Capítulo 203
TODO EXPLOTA
No sé qué hora es. No me acuerdo bien de lo que ha pasado. No sé dónde estoy.
Conforme pasan los segundos voy recordando cosas, pero tengo dudas de si todo ha sido un sueño. Mis versiones del futuro, la bruja, el pañuelo con cloroformo… ¿Cómo podría ser real?
Pero lo es. Cada vez lo veo más nítido, y consigo situarme poco a poco. Estoy en una especie de despacho que creo que pertenece a la nave en la que estábamos. Puedo ver desde una ventanilla la zona de las sillas pintadas. Junto a mí, se encuentran Rojo, Gris y Dana. Estamos los cuatro atados.
Al mirar con algo más de atención, veo que Olivia está ahí también, de pie, poniendo platos de comida en el suelo.
—¡Izan! Por fin te has despertado —ríe con su voz aguda—. ¡Por fin nos vemos en esta línea! Ya tenía ganas de encontrarme contigo. Qué jovencito… Demasiado para mí —se ríe otra vez, ahora mucho más fuerte.
—¿Qué quieres hacer? —pregunta Gris.
—Qué alegría me hace… —dice Olivia—. Qué ilusión, qué felicidad… Tres Izan para mí sola.
—¿Qué le pasa a esta…? —pregunto.
—Bueno, bueno. ¿Cómo acabará el día de hoy? —se pregunta la bruja—. A ver, a ver… Aquí hay dos personas que no tienen que temer, ¿verdad que no?
Nadie contesta. Todos la miramos esperando respuestas.
—Izan jovencito encantador no tiene que preocuparse de nada. Él tiene mucho, mucho, muchísimo calendario por delante. Y la abogada siesa tampoco, porque aparece en algunas predicciones más. Pero vosotros dos… —Olivia pone una mano en la mejilla de Rojo y otra en la mejilla de Gris—. Ya no salís en más predicciones. Qué pena, ¿verdad?
—¿Me vas a matar? —pregunta Gris—. ¿Lo harás de una vez? Porque estoy harto de que juegues conmigo así. Eres…
Olivia pone su dedo índice en la boca de Rafael.
—Ahora tengo que ir a hablar con mi grupo —dice la bruja—. Yo también tengo mi propio grupito, pero sin sillitas de colores —se ríe con la voz más aguda y chillona todavía—. Vendré en un ratito. Ahí he dejado unos platos con comida rica en el suelo. Si os arrastráis, podéis comer. No tiene veneno ni nada. Que cada uno coma de lo que quiera. Luego nos vemos, ¿vale? ¡Portaos bien!
Todos gritamos y decimos cosas distintas a la vez, pero no nos hace ni caso. La abuela de Nora se va y los cuatros nos quedamos ahí atados y sin saber qué pasará con nosotros.
Después de un rato de desesperación, gritos y frustración, conseguimos serenarnos un poco. Algunas preguntas acuden a mi cabeza.
—Gris, una cosa…
—Dime —él mira hacia abajo, con la mirada perdida.
—Si eres Izan… ¿Por qué parece que la abuela de Nora te ama? ¿Te la ligaste viajando en el tiempo a cuando ella era joven o…?
—Qué va… —dice—. No es por eso. Para saber lo que es, tendría que contarte mi historia. No tengo nada de ganas de hacerlo, la verdad, pero… A lo mejor es mi última oportunidad para explicártelo todo.
—Haz lo que quieras… —le digo. Tampoco tengo cuerpo para escuchar historias, pero en este caso, siendo la historia de una vida que pude haber tenido… Necesito saberlo.
—Desde 2016 hasta 2026 más o menos… Tuve una relación larga e intermitente con Nora. Después de todo ese tiempo, ya no me quedaba ni un solo amigo. Lydia, Frank, Alex… Ninguno me quiso dar una sola oportunidad más. Yo mismo los acabé echando a todos de mi vida. Me quedé solo, dependiendo emocionalmente de Nora…
—Más de diez años con ella… —digo—. Me da muchísimo miedo saber que eso me ha pasado en otro tiempo…
—Nunca llegué a entender del todo bien a Nora —continúa Rafael—, pero ella me amaba de verdad. Y un día de otoño de 2026… Me pidió matrimonio.
—¿Qué? —es todo lo que puedo decir. Visualizar eso me provoca dolor de cabeza y de pecho.
—Al ver el anillo, y ver su cara… Entendí que ya no había vuelta atrás. Vosotros dos —nos mira a Rojo y a mí— sabéis por qué podemos llegar a estar mucho tiempo con Nora, ¿verdad? Es porque sabemos que no será para siempre, o eso queremos pensar. Porque se acabará, volverá, se acabará, volverá… Con la esperanza de que algún día termine del todo. Pero, si te casas… Si dices que sí a ese anillo…
—Claro… —digo.
