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Domingo 13 de agosto de 2023

Joel Soler

Actualizado: 14 ago 2023


Capítulo 166

Reunión de vecinos tensa

“Es una pena que Lucas haya vuelto justo antes de esto. Si antes ya hubiese sido tensa, ahora que está el peor sujeto de todo el edificio, peor todavía.”



La reunión ha comenzado. Ha venido toda la plantilla, incluido mi tío Mateo, con el que no contaba en absoluto.

Están el presidente Gabriel, los tres alquilados del primero, el matrimonio anciano, los LuLu, mi tío Mateo, Alex y yo.

Hay dos puntos del día. El primero son asuntos económicos que no me interesan mucho, y que están controlados completamente por mi tío, que encuentra una leve oposición en Lucas y Lucía, pero que acaba siendo ahogada por la fuerza verbal de auténtico Robles de mi tío.

El segundo punto del día es el que generará las tensiones.

—Bueno —dice Gabriel—. Como ya sabéis todos, han robado a nuestros vecinos Ángela y Santiago. La policía nos ha dicho que no han forzado ninguna puerta y que debió ocurrir durante la madrugada. A esa hora la puerta del portal estaba cerrada, y somos muy pocos vecinos, así que alguien debería recordar si abrió a algún extraño o no. ¿Nadie recuerda haberle abierto la puerta sin querer a alguien de fuera ese día a esas horas?

Todos negamos con la cabeza. Unos más pronto que otros, conforme vamos reconstruyendo nuestras versiones para nosotros mismos.

—Uy, pero eso… —dice Aaron—. ¿Han podido entrar por las dos puertas sin forzarlas ni nada? Huele raro, ¿no?

—Que el ladrón es alguien que vive en el edificio, ¿no? —dice Gemma, mirando a Gabriel—. ¿Por eso nos has llamado a todos, incluidos los alquilados?

—Bueno, es una hipótesis bastante razonable, sí. Me gustaría saber la opinión de todos, y si alguien vio algo, o si alguien tiene una coartada más sólida, o…

—Espera, espera… —dice Gemma—. ¿No eres tú el único que tiene todas las copias de las llaves?

—Sí, las tengo…

—Yo no estoy de acuerdo con que este señor tenga las llaves de todo —dice Lucía—. ¿Eso es legal en primer lugar?

—Es legal siempre que des tu consentimiento —dice mi tío.

—Pero nosotros no lo hemos dado —dice Lucas.

—Siempre lo hemos hecho así en el edificio, y… —empieza Gabriel.

—Es que a ver —dice Gemma—. Si no has sido tú, qué pasa, ¿te han robado la llave?

Gabriel está cada vez más nervioso.

—Yo no sé nada de eso —dice Gabriel—. Las llaves están todas en su sitio. A mí nadie me ha robado nada.

—A ver, presi… —dice Aaron—. Entiende que es un poco raro. Sin ofender, pero se te ha puesto toda la cara de criminal.

—Vale, un momento, no me está gustando que os centréis en mí. Entiendo lo que decís, pero nos hemos reunido para que entre todos podamos sacar varias hipótesis, ¿sí?

—Vaya presidente… —dice Lucas.

—Hay una cosa que creo que muchos no la tenemos clara todavía —dice Pol, que nunca habla—. ¿Qué han robado exactamente?

Todos miramos a los ancianos, que casi nunca hablan. En especial Santiago, que no recuerdo que haya abierto la boca en los últimos años.

—Pues… No estamos seguros —dice Ángela—. Creemos que nos han robado un poco de dinero que teníamos en una cajita para emergencias, pero ha sido muy poco, y a lo mejor no nos acordamos de si lo habíamos cogido para algo, porque ya se nos va un poco la cabeza.

—¿No se han llevado nada más? —pregunta Pol.

—Pues… —Ángela mira un momento a su marido, como si le tocase hablar a él. No dice nada—. No lo sabemos. Creo que nada más.

—Vigila, ¿eh? —dice mi tío—. Eso es que estaban buscando algo y a lo mejor no lo han encontrado. Podrían volver. Yo que tú cambiaba la cerradura.

—No —dice de repente Santiago. Algunos creen que han oído mal, estoy seguro—. No se cambia la cerradura.

