Capítulo 341
Lo hablo todo con Oliver
“Me ha hecho esperar poco. Los dos teníamos ganas de tener esta conversación… Aunque las energías son muy diferentes.”
Me siento muy mal. Ayer vi a Anna en la cafetería, y se me olvidó por completo felicitarla por su cumpleaños. Y eso que el año pasado le dije que no me olvidaría más, porque es un día después del cumpleaños de Lydia, que fue antes de ayer. Encima ya dijeron de hacer la celebración hoy por la mañana en la cafetería, que es el único horario en el que pueden todos los invitados. Y, de nuevo, eso solo podía ocurrir durante mi jornada de trabajo. Por la tarde algunos no podían quedar.
Anna me insiste que no pasa nada, que tengo demasiadas cosas en la cabeza, pero yo me siento muy mal.
Lo peor de la celebración de este cumpleaños conjunto de Lydia y Anna es que tengo que ver como Oliver está ahí, como uno más, fingiendo que no pasa nada… Haciéndose el niño bueno…
Es admirable lo bien que está fingiendo Lydia, que es la única de la mesa que sabe lo que Oliver está haciendo. No se le nota mucho, pero es verdad que ya no le sigue el juego a Anna cuando lo molestan por alguna escena relacionada con su timidez. Si Anna está siendo perceptiva, podría notar que Lydia y yo estamos incómodos.
Cuando mi jornada termina, veo que Anna me ha esperado hasta el final.
—¿Cuántas veces te lo tengo que pedir? —dice—. No pongas esa cara tristona. No pasa nada por haberte olvidado, y menos con tantas cosas en la cabeza.
—Luego te compro algo… —digo, siendo muy consciente de lo desastroso que ha podido sonar.
—¡No! Mira, si quieres, me compras algo cuando termine todo esto. Tarea para marzo. Ahora, céntrate en sobrevivir, que bastante tienes con lo que tienes.
Vuelve a ser muy comprensiva. Va con el pañuelo de cuadros verdes y rojos. Está servicial. En la celebración iba con el púrpura chillón, mucho más emocionada por todo lo que venía. Ahora ha tenido que cambiarse el pañuelo a uno mucho más comprensivo por mi culpa, para hablar conmigo…
—¿Necesitas algo? ¿Quieres que tomemos algo o comamos juntos, o te viene mal con la predicción?
—Me viene mal con la predicción —digo—. Lo siento. Me hubiese gustado mucho comer contigo.
—No te preocupes. A cumplir las predicciones. Y a la primera, ¿eh? ¡Que si no luego Saúl no me duerme!
Cuando salgo del trabajo y me aseguro de que Anna se ha ido y no ve lo que pasará aquí, me quedo quieto, esperando a que Oliver salga de su escondite. Con quien he quedado es con él. Charlaremos a solas. O, bueno… Vete a saber. Sabiendo con quién colabora, a lo mejor se trae al capullo de Martí de guardaespaldas por si me pongo violento. O, a lo mejor, Jordi y Olivia están comiendo juntos en la mesa de atrás, mientras se burlan de mí.
Pero, por el momento, parece que no ocurrirá nada de eso. Oliver está solo, esperándome en la puerta del trabajo.
—¿Dónde quieres ir? —pregunto, con voz seca y monótona.
—Vamos al sitio más cercano —dice—. Nos lo quitamos de encima cuanto antes, ¿vale?
—Venga.
Joder… Es super incómodo. No me gusta nada el ambiente. Encima sigo sin entender de qué va todo esto. Qué se supone que le hice y por qué me odia tanto… Tengo que salir de aquí sabiendo eso.
Cuando por fin estamos sentados y con la comida en la mesa, empezamos a hablar.
—¿Qué tal? —pregunta.
—No.
—¿No?
—No se te ocurra fingir normalidad, Oliver. No te pases…
—Vale, vale. Quería ser educado. No te creas que lo hago para burlarme de ti. Aunque no te lo creas, no soy como Jordi o mi abuela.
—No, claro. Me fío de que no te burles de mí. Tanto como de un usuario que vi el otro día en una red que se llamaba… Oso Ritnem, o algo así.
Oliver cierra los ojos y ríe un poco, resignado, aceptando el golpe.
—Oni Sesa y Rodi ART fueron burlas, puede ser. Pero mi intención no era burlarme. Mi intención era insultarte… Porque tenía muchísima rabia dentro, y se me hacía muy difícil fingir que tú y yo éramos amigos.
No sé si podré soportar este tipo de frases. Me hace mucho daño que Oliver me diga esto con esa naturalidad… Sería mucho más fácil si fuera tan insoportablemente cruel, o malo por naturaleza, como Jordi y Olivia, que son muy fáciles de odiar. Pero, en el caso de Oliver… No consigo enfadarme de verdad. Solo un poco, pero queda ahogado por la tristeza.
