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Jueves 2 de noviembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 3 nov 2023


Capítulo 247

Llamada divertida con Dana

“Mira que Dana tolera poco que yo me haga el gracioso…”



Ahora sí, es el primer día de trabajo. Nada más entrar en la oficina, se resuelve el misterio de si Ignacio, el de las fotocopias, es Ignazi, mi exjefe cabrón.

—No me lo puedo creer… —dice Ignacio al verme—. Me habían dicho que venía un Izan, pero… No me lo puedo creer.

—Por favor… Solo dime que no serás mi jefe —digo, a modo de saludo.

—Siempre seré tu querido jefe, Izan, lo quieras o no.

—No creo —dice alguien que viene por detrás. Tiene mi edad o es incluso más joven, es pelirrojo y ha irrumpido en la conversación con mucha confianza. Ignacio, por su parte, parece incómodo—. Ignacio, qué te tengo dicho de decirle a la gente que tú alguna vez fuiste un jefe, ¿eh?

—Lo siento… —dice Ignacio, con una sonrisa muy pelota.

—Toma —le entrega varias hojas—. Hazme fotocopias de esto.

—Ahora mismo —dice Ignacio, y se va a hacer la faena.

El chico joven y dominante me mira a mí, sonriendo, y me extiende la mano.

—Hola, Izan. Eres el amigo de Elías, ¿no?

—Ah, hola. Sí, él me recomendó.

—También eres amigo de Dana, ¿no?

—Anda, ¿conoces también a Dana?

—Es mi abogada —dice. Su sonrisa, conmigo, es mucho más relajada que la sonrisa cruel que le dedica a Ignacio—. Me llamo Pablo.

—Ah, hola, Pablo. Esto… ¿Pablo qué más?

—Pablo Merino. Te suena mi nombre, ¿verdad?

—Pablo Merino… Hostia, un poco sí.

—¿Cuánto sabes de mí?

A ver, a ver. Recapitulo rápido. Dana me explicó una vez que Pablo Merino fue un extrabajador de mi antigua empresa, y que fue víctima de acoso por parte de Ignacio, o algo así. Creo que la historia fue algo más complicada. Dana llevó su caso. Cuando tuve esa especie de batalla final con Ignacio, me vino como un fogonazo que me indicó que tenía que haber utilizado el nombre de Pablo Merino. Lo hice, y entonces Ignacio se puso malísimo y empezó a ceder desde ese momento. Sin embargo, nunca me llegué a enterar de lo que pasó exactamente…

—Solo sé que Dana mencionó tu caso cuando investigamos los antecedentes de Ignacio —digo al fin. Mejor no entrar en más detalles.

—Bueno. Me parece que tú te llevabas muy mal con Ignacio, pero no tienes que preocuparte, ¿vale? Lo tengo amarradito y no te molestará. Ni a ti, ni a nadie.

Me gustaría preguntar más… Pero no sé qué preguntar.

—Es un alivio… —digo.

—Los demás no saben casi nada, pero contigo no hay problema si nos burlamos un poco de él, ¿verdad?

—Cero problemas. Burlarme de Ignacio es una de las cosas que mejor domino de este sector.

Pablo se ríe.

—Me caes bien. Bienvenido a la empresa. Creo que te pondrán en mi grupo con el proyecto de hoy. A ver qué tal te va. Nos vemos por aquí.

—Sí… ¡Gracias! —bueno, “gracias”, no sé por qué. No me ha deseado suerte ni nada. No sé. Los nervios.

No interactúo mucho más con Ignacio ni con Pablo, salvo para cosas de proyectos y demás. Me siento bastante perdido por la forma en que trabajan aquí, pero mis compañeros parecen bastante decentes y me guían de forma educada y paciente.

Termino el primer día sin mucho problema. Como mañana quiero tener algo más de rato libre, me llevo algo de trabajo a casa.

No paro de pensar en Ignacio “El Fotocopias”, así que, en casa, me dispongo a llamar a Dana.

Antes de hacerlo, veo que tengo un mensaje de mi padre. Por lo visto mañana estarán disponibles para resolver el tema de la herencia. No hemos tocado ese tema porque no habían podido estar hasta ahora. Claro, supongo que tenían que bañarse y tomar el sol un mesecito más antes de poder volver a un país en el que ya estaban en los días del entierro.

Les respondo de la forma más seca y, ahora sí, llamo a Dana.

—Buenas, Izan. Dime.

—¿Sabes cómo se llama la predicción de hoy?

—¿Algo conmigo? Salgo mucho en tus predicciones, me voy a preocupar.

—Pone: llamada divertida con Dana.

—¿En serio? ¿Y has llamado para que nos divirtamos? ¿Cuál es el tema?

