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Viernes 3 de noviembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 4 nov 2023


Capítulo 248

Muchos ajustes

“¿Muchos ajustes en qué? No te gusta especificar, calendario… No te gusta.”



Primer ajuste

Me aseguro de que mis jefes estén de acuerdo con el volumen de trabajo adelantado en mi casa ayer por la tarde, para así justificar que hoy solo estaré dos horas en la empresa. Parece que todavía retengo las capacidades mínimas para ser funcional en este sector, dicho de forma humilde.

No hay mucho problema con los altos mandos, salvo alguna indirecta que me da a entender que este tipo de cosas solo las tengo que hacer los viernes y casi que ningún día más.

Tras asegurarme de que los jefes están conformes, me marcho antes de las once de la oficina. A las once y media tengo un encuentro en el notario con mi familia.


Segundo ajuste

Me reúno con Dana, con mis padres y con mi hermano en la puerta del notario. Rafael (Gris) también está ahí.

—¿Has traído a una abogada? —dice mi padre.

—Es que tengo un mal presentimiento con lo que pasará ahí dentro —digo.

—Oye, Izan —dice mi hermano—. Creo que tendrías que relajarte. El ambiente está muy tenso, y…

—No es a mí al que le tienes que decir eso. Bastante me he callado ya como para que ahora tenga que sentirme culpable por decirle a papá las cosas como son por una única vez en la vida.

Después de decir eso, soy el primero en entrar en el notario.

La lectura del testamento confirma lo que ya sabía: la mayor parte de la herencia va para mí, y una parte para Rafael. Hay migajas para mi hermano, y nada en absoluto para mis padres.

Por la reacción que tiene cada uno, mi hermano y mi madre ya se esperaban algo así, pero mi padre no se lo ha tomado nada bien. Grita que está seguro de que legalmente le tendría que pertenecer algo, y que habría que revisar el estado mental de mi tío antes de morir. Tampoco se fía de Rafael. Lo acusa, indirectamente, de estafador. Ni se imagina que, en realidad, ese anciano es su hijo.

—Papá, déjalo —dice mi hermano—. ¿No te lo olías ni un poco?

—No, claro. A ti te ha caído algo, pero a mí no.

—Estás haciendo el ridículo —digo.

—Cariño… Vamos a dejarlo ya —le dice mi madre.

Mi padre se deja caer en su silla y se cruza de brazos. Dana revisa con el notario las condiciones de la herencia y ven que todo está muy bien blindado. Que el tío Mateo supo atar bien todos los tecnicismos.

—¿Y tú de dónde sales? ¿Por qué te has llevado tanto? —le pregunta mi padre a Rafael.

—He estado con él en los últimos años, en la residencia. No tenía ninguna intención de heredar, si es lo que me preguntas.

—¿Y cómo es que lo has hecho?

—Tal vez, señor Robles, solo tal vez… Porque he estado con él, me he preocupado por él, le he escuchado y lo he tratado como a un ser humano. Tal vez he cumplido el papel de familiar que muy poca gente ha cumplido en su familia. Tal vez sea eso, ¿no cree?

—Estoy alucinando…—dice mi padre.

Una vez concluidos todos los trámites, reviso todo lo que me ha tocado. Es muchísimo dinero, además de la propiedad de los dos pisos de mi antiguo edificio. Tengo que formalizar cosas con ese tema, así que quiero ir antes de comer ahí para ver qué hago con la gente que vive o que quiere vivir en ellos.

Con mi padre no hablo mucho más. Con mi madre y mi hermano sí hablo algo, ya que parece que entienden la situación y que quieren terminar de buenas maneras conmigo.

También charlo un rato con Dana y Rafael, que me informan de todo lo relacionado con los impuestos, declaraciones y demás papeleo. Me he mareado un poco, pero he contratado a Dana para que me lo lleve todo, aunque no sean técnicamente sus funciones como abogada, pero, ya que se ha ofrecido, no voy a decirle que no, y menos si ahora me lo puedo permitir.