Yo sí que creo que se ha estado burlando de mí. Cuando Alex le dijo, en el templo, que al salir de esta me tendría que dar un masaje, Oliver contestó que solo tenía que pedírselo. Él sabía que yo ya no querría pedirle nada…
Pero, sabiendo todo esto… Sigo sin poder enfadarme de verdad.
—¿Por qué asesino y traidor? —pregunto.
—Deja que te lo cuente ordenado. Voy a hablarte de mis maravillosas dos vidas que ya no existen… No sabes la ilusión que me hace hablar de mundos que han sido borrados por esta mierda de hechizo, Izan. No tienes ni idea.
—¿No fuiste tú el que le pidió a tu abuela un hechizo así?
—Me encantaría verte a ti siendo el nieto de Olivia Sallares… ¿Me escucharás o no?
—Te escucho.
Oliver suspira. Se nota que no le sienta nada bien explicar todo esto.
—Todo está bien… Todo está bien… —murmura, en voz muy baja.
—¿Qué…? —pregunto.
—Nada. Es algo que digo para centrarme. Empiezo a explicarte.
—Vale…
—En la primera versión del mundo, la historia fue muy, muy diferente. Las dos siguientes versiones se parecen mucho más, aunque también sean muy lejanas… Pero la primera no tiene nada que ver. En esa primera versión, tú y yo empezamos a quedar mucho desde mediados de marzo. La obra esa de teatro la vimos Anna, tú y yo. Los tres éramos inseparables. Durante todo el mes de abril y mayo, quedabas más conmigo y con Anna que con ningún otro de tus amigos. Lydia también venía muchas veces, pero se ponía celosa porque se creía que nos preferías a nosotros antes que a ella.
No me gusta cómo empieza esto, y menos si las palabras que definen lo que Oliver piensa de mí son “asesino” y “traidor”.
—A la altura de mayo, pasó algo curioso. Tanto tú como Anna, en diferentes días, de diferentes maneras, acudisteis a mí para decirme que sentíais algo por el otro, pero que no os atrevíais a confesarlo por si el grupo de tres se veía afectado por eso.
—Oliver, tú… ¿Qué sentías por Anna?
—¡No me interrumpas!
Hostia. No me esperaba ese grito.
—Perdón… —dice—. Es muy difícil recordar esa historia sin confundirme con los otros mundos, y procurando mantener mi cordura, pese a recordar todo eso… Pero, te contesto, no te preocupes. Yo no sé lo que siento por Anna. ¿Sabes? Creo que mi forma de querer a las personas tiene algo en común con la de Nora. Yo no quiero hacer que sufran ni me burlo de ellos, pero sí que siento esa especie de obsesión incondicional… Esa necesidad de que estén como yo deseo, con o sin mí. Anna y tú erais esas personas para mí. Pero Anna siempre fue la que más. Por eso, Izan, es que yo acepté vuestra relación. Quise que fuerais felices, pero… A ti te puse una condición. Una muy sencilla. Un cliché, por así decirlo.
Parece ser que no cumplí esa condición…
—Te dije que no le hicieras daño. Que mereciera la pena, y que no fueses desleal, porque Anna era la persona más entregada y leal que yo conocía, y no merecía menos que alguien que pudiera ofrecerle, como mínimo, lo mismo que ella. Al menos en ese aspecto. Podías ser un desastre en muchas cosas, pero si la tratabas bien y eras leal a ella, todo estaría bien. Y tú… Me prometiste que sí que lo harías.
Para ser justos, lo hizo otro Izan. Uno que ya no existe. Pero entiendo que eso no es excusa…
—En junio, con la excusa de su cumpleaños, retomaste el contacto con Nora… —dice, apretando con fuerza una servilleta—. Y ya sabemos lo imbécil que te puedes llegar a poner cuando recuperas el contacto con mi hermana. Eso es una constante en cada una de las realidades.
—Con Nora… No me jodas…
—Sí, Izan. Con mi venenosa hermana. Yo lo sabía, claro… Y tú me prometías que estaba todo controlado, y que otras veces habías caído en las garras de Nora porque estabas soltero, pero que ahora no serías así. Me juraste por todo lo que más te importaba que tú no engañarías a Anna, y mucho menos con Nora.
—Y lo hice… ¿Verdad?
—¿Lo hiciste? Izan… Eso fue lo de menos. Ojalá solo hubiese sido una infidelidad de lo que estamos hablando. Ojalá…
—¿Qué…?
—Claro que te odié por acostarte con Nora cuando todavía salías con Anna. Por supuesto que eso fue más que suficiente para saber que eras una de las peores personas que yo he conocido, solo por detrás de mi familia y de Jordi… Pero es que eso solo fue el principio.
—¿Más cosas…? ¿Yo…?
