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Domingo 28 de enero de 2024

Joel Soler

Actualizado: 29 ene 2024


Capítulo 334


Alguien quiere hacer daño a Anna…


“Entonces, yo quiero hacer daño a alguien.”



    Terminando la jornada de trabajo del domingo por la mañana, mientras estamos recogiendo, Oliver viene y se pide una manzanilla. Como queda poca faena, me da tiempo a charlar con él mientras finjo que limpio por esa zona.

    —Llevo todos estos días con el corazón a mil por culpa de la frase de hoy —dice—. Se me va todo al estómago.

    —Gracias por venir. Yo también estoy bastante atacado por la predicción. No tengo ni idea de cómo llegará a mí esa información, o de si podremos hacer algo para evitarlo. Estoy más tranquilo al verte a ti.

    —No he venido solo para prestar mi apoyo, aunque eso también, claro —dice, bebiendo un sorbo de su manzanilla—. He venido para consultarte unas cosas relacionadas con el tema.

    —Claro —miro a ver si las otras trabajadoras están pendientes de lo que hago. Una está con el móvil y la otra está limpiando la cafetera. Ninguna me hace mucho caso—. Dime.

    —Llevo desde el día ese que nos fuimos con el coche, intentando estimular mi cerebro para recordar cosas de ese otro mundo. Utilizo el pañuelo o cualquier cosa que me pueda servir como llave. Casi nunca consigo nada. Algunas veces, sin embargo, me vienen unas imágenes… ¡Poca cosa, eh! No te creas… Pero bueno, algo es algo.

    —¿Has podido sacar algo en claro de todo eso?

    —Por mí mismo, no. Pero sí que te quería decir cuál era la imagen que he visto con más claridad.

    —Eso suena bien… —digo, y vuelvo a mirar a mis compañeras, ya que poco me falta para sentarme con Oliver en lugar de seguir con lo de barrer.

    —Me imaginé a mí mismo con Anna viendo el perfil de alguien por internet. Pude ver a Anna teniendo miedo de esa persona. Es una persona que no sé quién es. Tampoco sé si recuerdo el nombre, pero estoy casi seguro de que se llamaba Rodi. Su cuenta era algo así como “Rodi ART”. Separado, y con mayúsculas en toda la palabra ART. Dime que te suena, por favor…

    —¿Rodi ART? —pregunto—. ¿ART de artista, o pueden ser las siglas de algo?

    —Lo pensé. Pero no sé ni por dónde empezar. También pensé en el nombre de Rodi. No sé si vendría de su nombre, tipo Rodrigo o algo así, pero que no le guste llamarse “Rodri”, o… No sé. No lo sé.

    Oliver vuelve a beber de su manzanilla. Está nervioso.

    Intento hacer una búsqueda rápida, pero solo encuentro una marca de utensilios de cocina.

    —Qué raro… —le enseño a Oliver los resultados de la búsqueda—. No parece que pueda salir algo de ahí, ¿no?

    —Yo tampoco le veo ningún sentido —dice—. Pero es todo lo que pude sacar.

    Termino de barrer porque casi es la hora, y ya me he escaqueado suficiente.

    Cuando por fin termino y salimos de la cafetería, vemos a Anna esperando en la puerta. Lleva el pañuelo verde lima chillón.

    —¡Anda! —dice, al ver a Oliver.

    —¿Estás bien? —preguntamos los dos, y Anna se ríe.

    —Había venido para ver si Izan estaba disponible para comer —dice—. Como la predicción de hoy iba sobre mí, he pensado que querría tenerme cerca. Por ahora nadie me ha amenazado ni nada.

    —Hoy te imaginaba con el naranja —dice Oliver—. Más cauta.

    —Qué va —dice ella—. Este, este es el que quiero. Esperanza de que todo saldrá bien. Confianza. Con este soy imparable.

    —Oliver también ha venido porque estaba preocupado —digo—. Y porque intentábamos estudiar algunas pistas.