—Rechacé a Nora. La supe rechazar por completo. La eliminé de todas las redes. Le hice entender que nunca más estaríamos juntos. Durante un año entero no supe de ella… Hasta que un día hablé con Oliver, al que hacía tiempo que no veía. Él me lo dijo… Me dijo que su hermana se había suicidado. No dejó nota ni avisó a nadie. Solo se suicidó.
—No suena tan mal —dice Dana.
—Fue horrible para mí —dice Gris—. No sabía si se había suicidado por mi culpa. Y, si lo había hecho, no me lo podía perdonar. Su muerte me obsesionó… Y, si os digo la verdad, ojalá se hubiese quedado la cosa ahí. Pero yo no era el único obsesionado. Su abuela, Olivia, también lo estaba. Ella se puso en contacto conmigo y me dijo que tenía la responsabilidad de averiguar junto a ella qué le pasó a Nora. No supe decir que no…
—No me jodas… —digo.
—Pasé algunos años investigando con ella. Me enseñó un libro que usaba para aprender la ciencia detrás de la magia. O, como ella decía, “la verdad del mundo”. Yo, si os digo la verdad, no me enteraba de nada. Solo estaba ahí como recadero, o para contestar todas las preguntas que me hiciera sobre Nora —hace una pausa, como si lo siguiente fuese difícil de explicar—. Pasamos muchos años juntos, así que la vi envejecer poco a poco, pero… Un día, sin venir a cuento, apareció algo más joven. Seguía siendo vieja, pero se notaba que se había quitado de encima como treinta años. Entonces le pregunté si había conseguido algún hechizo para rejuvenecerse o algo así, pero me dijo que no. Que no existía tal cosa, salvo en la ficción, o que no había sido descubierta todavía. Pero, entonces… ¿Por qué rejuveneció? Esa es la pregunta que me hice una y otra vez, pero nunca supe contestar.
—Yo sigo pensando que te mintió —dice Rojo—. Sí tuvo que ser un conjuro.
—Pero no ese tipo de conjuros —contesta Gris—. Olivia siempre decía que los conjuros que se habían descubierto estaban todos marcados en el libro, y que eran muy específicos. Que, para detener el tiempo vital, tener la inmortalidad, rejuvenecer y demás, no había nada. Siempre se reía al decirme eso.
—Pero… —digo, intentando aportar algo—. ¿Qué buscabais durante tantos años? ¿Una forma de comunicaros con Nora en el más allá?
—Yo pensaba que sí —dice Rafael—, pero luego descubrí que eso no era tan desafiante para Olivia. Si hubiese querido, lo hubiese hecho. Ella apuntaba a algo mucho peor… Ella quería contactar con Nora para rescatar su alma. Encontrar un conjuro para unir el alma de un muerto al cuerpo de un vivo.
—¿Eso es posible? —pregunta Dana—. ¿Y por qué no sabía yo eso?
—Era demasiado… —dice Rafael—. Porque cuando lo vi… Fue horroroso. Vi como Nora entraba en el cuerpo de su abuela. Como se convertía en la persona que nos ha atrapado aquí. Mucho más mala, más loca… Más obsesionada conmigo.
—Espera… ¿Qué? —pregunto—. La Olivia que nos ha atrapado… ¿Es la Olivia de tu tiempo? ¿Con el alma de la Nora que se suicidó?
Escuchar todo esto es demasiado para mi cabeza.
—Pero, a ver… ¿Cuánta gente ha viajado en el tiempo? —pregunto.
—Tres personas —dice Rafael—. Sabemos que nadie más ha viajado en el tiempo salvo Rojo, Olivia con el alma de Nora y yo mismo.
—¿Seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿No ha viajado nadie más? ¿Un Izan que escribe calendarios por ejemplo?
—No… El conjuro del túnel del tiempo es algo complicado. Me costó muchísimo averiguarlo. Solo puedes viajar los días veintinueve de febrero. Tienes una oportunidad cada cuatro años para moverte en el tiempo. Será siempre el mismo día a la misma hora: las 18:49. Y es muy posible que el sitio tenga que ser el mismo también.
—Olivia tiene su libro… —dice Rojo—. En él, en las páginas del conjuro del túnel del tiempo, aparecen marcas negras dependiendo de cuántas personas han abierto un túnel en este mundo. Si alguien viajó antes que nosotros, tendría una marca, pero solo somos nosotros tres.
