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Lunes 18 de septiembre de 2023

Joel Soler

Actualizado: 19 sept 2023


Capítulo 202

TODO EXPLOTA

“Ahora lo que pienso es que quiero enterarme de todo lo que Rojo me tenga

que contar, y luego ya veremos qué es lo que tiene que explotar y lo que no.

Me da miedo, sí… Pero la información es lo primero.”



Pese a que me dieron versatilidad para elegir la hora, al final quedamos por la tarde porque Dana tenía mucha faena por la mañana, y es ella la que me tiene que llevar en coche. Me propusieron ir en autobús y hacer la reunión, aunque no esté ella, pero, la verdad, paso un poco de eso.

Al salir de casa, cinco minutos antes de la hora a la que he quedado con Dana, miro al banco que está frente al edificio y me encuentro sentada a Nora, esperándome. Al verme, se pone de pie. No está sonriendo.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

—Quería decirte dos cosas.

—Que sea rápido —miro el móvil para ver cuánto rato tengo antes de que Dana llegue. Si es puntual, podemos charlar como máximo cuatro minutos.

—La primera… Quiero que sepas que te protegeré de mi abuelo. Haré todo lo que pueda para que te considere intocable.

—¿Tienes ese poder?

—Puede que lo tenga… Puede que mi abuelo me quiera mucho más a mí, de lo que yo nunca podría quererlo a él. Puede que me sepa aprovechar de eso.

—Eso ha sonado muy turbio… Pero, viniendo de tu familia, ya no me sorprende nada.

—Di lo que quieras. Trátame mal, si quieres. Pero no tenías que haber mencionado a mi abuelo.

—Eso… Es verdad.

—La segunda cosa es sobre la predicción de hoy… —Nora agacha la cabeza. Creo, solo creo, que está temblando un poco. Le cuesta seguir.

—¿Qué pasa con la predicción de hoy?

—Mi abuelo no es el único que te tiene en el punto de mira…

—Ya. Tú también me tienes ahí. Y tu ex. Y me imagino que tu abuela aparecerá pronto.

—Mi abuela… Tú lo has dicho. Mi abuela.

—¿Por qué la señora Sallares quiere ir a por mí?

—No te veo muy sorprendido…

—Ya me han dicho qué tipo de abuelos tienes, y a qué tipo de personas han hecho daño. No me sorprende. ¿Es tu abuela la que ha hecho el calendario?

Nora no puede contestar. Está apretándose con fuerza el brazo.

—Es… Posible. A lo mejor no todo el calendario, pero… Puede haber formado parte.

—Juraría que me dijiste que no había ningún rollo raro con tu familia, cuando te pregunté por lo del calendario. ¿Qué pasa con eso?

—Ya te lo dije, ¿no? Sé muy poco del calendario. Solo sé que mi ex es el que los tiene todos y el que se mueve por todas partes. Es el que me dijo lo que tenía que hacer. Y mi ex, por suerte, no es de mi familia…

—Ya sé que no es de tu familia. Es tu ex.

—Eso en mi familia importa bien poco… Quieren tener controlada siempre la sangre, los apellidos… Así que ya lo dije bien: por suerte, mi ex no es de mi familia.

—Joder… Mejor no indago en eso —hago una pausa para reordenar las ideas—. A ver… ¿No le has preguntado nunca de dónde mierdas ha sacado los calendarios?

—Sí, sí que lo he hecho… Pero me dijo cosas tan abstractas…

—Y tú no te pudiste quejar, ¿verdad? Porque tú hubieses hecho lo mismo. Qué lástima…

—Vigila con mi abuela, por favor. No intentes encararte a ella.

—¿Pero qué me quiere hacer esa persona?

—No lo sé. Pero, hace poco, empezó a hacerme muchas preguntas sobre ti. Me causa auténtico terror que mi abuela empiece a hacer preguntas sobre ti…

—¿Es tan espantosa tu abuela?

—Mi abuela… Ella ha cambiado. Antes era una persona un poco peligrosa, sí, pero que no molestaba a nadie y que vivía encerrada probando sus experimentos y sus teorías. Pero desde hace unos años… Ahora da muchísimo miedo, y creo que disfrutaría de verdad hundiendo la vida de aquellas personas que estén en su punto de mira.

