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Domingo 14 de enero de 2024

Joel Soler

Actualizado: 15 ene 2024


Capítulo 320


La parejita no puede disimular más


“Si eso ya lo sé yo. Para algunas cosas estoy bastante dormido, pero para esto no.”



    Lydia no suele venir a la cafetería los domingos, porque no se suele perder ningún sábado, y no quiere abusar viniendo más de una vez por semana.

    Hoy, en cambio, ha venido por algún motivo aleatorio, o eso dice ella. Pero, oh, qué casualidad… ¡Se ha encontrado con Estrella, que pasaba por ahí también de casualidad! Y, claro, ya que están, pues se han sentado juntas.

    Para nada lo tenían hablado, o para nada una de las dos ha venido porque sabía que vendría la otra. Qué va, qué va…

    De hecho, no me extrañaría que Lydia esté rondando por donde yo esté para ser ella la persona de la predicción, y así ayuda a Saúl por un lado, y se ayuda a sí misma por el otro.

    Me gustaría hacerme el interesante y mirar a Lydia con cara de “hey, te he pillado…”, pero, en su lugar, se ríen de mí cada vez que paso por su lado, porque todavía estoy con lo de la espalda.

    Lo peor de todo es que el jefe lo sabe, pero no ha tenido el detalle de decirme que me tome el día libre o algo así.

    Mientras trabajo, puedo ver a Estrella y a Lydia tontear muchísimo. Estas dos van a volver, si no lo han hecho ya. Bueno, es que, ahora que conozco mucho mejor a Estrella, estoy seguro de que, en parte, pasó aquella etapa tan peligrosa porque Olivia era su maestra. Quién sabe si había alguna otra influencia tóxica en su vida, pero… Creo que ahora está mucho más liberada y sin ese tipo de oscuridad a su alrededor.

     Vaya, otro conocido entra por la puerta. Es Jordi. Ah, es verdad, que me tiene que traer lo del dolor de espalda.

    Jordi me da un blíster con ocho pastillas de herbolario que dice que me vendrán genial para mitigar el dolor. Después, se sienta un rato con Estrella y Lydia. Parece que las cosas siguen bien entre los tres. Me alegro muchísimo, siempre que Jordi no sea un problema para ellas…

    Joder. Sigo pensando mal de Jordi. Es como si me diese muy mala espina todavía… Pero por fin está bien con ellas, y a mí me ha tratado muy bien últimamente. Me da estas pastillas, masajes, me cuenta sus penas… Tengo que dejar de pensar mal de él sin motivo. Aunque no lo pueda evitar.

    Cuando vienen a pagar, le hago una señal a Lydia para decirle que sé que está tonteando con Estrella, que a mí no me engaña. Seguro que me entiende.

    —¿Qué haces? ¿Qué te pasa en el ojo? —pregunta.

    Bueno, no me ha entendido. Seguro que se me ha mezclado con el dolor de espalda y no estoy transmitiendo tan limpio como me creía.

 

    Termino la jornada y me voy a la cama a descansar. Cuando llego a casa, Frank me hace saber que hoy es el cumpleaños de Saúl.

    —¡Hostia! Anda que dice nada. Me cuenta todas sus vidas y no me dice que ya mismo era su cumpleaños.

    —Con todo lo que ha pasado, no está como para cumpleaños —dice Frank—. No está para nada…

    —¿Qué le regalo yo a este? —pregunto.

    Frank sonríe.

    —No hará falta. Él te dirá que ya le has hecho un gran regalo.

    —¿Qué?

   

    Frank se hace el interesante, así que me voy a casa de Saúl para felicitarle el día y para ver si me entero de qué regalo le he hecho.

    —¡Anda que dices nada de tu cumpleaños! —digo—. Muchas felicidades.

    —Gracias —dice Saúl, riéndose, seguramente, de mi torpeza al comunicarme.

    —Me ha dicho Frank que no hace falta que te regale nada porque ya lo he hecho. ¿Qué quiere decir? ¿Es porque vuelvo a confiar en ti? Porque si es eso…

    —No, no… —dice Saúl, con una sonrisa tímida y emotiva—. Bueno, eso también. Pero no nos referimos a eso. Si Frank ha dicho eso, es porque se ha cumplido la predicción de hoy, ¿no?

    —¿Qué? Ah, sí… La parejita que no disimula son Lydia y Estrella. Vaya par.

    —Vale… Pues entonces se ha cumplido —dice.

    —¿El qué?

    —Desde que comenzó todo… Este es la primera vez que toda una semana completa, siete días seguidos, uno detrás de otro… Suceden a la primera.

   … Vaya. Se dice pronto, pero… Vaya.

    —¿En serio…?

    —Sí. El lunes y el jueves fue por mis planes, y puede que un poco el viernes también. Pero el resto lo has hecho tú, Izan. Tú fuiste a buscar a Enzo un día, quedaste con Abril otro, quisiste confiar en mí… Y hasta te dejaste la espalda por mí. Hoy era el día menos controlado, pero con seis días ya estaba contento, y más si te hiciste eso en la espalda para que yo no… —Saúl empieza a emocionarse, y yo lo entiendo muy bien—. Muchas gracias, Izan… Me has dado un regalo inmenso.

    —Saúl… —le doy la mano, pero terminamos dándonos un abrazo—. Haremos que tengas muchos días así hasta que termine esto. Ya queda poco, y haré que se te pase rápido.

    —Gracias, Izan… Muchísimas gracias. No puedo ni expresarlo…

    —Vaya dos, ¿verdad? —digo, con la voz un poco temblorosa por la emoción—. A saber por qué nos hemos metido en esto… Pero ahora que podemos colaborar de verdad, lo vamos a arreglar.

    Saúl asiente, todavía emocionado. Y, ahora que lo miro… Es verdad. Ha dormido mucho mejor. Se ve tan descansado…

    Ahora lo tengo claro. Mereció muchísimo la pena hacerme daño en la espalda.







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