—¿Cómo sabéis que eso es verdad? ¿No puede ser un engaño de Olivia?
—No lo es. Tanto Gris como yo conocemos cada cosa que tiene que ver con este conjuro. Además… En mi tiempo, cuando yo era un Izan que no conocía nada de todo esto, sí pude ver el libro con las marcas de Gris y de Olivia. Solo había dos. Fue con mi viaje que entré en un mundo donde estaban ellos dos, y se añadió la tercera con la mía.
—Nadie más ha viajado, Izan —dice Gris—. Tu calendario no tiene nada que ver con nuestros viajes ni con los conjuros que te hemos nombrado. Puede tener que ver con Olivia, claro, pero con nada más que eso.
—No lo entiendo…
—Lo sentimos mucho, de verdad… —dice Rojo.
—¿Yo? Mi historia es sencilla… Gris quiso viajar al pasado por un motivo: avisar al Izan Robles del 2016 de que no debía permitir que Nora se suicidase. Así lo hizo. Un Izan de sesenta y cuatro años se plantó frente a mí y me dijo todo lo que había pasado con Nora… Y yo le hice caso. Me quedé con Nora. Cuidé de ella y aprendí a quererla… Tanto, que acabé entrando de lleno en su familia. Sus abuelos me adoraban, y yo empezaba a sentirme cómodo ahí. El Izan oscuro, ¿verdad? Lo que siempre hemos pensado… Y yo me sentía poderoso de verdad al trabajar para Salvador Santalla, no te voy a mentir. La mafia, el poder, gente que tenía control, dinero e incluso magia.
—No me digas eso… Es horrible… —digo.
—Hasta que un día, sin saber lo que estaba haciendo y a quién le estaba dando órdenes ni por qué, manipulado por Salvador Santalla… Envié a un asesino a matar a Frank.
—¡¿Qué?! —digo.
—Fue sin querer, pero no es excusa. Lo que hice después de eso fue correr hasta donde se encontraba el Izan viejo que me avisó. Lo encontré en la residencia del tío Mateo, casi vegetal, pero le pude preguntar por el conjuro para volver atrás en el tiempo. Tardé un poco, pero lo conseguí. Viajé al mismo veintinueve de febrero de 2016, al mismo momento en que Gris y Olivia con el alma de Nora llegaron. Cuando los vi a los dos, estaban confusos. Yo no venía de su tiempo, claro…
—Olivia no tardó en irse después de eso, y yo me quedé solo con un “yo” más joven —dice Gris—. Un “yo” que había sido creado por el objetivo de mi viaje en el tiempo…
—Y lo que hice fue pedirle a Gris que no le dijera nada a Izan. Que no te dijera nada a ti, Izan de este tiempo —dice Rojo, mirándome—. Que, si queríamos hacer algo con todo lo que había pasado con las familias S, teníamos que hacerlo él y yo, y mantener al Izan de este mundo al margen. Por eso creamos a los VDLS… Y por eso no supimos aceptar con facilidad que te hubieses metido tan de lleno en toda esta historia con un calendario del que jamás habíamos oído hablar.
—Pero eso es… —empiezo a decir, pero soy interrumpido.
—¡Eso es maravilloso! —dice Olivia—. Gracias a estos dos Izan arrugados que se creían que sabían jugar con el tiempo, ahora estamos en la era más divertida de todas —se ríe a carcajadas.
—¡Tú! —grito—. ¿Has sido tú la que has hecho el calendario?
—¿Yo? Ji, ji… Pobrecito Izan…
No puede negar que tiene el alma de Nora…
—Dime si has sido tú. Dime quién lo ha hecho.
—Yo solo he dado un empujoncito… —se ríe con la boca tapada—. Pero esa es tu letra, ¿eh? No la letra de un viajero en el tiempo, no, no… Es tu letra.
—¿Has usado un conjuro para que mi alma escriba por mí o algo?
—¿Qué más te da el conjuro, Izan? El conjuro es algo que te queda grande, pequeñín… Lo que deberías preguntarte es: ¿Quién me los está dando? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¡Oh, qué drama! ¡Soy Izan el desgraciado!
—Dímelo… Tú lo sabes…
—No tengo más tiempo para jugar contigo —dice—. Vamos al grano, ¿vale? A ver, a ver… ¡Tú! La abogada siesa.
—Vete a la mierda —dice Dana.
