete tú a saber qué para aumentar las probabilidades de lluvia —dice Frank—. No para que lloviera ese día, porque es imposible ser tan precisos, pero sí para aligerar un poco la sequía y tener más posibilidades de éxito en esa predicción.
—¿Qué…? ¿Es eso posible? ¿Hizo la danza de la lluvia o qué?
Saúl sonríe un poco, pero con rabia.
—No tenemos ni idea de si fue un delirio de bruja loca, o si hizo algo, pero… Ese día llovió un poco, y justo después de eso, casualidad o no, llovió durante varios días, ¿no? Me jode tener que reconocerlo… Pero a lo mejor fue gracias a ella que hubo algunas líneas, como estas, que no se rompieron.
—Y que hemos conseguido algo de agua —dice Frank—, que tal y como estaban las cosas, falta nos hacía.
—¿Vosotros creéis que Olivia invocó a la lluvia…? —pregunta Lydia.
—No necesitan creerlo —dice Alex—. ¿No has visto que empezó a llover de forma más seguida después de la predicción del paraguas? Tras tanto tiempo sin lluvia, lo único que importa son los resultados. O hizo algo, o fue una casualidad tremenda.
—Estoy flipando… —digo—. Creo que solo me da la cabeza para hacer una pregunta más, aunque seguro que puedo hacer muchísimas. A ver… ¿Lo de ser vosotros dos los que me llevasteis con Olivia en el Proyecto Esmeralda, a qué vino? Olivia lo podría haber conseguido sola. Encima la bruja de los cojones se hizo la tonta cuando le pregunté por Saúl…
—Es que Olivia no supo que lo hicimos nosotros —dice Saúl—. No lo hicimos por ella. Lo hicimos por Nora. Olivia le dio a ella la faena de llevarte a esa celda, y nos pidió ayuda a nosotros.
—Ah… Fue Nora… —digo—. Vale, eso me cuadra más. Y, ahora que lo pienso, también me cuadra lo que pasó con Estrella al día siguiente.
—¿El qué? —pregunta Lydia.
—Nora le mostró algo a Estrella, y, de repente, empezó a confiar más en ella. Supongo que le diría que era parte de Salamander o algo así.
—Pues es posible, sí —dice Saúl.
—No puedo más… Me arde la cabeza… ¿Soy al único al que le pasa?
—Es normal, Izan… —dice Frank—. Será mejor que te eches una siesta antes de ir al trabajo.
—Pero, espera… Entonces… ¿Nora es aliada? ¿Podemos contar con ella?
Saúl y Frank se miran entre ellos, y luego miran al suelo.
—No iba a ser tan fácil… —dice Alex—. Es Nora, Izan. No te olvides.
—El trato con Nora —dice Saúl—, era ayudarnos a que el calendario avance, y asegurar que ella llegaba al Proyecto Esmeralda como ella quería, y que nosotros llegáramos al día de hoy como nosotros queríamos. Todo lo que ocurra después de este día, sin contar nuestra voluntad para que no se rompan las líneas y se cumplan las predicciones… Será caminando por sitios diferentes. Nora ya no es de nuestro grupo.
—Además —dice Frank—, aunque estoy agradecido con ella por toda la ayuda y por evitarme la cárcel… Ella tiene prioridades. Es verdad que tú estás en su lista, pero también lo está otra persona.
—Creo que uno de nuestros objetivos a partir de ahora —dice Saúl— será averiguar quién es la cuarta persona importante de Nora. Y, si podemos, la quinta y la sexta. Con esa información, tal vez podamos llegar a destapar la carta más importante… ¿Quién te está haciendo esto?
—Vale… Haremos eso…—digo, tambaleándome.
—¡Oye, que se desmaya en serio! —dice Lydia.
—¡Paramos aquí! —dice Frank—. Ahora mismo te vas a dormir, Izan.
—Sí… Será lo mejor…
Me levanto. Da mucha pena que me tengan que tratar como si fuera alguien tan disfuncional, pero es que ha sido demasiada información de golpe. Aunque… Me quedo muchísimo más tranquilo.
Es verdad… Tengo que hacérselo saber.
—Saúl… —digo—. Muchas gracias.
Saúl me mira con la misma cara con la que me miró en aquel primer encuentro. La de alguien que se ha ilusionado porque ha encontrado lo que buscaba, aunque ya lo daba por perdido.
—Izan… —dice Saúl—. Siento si parece que prefiero a la otra versión de ti. Entiende que ese fue mi mejor amigo, y que fue una etapa muy intensa para mí… Y, saber que ya no existe… O que existe muy poco, y a lo mejor puede salir… Entiende que dudara. Ponte en mi lugar.
—Lo entiendo. Lo entiendo perfectamente.
—Pero mi objetivo final es que ganes, Izan. Que rompas el hechizo del calendario de la mejor forma posible, y que los dos salgamos de esta cárcel.
—Sí… Lo entiendo muy bien. Por eso, como te he dicho… Gracias.
Me acerco a Saúl y le doy un abrazo con las pocas fuerzas que me quedan.
Saúl me abraza fuerte. Está llorando.
Después le doy otro abrazo a Frank y también le doy las gracias.
—Perdón si he sido difícil… —digo—. Lo habéis hecho genial.
—Qué va… —dice Frank—. Perdónanos tú a nosotros. No hemos sabido hacerlo mejor.
—No digas tonterías… —digo—. Lo habéis hecho increíble. Y, misión cumplida… Vuelvo a confiar. Confío plenamente en vosotros dos. Muchísimas gracias por todo.
Con esas palabras, pero un mareo encima que me podría hacer vomitar, me voy a la cama, tacho la casilla de hoy, y me tumbo.
Me despierto para ir a la cafetería y cumplir con la jornada de la tarde. Pienso en muchas cosas, pero… Lo hago desde el conocimiento y, al mismo tiempo, desde el alivio.
Por fin siento que todo empieza a tener un sentido, y que queda poco.
Es una pena que Saúl no sepa por qué escribí ese calendario, pero… Es muy probable que la persona que me hiciera escribir todo eso, sea la persona que me falta por descubrir. La persona que lo inició todo. No sé qué pinta el ex de Nora en todo esto, y, en cuanto a Olivia, seguro que solo me está usando para experimentar, y que pude ser yo como pudo ser cualquier otro. Pero la persona que me hizo escribir el calendario en el mundo anterior… Esa persona es la que me seleccionó a mí para atraparme en todo esto. Esa es la persona que tengo que descubrir.
Pronto nos pondremos a ello… Y, cuando sepamos la verdad, haremos equipo para romper el hechizo sea como sea, y salir de aquí de la mejor de las maneras.
Por primera vez… Puedo confiar en que lo podremos conseguir.
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