—¿Me podría hundir la vida? ¿Más que tú todavía?

Y… Me acabo de sentir un poco mal. Nora no quiere contestar a eso.

Además, Dana ya está aquí.

—Me tengo que ir —digo, y mi intención es irme sin más, pero no puedo evitar decir una última cosa—. Perdón por eso último… Y muchas gracias por el aviso.

Sin mirar qué cara pone al decir eso, corro al coche de Dana y nos dirigimos al polígono de las sillas pintadas.

Repaso lo último que me ha dicho Nora sobre su abuela. Es muy parecido a lo que dijo Estrella. Antes era de una manera, pero hace unos cuantos años, empezó a volverse mucho más peligrosa y parecía otra persona. ¿Qué querrá decir?

Una vez llegamos a la nave, ahí están Rojo y Gris, esperando.

Nos sentamos y Rojo decide ir al grano.

—Lo primero que te queremos contar es que Gerardo y Rafael no son nuestros auténticos nombres.

—Ya. Son Rojo y Gris, ¿no? —digo, y no sé por qué me pongo a hacer chistes en un momento como este. Dana me ha mirado fatal, de verdad—. O sea… ¿Cómo os llamáis?

—Cuando llegamos aquí, tuvimos que cambiarnos de nombre —dice Rojo—. Ninguno de los dos era bueno inventando nombres, así que usamos el de personas a las que conocíamos y que tenían la misma edad, para así acordarnos sin mucho problema.

—Cuando llegasteis aquí… Personas con la misma edad… —repito, intentando encajar lo que me están diciendo. No me entero mucho.

—Es importante que escuches esto con atención, Izan —continúa Rojo—, porque sabemos lo que pensarás cuando lo escuches por primera vez, y llegarás a una conclusión equivocada. Además, es algo muy difícil de asimilar… Tanto, que hemos decidido no contárselo todavía a ninguno de los otros VDLS. Solo Dana se ganó lo suficiente mi confianza como para tener esta información, y apenas la supo el año pasado.

—Creo que, con el calendario, los olores y demás, ya no se me puede sorprender demasiado… —digo, jugándomela un poco a que me dejen mal por exceso de confianza—. O sea, tengo un calendario que predice el futuro, y tengo recuerdos reprimidos de otra vida o de otro mundo o algo así.

—Repito que esto será complicado de asimilar —insiste Rojo.

—Izan… —dice Rafael—. ¿Crees que podría existir algo como un viaje en el tiempo?

—¿Viajes en el tiempo? ¿Regreso al futuro y todo eso?

—Es… Muy distinto —dice Rafael.

—Escucha —dice Rojo—. Si existieran personas que han viajado por una especie de… Túnel del tiempo, ¿qué dirías?

—¿Túnel del tiempo? O sea, ¿un túnel que conecta una época con otra?

Rojo asiente.

—¿Nos creerías? —pregunta Rafael.

Los miro a los dos, en especial a Rojo, y me entra un escalofrío y un vacío en el cuerpo que me hace incluso daño.

—Espera, espera… ¿Cómo os llamáis?

—No te hagas una idea equivocada cuando escuches nuestro nombre, ¿vale? —dice Rojo.

—¿Cómo os llamáis? —insisto.

Rojo cierra los ojos y suspira. Luego los vuelve a abrir y me mira a la cara.

—Me llamo Izan Robles Vera.

El último eco de esas palabras es lo único que resuena en mi cabeza y en toda la nave. Todos estamos en silencio. Mi propio corazón está en silencio. No puedo haber escuchado o entendido bien lo que me han dicho.

Antes de contestar, hago contacto visual con Rafael.

—Rojo se puso el nombre de su padre, al llegar a este tiempo con una edad similar a la suya. Yo vine aquí siendo mucho más viejo, así que se me ocurrió la misma idea… Pero con el nombre de una persona a la que nunca pudimos olvidar.

—Con el nombre de… Mi profesor… —digo, sin procesar lo que implica eso.

—Exacto —dice Rafael—. Nuestro profesor. Pero yo no me llamo como él. Siento que tengas que pasar por esto, pero… También me llamo Izan Robles Vera.

Miro a Rojo. Miro a Gris. Los miro a los dos. Miro a Dana. No sé qué decir. No sé qué pensar. No sé qué creerme.