Se hace el silencio. Nadie se atreve a hablar después de eso, como si fuese necesario un momento para asimilar el timbre de su voz antes de que vuelva a mantenerse callado durante varios años.

—¡Bueno! —dice Lucía—. ¿Nadie se ha planteado que el robo ha sido después de que se instale el chico ese en casa del de arriba?

Todos miran a Alex.

—Anda, otra como la hija —dice—. Vamos a echarle la culpa al nuevo, ¿no?

—Yo no digo nada —dice Aaron—, pero si el ladrón está esperando para robar lo que no encontró, también me cuadra que haya sido el Lucas aquí presente, que acaba de volver y no sabemos ni para qué.

—¿Perdón? —dice Lucas, acercándose un poco a Aaron—. ¿Preguntas que por qué vuelvo a mi casa?

—Venga, tranquilos… —dice Gabriel.

—Hombre, con lo bien que estábamos sin tanto grito, ¿sabes? ¿O es que vas a portarte bien ahora de repente con tu familia? Perdona, chico, pero no sé yo…

Lucas hace como que se acerca todavía más a él, pero Lucía lo agarra del brazo y procura que se calme.

—Yo sigo sin tragarme lo de la llave —dice Gemma, mirando a Gabriel.

—¡Que yo no he hecho nada! ¡A mí nadie me ha robado las llaves y yo no las he usado! —grita éste.

—Igual ha sido tu otra personalidad, ¿no? —contesta Gemma, en una suerte de reproche rarísimo.

—Pues yo… —digo, y no sé ni por qué hablo, porque ahora todos me miran y me muero de vergüenza—. No entiendo por qué Santiago no quiere cambiar la cerradura ni decir lo poco más que sabe. Hasta que no sepamos eso, no tiene sentido acusar a ningún vecino, porque nos falta un poco de información.

Todo el mundo se queda callado. Es mi tío quien rompe el silencio.

—Bien preguntado eso. Eso sí que ha sido propio de un Robles.

Santiago, sin decir nada, da media vuelta y entra en su casa. La reunión es en el rellano del segundo, así que no le cuesta nada. Ángela le sigue para ver si puede detener su huida, pero se acaban encerrando y no vuelven a salir.

—Parece que has dado en la tecla —dice Alex.

—Bueno, no te escaquees todavía —le dice Lucía—, que yo sigo sin verlo claro. Tú no eres de fiar.

—Viniendo de quien viene ese comentario —dice Alex—, me lo tomaré como un cumplido.

Mientras tanto, Lucas no le quita el ojo a Aaron, y Gemma hace lo mismo con Gabriel. Los cuchillos han volado en la reunión de hoy.

Después de terminar, charlo un rato con mi tío y me despido de él. Hoy está agradable, tal vez porque ha visto que he hecho una observación muy Robles o algo así. Vete a saber.

Al volver a casa, Alex se lamenta de que no haya podido hacer gran cosa. No se esperaba que volarían tantas acusaciones a la cara.

—Hasta yo me bloqueo, por lo visto. ¿Qué le pasa a las de abajo conmigo?

—No tengo ni idea…

—¿Y tú que piensas sobre los dos ancianos? Parece que hayas acusado a las víctimas.

—A ellos no. Pero como mínimo él está ocultando cosas. ¿Sabías que tienen un hijo?

—Ah, ¿sí? Pues no tenía ni idea.

—Llegué a pensar que el hijo era el que traía los calendarios, y que por eso se movía con naturalidad por el edificio. Creo que lo medio descarté porque, por edad, el hijo podría ser mayor que la descripción que Flora me dio sobre el que me trae los calendarios… Pero me gustaría por lo menos confirmar si el hijo de los ancianos ha sido el culpable o no, para quedarme tranquilo.

—Ya veo. ¿Y si no es él? ¿Te convence alguna otra teoría?

—Pues… —lo medito unos segundos—. La verdad es que lo de Gabriel y las llaves me ha medio convencido…

—La versión de Gemma, ¿eh? Ya haciendo méritos para acostarte con ella en unos días.

Miro mal a Alex. No le he hecho mucho caso. No me quito la cabeza lo del hijo de los ancianos del segundo. Tengo una especie de intuición, pero no consigo darle forma…








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