—En ese mundo nunca conociste a los VDLS, así que Nora pudo pasar tiempo contigo de una forma completamente ajena a los líos de nuestra familia. Nunca estuviste en el radar de mi abuela por eso mismo. Tampoco en el de Jordi, que no supo nada de nuestra historia hasta la tercera versión del mundo. Nora se sentía mucho más confiada para llevarte por su mal camino. Para atraparte. Ella lo que quería era huir contigo, estoy seguro… Y tú solo fuiste una marioneta en sus manos. Necesitaba a alguien con quien escapar de Jordi y de sus abuelos, y tú eras su mejor opción. Y creo que a ti te encantaba eso…
—Me dejé envenenar mucho por Nora… ¿No?
—Yo intenté formar alianza con Lydia para ver si te parábamos los pies, pero no había manera. Estabas absorto por Nora. Empezabas a hablar como ella, sobre abrazar tu propia oscuridad y todas esas tonterías. No tenías ni idea… No sabías ni de lo que hablabas… Pero me hacías daño a mí, hacías daño a muchos de mis amigos… Y hacías daño a Anna. A ella más que a nadie.
—Pero ella se alejó de mí al saber lo de Nora, ¿no?
Oliver se queda callado unos segundos, con los ojos cerrados, conteniendo la rabia.
—… No. No lo hizo.
—¿Qué…?
—Primero, porque tardaste mucho en decírselo. Quise contárselo yo, pero… Me amenazaste. Y yo era muy cobarde… Así que cedí. Me diste muchísimo miedo ese día, Izan… Y, después de eso… Yo me sentí impotente, viendo como fingías seguir siendo el novio de Anna. No sé por qué lo hacías. No sé si era porque querías tener a las dos disponibles hasta decidirte. Con ella fingías ser buena persona, pero a mí me amenazabas. Y seguías viéndote con Nora.
—¿Yo hice todo eso…? ¿De verdad…?
—¡Que sí!
Oliver ha dado un golpe en la mesa. Varias personas se han girado a mirarnos.
—Perdón… —dice—. Sí. Ese fue el Izan del primer mundo. El peor Izan de todos. Yo sé que tú no eres como él… Y por eso puedo hablar contigo manteniendo una mínima educación. Pero no dejas de ser tú… Son cosas que podrías llegar a hacer, cambiando un poco el contexto…
Quiero pensar que no. Quiero pensar que, con todo lo que ha pasado, he cambiado mucho. Ahora estaría mucho más preparado. Claro que… Podría ser, simplemente, lo que quiero pensar. Lo que me conviene pensar.
—Al final, Anna se terminó enterando —dice—. Después de sufrir durante semanas, o meses, porque ya lo suponía… Y porque quería que fueses tú quien se lo dijera. Y, cuando se enteró… Tú ni te inmutaste. Tú no hiciste nada.
—No me reconozco en nada de eso que dices…
Oliver se acerca a mí.
—Cállate. No digas eso. Cállate la boca, ¿vale? No puedes ser tan diferente en unos pocos meses, solo por cambiar un poquito tu entorno. No me lo trago.
Yo asiento y no digo nada.
—Yo intenté mediar para solucionarlo, pero… Al final, la mejor conclusión fue que Anna y yo nos alejásemos de ti. Era lo más sano.
—Sin duda —digo.
—Pero, tiempo después… Volviste a aparecer en nuestras vidas. Habías cortado con Nora, habías cambiado mucho, según tú… Y pedías una nueva oportunidad. Querías volver a tener algo de relación con nosotros, aunque fuera muy poco. Al principio te rechazamos, pero… Después de unas semanas, accedimos a darte una segunda oportunidad como amigo. Y… Tú te pusiste muy pesado con querer volver con Anna. Pero ella, afortunadamente, te dijo que no cada una de las veces. Es una pena que no quisiera alejarse de ti como amigo. Resulta que le dabas pena…
No puedo decir nada. No sé interpretar si tengo que darme por aludido o no. Es muy difícil. No consigo saber si esa persona soy yo, o no. Si yo de verdad haría eso, o si ya sería imposible, después de todo lo que he vivido. No lo sé… De verdad que no lo sé.
—Conmigo también fuiste muy bueno… Hasta que empezaste a verme como una amenaza. De repente, yo no era ese amigo de los dos, que era el confidente perfecto… No. De repente, era alguien que quería quitarte a Anna. Y poco a poco empezaste a alejarme de ella. Te molestaba, por ejemplo, que yo conociera el significado de los pañuelos mejor que tú. Que ya hay que ser inútil, por cierto, para salir con ella y no conocer el significado de sus pañuelos… ¿Ves cómo no eras digno de ella?
—También te doy la razón en eso… Alguien que no conoce el significado de todos los pañuelos, no merece estar con ella.
—Pues ese fue el primer Izan que conocí. Me alejabas de ella, cabrón… Y yo no me di ni cuenta. Pequeñas frases, planes, gestos, ideas… Ibas de bueno, pero el veneno de Nora, y tu propio veneno, hicieron que te fuese muy fácil jugar con nosotros como quisiste. Y entonces… Pasó.
