Capítulo 136 Paso la tarde con el tío Mateo
“Al final me he sentido culpable por lo del otro día. Igualmente me dirá que
he tardado una barbaridad en volver o algo así. No sé ni para qué voy.”
Ayer reflexioné sobre la necesidad de ir recuperando mis relaciones e ir limpiando mis errores de las últimas semanas. Dije que poco a poco, pero… ¿Decido que el siguiente con el que tengo que limar asperezas es con el tío Mateo? ¿Eso es ir poco a poco? ¡Eso es luchar contra el jefe más duro de la partida! Y encima no creo que sea ni un jefe de la historia principal, me parece más un combate optativo de esos que te dan el triple de experiencia pero que son demasiado difíciles y mucha gente se lo mira por internet y ya.
A ver, sí, voy porque el calendario lo dice. Pero también porque de verdad me parece buena idea hablar con él y limar asperezas cuanto antes. También me gustaría hablar con su amigo Rafael. Siento que su actitud sosegada ahora sería muy buena para mí. En realidad, quiero hablar con él desde que Ángel me recordó lo necesario que era mi profesor Rafael en mi vida. Se llaman igual y son personas sabias y sosegadas, aunque no digo que sean lo mismo, para nada. No quiero caer en la desesperación de buscarle un substituto a mi profesor. Además, él era más divertido y sabía adaptarse mucho mejor a todo tipo de conversaciones. No digo que el amigo de mi tío esté mal ni nada de eso. Pero no es lo mismo, y menos para mí. Mi profesor ya no está, y este otro Rafael no me dará lo mismo, y eso es lo que hay. Tengo que saber vivir con ello. Uf, de verdad que a veces examino lo que pienso y se me nota un festival de carencias que no es normal…
Llego a la residencia sin avisar. No es que crea que mi tío enloquezca de alegría con las visitas sorpresa, pero en el fondo sí que creo que un poco de ilusión le pueden hacer, aunque jamás lo admitirá.
Como suele pasar, Rafael está en la misma habitación que él. Yo creo que está mucho más pendiente de mi tío desde que tuvo el ataque.
—Anda que… Míralo —dice mi tío pegando manotazos en la rodilla de Rafael—. Mira quien viene después de semanas de silencio.
—¿Semanas? Pero si vine la semana pasada… —vamos, es que tengo un calendario que me recuerda estas cosas. En eso no me hará dudar.
—¿La semana pasada? Pues a mí se me ha hecho como dos o tres semanas.
—Tenía que haber venido antes, ¿no?
—¡Como dos o tres semanas! ¡O cuatro!
—Perdón, tío. Tienes razón. Han sido unos días muy complicados, pero ya estoy mucho más tranquilo. El otro día vine nervioso.
—¡Ya se nota, ya! —dice mi tío—. Anda que… ¡Vaya tela!
—Mateo —interviene Rafael—. El chaval se ha disculpado y ha reconocido que estaba nervioso, pero no te veo a ti hacer lo mismo.
Mi tío Mateo mira mal a su amigo Rafael. Se queda callado un rato, murmurando algo.
—Bueno… Mira, mejor no discutamos más —dice mi tío—. A ver, Izan, que siempre que vienes estás de pie. Siéntate ahí en la cama o en algún sitio, anda.
Me siento. Estoy agradecido con Rafael por la forma en que ha intervenido y ha cambiado el rumbo de la conversación. Ahora la atmósfera es menos asfixiante.
—Va —dice mi tío—, cuéntame cosas. ¿Cómo va en el trabajo?
Parece que hoy podremos tener una conversación tranquila.
A lo largo de la charla no ha habido casi ningún reproche, salvo algún que otro ataque indirecto hacia mis padres. Nada nuevo. Creo que consigo entender mejor a mi tío, aunque sea una persona muy complicada cuando quiere. Yo también soy complicado… He sido muy complicado estas últimas semanas. Pero intento cambiar. Intento mejorar y no decepcionar a las pocas personas que todavía confían en mí.
De hecho, me he venido un poco arriba porque, cuando ha tocado despedirse, le he dado un abrazo a mi tío. No recuerdo haber hecho tal cosa en mi vida. Mi tío se ha sorprendido y solo ha dicho “¡bueno, bueno!”, y su amigo Rafael creo que ha sonreído.