—No —digo, sin haberlo meditado mucho.

—Tómate tu tiempo —dice Rojo. Bueno, digo yo, visto lo visto, ¿no? O diré yo. Quién sabe.

—Izan, escucha —dice Dana—. A mí también me costó creérmelo, pero es cierto.

—Con Izan será más fácil —dice Rafael—. Porque nosotros fuimos un Izan de treinta y un años en algún momento y sabemos cómo piensa.

Aunque me alojo en la negación, no paro de recordar cosas que me hacen pensar que tiene mucho sentido. La cara de Rojo me resultaba tan familiar porque son mis putas facciones, aunque no conseguía reconocerlo porque está veinte años más viejo. Además, es alguien que se puso mascarilla para hablar con Frank… Para que Frank no lo reconociera. Victoria me besó porque debió liarse con esta versión de mí… Ángel también dijo que Rojo y yo éramos parecidos…

Por parte de Gris, no para de hablar de mi tío como si supiera qué le pasará. Además, cuando visitó mi edificio un día, miró con nostalgia los pisos del tercero, donde vivíamos mi profesor Rafael y yo. Y, ahora que lo pienso, hace poco, mi hermano se lo quedó mirando porque pudo notar algo de familiaridad en su cara, como si lo conociera.

Y Dana… Si Dana conoce a estos dos, y trabaja para ellos, y me imagino que los respeta… Por eso alguna vez, cuando me he comportado como un auténtico capullo, me ha dicho que yo no debería ser así, ya que ella está acostumbrada a tratar con dos Izan maduros y funcionales…

Además, están usando una nave que yo conocía de pequeño. Yo he venido aquí a jugar con Alex, hace muchísimo tiempo… Por eso es que lo usan como base, porque la conocíamos…

—Oye, escuchad… Le puedo ver algo de sentido, vale —digo—. Pero no me lo puedo creer sin más. Me siento idiota, de verdad… Porque, por ejemplo, ¿vosotros no habéis vivido lo mismo que yo? Con el calendario, digo.

—No —dice Rojo—. Nuestra vida, la de los tres, solo es idéntica hasta el veintinueve de febrero del año 2016. A partir de ese día, hemos tenido vidas completamente distintas.

—¿Cómo puede ser…? —digo—. Es que, de hecho… ¿Ninguno de vosotros ha escrito los calendarios? Tienen mi letra, así que un Izan del futuro es el único que pudo haberlos escrito.

—A eso me refería antes, Izan —dice Rojo—. Al decirte la verdad, ibas a interpretarlo de una forma incorrecta. Pero no es así. Nosotros no tenemos nada que ver con el calendario, ni con su letra, ni sabíamos nada de su existencia.

—No puede ser… —digo, poniéndome las manos en la cabeza.

—Nuestras vidas se separaron en 2016 —dice Gris—, así que para el año 2020 la cosa ya era muy distinta en nuestros tres casos. Por ejemplo, en mi año 2020, nunca existió la pandemia.

—Sin embargo, en el mío —dice Rojo—, sí que existió una pandemia, pero menor, con otros orígenes, otras fechas y otro desarrollo.

—¿En serio…? —digo. Lo que me faltaba, la pandemia mala solo la tengo yo. Seguro que fue culpa mía.

—Mira, hace poco hubo elecciones —dice Rojo—, ¿verdad? Pues en su tiempo —señala a Gris—, las formaciones ganadoras fueron las de uno de los bloques, y en mi tiempo, fueron las del otro. Los partidos eran lo mismos, pero el contexto político cambió mucho. Ahora, en el tuyo, ha existido esta especie de situación de equilibrio y bloqueo que no se parece en nada a ninguna de las nuestras.

—De eso no tengo ni idea —digo—. No estoy puesto en política…

—Lo sabemos —dice Rafael—. Has votado alguna vez con un sobre que solo ponga la palabra “socorro”, ¿verdad?

No contesto, pero mi silencio es bastante revelador.

—Podemos decirte más cosas para convencerte —dice Rojo—. Por ejemplo, sé que te encanta el haba Tonka y que eso te hace sentir único y especial, porque nadie la conoce salvo tú.