Tercer ajuste

Vuelvo a mi edificio. El primer trámite que voy a cumplir es hablar con los alquilados. Me presento por sorpresa y están los tres en casa. De hecho, se acaban de despertar, pese a que son la una del mediodía. Con Gemma no hablo casi nada. Tengo dudas de si me recuerda, de hecho. Aaron habla más conmigo, está mucho más pelota desde que sabe que soy su casero. Creo que podría preguntarle sobre Saúl, ahora que lo pienso…

Trato con ellos todo el tema de los pagos, el alquiler y demás. Establecemos plazos y normas en caso de que no se cumplan. Intento ser firme, pero no demasiado restrictivo.

—Ahora que eres tú y no tu tío, pensaba que podrías ser un poco más flexible… —dice Aaron, dándome codazos cómplices.

Pol lo sujeta del brazo y lo aparta suavemente.

—No le hagas caso, Izan. No creo que Aaron haya pensado lo que implica lo que ha dicho. No queremos aprovecharnos de un fallecimiento ni de tu actitud. Las normas las estableces tú, y nosotros cumpliremos.

—Joder… Con razón mi tío solo se fiaba de ti —digo.

—Oye, eso duele aquí, te lo digo ya —dice Aaron, señalando a su pecho.

Antes de terminar, Pol me habla en un tono más íntimo.

—Escucha, ¿cómo estás? Cuando te hice aquella sesión hace unos meses, estabas fatal. Ahora que te miro, no sabría discernir cómo te va. Te veo mejor en algunas cosas, pero muy cargado en otras.

—Tú lo has dicho, Pol… Siento que estoy sobrecargado de cosas y que todo sigue ocurriendo, pero también me noto más fuerte que aquella vez.

—Me alegra oírlo. ¿Querrías otra sesión espiritual?

—Míralo el Pol como le saca rentabilidad al casero. Claro, como ahora tiene dinero… —dice Aaron, apoyando su codo en el hombro de Pol.

—Solo lo digo porque a Izan le vino bien, y quiero recordarle que tiene esa opción para cuando quiera o pueda.

—Tienes razón. Muchas gracias, Pol. Lo tomaré en cuenta.

No lo había pensado, pero es verdad que una sesión con él podría servir para serenarme y calmar algunas cosas. Es posible que lo utilice en un futuro cercano.

Antes de irme, me pienso mucho si preguntarle a Aaron algo sobre Saúl, pero ahora mismo me cuesta lanzarme sabiendo que los demás me están mirando. No me lo he preparado demasiado bien, y todavía no sabría qué preguntar sobre Saúl. Creo que esperaré a ver si me entero un poco más de qué pasa con él. O puede que venga dentro de unos días para hablar con Aaron directamente. Ya veremos. Además, hoy estoy agobiado, porque tengo que terminar mis gestiones antes de trabajar en la cafetería.


Cuarto ajuste

Voy a casa de Liam. Me da tiempo a una partida rápida a un juego de lucha. Un día de estos tenemos que quedar solo para eso, aunque, con lo cargadas que tendré las semanas desde ahora, vete a saber cuándo será…

Después de la partida, hablamos sobre su idea de vivir en mi antigua casa, de la que ahora soy el dueño. Hablamos de precios, de cuánto le paga a Nora y demás. También de su papel en las reuniones de vecinos. Le he dicho que, si yo no estoy muy disponible, que él vote por mí según su criterio, pero que, si es algo de gastar dinero, que se asegure de que yo me entero de la situación. Ya empiezo a parecerme a mi tío en ese aspecto.

Parece que Liam está de acuerdo con las condiciones y que será fácil atarlo todo de manera amistosa. Así da gusto. Espero que Nora no se quiera vengar de mí cuando sepa que le he quitado una fuente de ingresos, porque ya sería lo que me faltaba.


Quinto ajuste

Antes de venir, le mandé un mensaje a Flora por si estaría disponible. Al parecer, a las dos vuelve para comer en casa antes de irse otra vez para clase. Le he dicho si podemos vernos sin que nos encontremos con sus padres, y dice que ella vuelve sola en esos horarios, así que quedamos en la esquina trasera para un saludo rápido. Solo estaremos cinco minutos.

—A ver, ¿ya tienes trabajo? —me pregunta.

—¿Que si tengo trabajo? Tengo dos trabajos, una herencia y dos pisos en alquiler. De repente, soy rico.