—Tenemos una lista de tus seres queridos. Familiares, amigos, gente a la que aprecias… Los mataremos uno por uno, ¿vale? Bueno, a alguno no lo mataremos, pero sí le haremos algo que le parezca peor que la muerte, ¿te parece? Ah, pero tranquila, porque lo puedes evitar. Si te retiras del juego, de la abogacía y, por qué no decirlo, sí, de cualquier cosa que huela a… ¿Cómo era? ¿Los VIH? ¿Los VHS? Ah, los VDLS, las víctimas… Si te quitas de todo eso, nada te pasará —Olivia se acerca a Dana y le habla un poco más de cerca, casi susurrando—. ¿Sabes lo que pasa? Que mi marido dice que eres muy talentosa y que eres una gran molestia. Llevamos tiempo preparando esa lista. No ha sido fácil, ¿sabes?
Dana no contesta. Está mirando al suelo, conteniendo las ganas de llorar de impotencia.
—Izan joven, tú también te salvas. A ti no te diremos gran cosa, porque nos tienes que seguir entreteniendo con el calendario. Ya cuando todo termine nos pensaremos si matarte o no. Creo que no será decisión mía precisamente —se ríe con la boca tapada—. Ya veremos, ya… ¡Ah, sorpresa! Así que ahora os dormiremos a los dos y os sacaremos de aquí.
—¡Espera! —grita Dana—. ¿Solo a nosotros dos? ¿Qué haréis con los otros dos?
—Bueno… —dice Olivia, acercándose a Gris y poniéndole la mano en la mejilla—. ¿Qué hacemos contigo, Izan viejecito? ¿Te dejo vivir? ¿Te mato? ¿Lo dejo al azar? Permitiste que me suicidara… Muy mal, Izan, muy mal… Pero también te amo. ¿Qué hacemos?
—No fue mi culpa —dice Rafael—. Tú siempre lo dijiste… Las personas que te hacían querer morirte de verdad eran tus abuelos y tu ex… Yo solo me alejé de ti porque no podía más. Y ahora juntas tu alma con la vida de tu abuela… Es penoso…
—¡Oye, que mi abuela también soy yo! Me ofende si dices esas cosas. Además… Mi abuela me buscó en la otra vida y me acogió. Me permitió ser uno con ella. Ese es el acto de amor supremo, Izan. ¿No te parece? ¡Tú nunca lo hubieses hecho por mí!
—Me alegro muchísimo de saber que nunca hubiese hecho algo así por ti.
—Me harás llorar, Izan, querido… —Olivia se acerca mucho a su cara.
—Mátame de una buena vez… —dice Rafael, apartándose todo lo posible.
—Al que mataremos sin ninguna duda —dice Olivia— es al Izan rojito. Sabes por qué, ¿verdad?
—Porque Salvador Santalla me tiene miedo —dice Rojo sin dudarlo ni un segundo, como si ya tuviera preparada la respuesta.
—¿Qué? —dice Dana—. No. Ni se te ocurra.
—Calla, abogada —dice Olivia—. Ni una sola molestia, o matamos a tu gente. Una molestia, un muerto. ¿Se entiende?
—¡No! ¡No lo matéis! ¡No! —Dana se retuerce y grita.
—Olivia, Nora, por favor… —dice Rafael—. No lo hagas. Puedo convencer a Rojo de que dejemos todo esto… No lo hará más… Nos retiraremos…
—¿En serio? —dice Olivia—. Oye, Izan Rojo… ¿Es eso verdad? ¿Te retirarías a vivir una vida de residencia feliz con tu yo más viejo?
Rojo mira a Olivia con una mirada punzante.
—Rojo, por favor… —dice Rafael.
Rojo mira a Rafael y niega con la cabeza. Se siente mal al hacerlo, pero es superior a sus fuerzas. Eso es lo que interpreto.
—No puedo… —dice Rojo—. No podría permitir nunca que los Santalla y los Sallares sigan existiendo mientras yo vivo una vida tranquila. No podría.
—Tú lo has dicho… —dice Olivia, y entra uno de sus matones con una pistola—. Dámela a mí. Seré yo la que lo mate.
—¡No! —grita Dana.
—Izan mediano… —dice Olivia, apuntando a la cabeza de Rojo—. ¿Unas últimas palabras?
Rojo cierra los ojos. Después se pone de pie y mira a Gris.
—Hemos hecho lo que hemos podido. Deja de sentirte culpable por “crearme”, como dirías tú. Haz lo que tengas que hacer para vivir en nombre de los dos. Sal de esta con vida. Hay gente que te necesita.
Gris empieza a llorar, frustrado, aceptando lo que vendrá. Yo no puedo aceptarlo.
Rojo me mira a mí ahora.