—¿Pasó…?
—Anna dejó de llevar pañuelo. Y a ti te dio igual.
—¿Me dio igual? Eso no puede ser…
—Tú nunca quisiste a Anna. No niego que el siguiente Izan sí que lo hiciera, pero el primero no. Tú… No lo sé. El primero solo quería a Nora, o puede que no quisiera a nadie, porque abrazaba su lado oscuro, o cualquier cosa que mi hermana metiese en tu cabeza influenciable.
Si de verdad fui tan miserable… No tengo derecho a defenderme.
—Seguiste quedando con Anna, y acostándote con ella, como si nada. Pese a que ella, poco a poco, parecía estar cada día más muerta en vida que el anterior. Anna tiene un gran defecto, Izan… Y es que ella no sabe cuidarse. Ella solo sabe cuidar a otros, pero se engaña a sí misma. Cuando te dice que tiene paciencia, o que todo está bien, o que te antepone a ti… Lo hace a costa de perder pequeñas partes de su alma. Y nunca lo admite en voz alta. El problema es que, por tanto acumular… Si al final se quita el pañuelo… Quiere decir que ya no le merece la pena vivir.
—Aquel Izan era un miserable —digo—. Yo no me quedaría igual si Anna se quitara el pañuelo. Estoy seguro que el Izan del segundo mundo tampoco. Aquel primer Izan debió de ser una excepción…
—Deja de justificarlo, ¿quieres? No soporto escuchar eso.
—Perdón…
—Así es como llegamos a ese mes de febrero en el que Anna, cuando te olvidaste de su cumpleaños, volvió a entender que era el momento de alejarse de ti. Yo apoyé eso, claro, y estuve con ella a todas horas. La cuidé… Pensaba que conseguiría que te olvidara, y que quisiera volver a llevar sus pañuelos. Pero no fui suficiente. Ella… Se rompió por dentro. Y entonces, un día… No es que se quisiera suicidar, pero… Por no llevar pañuelo, por perder parte de su esencia… Iba conduciendo, pero no priorizó hacerlo de forma segura. Su cabeza no estaba en su sitio. Entonces tuvo un accidente de coche…
—¿Un accidente de coche…? Pero, Anna… ¿Murió por culpa de eso?
—Al principio pensaba que se salvaría. Fui al hospital a verla, y me dijo que fue su culpa. Que estaba distraída y que, por momentos, le dio igual si vivía o moría. Yo le pregunté si fue por tu culpa, y ella me dijo que fue su culpa. Que no tenía que darte esa importancia, pero que fue idiota. Que fue su culpa por caer una y otra vez, y por tener esperanzas. Lo entiendes, ¿verdad? Fue tu culpa, Izan.
—¿Por qué le afectó tanto…? Yo era un capullo…
—¡Ese es el problema contigo! Que no lo pareces. Parece que hay esperanza. Parece que serás bueno y especial. Parece que… ¡Yo que sé! ¡Parece que no pueda ser que seas capaz de manipular de esa forma! ¡Que no pueda ser que seas igual que la peor versión de mi hermana! Que no pueda ser que me amenazaras mientras ponías buena cara, o que te acostases con Anna, aprovechándote de lo que sentía por ti, solo para utilizarla… Parecía que todo eso no pudiera ser, pero fue así.
Me doy asco. Si de verdad he hecho eso solo porque no recibí durante unos meses las influencias correctas, entonces de verdad que me merezco estar solo. Soy demasiado asqueroso e influenciable como para que nadie pueda fiarse de mí.
—No me olvidaré de lo que me dijo Anna mientras yo lloraba, al lado de su cama, en el hospital. Me acarició y me repitió una y otra vez: todo está bien… Todo está bien…
Oliver cierra los ojos y aprieta con más fuerza la servilleta. Sé que tiene ganas de gritarme y de golpearme. Puede que me lo merezca.
—Lo último que me dijo Anna fue que me haría caso y que se alejaría de ti. Que, gracias a mí, para no volverme a ver llorar de esa forma, intentaría seguir adelante y volver a llevar pañuelos. Que todo estaba bien. Y también me dijo que no existiría nunca nadie en todo el mundo que pudiera cuidarla mejor que yo…
Puede que sea verdad. Puede que solo Oliver pueda cuidar a Anna como se merece, si es lo que ella necesita…
—Me hizo tanta ilusión, Izan… Que me fui a comprarle un pañuelo para empezar una nueva etapa. Para decirle que yo estaría a su lado en ese proceso, y que ahora me tocaba a mí cuidarla a ella.
No me gusta cómo suena esto…
—Cuando fui al hospital con el nuevo pañuelo… El pañuelo caoba… Me informaron de que Anna había muerto. De que se había suicidado.
—¿Suicidado…?