—Te entra vértigo —sigue Rafael— cuando dices algo que te parece ridículo. Entonces te fustigas, diciéndote que no deberías abrir la boca nunca más.

—Te da miedo hablar con la gente —dice Rojo—, pero te entra un subidón de placer cuando crees que puedes hablarle mal a alguien que crees que se lo merece o que te cae mal.

—Anda —dice Dana—, eso lo ha hecho contra mí. Se notaba el placer sádico en sus palabras.

Me entra vértigo y vergüenza al escuchar eso.

—Cuando has estado con Nora… —dice Rafael—, has sentido que existía una versión oscura de ti que era alimentada por ella, pero que era real incluso sin ella. Una versión que haría daño a todo el mundo.

—Escucha esta —dice Rojo—: nunca se lo has dicho a nadie, pero durante tres o cuatro meses más o menos, Lydia te llegó a gustar. Fue por 2013 si mal no recuerdo. Luego viste que era una confusión y se te pasó la tontería. Se nos pasó, ya que es algo que hemos vivido los tres en el mismo momento.

—Otra cosa que no le has dicho a nadie —dice Rafael—, es que siempre has pensado que te has hecho amigo de Alex porque era alguien muy parecido a tu familia, pero en versión “cuidar de ti”, y te da rabia reconocer algo como eso.

—No creo que necesite nada más —dice Dana—. O, mejor dicho: no creo que soporte que se expongan más cosas suyas.

No contesto, pero sí me desplomo de brazos hacia el suelo y casi me caigo de la silla.

—Ahora entenderás —dice Rojo— que no es casualidad que todos los VDLS te conocieran. El motivo por el que cada uno de los seis conocía tu nombre es porque las personas de este grupo siempre estarán conectadas a Izan Robles. Los dos fundadores somos tú, a fin de cuentas.

—Yo te conozco —dice Dana— porque fue Rojo quien me presentó a Frank y a Hugo como clientes.

—Después —dice Rojo—, reclutamos a personas que conocíamos de nuestro entorno. El hijo de unos vecinos, la ex de nuestra mejor amiga, un compañero de trabajo… Por eso todo el mundo conocería a Izan Robles en los VDLS. Por eso Estrella no fue capaz de predecir el revuelo que llegaría a causar.

—Vale, espera —digo—. Creo que crees que me puedes dar más y más información solo porque me mantengo callado, pero no es buena idea en absoluto. Yo todavía estoy asimilando que tenga delante a dos Izan Robles. Sigo sin entender por qué sois del futuro y, sin embargo, ninguno de los dos ha tenido nada que ver con el calendario. Además… ¿Por qué sois dos? ¿Por qué hay veinte años de diferencia entre vosotros?

—Eso es una larga historia… —dice Rojo.

—La historia del peor error que cometí en mi vida —dice Gris—, y de como eso llevó a la creación del Izan Rojo, del Izan del calendario… Y de la bruja más peligrosa que ha existido jamás.

—¡Anda! ¡Aludida! Ji, ji… Ya no podía aguantar más tiempo callada —dice una voz con un volumen altísimo que nos sobresalta a todos. Es la voz de una anciana hablando por un megáfono—. Por alusiones, creo que me tocaba hablar —ríe con una voz aguada y un poco ahogada.

Al girarnos hacia la dirección del sonido, vemos que varias personas están dentro de la nave. Algunos de ellos cubren las salidas, y otros nos rodean.

La vieja se acerca a mí. Tiene el pelo largo y blanco, y la mandíbula parece estar desencajada de tanto reír. Sus ojos están muy abiertos. Me da muchísimo miedo. Cada vez está más cerca de mí.

—¡Bum! ¡Todo explota! —dice. Yo me sobresalto un poco.

—Olivia… ¿Qué haces aquí? —pregunta Gris.

—Ah… Mi niño bonito… —dice la bruja, tocando la cara de Rafael y riendo con su voz aguda—. Ahora lo único que necesitas saber es que vas a dormir. Mañana, ya veremos. Espero que sueñes conmigo. Ji, ji…

Al decir eso, todos los hombres que han entrado con la abuela de Nora a la nave nos atrapan por la espalda, dos para cada persona, y nos tapan la boca y la nariz con un pañuelo.

—Soñad cosas bonitas… —dice Olivia. Su risa aguda es lo último que escucho.








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