Capítulo 170
Alex hace justicia
“Alex está ilusionadísimo con esta predicción.
Le gusta hacer justicia, dice. Espero que quede satisfecho.”
Alex se pasa toda la mañana dando vueltas por ahí. Tiene la firme teoría de que, si tiene que hacer justicia, la hará en la calle, metiéndose en medio de alguna situación injusta, salvando a alguien o algo así. Dice que, si se queda en casa, no hará nada significativo. Yo también salgo a dar un paseo por la mañana, sin mucho más objetivo que tomar el aire y pensar en mis cosas. Todavía estoy un poco tocado por lo de ayer, y la verdad es que he dormido fatal, pero he pensado que, si me quedo en la cama, me sentiré mucho peor. Un paseo es la decisión más saludable ahora mismo.
No es ninguna casualidad el encuentro que tengo un buen rato después, porque he ido expresamente a una de las cafeterías que quedan más lejos de mi casa (y más cerca de mi antiguo trabajo) para ver si me encuentro con una persona que frecuenta ese lugar. Y ahí está. Sin que la predicción me lo diga, me encuentro con Estrella en su cafetería de siempre.
En el pasado iba solo los martes y algunos viernes, pero tenía esperanzas de que la cosa hubiese cambiado, porque ha pasado mucho tiempo, y ya no tenía por qué ser igual.
Me da un poco de vergüenza acercarme a Estrella. Le he hablado fatal las últimas veces que he estado con ella, y ahora voy en plan amiguitos a ver si podemos hacer una alianza en contra de los que me mandan los calendarios o algo así. Pero no tengo que pensar eso. En realidad, soy yo el que le hace un favor a ella. Que me trató mal y me expuso de esa forma tan peligrosa es algo que pasó de verdad. Aunque también es cierto que yo mismo fui quien la incitó a que me delatase. Se me fue mucho la cabeza ese día.
Bueno, yo me acerco, y a ver cómo reacciona ella. Ha levantado la cabeza al verme. Madre mía, me he puesto de lo más nervioso.
—Esto no me lo esperaba… —dice—. Te he visto entrar, pero no me imaginaba que vendrías a saludarme.
—Yo tampoco estaba muy seguro. Pero aquí estamos —oh, no. No recordaba que las frases que digo delante de Estrella siempre me dan bastante vergüenza.
—Te estás llevando bien con algunos VDLS, ¿verdad? —dice mientras juguetea con su taza—. La verdad es que ya me imaginaba que acabarías hablando conmigo. Has tardado en darte cuenta de que los VDLS son tus aliados.
—¿Sabes lo que pasa? —digo mientras me siento. Noto que ya he recuperado algo de confianza, porque me ha chirriado un poco eso que me acaba de decir—. Que tú o cualquiera de ellos lo tuvo bastante más fácil de lo que se creía para venderse como un aliado y convencerme rápido. En concreto tú, que fuiste la única que me conocía en primer lugar. Admite que, si hubieses querido, me habrías podido convencer, en vez de hacer todas esas payasadas tan confusas.
—Es posible. ¿Sabes por qué no lo hice?
—Pues ni idea. Algún motivo críptico o mágico o algo, ¿no?
—Porque soy una inútil, por eso.
—Hala…
—No, en serio —no para de jugar con la taza—. Todo lo que toco, lo destrozo. Todo lo hago mal. No sé qué me pasa, pero, o soy muy estúpida, o me han echado una maldición. Viendo cómo ha sido mi vida, veo igual de posibles cualquiera de las dos.
—Ya. Pues no sé qué decir a eso. No paras de jugar con esa taza, pero no la estás rompiendo, ¿no? —bueno, pretendía animarla con esa frase, pero en mi cabeza sonaba mejor. Por suerte, creo que la ha ignorado.
—¿Sabes? —dice, mirándome a los ojos de repente—. Llegué a pensar que nos íbamos a llevar bien. Casi te veía como un amigo.
—Yo a ti también.
—Qué pena, ¿no?
—Sí, qué pena. Pero podemos ser aliados, ¿no?
—Claro. No nos queda más remedio. Nos necesitamos. Pero es triste que nos limitemos a eso.
—Entiendo. Hay cosas que todavía no me cuadran contigo, Estrella… ¿Lo de Lydia? ¿Lo de Jordi? No sé… Prefiero aparcar eso y centrarme en lo del calendario y lo de VDLS. Ya en el futuro veremos qué pasa.
—Comprensible. Así será. Y ahora que lo dices… ¿Cómo está Lydia?
Me levanto. No creo que deba contestar a esta pregunta. Lydia no querría, y aunque lo haga… No sabría ni por dónde comenzar.
—Hablamos pronto, ¿vale? —digo.
—Sí…
Bueno. Admito que me he sentido un poco mal por irme sin contestar. Eso lo he visto mucho en películas y series. Lo hacen como para quedar guay y demostrar control de la situación… Pero me ha sentado fatal hacerlo, y seguro que ella tampoco se siente del todo bien. Por lo menos tenía sentido no contestar a una pregunta así, o eso creo.
Vuelvo a casa y espero un par de horas perdiendo un poco el tiempo, haciendo de todo y nada a la vez.
Por fin, Alex vuelve a casa. Está que derrocha adrenalina.
—¡Izan! Izan, ven, escucha, atiende. Ya he hecho la justicia que decía tu calendario. ¡Vengo con vídeo y todo!
—Te escucho con atención.
—Me he pasado buena parte del día pateándome todo el barrio y alrededores. No encontraba nada, y me estaba poniendo nervioso ya. Pero entonces, a eso de las seis y poco, me encuentro con lo que me tengo que encontrar.