—Una doctora me contó lo que pasó. Recibió la visita de su madre, justo después de la mía… Se ve que su madre le contó que la persona con la que se había chocado en el accidente de coche… Murió por culpa del golpe. Anna fingió que iba al baño después de escuchar eso, y… Bueno.
No puedo ni mirar a Oliver a la cara.
—Grité. Lloré. Pegué golpes por toda la habitación. Perdí incluso el conocimiento. Tardé días en recuperar el sentido. No podía ser verdad. Entonces, me dije: ¿qué hago viviendo en un mundo en el que Anna no existe? ¿Qué sentido tiene eso? —Oliver respira hondo, y suspira—. Y, si había una única forma de eliminar ese mundo y crear otro, era recurrir a la magia de mi abuela. De creerme todas las historias que mi madre me contó sobre que eran viajeros del tiempo. Y así fue como acudí a ella, desesperado, el veinte de febrero. Dos días después de la muerte de Anna.
No puedo culparlo. Pensaba que no aceptaría el motivo por el que decidió colaborar con un monstruo como Olivia… Pero es que no puedo culparlo.
—Ella podía viajar en el tiempo, pero me dijo que este mundo seguiría existiendo. Yo le dije que no podía ser. Que la prioridad era que este mundo no existiera, y que en su lugar existiera un mundo con Anna. También le dije que, además, tenía que darme alguna herramienta para proteger a Anna de ti. Yo hablaba sin creerme lo que decía, si te soy sincero. Pero con mi abuela nunca se sabe, ¿no? Y ahí fue cuando, riéndose, me dijo que hiciéramos un trato… —Oliver sonríe, irónico, asqueado—. Un trato, ¿sabes? Nada de ayudar incondicionalmente a su nieto. Nada de comprender mi dolor. Solo vio en mí una oportunidad para poner a prueba su más reciente experimento…
—El calendario…
—Me hizo esperar hasta el veintinueve de febrero. Para entonces, preparó una fórmula y un mensaje que yo debía de memorizar. Me hizo prometer que me lo aprendería letra por letra, y me explicó que reiniciaría el mundo hasta el uno de marzo del año anterior. Ese es el primero de los dos hechizos marcados en el tercer tomo dorado, por si te lo preguntas. Mi abuela aprendió a rebobinar el tiempo con la ayuda de los Voyat. Solo puede hacerlo los veintinueve de febrero… El único día, cada cuatro años, en que hay más cantidad de Voyat en el planeta, y encima están dispuestos a ayudar a quien se sepa comunicar con ellos. No sé por qué pasa, pero parece ser que es verdad. Gracias a las habilidades de estos, y a la comprensión de los mismos sobre lo que es un año completo, pueden restaurar el tiempo en ese intervalo controlado.
—Así es como empezó el primer bucle…
—Cuando aparecí en el uno de marzo, a las doce de la madrugada, lo primero que hice fue correr hacia la mansión de mi abuela y explicarle todo lo que me dijo su versión del primer mundo. Ella saltó de alegría al recibir todo ese conocimiento. Me dijo que me esperara en el salón, que me daría algo. Así es como salió con veinticuatro hojas de calendario. Dos por cada mes.
—¿Dos…?
—Sí. Calla y escucha.
—Perdón.
—Me dijo que estaba probando un experimento muy complicado. La verdad es que no me apetece contarte los tecnicismos… Creo que eso lo hará mi abuela dentro de poco. El caso es que creó el calendario y me dijo que tú tenías que escribir una frase cada día, y yo hacer lo propio en mis hojas. Frases reales, sobre cosas que de verdad nos han ocurrido. Nos las teníamos que creer.
—Así es como me convenciste para escribir el calendario…
—Sí. Me fui a verte a la salida del trabajo y te expliqué que necesitaba a un amigo para probar un ritual. Tú sabías que había cierto misticismo en torno a mi familia, así que pensaste que podía ser algo divertido. Además, a ti te encanta dejar constancia de tus avances día a día, ¿verdad? Te encantó cuando, en la predicción en la que ponía que yo seguía confiando en ti… Te hice saber que yo apuntaba la progresión de mi año. Quién me inspiraba, qué me hacía bien y qué me hacía mal… ¿A que te gustó todo eso? Pues yo lo sabía, y por eso fue fácil convencerte.
Ahora que lo menciona, la predicción de noviembre que decía “Oliver sigue confiando en mí”, sonaba mucho más dramática de lo que fue en este mundo. Tal vez debí de darme cuenta de que pasaba algo muy complicado con Oliver en el anterior mundo… Pero no lo hice.
Y tiene razón. Me encantan ese tipo de cosas. Mi cuenta privada de Twitter lo demuestra. Necesito llevar la progresión del año en pequeñas frases de alguna forma.