Ahora siento un poco de vergüenza por haberle dado ese abrazo, pero no ha sido nada malo, ¿no?
Al salir de la residencia, me dispongo a volver a casa, pero poco antes de llegar a la parada del autobús, tengo un encuentro de lo más inesperado. Se choca conmigo Jordi, que se encontraba corriendo y mirando hacia atrás.
—¡Ah! Disculpa —dice Jordi—. ¿Oh? ¡Vaya! Pero si eres Izan. Qué casualidad que justo me haya chocado contigo.
—Ni de coña —le digo. Jordi es de esas personas con las que no me molesta lo más mínimo hablar sin filtro y ser todo lo borde que haga falta—. No puede ser que tú, el sujeto que me ha seguido por la calle más de una vez, se choque conmigo por casualidad.
—¡Espera, espera! ¿Yo soy el que te ha seguido por la calle? ¿Eso no eres tú? Ya sabes, en mi cita con Lydia para ir al cine a ver Suzume… ¿No nos ibas detrás todo el rato?
—Qué capullo… Sabía que me habías visto.
—Siempre miro para todos lados, Izan. ¿Y sabes por qué? Porque vivo con miedo.
—Miedo de qué.
—De lo que hoy me está persiguiendo.
—¿Sí? ¿Te persiguen fantasmas?
—No… Me persigue ella.
Miro hacia el lugar al que está señalando con el dedo, y me encuentro a Estrella buscando a alguien de forma desesperada. Hacía mucho tiempo que no veía a Estrella, o eso creo.
—¿Te está persiguiendo Estrella? ¿No eras su amigo?
—¿De Estrella? Ya, de Estrella… Izan, mi relación con Estrella es una de las relaciones más complicadas que te puedes llegar a imaginar. Oye, me voy, que si sigo aquí me verá.
Jordi sale corriendo y yo corro detrás de él. No me apetece que Estrella me vea y tampoco quiero perder la oportunidad de que Jordi me cuente algo más sobre ella.
Llegamos a un callejón donde en principio estamos a salvo.
—¿A qué te refieres? —le digo, jadeando.
—Ah, es verdad, que tú también tienes motivos para ocultarte de ella… Es una chica muy dañina, ¿verdad?
—No me has contestado, como era de esperar.
—Pero bueno, Izan… Qué impaciente. Yo también estoy recuperando el aire, ¿sabes? Llevo corriendo un buen rato. Mira, Izan, Estrella es una persona volátil y con unos cambios de humor acojonantes. Hay días que me quiere mucho, otros que me odia, otros que hace como que me tiene miedo… Pero hay días como hoy en los que parece que me quiere matar. ¡Y yo no he hecho nada! Estrella está loca de verdad. Lydia te habrá dicho lo mismo, ¿no? Bueno, y tú lo habrás notado también.
—Bueno…
Es verdad que considero a Estrella una persona peligrosa y que me hizo sentirme traicionado. Pero cuanto más escucho a Jordi hablar mal de ella, más pienso que, en realidad, no es tan mala.
—Cuídate, Izan —me dice dándome una palmada en la espalda y desapareciendo de mi vista antes de que yo pueda reaccionar.
Me asomo y Estrella tampoco está.
¿Qué pasa con estos dos? No tengo ninguna predicción con ellos este julio, pero aún así me gustaría enterarme, porque cada vez me parece más extraño y cada vez es más habitual que me invada el pensamiento de que debería volver a hablar con Estrella.
También, ahora que lo pienso, ya hacía tiempo que no ocurría una predicción de este estilo… Predicción que prioriza solo una parte del día que no es la más llamativa, y que ignora por completo la que me parece más destacable. ¿Por qué será? Si yo hubiese escrito la predicción de hoy con el formato del calendario, hubiese puesto “Estrella persigue a Jordi” o algo así. ¿Qué patrón de prioridades siguen las predicciones? Porque tendrán mi letra, pero no tienen mi criterio… ¿Nora sabrá sobre el tema?
Bueno, da igual. Prefiero no saberlo nunca antes que preguntárselo a Nora.

Comments