—Pues me lo imagino… Hoy he empezado mi jornada de trabajo en la nueva empresa. ¿Sabes a quién me he encontrado?

—Pues no. Bueno, espera. ¿Ignacio?

—¡Sí! Correcto.

—¿En serio? ¿Estás en la empresa de Pablo?

Dana empieza a reír.

—Suponía que te gustaría.

—Me encanta. ¿Qué te parece el nuevo Ignacio?

—Es adorable. Pero necesito saber cómo se ha llegado a esta situación.

—No te puedo contar muchos detalles de su historia personal, porque son confidenciales, pero iré a la parte interesante… Digamos que Pablo, hace tiempo, le tenía algo de miedo a Ignacio. Y se me ocurrió que, poco a poco, fuese al revés. La familia de Pablo tiene dinero y contactos con la policía, y… Digamos que eso es algo que se fue exagerando y mitificando con el tiempo. Empezamos a hacer que Pablo fingiese que tenía delirios sobre lo que ocurrió entre él e Ignacio, convirtiendo una historia horrible para Pablo en una historia mucho más enfermiza pero todavía. Una historia que la familia de Pablo no tendría que saber nunca, o Ignacio tendría problemas de verdad. Poco a poco, Pablo dejó de tenerle miedo, y empezó a sentirse poderoso cuando veía que Ignacio era el que le temía.

—Pero… ¿Eran pareja o algo?

—Más o menos. Ignacio abusó mucho de su poder, por así decirlo. Por eso consideré justo proponerle a Pablo una venganza que implicase… Pues eso, abuso de poder. Al principio él no quería, pero, poco a poco, fue cambiando de idea.

—¿Y cómo nos lleva eso a que Ignacio trabaje aquí?

—Eso es lo divertido. Cuando conseguiste expulsar a Ignacio de la otra empresa, le comenté a Pablo que este se había quedado sin trabajo, y le propuse una idea. Yo sabía que Pablo había conseguido un ascenso pocos meses antes, así que tendría mano a la hora de contratar a gente. Y, bueno… Le propuse que él contratase a Ignacio y que le hiciera saber que yo me había encargado de que todas las demás empresas del sector no lo contratarían nunca. ¡Jamás! Así no le quedaría más remedio que trabajar por el sueldo mínimo en la posición más baja en la empresa de Pablo, bajo sus órdenes. Sin posibilidad de ascenso, claro.

—¿En serio? ¿Has hecho que Ignacio no pueda trabajar en ningún sitio más?

—No subestimes mis contactos y lo hija de puta que puedo llegar a ser…

Se me escapa la risa.

—Y ahora Ignacio tiene más miedo todavía, ¿no?

—¡Esa es la idea! Si ya le tenía miedo de antes, ahora que sabe que esta es su última oportunidad de tener trabajo… Vamos, es que no le queda otra que agachar la cabeza ante todo lo que le diga Pablo.

—Sois unos cabrones. Me encanta.

—Te aseguro que Pablo considera esto lo más terapéutico que le ha pasado en la vida —dice, muy animada.

—Hostia, ahora que pienso —digo, recordando algo—, yo me encontré con Ignacio después del despido, y el muy capullo me dejó caer que un amigo lo iba a contratar en otro sitio y que tendría un puesto de responsabilidad bastante elevado. ¿Me lo diría en serio, o solo fue para que yo me lo creyera?

—En el caso de que eso fuera verdad, dicha empresa evaporó su interés en cuanto habló conmigo. Pero yo creo que nunca existió ese puesto elevado. Que se tiró el rollo, vamos. Es patético el pobre…

Me encanta. Tengo que contarle esto a Eric, a Elías y a Hugo. Madre mía, qué alivio… Es maravilloso ver lo mal que ha acabado. Sabiendo que Pablo es un aliado y que Ignacio está atado con correa en esa empresa, creo que no me lo pasaré nada mal ahí.

Dana y yo nos burlamos un rato más de Ignacio, recreándonos con toda la crueldad de la que disponemos, hasta que el tema no da más de sí. Después le comento que, a lo mejor, necesitaré asesoramiento, porque mis padres querrán luchar por la herencia, pero mi tío me dijo que me la dejaba a mí. Le he dicho que me quiero asegurar de que no me estafan ni nada de eso. Dice que mañana puede venir al notario, que no hay problema, y que me lo cobrará muy barato. Me parece bien. Si mis padres me querían timar, creo que se quedarán con las ganas. Depende de cómo se porten, igual hago fotos de sus caras y todo cuando sepan que mi tío no les dejó nada.

Luego le pediré a Ignacio que me imprima esas fotos.

Hostia, sí. Tengo que hacer eso.






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