—Izan… No tengo ni idea de qué es ese calendario ni para qué te lo han entregado, pero los VDLS saben cosas sobre la magia utilizada por los Sallares… Habla con Estrella, ayudaos el uno al otro. Es buena persona, Izan. Confía en ella. Los dos tenéis que encontrar la verdad y enfrentaros a lo que te estén haciendo. Además, Olivia nunca matará a Estrella. Es tu mejor oportunidad. Izan… Espero que puedas superar lo que sea que te estén haciendo. Lo siento mucho si esto ha sido culpa mía de alguna forma, de verdad… Lo siento muchísimo. Solo quería que al menos un Izan pudiese vivir una vida feliz.
—¡No lo mates! —grita Dana.
—Dana… —dice Rojo—. Muchísimas gracias por todo. Nos conocimos hace ya siete años, y, de verdad, no se podría haber pedido a una compañera más confiable y leal que tú. Prioriza tu vida por encima de todo, por favor. Mereces estar viva más que nadie. De verdad… Muchísimas gracias.
—¡No! ¡No! —Dana se arrastra hacia los pies de Olivia. Sus gritos suenan cada vez más desgarrados.
—¡Olivia, por favor! ¡Nora! ¡No! —grita Rafael.
Yo intento arrastrarme también contra Olivia, pero el matón que iba con ella me atrapa por detrás. Otro hace lo mismo con Dana.
—¡Para! —gritamos tanto ella como yo.
—Unas últimas palabras preciosas —dice Olivia—. Me has hecho dudar. Pero tienes que servir de ejemplo… Lo entiendes, ¿verdad?
Rojo no dice nada. Solo cierra los ojos.
Olivia pierde la sonrisa. Ella también cierra los ojos.
Con un último grito roto de Dana, escuchamos el sonido de la pistola.
La bala atraviesa el cráneo de Rojo. Se desploma al instante.
Dana grita y llora. Es un lloro ahogado. Rafael también lo hace. Está dándose cabezazos contra el suelo. Y yo… Siento como si me hubiesen matado a mí. Siento como si me acabasen de disparar. Me precipito poco a poco contra el suelo y miro al cadáver de Rojo. Mi cabeza no puede asimilar esa imagen. Después, vuelven a dormirme con el pañuelo de cloroformo.
Al despertar, Dana y yo estamos, ya desatados, en la zona de fuera de la nave. Dana sigue durmiendo.
Miro un poco a mi alrededor. Veo que tanto el coche de Dana como el de Gris están aquí. Eso quiere decir que Gris no ha salido.
Entro de nuevo a la nave para ver si sigue dentro y, al entrar, veo que el despacho en el que estábamos está empezando a arder.
Aún así, corro para ver si Gris sigue ahí dentro.
Así es. Ahí está. Gris sigue atado en el despacho junto al cadáver de Rojo.
Corro hacia la puerta, pero está cerrada. Voy directo a la única ventana que hay y la rompo sin pensármelo dos veces.
Los cristales me cortan por todas partes. No me importa.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Rafael—. ¡Te vas a quemar! ¡Fuera!
—¡No! Si el calendario sigue adelante es que yo sobrevivo —digo—. Si yo me pego a ti todo lo posible, entonces los dos viviremos. ¿Lo entiendes?
—¡No me importa! ¡Quiero morir tranquilo!
—¡Pues te mueres tú solo, pero que no sea aquí! ¡No le des el gusto a esa bruja!
—Izan… Tú no tendrás fuerza para llevarme por esa ventana. A lo mejor te equivocas. A lo mejor nos morimos.
—¡No pasará! ¡Vamos, ayúdame!
Rafael me mira con los ojos muy abiertos y, poco después, intenta levantarse para ayudarme a salir de aquí.
Por desgracia, el humo es cada vez más invasivo. No paro de toser y, poco a poco, empiezo a perder el conocimiento. Rafael también lo pierde.
—Mierda… —digo—. No puedo…
—Vete, por favor… —tose—. No podrás cargarme así… Vete…
—Salimos de aquí los dos juntos… —toso. Ya no puedo respirar. Caigo poco a poco. Noto que mi cuerpo se precipita al suelo, hasta que alguien me sujeta.
Es alguien con una capucha. Es grande y con músculos. Me está llevando en brazos…
Es él. Es el héroe. La persona que me salvó de morir ahogado en el río… Me está sacando de aquí.
—Espera… El viejo del despacho… Por favor… —digo.
No me contesta, y yo no puedo decir nada más. Creo que estoy perdiendo el conocimiento… No sé qué pasa con Rafael… No veo nada más.
Lo último que escucho antes de perder del todo el conocimiento es una explosión.
Comments