Capítulo 319
Me destrozo la espalda
“Sabiendo lo que sé, y buscando que las predicciones se cumplan a la primera… ¿Me tengo que hacer daño a mí mismo? Espero que el resto de predicciones sean más amables con mi integridad física…”
No quiero que Saúl reviva una y otra vez el mismo día. En predicciones como las de hoy, la cosa solo puede depender de mí, o del orden natural de los sucesos. Yo no sé si me voy a dejar la espalda, pero será mejor que lo haga si quiero que Saúl tenga un día más de tregua. Ya ha sufrido bastante.
Además, mirando las siguientes predicciones, veo que tengo un masaje el martes. Supongo que una cosa está relacionada con la otra.
En el trabajo me ofrezco a hacer todos los trabajos de fuerza. Normalmente hago solo algunos, pero los repartimos equitativamente. Hoy me los estoy quedando yo todos, en especial el transporte de unas cajas que trae un repartidor. Es en esas cajas donde me dejo la espalda a puro sobresfuerzo, por querer llevar varias de golpe a un ritmo por encima de mis posibilidades. El que me vea desde fuera pensará que esto me ha pasado por tonto o por inexperto. O peor: por adicto al trabajo.
… Vale. Ya está hecho. Misión cumplida. Tengo la espalda fatal.
Ya que estoy, voy a confirmar con Oliver que tiene hueco para el martes. De hecho, si no tiene cita para ese día, entraríamos en una línea rota, salvo que otra persona me haga un masaje. Ahora que sé estas cosas creo que lo voy a pasar bastante mal con las predicciones que se pueden cumplir y las que parece que no…
Pensaba que lo vería hoy en la cafetería, pero solo están aquí Lydia y Anna.
Le explico que no será solo un masaje para aliviar tensión y que tal vez deba mirar un gesto horrible que me he hecho cargando cajas. Dice que no hay problema, que puede hacer un primer acercamiento antes de saber si necesito otro tipo de tratamiento más específico.
Oliver me pregunta qué día me vendría bien, y yo le pido que me haga un hueco el martes.
—Izan —dice—. Si te duele muchísimo, puedo ir esta noche a tu casa, o mañana, y adelantarte la sesión. No quiero que por esperar te dejes la espalda.
—¡No, no! Tranquilo. El martes.
—El lunes también tengo un hueco al final de la tarde.
—Yo no puedo el lunes. Me encantaría, pero… El día más cercano que tengo es el martes.
—Vale, es tu decisión. Que sepas que el domingo por la tarde estaré disponible por si cambias de idea sobre lo de acercarme a tu casa.
—Muchísimas gracias.
Vale, ya he cumplido con este trámite, y también con la jornada de la mañana. Ahora, a por la de la tarde.
Al volver por la tarde se nota muchísimo más que tengo la espalda fatal. Mis compañeras están preocupadas y son muy amables conmigo.
Otro que me lo nota es Jordi, que ha venido como cliente.
—¡Izan, estás fatal! —dice—. Vas a tener que ir a un profesional, porque se te nota muchísimo.
—Tengo cita el martes… —digo—. ¿No tendrás por ahí una pastilla de herbolario de las tuyas para que se calme el dolor?
—Pues… ¡Creo que sí! Pero no aquí. Mañana te puedo dar una, o se la doy a Lydia para que te la pase.
—Algo de eso hacemos, sí. A ver qué tal.
—Pues yo tengo nociones de masajes, por si quieres probar. ¿Quieres que te haga uno? No lo haré tan bien como un profesional, pero a lo mejor, para un apaño…
Me lo pienso un poco. Es una proposición extraña, pero empiezo a desesperarme.
—Ah… Pues… ¿No te importa?
—En absoluto. Me molesta más ver cómo te aguantas el dolor.
Acepto la oferta y les pido a las compañeras que me dejen pasar con Jordi a la zona de descanso para ver si me puede ayudar con lo mío.
Tal y como ha dicho, parece que no se le da mal. Se nota que es menos que alguien que trabaja de esto, pero lo hace mucho mejor que si yo me pusiera a hacer masajes. Una vez lo intenté con Lydia, pero fue un desastre.
Aunque la espalda todavía me duele muchísimo, me ha sabido aliviar un poco. Con eso y con la pastilla que me traiga mañana, supongo que podré tirar hasta el martes.
Al salir de la zona de descanso, vemos a Abril pidiendo un café para llevar. Es algo que hace de tanto en tanto.
La saludo de lejos. Ella me saluda con una sonrisa. Es todo un alivio.
—Uf… Esa chica… —dice Jordi.
—¿Qué pasa con ella?
—Que me da un poco de mal rollo. ¿No te lo dije? La vi amenazar muy, pero que muy fuerte a Enzo.
Es verdad… Jordi me dijo eso una vez. Creo que me lo dijo poco antes de todo el lío con los Abad, y por eso se borró de mi cabeza.
—Oye, Jordi… ¿Tú estás seguro?
—Verlo, lo vi. Otra cosa es que no entienda el juego que se traen esos dos. Ahí ya cada uno…
Bueno, es verdad que hay detalles de la relación entre Abril y Enzo que no entiendo. Tampoco sé qué entiende Jordi por una amenaza. A lo mejor se hizo una idea del tipo de persona que es Abril, y la juzgó mal por verla un poco más nerviosa.
Por el momento, será mejor que no piense en estas cosas.
Lo único en lo que tengo que pensar hoy es en acabar el día sin joderme más la espalda.
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