—¿En serio? Comparte un poco, ¿no?

—Trabaja duro y algún día llegarás a mi posición, socia. Bueno, con tu cerebro, supongo que más lejos.

—¡Oye! Seguro que muchas cosas te han caído del cielo. No te las des tú ahora.

—Bueno, vale… Alguna cosa… Pero, en parte, todo tiene cierto mérito mío, ¿vale…?

—Ahora dime, ¿cómo va tu vida amorosa? ¿Al final te has encaminado hacia una sola persona, o sigues coqueteando con todas las que te encuentras?

—A veces eres muy cruel…

—Pero sabes que es verdad.

—Más o menos. Dices verdades a medias como si fueran verdades completas. Cuidao con eso.

—¿Y la respuesta?

—Pues… Todavía no tengo nada definido. Hay que poner muchas cosas en orden en mi vida como para preocuparme por ello…

—Te falta iniciativa en estos temas. La gente no te esperará para siempre. Te lo digo como consejo de amiga y como tu como tu guía en temas amorosos.

—Joder… Vale. Sí, tienes razón…

Poco después, y antes de que sus padres se pregunten cosas, me despido de ella. Me extiende el puño para que lo choquemos y se va corriendo. Me hubiese gustado preguntarle qué tal están las cosas con sus padres, pero tengo la sensación de que no quería usar ese rato para hablarme de eso. Tal vez otro día…


Sexto ajuste

Ya por la tarde, en la cafetería, veo que el jefe está por ahí, en una especie de despacho enano que tiene al lado de la cocina. No suele estar casi nunca, así que aprovecho, ya que todavía sigo en ese supuesto periodo de prueba, y ya va siendo hora de que me aclare si hay contrato o qué.

Pensaba que la cosa sería un poco más complicada, pero no. Me mira como diciendo “anda, si existes” y, como para quitarse de encima el trámite, me dice que sí, que no hay problema, que firme un contrato, por ahora, de tres meses. Que luego de eso ya veremos cuánto renovamos. Dice que las compañeras han hablado bien de mí, o como mínimo no han hablado mal, así que no hay inconveniente en ese aspecto. Me da la bienvenida formal a la cafetería.

Parece que estaré como mínimo tres meses más por aquí. Sumado a mi nuevo trabajo en la otra empresa, a la herencia y a los alquileres, no me puedo creer todo el dinero que tengo ahora… Creo que me he abrumado.

Me siento idiota, porque lo primero que he pensado al tener tanto dinero es pagar a mis padres… Puede que lo haga, porque, al final, me ayudaron en momentos de necesidad, pero… Siento que, en el fondo, lo hago porque me da pena que no tengan herencia del tío… Y eso no tiene ningún sentido. Mi tío así lo quiso, y bien pensado que estaba. Además, creo que mis padres no tienen mucha necesidad, y para que se lo gasten en viajes a playas o lo que sea que hagan…

No sé. Primero me estabilizaré un poco. Ahorraré, supongo. Ya iré tomando estas decisiones cuando vea cómo funciona mi vida ahora que, por primera vez, tengo dinero.


Séptimo ajuste

Saúl ha venido como cliente. No he vuelto a hablar con él desde el día ese tan raro en el que se acabó pegando a sí mismo y todo. Compruebo mi situación con él. Me acerco para decirle que ahora tengo dinero y que no habrá problemas con el alquiler, a lo cual él se alegra.

—Oye… Y tú, ¿qué tal estás? —le pregunto con sumo cuidado.

—¿Yo? Pues bien. Me lo has preguntado de una manera un poco rara, ¿no?

—Bueno, ya sabes… Por lo del otro día.

—¿El qué?

—El… Esto… Bueno, ya sabes. Cuando fui a tu casa hace poco…

—¿Viniste a mi casa hace poco? ¿Eso cuándo fue?

Bueno… Parece que no podré sacar nada por esta vía. De verdad que no sé si se hace el tonto o si tiene pérdidas de memoria, ya sean completas o en convenientes lagunas. No tengo ni idea. Parece que ahora está bien. Seguiré observando. Por hoy, solo quiero que termine el día para descansar de una vez. Demasiados ajustes. Demasiadas cosas.







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