—Por eso, cuando te expliqué que podíamos comparar nuestros años y ver nuestra evolución, a ti te pareció una idea brillante. Después de eso, una pelota de futbol se dirigía hacia nosotros, y tú la viste a tiempo. Te interpusiste entre la pelota y yo, y esta te golpeó en la cabeza. Con una sonrisa, me dijiste: mira, ya tengo frase para hoy. “Me golpea un balón”.
El primer balonazo me lo llevé para proteger a Oliver… No me lo puedo creer.
—Desde el maldito día uno, Izan… Desde el principio me hiciste dudar de si realmente me tenía que vengar de ti o no. Pero yo seguí apuntando mis propias frases, siempre con la verdad, pero asegurándome de que me llevaban a un final en el que Anna se olvidaría de ti y se enamoraría de mí, para que yo, la única persona que la puede cuidar y entender de verdad, fuera el encargado de que no le volviera a pasar nada malo.
—¿Tú también tienes un calendario…?
—Eso es lo peor, Izan… Que tendría que tenerlo. Ese era el plan. Tú apuntarías tus predicciones, yo apuntaría las mías, y luego, en el tercer mundo, se iban a entrelazar para llegar al final perfecto. Así es como mi abuela me lo pidió. Pero… Fui tan estúpido que, en agosto… Rompí todas mis hojas. Y por culpa de eso, las únicas que han prevalecido son tus predicciones, lo que nos llevará a un final incierto, porque no hemos seguido el plan de mi abuela. Ahora nos movemos en una línea marcada por frases escritas por alguien que no tenía ni idea de nada. Para mi abuela, eso es un fracaso, y el intento bueno será el siguiente, donde, ahora sí, estoy escribiendo las frases adecuadas para llegar a un final perfecto.
—Espera, no lo entiendo… ¿Por qué en agosto rompiste tus hojas?
—¡Porque me reuniste con mi padre! ¿Por qué? ¿Eh? ¿Por qué eras tan bueno conmigo en ese segundo mundo? Hiciste cosas malas con Anna y con Nora, también, pero muchísimo menos… Muchísimo más perdonables… Y conmigo siempre fuiste muy bueno. Me cuidabas, me considerabas tu hermano pequeño, me apoyabas en todo… ¡Y encima hiciste a un lado tus diferencias con mi padre para que él pudiera encontrarse conmigo! ¿Cómo me iba a vengar de un Izan así…? ¿Cómo podía odiarte, si cumpliste uno de mis deseos más importantes…?
—Oliver… Fui muy diferente en ese mundo… ¿Verdad?
—Tuvimos algunos problemas. A veces te odiaba, a veces me era imposible odiarte. Las cosas se complicaron, porque yo no podía mantener siempre mi personalidad, y era otro Oliver, inocente, el que tomaba mi lugar. A mi abuela le costó mucho mantenerme estable. Por eso no pude hacer nada de lo que mi abuela me pidió. A veces no era yo, a veces sí lo era, y te odiaba, y a veces sí lo era, y no podía odiarte. ¿Cómo podía mantenerme firme en un plan que duraba un puto año entero?
—¿Y qué pasó al final entre tú y yo? En la segunda versión de la historia…
—Muchas cosas. En ese mundo, pensé que de verdad querías a Anna. Pero, tiempo después, me enteré de que le fuiste infiel en verano con una tal Aurora. ¿Y quién era Aurora ahora? ¿Por qué tuviste que besarte con una desconocida que no era nadie? Por eso, cuando el otro día me preguntaste por el nombre de Aurora… Casi me muero de rabia. Me lo notaste en la cara, y por eso tuve que inventarme la historia de una acosadora de mi instituto. Pero mi cara fue porque me pareció vomitivo escuchar de tu boca el nombre de Aurora… De la chica con la que te besaste mientras salías con Anna.
—¿Con Aurora…? Joder…
—¿Lo ves, Izan? No eres una persona de fiar. Incluso cuando eres mucho más bueno y no caes en las garras de Nora, sigues siendo un capullo y un traidor. Eso es lo que eres.
—Empiezo a entenderlo…
No puedo fiarme de mí mismo, eso está claro. En este mundo también he hecho cosas parecidas, y he sido un miserable por culpa de mi relación con Nora, o por no saber gestionar mis relaciones sentimentales, haciendo mucho daño por el camino…
—Me dio mucha rabia cuando me enteré de que Jordi usó el nombre de Aurora —dice—. No soporto que esa persona sea mencionada, aunque tuviéramos que recurrir a ella para que las predicciones se cumplieran…
—¿Cómo? ¿Recurristeis a Aurora? ¿Qué quiere decir?
—Aurora no te conoció por casualidad en este mundo. Jordi preparó a una persona para que la conociera primero y luego la convenciera para conocerte. Le pagó mucho dinero para que cumpliera a ciegas con las predicciones.
—¿Jordi es Master Tiger? Es mentira, ¿no?
—¿Yo que sé? Eso lo llevó él. Pero creo que es alguien que aprendió a jugar a los mismos juegos que jugáis Aurora y tú, para poder infiltrarse. Creo que es Martí, de hecho.