—¿Qué era?
—Izan. ¿Sabes cuando lo ves claro? Cuando estás buscando algo sin saber muy bien el qué, y entonces lo ves. Está ahí. Lo tienes delante y dices… “Lo he encontrado. Mi búsqueda por fin ha terminado, y ahora todo tiene sentido.”
Yo espero en silencio a que termine de recrearse.
—Pues lo he encontrado —continúa—. Ahí estaba: Nora en patinete —dice marcando cada palabra por separado—. ¿Lo entiendes? Nora. En. Patinete. La hija de puta de Nora en un puto patinete. La veo, pero ella no me ve a mí. Y va y deja el patinete atado a una farola, para entrar en un supermercado. ¡Y el patinete estaba ahí, solito, gritándome!
Se me escapa la risa. Ahora entiendo bien la predicción.
—Has hecho lo que tenías que hacer, ¿verdad? —le digo.
—No lo sabes tú bien. Te juro que he ido hasta el patinete meneando el culo y bailando. Me he recreado y he degustado hasta el camino. No sé cómo lo he hecho, pero es que me ha dado igual. Las cuatro ruedas se han ido a tomar por culo, Izan. Se las he conseguido sacar a golpes. Golpeaba el patinete contra la farola como un desquiciado. No las he podido arrancar, pero se han quedado sueltas. Y el manillar tampoco se podía arrancar, pero algo ha crujido. Algo se ha roto ahí. Creo que ya no sirve. No he podido quitar la cadena, pero estaba tan suelta que he hecho lo que me ha dado la gana con el patinete. Se lo he roto por todas partes.
—¿Pero no te ha visto nadie?
—Pues creo que sí, pero es que me ha dado igual. Total, me voy mañana. ¡Era fuerza mayor, Izan!
—Te ha dado placer, ¿verdad?
—Puf… No te imaginas. Y ahora viene lo mejor. Cuando he terminado, me he escondido en un sitio estratégico y he esperado a que Nora salga del supermercado. La he grabado, Izan. No te molesta que te enseñe un vídeo de Nora si es para una buena causa, ¿verdad? —yo niego con la cabeza—. Ven, mira, mira.
Saca el móvil y reproduce el vídeo.
—Mira, ahí sale con las bolsitas la hija de puta. Ojalá lleve congelados, porque tardará un buen rato en volver a casa sin el patinete.
Nora sale con unas bolsas y, cuando se acerca al patinete, se lo queda mirando muy quieta. Se escucha la voz de Alex diciendo “esto es por mi bici, baby”.
El semblante de Nora no es tan tranquilo como le gustaría. De hecho, creo que no sabe que la están grabando, porque su expresión es de rabia, pero de una forma mucho más humana y tonta que la que suele mostrar delante de los demás.
—Mira, aquí, aquí —dice Alex—. Este es el momento en que creo que se da cuenta de que esto puede ser por la predicción.
Nora se queda pensando un momento y luego cae en la cuenta de que la predicción de Alex de hoy ha sido eso. Al menos, eso es lo que más cuadra al ver su cara. Ella era la víctima, y no debió ni pensar mucho en ello. Cuando lo hace, cierra los ojos y nos regala una expresión del estilo “mierda…”. Y da un fuerte pisotón en el suelo. Creo que se ha hecho daño y todo, porque ahora se está retorciendo. Alex se está riendo muy fuerte.
—Se acaba de dar cuenta de que he hecho justicia. ¡Jódete Nora! Eso es por mi bici. Izan… Qué satisfacción.
Me gusta ver a Nora así. La desmitifica. Se ve tan tonta, tan poco mística… No tengo que tener miedo de alguien así.
—Ya me puedo ir en paz… —dice Alex.
—Y que lo digas. Has hecho justicia —pienso también en la predicción de mañana y en lo que acaba de decir—. Por cierto, ¿entonces te vas mañana tal y como dice el calendario?
—Sí, eso te quería decir… Durante mi paseo, me ha llamado mi jefe.
—Ah, que tú tienes jefe.
—Sí. Me ha dicho a qué país tengo que ir ahora.
—¿Pero tú a qué te dedicas?
—¿No te lo dije? Vendo cosas en varios países, siempre que entiendan el español o el inglés en su mayoría. Los jefes me dicen qué perfil de persona y producto manejo cada vez. Eso lo compagino con hacer reseñas de varios sitios que visito en ese país. La mayoría pagadas de antemano, y otras porque a mí me da la gana, y a veces las cobro y a veces no, dependiendo del feeling que tenga con las personas beneficiadas.
—Vale, suena a algo de lo que me voy a olvidar —digo.
—Por eso siempre estoy tan desconectado. Llevo muchas cosas a la vez en esos viajes, sin perder de vista lo de pasármelo bien, claro. Pero esta vez no estaré tan desconectado. Te haré caso solo a ti, Izan. Pondré un aviso sonoro exclusivo para cuando me hables tú. Cuéntame lo que te pasa, cómo van las predicciones, el calendario del mes que viene… Todo. Te echaré una mano en lo que me sea posible.
—Sí… Muchas gracias, de verdad. ¿A qué hora te vas?
—Mañana por la tarde, así que no te marches a ningún sitio por la mañana, que tenemos que pasar ese último rato juntos. Se ha hecho cortísimo, ¿no?
—Sí… La verdad es que sí.
Alex se ríe un poco.
—Je… Nora se ha quedado sin patinete… —dice—. A tomar por culo el patinete… Je.
—Por favor, que llevase congelados… —digo.
Los dos nos reímos.
Alex ha hecho justicia.

Comments