    —¿Pistas? —pregunta Anna—. ¿Tenéis algo?

    —¿Te suena el nombre Rodi ART? —pregunto.

    —Rodi ART… No caigo. ¿Me tendría que sonar?

    —No lo sé —digo—. Oliver podría recordarlo de otro mundo, pero no estamos nada seguros.

    —Es verdad, que tú también tienes algún fogonazo —dice Anna—. Lo siento… No me viene a la cabeza.

    —Mis fogonazos son así de inútiles —dice Oliver.

    —¡Oye! —grita Anna—. Encima que vienes aquí para hablar con Izan y preocuparte por mí. ¡Sois monísimos los dos!

    Anna nos da un abrazo a los dos a la vez.

    —Me encanta tener a estos dos guardianes —dice Anna—. Pero no os preocupéis. Tengo aquí también el pañuelo rojo y el lavanda. Es la triada de pañuelos que me hacen imparable.

    Aunque me gusta ver a Anna con una actitud tan positiva, yo todavía le doy muchas vueltas a la cabeza. Además, teniendo en cuenta la información que recibí ayer, hay una nueva sospechosa sobre la mesa. Y, ahora que lo pienso, no le he preguntado a Oliver si la podría vincular con Nora. De paso, a ver si Anna sabe algo.

    —Una pregunta —digo—. ¿Conocéis a una chica llamada Aurora Medina? ¿Podría tener relación con Nora tal vez?

    Por un momento, me parece notar una muy mala cara en Oliver al escuchar ese nombre. Como si le hubiese resultado muy molesto escucharlo.

    —¿Aurora no era esa amiga tuya de internet? —dice Anna—. De la que me hablaste alguna vez en verano.

    —Sí, es esa —digo, y no dejo de mirar a Oliver de reojo—. ¿Oliver? ¿La conoces?

    —No, no caigo.

    —¿Seguro? Me ha parecido que te ha molestado su nombre.

    —Sí… Una tontería mía. Una chica que me acosaba como la que más en el instituto. Se llamaba Aurora, pero no era Medina, era Gómez.

    —Bueno, que yo sepa es Medina Vázquez… —digo—. Pero vete a saber. ¿Nora conocía a esa acosadora tuya?

    —Sí —dice—. Fue de las que más me molestó antes de cambiarme de instituto, cuando todavía iba con Nora. Después me fui del instituto y no sé si ellas dos tuvieron más relación. Si pasó algo más o no, Nora nunca me lo dijo.

    —Qué raro… —digo—. No sé si se podrá tirar de ahí. Le podría preguntar a Nora, pero me da la sensación de que me está poniendo a prueba con eso de las personas queridas. Se supone que yo tendría que ser capaz de adivinar quiénes son, pero no puedo.

    —Yo ya he desistido con ese tipo de juegos de Nora —dice Oliver.

    —Haces bien, hijo mío —dice Anna—. Haces bien.

 

    Los tres nos vamos a comer a un sitio barato y rápido. Charlamos un poco más sobre el peligro y las predicciones, pero no llegamos a ninguna parte.

    Al terminar, pasa algo que, en el tipo de vida que llevo, y siendo la predicción de hoy la que es, no me parece nada extraño.

    Acaban de lanzar una piedra a donde estamos nosotros.

    —¡Eh! —grita Anna—. ¿Quién ha sido?

    —Esto es una tontería… —digo—. Seguro que ha sido el bando del ex de Nora. Querrán que se cumpla la predicción.

    —Eso es trampa… —dice Oliver—. Si sabemos que son ellos, no tiene mucho sentido.

    —Lo que yo creo —digo—, es que alguien quería hacer daño a Anna en el otro mundo por algún motivo, pero ese algo ya no tiene por qué estar en este mundo. Si ese es el caso, el único motivo por el que querrían hacer daño a Anna en este mundo es para que se cumpla la predicción de hoy. Creo que, siendo eso, podríamos estar tranquilos.

    Mientras termino de decir eso, Anna recibe una llamada.