—¿Martí? ¿Me tomas el pelo? ¿El perrito faldero de tu familia?
Bueno, ahora que lo dice, Master Tiger, si le quitamos algunas letras… Sale el nombre de Martí. De verdad, siento que todo esto es una broma muy, muy pesada…
—Si tienes dudas, le preguntas a Jordi o a Aurora. Ya te he dicho que yo no quiero oírte hablar más de esa persona.
—Sí, perdón…
—¿Sabes lo peor del segundo mundo? Que, quitando lo de Aurora, y algunos detalles menores, de verdad que sentí que en ese mundo me querías de verdad. Y que te arrepentías de verdad de lo que le hiciste a Anna. Que querías compensar todo lo que habías hecho. Creí eso hasta el final… Hasta que, el día veintinueve de febrero… Yo, que estaba decidido a romper el hechizo del calendario… Me enteré de algo horrible. Me enteré de que Anna fue a verte dos días antes, pero nunca volvió.
—¿Cómo que nunca volvió?
—¿No lo entiendes? Fue a verte, pero desapareció. Y, el veintinueve de febrero… Fue encontrado su cuerpo sin vida.
—¿Anna volvió a morir…?
—Sí. Y, para cuando yo me enteré, ya habían encontrado pruebas para apuntar a una persona… —dice, mirándome con odio.
—¿A mí…?
—Huellas, notas, conversaciones, horarios, lugares… Todo salió muy rápido. Anna quiso hablar contigo sobre vuestro futuro, y, por algún motivo, la mataste. ¿Sabes? No sé si la mataste a conciencia, o si fue un accidente. De hecho, quiero pensar que la mataste sin querer. Pero me da igual. Incluso así, eres un puto asesino, Izan. Esa es la verdad.
—¿Maté a Anna…? Pero, espera… ¿Y la última predicción? La del pañuelo caoba…
—Sí… Cuando supe que tendría que vivir dos bucles más, pensé que tenía que abrir una posibilidad para que solo fuera uno.
—No te entiendo.
—A ver… Esta es la tercera versión de la historia. En esta, estoy escribiendo mi propio calendario, para que perduren sus frases en la cuarta versión de la historia. Esa será la versión que me llevará al final deseado. Pero… No quiero seguir viviendo bucle tras bucle. Así que, el último día, cuando me encaré a ti por la muerte de Anna… Te dije que tenías que acompañarme al tanatorio y entregarle un pañuelo caoba que yo había comprado. Así apuntarías con sinceridad eso en el último día del calendario. Ahora, mi tarea será convertir esa frase en el final deseado… Y no te pienso explicar nada más al respecto. Si tienes un poco de decencia, no te meterás en eso.
—¿En el final deseado…?
—Sí. Si volvemos a iniciar un nuevo bucle, ganaré, sin ninguna duda. Pero estoy harto de que el tiempo no avance para mí. Quiero ganar ahora. Así que me las apañaré para usar esa predicción y crear una posible salida. Evitar más bucles. No te pienso explicar nada más.
No sé si puedo preguntar más… Tampoco sé si es del todo malo eso que dice. ¿Qué implica lo del pañuelo caoba? ¿Qué quiere decir un final deseado para él? Porque, dependiendo de lo que sea… Tal vez tenga que apoyar eso. Por Saúl… Y por Anna. Oliver, por mucho que sea el responsable de todo esto, quiere de verdad a Anna…
¿Es posible que Anna haya muerto dos veces por mi culpa…?
—Ya ves que Rodi ART, siendo el asesino de Anna, no es una tontería, ¿no, Izan? Porque eres tú, capullo. Tú eres el que quiere hacer daño a Anna. Tú eres el que la quiere matar. Temo que lo vuelvas a hacer en este mundo…
—No… Eso no lo digas…
—¿Después de matarla en dos contextos totalmente diferentes? Perdona, pero sí que lo digo, puto asesino…
—Oliver, por favor…
—Cállate, Izan. De verdad… Cállate.
Asiento. Contengo mis ganas de llorar.
—Fui a ver a mi abuela, y le dije todo lo que había ocurrido. Me volvió a dar instrucciones para pasárselas a la versión del tercer intento. Pero, cuando el mundo se reinició… Y vi que volvía a ser uno de marzo… Vomité. No pude soportarlo. Mi cabeza no estaba preparada para otro bucle. Estaba desesperado…
—Y acudiste a Nora…
—Me di cuenta de que, aunque tiene muchas cosas horribles, Nora sí que me escucharía. Y necesitaba explicárselo a alguien que conociera bien a mi abuela. Así que fui corriendo, desesperado, y se lo expliqué todo a Nora. Pero, cuando empecé a hablar… Jordi apareció. Estaba en el baño, y por eso no lo vi. Me dijo que empezase desde el principio y que él también se quería enterar. No pude decirle que no… Así que se lo conté todo a los dos, y ellos me ayudaron a gestionarlo con mi abuela, que consiguió muy rápido las doce hojas con todas las frases que tú apuntaste, y otras doce hojas con el calendario vacío para que yo apuntara mis propias frases.
—Y así llegamos a lo que para mí fue el principio…
—Sí. Dejé la hoja del uno de marzo bajo tu puerta, y después escribí una nota para la versión de mí que no recordaría nada de todo esto. Le avisé de que muchas veces perdería el conocimiento y pasarían días. Que, durante un tiempo, seríamos dos, compartiendo un solo cuerpo. Que la culpa era de un hechizo de mi abuela, pero que no tenía que decírselo a nadie. Que los mareos serían constantes, pero que él tenía que mantenerse sin decir nada, y tenía que ayudarme con información del día a día, al igual que yo lo haría con él, para poder fingir una vida normal. Así es como a veces era yo, y a veces era un Oliver que no sabía nada sobre todo lo que yo estaba pasando. Pero mi abuela me ayudó mucho con eso… En esa sala de tortura del templo… Y, al final, en octubre, conseguimos estabilizarme del todo. Tal y como dijiste, desde el día en el que me ingresaron en el hospital, consiguieron que yo fuera el único Oliver. Ya no me marearía más.
—Entiendo… Así que, en este mundo, sí que estás escribiendo tu propio calendario… Y se entrelazará con el mío en la cuarta versión de la historia.
—Así es. Y te aseguro que, con la aportación de mis predicciones, no habrá forma de pararme. Las predicciones que escribió el otro Oliver son inocentes y no importan, pero, las que yo he escrito… Me he aseguro de que me lleven al mejor final posible. Ahora bien, si quieres evitar eso… Si quieres evitarle el peor de los sufrimientos a tu amigo Saúl… Lo que puedes hacer es ayudarme a triunfar en esta versión del mundo. Así no habrá más reinicios.
Ayudar a Oliver… Para ayudar a Saúl. Claro, si el mundo se vuelve a reiniciar, Saúl tendrá que volver a vivir una historia llena de reinicios, pero contra un Oliver que lo tendría todo a su favor. Y no quiero ni pensar en el efecto que tendría en Saúl que existan dos calendarios al mismo tiempo…
—¿Me lo puedo pensar…? —digo—. Tengo mucho que procesar.
—Por supuesto. La oferta estará en pie durante todo el mes.
Puede que Oliver me la esté jugando. No sé si me está engañando en algo, o si está ocultando algo muy malo para mí… Pero hay cosas que, si son verdad… Tal vez sean suficientes para aceptar que tengo que hacer que él gane… ¿No?
—Izan, ¿te acuerdas de una cosa que te dije hace unos meses? El día de la predicción en que seguía confiando en ti. Ese día te dije que, si no podía confiar en alguien que siempre me quiso ayudar, escuchar, y que incluso me reunió con mi padre… No podría remontar.
—Oliver…
—Lo entiendes, ¿no? Eso es lo que me pasó. Quise confiar en ti, incluso después de odiarte en el anterior mundo… Quise confiar en una segunda versión de ti, pero nos fallaste a todos, y ya no pude remontar.
Yo asiento. Estoy demasiado avergonzado, confuso y devastado como para contestar.
—Me alegra que lo comprendas —dice, levantándose—. Hemos terminado por hoy. No quiero seguir hablando contigo. Espero que haya sido informativo. Ya sabes lo que quiero y por qué lo quiero. Ten un poco de decencia y hazme caso, ¿vale? O, como mínimo… Que no se te ocurra hacerle daño a Anna otra vez. Un reinicio no será suficiente para vengarme de ti con todas mis fuerzas… O, como mínimo, para asegurarme de que nunca más le harás daño a nadie.
Tiene razón. Solo existo para hacerle daño a la gente. En cada línea, en cada versión del mundo… He sido muy diferente, pero siempre he hecho mucho daño a alguien. Gris se alejó de todos por el suicidio de Nora y trabajó con Olivia. Él empezó esos viajes y le jodió la vida a Rojo, el cual también hizo daño a todos nuestros amigos, e incluso mató a Frank sin querer. Luego, cuando crearon los VDLS, dieron pie a todo esto… Y en cada una de mis versiones del bucle, he hecho daño a muchísima gente…
Si en cada mundo soy diferente… ¿Por qué lo único que tienen en común todas mis versiones es lo peligroso que soy para los demás?
Pues… Porque Oliver tiene razón. Soy peligroso. No soy de fiar.
No me merezco otra cosa que no sea dedicar mis fuerzas de este mes… Del último mes… A hacer que Oliver, Anna y Saúl estén lo mejor posible. Si por lo menos puedo ayudarlos a ellos… Mi papel en esta historia habrá merecido la pena.
Incluso aunque yo tenga que morir para que todo salga bien.
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