    Ella pone el manos libres.

    —Hola, Anna… —dice una voz distorsionada.

    —¿Quién eres…? —pregunta.

    —Soy alguien a quien has hecho mucho daño… —dice la voz.

    —¿Eres el ex de Nora? —pregunto.

    Al decir eso, Oliver se retira un poco.

    —No estoy hablando contigo, Izan… Contigo ya iré dentro de poco —dice la voz, de forma tajante—. Solo te llamo, Anna, para decirte que no te creas que te vas a salvar. Dentro de poco te vamos a dar tu merecido.

    Anna me deja el móvil para que lo sujete y se quita el pañuelo verde para ponerse el rojo. Después toma un poco de aire y se prepara para contestar.

    —¡Si no te atreves ni a decir quién eres! —grita Anna—. No tienes ni media hostia, cobarde. Te habré hecho daño porque estás hecho de cristal fino. Venga, tírame más piedrecitas si tienes huevos, que vea de dónde vienen.

    Oliver y yo nos miramos con los ojos muy abiertos. Anna con el pañuelo rojo es absolutamente invencible, aunque no sé si es la mejor idea provocar al bando del ex de Nora.

    —Ya se te quitarán las ganas de ponerte tan chulita… —dice la voz—. Solo digo eso. Y, ya que veo que estás con el manos libres, tengo un mensaje para Oliver… Deja de intentar buscar llaves y recuerdos. Tu abuela ya no está, así que olvídate del Oni Sesa.

    Oliver se tapa la cara con las manos y se pone muy nervioso.

    Definitivamente, esta persona espía lo que Oliver dice, como si lo pudiera escuchar por el teléfono o algo así. Además, le ha dado rabia que Oliver indague en ese pasado. ¿Será porque ha dado en el clavo al recordar a Rodi ART?

    Lo que no me queda claro si esta persona que habla es el ex de Nora o la otra persona. O una tercera persona. O Aurora, o Liam. Yo es que ya no lo sé.

    Anna cuelga sin decir nada más.

    —No os preocupéis —dice Anna—. Seguro que ha sido solo para cumplir la predicción.

    —Pero ha dicho que le has hecho mucho daño… —dice Oliver—. Eso me ha parecido un poco más personal…

    —Estoy de acuerdo con él —digo—. No me gusta nada cómo ha sonado esto.

    —Izan —dice Anna—. Estoy segura de que saldré en las predicciones de febrero. ¿Sabes por qué lo sé?

    —¿Por qué…?

    —Primero, porque en la otra vida tuvimos algo muy especial, y seguro que eso duró hasta el final. Y segundo, por Nora. Ella tiene el calendario de febrero, así que, si cree que me puede pasar algo, te avisaría para que hagas algún plan con el grupo de Saúl para poder esconderme. Lo hizo con Frank, ayudó a hacerlo con Hugo, y seguro que lo hará conmigo, para no joderos la vida a vosotros dos, básicamente.

    —¿Crees que mi hermana haría eso por ti…? —pregunta Oliver.

    —Hasta hace poco te hubiese dicho que no —contesta Anna—. Pero, después de escuchar lo que hizo estos últimos meses, ayudando a algunos amigos tuyos… Creo que hay cosas en las que sí podemos confiar.

    Me lo pienso un poco, pero lo que dice tiene sentido.

    —Tienes razón… Encaja —digo—. Sí. Pensaremos en eso.

    —No os preocupéis, ¿vale? —dice Anna, abrazándonos de nuevo a los dos.

 

    Después de despedirme de Anna (a la que hemos acompañado a su casa) y de Oliver unos minutos después, vuelvo a casa para ver si puedo indagar un poco más sobre Rodi ART. Primero le pregunto a los tres que viven conmigo, pero ninguno de ellos sabe nada.

    Alex y Lydia, de hecho, llevan rato examinando las predicciones que faltan de enero, y discutiendo sobre las mismas. Ahora están teniendo un debate sobre las frases que acompañan a las mías en las predicciones de mañana y pasado mañana.

    —Te digo que eso es letra de tía —dice Lydia.

    —Porque tú lo digas —dice Alex—. Permíteme que te diga, Lydia, que eso es… Bueno, no sé si tiene nombre, pero alguna cosa de discriminar por género o de creerte los roles impuestos o algo así. En pocas palabras: una anticuada.

    —¡Oye! Es solo una intuición, ¿vale? —dice Lydia, ofendida—. ¿Me dejas a mí ser detective a mi manera?

    —Yo digo que es la letra de un chico —dice Alex—. Dices que es la letra de una chica porque está más cuidada, en especial si la comparas con la letra tristona y dejada de Izan que está justo al lado.

    —¡Eh! Sin faltar. Mi trazo es firme, estable y consistente —digo.

    —Lo que digo —continúa Alex—, es que, aunque sea una letra más cuidada, tiene trazos algo duros. No están tan suavizados. Fíjate el giro de la e. Es como muy abrupto.

    —Es verdad… —dice Lydia—. Pero una chica también puede ser así de abrupta, ¿qué te crees?

    —Entonces tú serías la principal sospechosa —dice Alex.

    Lydia mira mal a Alex y se queda unos segundos en silencio.

    —Arderás en el infierno de la perfidia. Yo misma te empujaré.

    —Yo creo —dice Frank, que se acaba de asomar a la conversación— que es una persona que cuida de su imagen y de algunos aspectos de su vida, pero que está nerviosa, independientemente de si es chico o chica.

    Espérate, que tengo aquí a los catedráticos de la grafología.  

 

    Mientras discuten, yo escribo un mensaje a Jordi para ver si me puede decir algo sobre Rodi ART. Si está vinculado a alguna de las cosas que está investigando, o si es una cuenta que tiene relación con Liam o con Aurora.

    Al abrir los mensajes, veo que tengo uno del número del maestro Nero. Dice que está muy preocupado por Estrella porque sigue sin aparecer. Yo le explico que estoy un poco más tranquilo porque todavía tiene que salir en el calendario de febrero, pero es verdad que no sé en qué condiciones sale, y eso empieza a preocuparme un poco más…

    —Oye, Lydia… —digo—. ¿Se te ocurre qué pudo investigar Estrella cuando le preguntamos por su desaparición en abril?

    —Lo sabía —dice Lydia—. Dijiste que no teníamos que preocuparnos, pero estás preocupado, ¿verdad?

    —Lydia, por favor… Sin ponernos nerviosos —digo.

    —Vale. Pues no sé. Me pillas en frío.

    —Lo siento… —digo—. Si se te ocurre algo que encaje con que no nos quisiera decir nada…

    —Bueno… —dice—. Se me podría ocurrir algo.

    —¿En serio?

    —¿Me das solo un día? —dice—. Mañana te lo confirmo. Me aseguraré de que a mí no me pase nada.

    —¿Estás segura? Mira que me ha sonado a lo mismo que dijo Estrella…

    —¡Que no! Si por eso te he dicho que yo me aseguraré de que a mí no me pase nada. Si lo que pienso es una tontería casi seguro, y entonces no me pasará nada. Y si al final resulta que no era tan tontería, tomaré medidas para que no me pase nada o para que la información te llegue calentita.

    —Me da mucho miedo eso que me dices… —digo—. Y bastante ansiedad, también. ¿Ahora tengo que esperar hasta mañana?

    —¿Me harás ese favor? Es que te conozco y si te lo digo ahora, pero resulta ser una corazonada equivocada, solo conseguiré que te cierres mucho en algo que no… ¡Bueno, no me hagas hablar tanto, va!

    —Vale, vale… Lo dejo en tus manos —digo.

    Qué miedo.

    Menos mal que enero ya se acaba, y que quedan muy pocos días para ir a ciegas con las predicciones de las hojas que todavía no he podido ver. Esto es un sinvivir. Solo tres días más…







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